Crisálida de Ceniza (4)
- publicado el 01/03/2011
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LA MUÑECA Y LA NIEVE VERDE
*Cuento para niños pequeños
LA MUÑECA Y LA NIEVE VERDE
En el país llamado Muxulambra vivía una bonita muñeca de porcelana llamada Betsy, junto con su familia y sus amigos.
En aquellas tierras también vivían unos alienígenas, llamados Los Ruj, que se parecían a los periquitos pero no tenían pico sino boca.
Aquellos extranjeros “ruj” habían llegado de las estrellas pero en Muxulambra no molestaban a nadie: eran amigos de todas las muñecas y muñecos que allí vivían.
En Muxulambra siempre nevaba mucho y un día Betsy y su amigo, un ruj llamado Ñil, fabricaban un muñeco de nieve al que pusieron dos pequeñas pelotas redonditas que hacían de ojos, una bufanda del equipo del Barcelona Futbol Club, un sombrero de bufón y como nariz: una manzana. Cuando acabaron de hacerlo, al monigote le pusieron de nombre “Charly”.
-Charly, se parece a ti ¡jajajaaja! –le dijo Ñil, el extraterrestre, a Betsy.
-No, no es verdad- se enfadó Betsy. La muñeca.
No se parecían en nada porque “Charly” parecía un payasito simpático y Betsy llevaba un vestido claro y muy limpio pero Ñil le estaba gastando una broma a su amiga.
La muñeca, le dio una patada al pobre “Charly”, se dio media vuelta y se fue para casa.
-Pero no te enfades, Betsy, que no lo dije en serio! ¡Perdóname! – le gritaba Ñil mientras seguía riendo.
Pero ella se metió en casa rabiosa y dio un portazo. Luego, al cabo de media hora se le pasó el enfado y llamó al teléfono móvil del pequeño ruj.
-Te perdono, Ñil – le dijo ella.
-Vale colega, ¡jajaajaja!. Quedamos mañana para jugar con la nieve otra vez ¿vale? Como siempre.
-Vale, amigo. “Hasta luego, cocodrilo”- se despidió Betsy sonriendo.
Eran unas palabras que siempre le decía Betsy a Ñil “Hasta luego, cocodrilo” (porque había una canción muy animada donde también lo decían), en vez de decirle “adiós”.
Después de colgar, la muñeca se puso a mirar por la ventana e hizo una mueca con la cara. Le gustaba mucho que nevara siempre pero fallaba una cosa: estaba cansada de que la nieve fuera siempre blanca.
-Blanca, blanca, blanca, siempre blanca – gruñó ella.
Entonces, se le ocurrió algo. Se concentraría mucho mucho mucho para que la nieve que cayese fuese verde, su color favorito. Y así lo hizo, cerró los ojos y pensó en su deseo… pero no sucedió nada durante dos horas.
-¡Bah, que tonterías hago! – se quejó Betsy – No funciona, claro.
Y se fue a dormir porque ya era tarde.
Cuando despertó a la mañana, oyó unos extraños gritos en la calle. Entonces se asomó a la ventana y vio que de las nubes caían unos preciosos copos verdes. Tanto los muñecos como los ruj que había en la calle, se ponían mirando hacia arriba y abriendo la boca porque aquella rara nieve tenía sabor a menta.
¡Betsy no lo podía creer! Como era la primera vez que hacía aquello, debió de costarle un poco a la nieve que fuese de ese color: igual que una carta que tarda en llegar… pero al final ¡lo había conseguido!
Ni el alcalde, un muñeco llamado Dan, ni dos policías llamados Xylvia, que era una muñeca adulta y Xito (un ruj mayor) se explicaban que pasaba.
-¿Cómo es posible?- decían asombrados Dan y Xito.
-Esto es rarísimo- dijo la detective Xylvia.
Asustada, Betsy volvió a pensar en volver a poner los copos blancos. Así lo pensó y así sucedió. Volvía a caer nieve blanca y aunque muñecos y rujs pequeños se pusieron tristes porque les gustaba aquella nueva nieve, el alcalde Dan suspiró de alivio porque todo volvía a la normalidad.
En esto que Ñil llamó al timbre de la casa de Betsy.
-¡¡¡Pero como es que no has salido a ver la nieve verde!!! – le dijo su amigo ruj.
-Es que…¿Te cuento un secreto? Pero no se lo digas, de momento, ni a mis padres ni al alcalde ¿eh?- le hizo prometer Betsy al pequeño extraterrestre.
-¡Pues claro que no! Mis labios están pegados con pegamento ¡jajaaja!
Entonces Betsy le contó su secreto y Ñil se quedó asombrado ante el nuevo poder de la muñeca y se quedó pensando.
-A este poder debes llamarlo “telenievesia”- le dijo el ruj.
-¿Tele…nievesia? Que palabra más rara. Telenievesia- contestó Betsy.
-Telenievesia, SÍ. Me acabo de inventar la palabra. Significa que puedes volver la nieve del color que quieras con solo pensarlo y ¿sabes qué? Creo que nadie más en el país de Muxulambra tiene este fantástico poder más que tú.
-¡Vaya!- dijo ella.
-Oye ¿porqué no vuelves a probar la telenievesia? A mis amiguitos ruj les ha encantado la nieve verde.
Betsy se quedó pensativa y dijo: “vale”. Esta vez solo tardo unos segundos y ¡zas! la nieve volvió a caer verde.
-¡Bravísimo Bet!- gritó Ñil que también la llamaba así.
-¿No se enfadarán mis papis, el alcalde ni la policia? ¿No debería pedir permiso para hacer esto?- se preocupó Betsy.
-Es verdad- dijo el extraterrestre- Tal vez sí que debas decírselo.
