EL MAESTRO

EL MAESTRO

El escaso bagaje de cuarenta años de trabajo

guardado en la ajada y vieja cartera de piel.

Encorvado por la edad y la tristeza, camina.

Las risas y las voces de los juegos del recreo

le hacen detenerse; sonidos tantas veces oídos,

la nostalgia empaña sus cansados ojos.

Por entre la escueta rendija del muro

echa una última húmeda mirada.

Le han dicho que está muy mayor para enseñar,

que le toca el merecido descanso.

No lo entiende, él no concibe su vida sin una tiza en la mano,

sin el olor a lapiceros recién afilados, a libros recién abiertos,

al olor inconfundible de un aula,

las voces y risas de los niños, sus reprimendas

fingidas de adusta seriedad. No concibe la vida sin enseñar,

sin declamar sin descanso lecciones como mantras.

Consigue despegarse del muro y sigue caminando asustado.

El miedo a la soledad no deseada, las horas vacías,

Las cuatro paredes de su casa.

Se siente perdido, cansado.

Sin darse cuenta sus pasos le han llevado a la orilla de rio.

Abraza con fuerza su ajada cartera de piel,

se lanza a las turbulentas aguas que le arrastran

hacia un nuevo e ignoto horizonte, a otra dimensión.

No siente dolor ni sufrimiento, solo el plácido bienestar

que le producen las aguas en las que se ha sumergido,

cierra los ojos y se deja llevar.

DOA /Valladolid 22/11/2016

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