Golf Extremo

Si ya el Golf, per se, es difícil, esto es, la colocación de la bola, el stance, el lie, el rough, los bunkers y obstáculos de agua…y un sin fin de parámetros que hacen de este maravilloso deporte, más que un deporte, un master en ingeniería nuclear, compliquemos todavía más el asunto. Metamos en esta coctelera a la madre naturaleza. A saber, viento, lluvia y frio que se te mete en los huesos, paralizando cualquier atisbo de swing que pudieras tener.

¿A qué viene todo esto? Uno que es natural y residente en Madrid, ha venido padeciendo el duro invierno que hemos tenido desde finales del año pasado. En ocasiones, jugar al golf venía siendo, más que una distracción, un instinto de supervivencia. Pongo dos ejemplos.

Primero. En enero de este año, participe en una competición mensual en el campo de Golf de Valdeluz, en Guadalajara, donde semanalmente jugábamos en la modalidad Individual Stableford. Pues bien, salvando uno de los días donde se podía cubrir el expediente con más pena que gloria, el resto de las semanas daba la sensación que estábamos incursos en plena instrucción militar.

Los dobles calcetines, camisetas polares, cortavientos, guantes térmicos…eran de uso imprescindible. Todo ello, hacía de los jugadores una especie masa amorfa en la que, practicar el swing de golf y cualquier parecido con la realidad, era pura coincidencia.

En el último día de competición, a todo lo anterior, se unió una niebla tan densa que, hacía que   el posicionarte en el tee de salida, con intención de pegar a la bola, fuera poco menos que un acto de fe. Realmente fue algo kafkiano. Desde aquí, mi enhorabuena a los campeones. Aparte de buenos jugadores de golf, son unos verdaderos Ironman.

Segundo. Hace unos días, me fui con un amigo al Centro Nacional Golf (CNG) a jugar 18 hoyos. El clima no era tan adverso como el descrito anteriormente, salvo por un elemento. El viento. Fue in crescendo, a medida que íbamos completando el recorrido, alcanzando su apogeo a final de vuelta, con rachas de viento superiores a 40 km/h. Si ya dejar la bola en Green, en condiciones normales, es harto difícil, apuntar 40 metros a la izquierda o derecha de tu objetivo, lo complicaba aún más. Una vez que, con GPS y brújula incluidos, conseguías alcanzar tierra prometida (el Green), llegaba la parte más divertida; patear. La bola, una vez que reposaba en el Gree, tenía vida propia. Y, digo lo de reposar, como un mero eufemismo. Nunca me había sido tan difícil embocar putts de menos de 1 metro.

Ahora entiendo el nombre de la ubicación del CNG. Avenida Ventisquero de la Condesa. Le viene al pelo.

En fin, de todo se aprende, y lo que no te destruye te hace más fuerte. De ser así, yo he salido fortalecido con creces este invierno. Como dicen por las Islas Británicas, el golf sin lluvia ni viento no es golf. En mi caso, la llegada la primavera va a ser un oasis de calma y tranquilidad y, por qué no, sinónimo quizás de bajada de hándicap. De ilusiones vive el hombre…

Lorenzo Gomez Parra
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1 Comentario

  1. Oye, qué maravilla, Lorenzo. Muy bien narrado. Y aunque he visto algún mínimo fallo de puntuación, se me ha hecho muy digerible. Fantástico.
    Hasta el punto que creo que quizás Sopa de Relatos debería tener un nuevo género: la crónica.
    ¡Abrazos!

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