Así que, Betsy acompañada por Ñil, (porque los dos eran muy buenos) les dijeron a todos lo que había pasado. Sus papis se enfadaron un poco pero Bet había dicho la verdad y la perdonaron. Como los sabios de Muxulambra lo estudiaron y dijeron que no había peligro, la muñeca pudo volver a hacerlo siempre que avisara por teléfono a Xilvia, la agente de policía.
Al final a todos les gustó la nieve verde y ¡qué rica sabía! El alcalde Dan , muy goloso, era el que más se la comía.
Un día Ñil le dijo a Bet:
-¿Por qué no intentas volver la nieve en rojo? A mí me gusta mucho más ese color todavía que el verde.
Entonces ella volvió a concentrarse y la nieve ¡comenzó a caer colorada!
Además, sabía a granizada de fresa con lo que Ñil estuvo un buen rato zampándosela como un glotón.
-¡Funciona! – gritaron Ñil y Betsy.
Luego, una muñeca llamada Alba, que era amiguita de Betsy, le pidió por favor que hiciera caer nieve azul. Entonces ella, después de pedir permiso a la policía, se concentró e hizo caer copos de ese color. ¡Tenía sabor a helado de pitufo! Alba le dijo: “Gracias Bet”.
A muchos habitantes del país de Muxulambra les gustó mucho pero Ñil y unos amiguitos suyos, llamados Xuk y Ro, querían ver la nieve de nuevo roja y se enfadaron un poco.
La mamá de Betsy le pidió a su hija que por favor que a ver si podía hacer caer la nieve amarilla. Entonces ella, otra vez pidió permiso por teléfono a Xilvia y luego se concentró de nuevo. Entonces, las nubes descargaron copos amarillos con sabor a yogurt de limón ¡Riquísimo!
Entonces su papá le rogó que, por favor, aunque fuese durante un rato, quería que la nieve volviese a ser blanca. Lo divertido es que la nieve blanca empezó a saber a rico azúcar.
Así que, todo el mundo pedía turno para decirle a Betsy la nieve que quería y así ocurría todos los días.
Llegó un momento que al cuento de Blancanieves le tuvieron que cambiar el nombre por Verdenieves y luego Rojanieves y luego Azulnieves y el cuento siempre cambiaba de nombre según el tipo de nieve que le pidiesen a Betsy.
A Bet le encantaba tener a todos contentos pero un día, tanto Ñil como Alba como el papá de Bet como su mamá, se pusieron a discutir entre todos porque, justo justo justo en ese momento, a todos les apetecía la nieve del color que les gustaba:
-¡Quiero la nieve roja para siempre!- chillaba Ñil
-¡Azul yaaaa! – replicó Alba
-¡No, amarilla ahora mismo!- dijo la mamá de Bet.
-¡Niña, que sea blanca todo el tiempo!- le gritaba el papá a su hija.
Betsy se puso muy nerviosa y no sabía qué hacer. Le empezó a doler la cabeza con todo ese jaleo y la nieve iba cayendo de todos los colores y sin ningún orden, hasta volverse de un color negruzco muy feo.
Entonces, en mitad de la confusión, llegó el alcalde y dijo:
-¡Aquí mando yo y la nieve será verde!
Entonces, todos los demás le tiraron bolas de nieve que ya no se sabía de qué color era. El alcalde Dan respondió al ataque y empezó una feroz guerra de bolas de nieve entre todos.
En ese momento, llegaron unos policías con su uniforme: el ruj adulto llamado Xito y la muñeca mayor llamada Xylvia. Ellos recibieron también bolazos de nieve pero sin querer. Y entonces los agentes gritaron:
-¡Un poco de orden! ¿¿A ver qué pasa aquí? Poneos tranquilos porque si no os llevamos a todos a la cárcel. A usted también alcalde Dan, que se porta el peor de todos y tiene que dar ejemplo a los pequeños- chillaron Xito y Xylvia.
Todos quedaron mudos y Betsy les explicó el problema a los polis.
Xylvia, después de pensarlo un poco, le susurró al oído una solución a Betsy.
-Vale, así lo haré -dijo la pequeña muñeca a la mayor.
Entonces, Bet hizo que en un barrio de Muxulambra nevara en rojo con lo que Ñil y otros habitantes ruj, que les gustaba así, pudieron ir a ese sitio donde siempre nevaría de color y sabor fresa.
-¡Estupendo! Gracias Betsy- le dijo el ruj niño.
Luego en otra región del pequeño país, Bet hizo caer copos amarillos sabor limón. Su mamá y sus amigas viajaron hasta esa zona, sin dudarlo.
En el Sur fue azul y Alba, junto con otros muñecos y muñecas, fue hasta allí muy contenta.
Al Norte viajó su papá, muchas veces, a ver la blanca nieve azucarada que caía del cielo.
Cerca de la casa del tragón alcalde tuvo que ser el color verde-menta, claro.
¡Fue fantástico! Todas las gentes del país iban viniendo a casa de Betsy a dar las gracias por repartir los colores de la nieve, al mismo tiempo, por toda Muxulambra. Pero un día la policía llamó a la puerta de Betsy y ella abrió diciendo:
-¿He hecho algo malo, Xylvia? –dijo la muñeca asustada.
-No, claro que no ¡jajaajaja!- dijo la agente Xylvia- Tú siempre te portas muy bien.
-Solo veníamos a pedirte, por favor, a ver si cerca de la comisaria de policía podías hacer que nevase de color naranja. Seguro que sabe a zumo de esa fruta tan rica- dijo el detective Xito.
Betsy se rió mucho y dijo: -De acuerdo, amigos.
FIN
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