EL CABALLERO HOLANDÉS QUE ENTRÓ EN EL BURDEL Y REPARTIÓ Y REGALÓ OCHO ROSAS BLANCAS A OCHO PROSTITUTAS, A LA VEZ, Y LES DIJO QUE ENTRE AQUELLAS PRECIOSAS FLORES Y ELLAS MISMAS NO HABÍA NINGUNA DIFERENCIA Y ÉL LES ASEGURÓ A ESAS MUJERES QUE LAS CONSIDERABA PERSONAS TAN RESPETABLES COMO CUALQUIER OTRA Y DESPUÉS DE ESO SE MARCHÓ PARA SIEMPRE SIN DECIR NADA MÁS.
- publicado el 02/11/2016
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El jardín de Lorea
Cada tarde, la pequeña Lorea salía al jardín y abrazaba a su madre con sus alas angelicales. Allí inventaba pájaros invisibles que transportaban las hojas en otoño, mientras su madre le explicaba cómo en el azabache de su pelo dormía el Rey Tulipán. Sus ojos verdes le daban la vida al jardín. Eso le reveló su madre el día que se fue a abrazar a otros ángeles.
Cuando la noche se acercaba, Lorea besaba a su madre y entraba en casa. Solo entonces, los pétalos que creaban cada día aquella forma humana caían al suelo.
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