Un día, una sonrisa

Desde que entró al centro penitenciario, Julia se sintió muy apagada. Apenas hablaba con las otras reclusas y, cuando estaba en la celda, se aferraba en su soledad. No era un delito tan grave el que cometió, pero la condena impuesta la destrozó por completo.
No obstante, llegó un dia en que repentinamente sonrió. Parecía como si su vida hubiera dado un giro.
—Anda, Julita —le dijeron—. Hoy tienes buena cara. ¿Por qué será?
—Bueno… —respondió ella—. Es que hoy me va a visitar mi hijo.

Ursula M. A.
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