Y Aguirre no ayudó.
- publicado el 05/04/2014
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¡Tamaña osadía, asaz infame!
“Debéis saber, mi señora, que antaño
por rudeza como aquesta, vil asaz,
el acero a desnudarse era capaz,
y con sangre limpiábase tal daño.
Suerte tenéis que trátase de hogaño,
y el honor brilla raro y muy fugaz;
es el tiempo del cobarde y del falaz
y la honra vale menos que el estaño.
Mas os digo –y creedme si a vos place-,
que un español tres cosas va a respetar:
la patria -sacro suelo donde nace-;
de su familia el necesario yantar;
y a su Dios. Así, por más me amenace
por tal cosa no le pienso yo pagar…”
– Está bien, señor, no le cobraré las bolsas, ¡pero muévase, que está creando cola…!
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- ¡Tamaña osadía, asaz infame! - 02/04/2014
¡JA, JA, JA, JA, JA! Qué gran inicio para este concurso. XD
Genial.
XD. Gratitud.
Sencillamente, genial. Felicidades
os quedo reconocido
por respuesta tan amable;
que aunque jocoso se hable,
hay que ser agradecido. 😉
Francamente brillante, enhorabuena.
¡Muchísimas gracias, caballero! ¡Así da gusto!
Nos has llevado a la cola de ese supermercado. Ni lírica ni literariamente: ¡Física y literalmente!. Jamás pongo más (ni menos) interés que el que el texto me genere, y el tuyo me ha raptado el seso y me ha abducido el cuerpo. ¿Qué coño felicidades?: ¡FELICIDAD!
Después de leerte, lo he puesto en práctica en el supermercado ¡Y funciona siempre! Jamás volveré a pagar las bolsas.
Tan hilarante respuesta
logra mi númen se encienda,
y a vos planteo la apuesta:
¡probad a hacerlo en Hacienda!
XD ¡Mil gracias!
Destilas inteligencia como el agua transparencia.
mi inteligencia celebra
lo que de ella perfilas;
tú amabilidad destilas
como mí tío ginebra.
Confieso que no es estoy sobrio. Hiedo a caldo espirituoso. He ido, esta madrugada, hasta Hacienda, influenciado por las potentes ocurrencias de Igor Yglesias, su obra «¡Tamaña osadía, asaz infame!» (Buscadla. Leedla) y una secuela de la misma, por él mismo escrita. En esa secuela, Igor, rizando el rizo, y doblándonos de risa, propone trasponer la «trama del supermercado» a otro escenario, el de una sucursal de Hacienda. Dice Yglesias:
Tan hilarante respuesta
logra mi númen se encienda,
y a vos planteo la apuesta:
¡probad a hacerlo en Hacienda!
Todo podría quedar ahí. Hubiera sido un perfecta última palabra sobre este asunto. ¡No hay por qué seguir cada envite que nos hacen!. Pero, resulta que la apuesta es atractiva. Consiste en pedir una bolsa en Hacienda para portar en ella algún bien que allí nos sirvan. Y además de obtener esa bolsa, marchar sin pagarla. Todo ello usando un lenguaje quijotesco, como si fuera normal y quedándonos tan frescos.
Este ha sido el resultado. ¡Verídico! ¡Leed mañana la prensa! Hoy no saldrá porque cuando sucedió el suceso, a eso de las 05:30, la tirada del día ya estaba impresa.
BOLSAS BAJO LOS OJOS
(Beodo, recapitulando desde un calabozo:)
Sin que descollase el día,
cabalgué en tu sugerencia,
entre Yglesias y Abadías,
y até mi jamelgo en la puerta
de nuestra Tesorería.
Me salió al paso un securita
luego otro, otra y otro…
con su caras descompuestas
viendo el miembro de mi potro.
¡Quiero ver a vuestro jefe!
¡Vengo a por mi IRPF!
¡Va en serio mi calentura!
¡Vos servidlo en bolsas de asas
que yo satisfaré la tasa,
sea cual sea la factura,
y asiéndolas a mi montura
trotaré de vuelta a casa!
(La securita, asustadiza, se escuda en sus compañeros. Aprieta la nalgas. Se agarra a la imagen de un santo que le pende sobre el pecho. Reza para y por sí misma:)
¡Por Dios, Señor del Sagrario!
¡Devore a su hijo Saturno!
¡Venablos de Sagitario!
¡Rasure sus barbas Neptuno!
¡Protéjame mi escapulario
del íncubo taciturno!
(Otra securita, más valiente que la anterior, saca pecho ante el beodo:)
¿Va mal su despertador?
¡Estamos en tramo nocturno!
¡Atended a nuestro horario,
y cejad ya en vuestro ardor!
¡Encajad la negativa,
no es por venganza ni alarde!
¡Está cerrada esta Hacienda!
¡Dé a su vientre lavativa,
, pliéguese a venir más tarde,
cuando el sol el día encienda!
(Beodo. Muy beodo:)
¿Creéis que no sabe la hora
este jinete apuesto,
obstinado y aguerrido,
que en la madrugada implora,
sin demora y sin error
le sea entregada en bolsa
(aunque sea de Hipercor)
de la declaración del impuesto
el montante deducido
y la copia del borrador?
(Tercer securita, muy molesto, porra en mano y a golpear dispuesto:)
¡No seáis estrafalario!
¡Aquí no servimos en bolsa,
sólo en sobres los formularios!
(Beodo. Empina el codo y apura un trago de la petaca. El jamelgo, nervioso, relincha. Da tirones de la estaca (un bolardo). Tambaleándose, balbucea:)
¿Rehusáis entregarme una bolsa?
¿Creéis que exijo por antojo?
¡Hincháis hasta el cielo mi enojo!
¿Aducís que soy «mediohombre»,
«lamesputos», «cejascalvas»
«comevergas» y «albergapiojos»?
¡Pues tomaré las bolsas malvas
que cuelgan bajo vuestros ojos!
¡Plin! ¡Plan! ¡Croc! ¡Zas!…
La trifulca aquí se acaba.
El suelo se tiñe de rojo.
(En el calabozo, me conceden hacer una única llamada. Pido sustituirla por unos minutos de conexión a internet. Aceptan que navegue un rato, y los invierto en Sopa de relatos. En el interrogatorio, me inquieren al respecto de mis ascendentes, referentes, inductores influyentes. Nombro a Igor. Lo siento, estaba borracho)
¿Qué podría decir que no se haya dicho ya…? ¡Ah, sí!…
¡miau!