La Cadena: Un mes después.
- publicado el 05/07/2009
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El suicidio de un hijo
Se fue, silencioso, sin mirar atrás, con el corazón roto, la mirada perdida en la nada más absoluta, balanceándose suavemente en el abismo. Se fue solo y detrás dejó, ya para siempre, destrozada el alma y la vida de las tres personas que más le querían. ¿Dónde estabas que no oí tus desgarradores gritos, de dónde partía el dolor insoportable que te partía por dentro?… ¿Cómo no supe intuir tu inenarrable infierno, por qué perdí tu confianza y a ti mismo?… Tantas y tantas preguntas sin respuesta, tanto dolor inútil que me asfixia, tanta desesperanza has puesto en nuestras vidas. ¿A dónde ir ahora con mí pena, dónde decantar tanto dolor oscuro, lacerante desesperado? No tengo consuelo ni tendré olvido. No tendré jamás sosiego en mi desvelo, sufriré por siempre mientras viva, aunque esto ya no sea vida, porque no te tengo. Adiós hijo; que terrible que así sea y no a la inversa, yo mayor, muerto en vida aquí me quedo, tu, joven y sano eres quien nos deja… Consagraré los días que me queden, hijo mío, a vivir con tu recuerdo, será así, para mí al menos, la forma de tenerte, la única manera de que sigas vivo estando muerto. Adiós hijo, adiós o hasta luego, y si hay un lugar al que ir, allí hijo mío espérame…
Doa
Vigo 13 Junio 1998
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