El depósito de vehículos
- publicado el 23/01/2014
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Aura roja
El metro recorría las entrañas de la ciudad; yo no.
Dentro de él, todo estaba quieto, parado, rancio. Delante de mí, dos chicos hablaban; estaban lejos, muy lejos. Uno de ellos me miró, empezó a acercarse; antes de que pudiera tocarme, un aura roja le envolvió, y me alejé de él. Desde la distancia, vi como se llevaba las manos al cuello, caía al suelo, y se revolvía; no podía respirar. Algo que estaba comiendo se había quedado en la garganta, obstruyendo las vías respiratorias. Se armó un gran revuelo; de repente, todos estaban allí, de vuelta. Todos menos yo. En la siguiente estación, una ambulancia se llevó el cuerpo sin vida del muchacho.
Esperaba en la calle a que el semáforo se pusiera verde. Estaba todo parado; menos yo y los coches.
El disco rojo creaba una línea imaginaria detrás de la cual se amontonaban la impaciencia, la inercia, la expectación,…………………………….. La señora cargada con bolsas saltó a la carretera, violando la frontera. La seguí para detenerla, pero un aura roja la envolvió; y dejé que se fuera. Un coche se llevó por delante su cuerpo y su vida.
Llegué a mi casa. Allí estaba mi hija, jugando con las piezas de construcción. Ella siempre esta ahí.
– ¡Papá!, ¡papá!, ven a jugar conmigo – dijo saltando sobre la cama, al lado de la ventana abierta de par en par. Un aura roja la envolvió. Me quedé quieto; ella estaba lejos, muy lejos, un abismo nos separaba; cerré los ojos y salté……………………………… Agarré a mi hija por la cintura, y caímos sobre la cama, mientras la niña reía alborozada.
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