Un taxidermista

Quiso la gloria silenciosa y mejoró su técnica con insectos, reptiles y en especial, con mamíferos. No tuvo mujeres porque eran una distracción para el espíritu, tampoco hijos pues ellos se llevarían la alegría y la tristeza. Sólo conservó a un amigo periodista que lo encontró en perfecto estado, aquella mañana de abril, quieto y sentado en su habitual sillón rojo, mirando con ternura el valle al otro lado de la ventana. El registro fotográfico del taxidermista es conmovedor. Aún no saben dónde mostrar aquella obra maestra que era su propio cuerpo, su imagen.

Oscar Donayre
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