La ciudad

La ciudad era gris hormigón, negro alquitrán, toda frío y niebla y desamor. La ciudad estaba habitada por oscura gente presurosa y malhumorada; hablaban una horrible jerga ininteligible. Ni los perros querían vivir en aquella ciudad. Yo vivía allí, mejor, estaba allí y allí permanecía a mi pesar. Los días eran tachones en el calendario, números sin ningún significado; horas y horas formando espirales de tiempo atemporal confundidos con pasmosa monotonía el hoy, el ayer y el mañana, solo el ahora tenía un mínimo sentido. La ciudad me atrapaba, me había engullido en sus oscuras fauces y me tenía prisionero quitando todo sentido a las cosas, matando sin piedad la esperanza. Así estaba yo, así seguiría aún de no ser por mi inquebrantable ansia de luz; eso fue lo que me salvó, lo que hizo que en un supremo esfuerzo lograse salir de la ciudad buscando desesperadamente la luz. Recuerdo con horror aquellos días, nada hará olvidar aquellos años, dejaron una huella tan profunda en mi corazón que todos los soles del universo juntos no podrían despejar la pegajosa oscuridad; ese fue el precio y quedó pagado. No volveré jamás a la ciudad, jamás me acercaré a sus muros a mirar, será un recuerdo nada más, mi peor recuerdo pero mío al fin y conmigo morirá. ¡Cuánto te odio ciudad!

Doa

Valladolid C/Paulina Harriet, año 1975

Stradivarius
Últimas entradas de Stradivarius (ver todo)

Deja un comentario

Tu dirección de email no será publicada