El asesinato de Rasputín (2ª Parte)
- publicado el 30/09/2012
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Nada de pum, pum, pum. ¡Sólo tomar vino!
Cabo Isla, 22 de marzo de 2014
Hola, doctor Cuello Blanco. Usted me ha visto pero no le interesa observarme. Soy de esas chicas que venden su cuerpo por unas monedas. Soy de aquellas mujeres que trabaja muchísimas horas y meses prostituyéndose para devengar el salario que en un día usted se gana, allá sentado en el parlamento, “disque” representándome y protegiendo mis derechos, que no se ni cuáles son, pero que igual ya no interesa, porque he resuelto a nombre propio y de otros, así como usted resuelve por todos, que hasta hoy vive.
Hoy, iré a visitarlo a su casa, que más parece un palacio, un hermoso y amplio sitio para vivir; – ya quisiera yo vivir allí, vaya que me acomodaría tan solo en uno de sus seis cuartos – , rodeado de frondosos jardines caminos de piedra y en su interior pisos de mármol y con grandes esculturas. Allí, al ritmo de una cadenciosa y rítmica música usted bailará conmigo, al tiempo que se llenará de lascivia erótica y hasta tiernamente amorosa hasta el punto de poseerme no una sino varias y más veces. Y toda ésta derramada y abrumadora pasión se acompañarán de un delicado, transparente, espumoso y muy agradable vino blanco. Tomaremos copa tras copa. Reiremos a carcajadas sonoras llenas de un placer quejumbroso y de alegría destellante hasta ver las estrellas del cielo y quizá más allá, pues hasta Dios se ha ido de ahí para no verme como mato a una de sus criaturas favoritas y preferidas.
Sí, hoy, la seguridad que el gobierno le ha brindado a uno de sus corruptos más corruptos, será más que insuficiente. No será necesario utilizar ningún arma ni blanca, ni de fuego ni menos golpes. En el vino he inyectado una droga que se llama “éxtasis”, a la que le agregado otro químico, cuyos efectos provocarán en usted un intenso calor interno, el cual reventará venas y arterias y usted morirá irremediablemente desangrado.
Para que sus guardaespaldas no sospechen de mí, yo también beberé de ese vino, pero tan sólo una copa y nada más, mientras que a usted lo haré beber muchas pero muchas copas, cuidando eso sí, que sea a la vista de ellos mismos para que no haya ninguna duda. El vino “arreglado” será mi arma letal contra usted.
Después, saldré de ahí en el mismo carro que usted envío para que me recogieran. Inmediatamente llegue a mi cuarto, recogeré mi equipaje; me quitaré la peluca y la ropa que usé en su asesinato; me iré al aeropuerto, abordaré un avión con destino a donde haya vuelo, lo más lejos posible y empezaré una nueva vida, en donde si esté Dios con todos y no solo con personas como usted.
Hasta nunca.
SIN RASTRO ALGUNO
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