El hombre que traspasó el portal

 

           Nadie se había atrevido jamás a afrontar los motivos un tanto vedados del mito del fantasma que aquella casona  cargaba sobre sus viejos ladrillos.

            En sus agrietadas paredes trepaba valerosa una hiedra, como una idea, tenaz y persistente, serpenteando caminos entre las claraboyas. El desventurado follaje crecía apesadumbrado en la soledad de aquella funesta morada. La veleta del techo, daba vueltas insensiblemente marcando el ritmo de vientos y tempestades antiguas.

            En una cenicienta tarde de abril la reja rechinó  ante su paso, un hombre se atrevió a cruzar el portal. Caminó  por el angosto sendero hacia la entrada de mármol gastado donde viejos pasos habían dejado su huella en la piedra.                                                             

            Me sorprendió su figura de estirpe cuando lo vi pasar bajo mi ventana, prosiguiendo  su camino con determinación. Llevaba una simple maleta de cuero labrada con sus iniciales.                                                                                                                 

            ¿Acaso  nadie había advertido a este caballero sobre el maleficio del fantasma que aparecía en la ventana cada noche en la casona  llamando a gritos al amante cuya pasión prohibida llevó  a su adorado a la muerte?

            El hombre recorre la estancia en la oscuridad, conoce  muy bien el camino a la gran estufa de piedra y el lugar vacío del atizador. Su vieja estampa  trastabilla dejando caer la maleta con el grabado; se derrumba muy cerca de donde me encuentro entre sombras y sollozando pide inútilmente  perdón al hijo que asesinó allí mismo.                                                                                                                                             

            El hombre que traspasó el portal, buscaba respuestas que ya nadie podría darle, su intolerancia y sus prejuicios lo cegaron treinta años atrás  cuando descubrió a su hijo en brazos del amante.

          Todo se aclaró  en mi mente cuando pude  ver las iniciales en la maleta: el hombre que atravesó el portal no era un simple hombre, me había quitado a mi amado, destrozando su bello rostro.

         Decidido a poner fin a mi calvario y a ultimar el mito del fantasma que me rodea, arrastrando el dolor de tres décadas sobre mi triste y mortal figura, hago mi aparición en la escena, le propino un certero y letal golpe  y lo libero  para siempre de su tragedia, del portal, de sus prejuicios  y de mi vengativo  espectro.

Camila
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