Como un último suspiro de eco exánime,
retienen mis oídos las últimas palabras,
la última reverberación de tu oscura voz,
voz que el viento púrpura transformó en nada.
Rojo viento que derrama tempestades
tumultuosas y descubre mis sollozos
amargos en este mar embravecido
que es mi alma.

Humildes caracolas atestan el mar
tras los ecos que el colérico temporal
desató en espumas irritadas. Caracolas,
semilunas y sirenas, que con crueles cantos
se deleitan con tus últimas palabras,
palabras que el hondo mar transformó en nada
y, como un mudo Ulises de ojos marchitos,
ciegan mi alma.

Voces azuladas en la espuma enrojecida:
hay sangre en mi voz y azul en tus palabras,
tus últimas palabras pronunciadas en el mar,
palabras que el bronco mar transformó en nada.
Nadas nadan en el mar enajenado,
nadas que son nada y nada expresan. Nadas
como voces, o palabras o silencios,
callan mi alma.

Nadas en mi mar y tu voz es mi espuma,
salobre por la acidez de tus palabras,
ponzoñosa por la red de tu silencio,
ardiente por tus ardides, presa por tus diques.
En tu mutismo descubro un mar adormecido
que me mece. Con las velas desplegadas,
desprendo de mí cualquier trivial desprecio
hacia mi alma.

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