Carta de amor y muerte

A la atención del comisario Stevens.

Ahora lo sé, comisario, sé que Sam nació para formar parte de mis sueños, para fundirse con dulce pasión en lo más profundo de mi mente, transportándome lejos de esta mísera vida terrenal, hacia la luz… ardientes llamas… del infierno.

Allí estaba conmigo, aquella noche. No recuerdo como habíamos llegado a la habitación; a veces me adentro en una terrible oscuridad durante días, para despertar en lugares desconocidos, como trasladado por una invisible máquina del tiempo.

La alegría me embargaba; aunque breves, aquellos eran los más intensos momentos de mi vida inmortal. Caminaba ligero, henchido de gozo, nervioso, y a duras penas logré sentarme para contemplarle.

Su cuerpo silencioso, disfrutaba en la penumbra del suave ambiente reinante.

Me sentía observado; una mirada sutil impregnaba mi cuerpo de emoción, una mirada transmitida por esas dos perlas, ese par de bolitas de azabache  que yacían, reposando, sobre la jabonera. Apartadas de las cuencas que las vieron nacer, eran totalmente perfectas, sin que un triste pestañeo pudiera impedirme gozar de su misteriosa presencia.

Infinitos seres recorrían su cuerpo, se adentraban, emergían… sombras animadas, carne de su carne; sonrojado no dejaba de sonreírme. Sin darme cuenta me encontré en el suelo, arrodillado, ante tal espectáculo dantesco; alcé la cabeza y respiré profundamente, una y otra vez, gozando del primoroso aroma nauseabundo … recuerdos de la infancia inundaron mi mente: una figura pequeña, escuálida, tras las cortinas de la habitación del pecado, observando a sus padres gemir … la fugaz sombra de un hacha …

Me incorporé y lo observé con ternura. Descansaba en la bañera, tendido. Una pierna colgaba al exterior formando en el suelo sinuosos regueros de sangre, ¿la otra?, nebulosos recuerdos de haberla envuelta y enviado a … pero es algo intrascendente, yo caminaría por él, viviría por él, lo cuidaría y mimaría a través de los siglos … él lo sabía, no protestaba.

Me acerqué lentamente; todo mi cuerpo temblaba, regueros de emociones eclosionaban en mi cabeza. Un pequeño ejército de moscas alzó el vuelo dejando entrever su rubia melena. Lo acaricié, sus sedosos rizos se deslizaron entre mis dedos, tiñéndolos; entonces, suavemente, comencé a peinarlo.

Lloré, sí, lloré de emoción contenida; grandes mechones rojizos se desprendieron con sonido desgarrado, cual ofrenda de amor, entonces supe que me amaba.

Henchido de pasión sobrepasé los lindes de la bañera, y me adentré en ese mundo sangriento y visceral; nos fundimos en un tórrido abrazo, intenso, más intenso, intentando formar un solo cuerpo; el sonido embriagador de huesos rotos nos envolvió…

PD: Lo que siento comisario, no es que me haya cogido y encerrado, sino que he perdido a Sam, mi amor, aunque Shhhh!, aún es un secreto, pero siento que me estoy enamorando de Wally, mi compañero de celda, noto inminente nuestro gran encuentro…

Tenga a bien de no molestarnos en un par de días, señor comisario.

 

XXXOOOXXX  Adams

 

Frans
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