Tu cadáver fue el mejor de tus poemas.

 

Querida Sara:

Lo de querida es una  una simple cortesía, pues no te quiero. Te lo dije antes pero insistes en acosarme con esa  mirada al vacío. Finges no mirarme, pero sé bien que lo haces, y en tus ojos nebulosos todavía diviso un ruego. Un ruego de amor.

Yo era tu aire.  Pensaste en suicidarte, aunque nunca me lo dijiste. Pero muerta no podrías seguir intentando que te amase. Seguiste viva para agobiarme.

Escribiste un libro de poemas, dedicado a mí, aunque dijese: “Para M mi gran amor”. Esa M era el disfraz de la H de Heriberto,   mi nombre.  Amo a mi novia. Tú me dabas asco,cuando sabía algo de ti me sentía violado, querías forzarme, obligarme…Todo esto me parecía indigno e intolerable.

Por eso te grité,  te dije que no te amaba ni te amaría nunca y te llamé puta. Era la  tercera vez en cinco años que entrabas a  mi librería, de nuevo con la excusa de comprar papel y  libros. Olías a flores y a miel,  pretendías provocarme y fingías no mirarme. Eras  mentirosa,  por eso se te daba la poesía.  Parecías ausente, como si pensaras en otro .Pero estabas frente a mí, llena de corazón: brillando y querías que yo y nadie más que yo te amase.

Sentí nauseas cuando intentaste rozar mi mano al pagarme,  no lo hiciste, pero sé que lo intentaste. Por eso  te grité. Parecías ofendida cuando saliste dando un portazo, pero lo que querías era que te hiciera el amor en el mostrador.

 

Me dio risa saber que te fuiste a París,  con el fulano “Michel” ( M) ese tipo medio judío con cara de niña y pose de Gainsburg. Es muy hortera eso de estar en París y amarse. Todo era parte del juego. Querías que te deseara, querías fingir que amabas a otro, se te daban bien los poemas y las mentiras.

Enviaste a tu vecina a la librería, lo sé. La vieja  preguntó por tus libros y fácilmente me dio tu dirección. Ibas a presentar en la ciudad tu  nuevo poemario. Querías  que te esperara en tu casa, y en tu cama. Seguro el “amour” con M era una farsa, cualquiera creería que ardías de amor por él, pero soy perspicaz , no se me engaña con facilidad.

¡Pobre ilusa!  Me deseabas a mí. Mi sexo no era para ti, era para mi novia. Un día mientras lo hacíamos grité tu nombre. Ella se burló de mí y me llamó  enfermo. Fue tu culpa, me acechabas, estabas en todas partes…

Pese a asco, al final fui caritativo contigo. Cumplí tu sueño, te hice el amor tras la agonía del foulard en tu cuello. Tu cadáver fue el mejor  tus poemas. Ahora me marcho y te dejo esta carta para que tu espíritu pueda comprender finalmente que no te amo y que nunca te amaré.

Heriberto.

El único hombre al que amaste.

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