AMOR SE ESCRIBE RyA

¡Tan fuerte es el amor como la muerte! ¡Tan cierta es la pasión como la tumba! ¡El fuego del amor es una llama que Dios mismo ha encendido! ¡No hay mares que puedan apagarlo, ni ríos que puedan extinguirlo!

(Frase extraída del libro bíblico Cantar de los Cantares 8:7)

 

Introducción

La vida es una novela, es lo que mi abuela siempre decía y yo sonreía al escucharla. A mis cortos catorce años pensaba que tal vez ella soltaba esa frase porque había vivido demasiado o por producto de las lagunas mentales propias de su edad. Cómo podría ser una novela algo tan monótono. En mi caso desde que tenía uso de razón todo era igual, la misma sinfonía, sin altos ni bajos. Levantarse por la mañana, tomar desayuno, ayudar en casa, ir a la escuela si es que era temporada o a las prácticas de baile y/o natación si eran vacaciones, charlar con alguna amiga, almorzar, acompañar a mi madre, ver televisión y dormir. Así era mi vida. Lo más emocionante que había acontecido, era viajar con mi familia a la selva y pasar una semana entera en un campamento, escuchando historias de duendes y sirenas, mientras lidiábamos sobre donde poder satisfacer nuestras necesidades básicas. Así, si es que la

vida era una novela, lo más probable es que la mía sería una que nadie querría leer. Sin embargo por alguna razón el universo me regalaría un momento con el cual cambiaría mi historia, teniendo algo que valiese la pena contar.

Capítulo I

Todo se inició en la playa. Me encontraba parada detrás de un pequeño muro junto a Malena, en ese entonces mi mejor amiga, digo en ese entonces porque una vez finalizada la escuela nunca más supe de ella. Era mi cumpleaños número quince. Los ansiados quince años con los que toda adolescente sueña y que gracias a la influencia de la industria televisiva con sus novelas cursis nos ha vendido la imagen de la niña que está pasando a ser una hermosa señorita, debiendo ser presentada como cual a la sociedad, en medio de una de las más pomposas fiestas, para lo cual los padres han tenido que vender sus órganos para pagarla.

Llegas en un carruaje cual princesa, a un lugar súper elegante y luego de que bailas un antiguo vals con todos los varones de la familia debes lanzar una flor. Y entre tantos muchachos que han asistido uno de ellos debe acercarse a recogerla y bailar contigo. Ojala que sea el chico que te gusta y no el que le gustas tú y ha tomado un poco más de la cuenta para darse valor.

Pero toda esa parafernalia no era para mí y aunque andaba pregonando a los cuatros vientos que iba en contra del sistema, siendo una rebelde sin causa; la verdad es que me negué a que me realizarán tal ritual por dos sencillas razones: La primera es que era consciente de la situación económica de mis padres, quienes en ese momento estaban atravesando, a consecuencia de una mala inversión, por una crisis financiera. Y la segunda, y la más importante para mí en mi corazón adolescente, era que el chico que me gustaba y con él que soñaba bailar en mis

esperados quince años, jamás me miraba. Creo que ni siquiera sabía que existía. Y es que en la escuela siempre habrá, aunque digan y hablen lo contrario, dos bandos. Y no porque se fuerce las cosas sino que es la ley de supervivencia de la naturaleza. Siempre estarán los populares, los que todo el mundo conoce y a todos lados invitan y los otros como yo, que aunque sepamos a ciencia cierta que no siempre las cosas que hacen los populares sean las más correctas, morimos por ser como ellos.

Como sea, yo no era de las populares, creo que esa opción fue prácticamente impuesta por el machismo de mi padre y la sumisión de mi madre. Bajo la premisa “a la hija mujer hay que cuidarla al milímetro”, no frecuentaba fiestas o reuniones, y si lo hacía era siempre y cuando mi hermano accediese a acompañarme. Entonces para no nadar contracorriente y tener que lidiar con más de un pariente sabiendo cual sería el resultado de esa batalla, opte por seguir tranquila las reglas familiares. Sin embargo, eso provocó que la brecha entre el chico que me quitaba el sueño desde que inicie la secundaria se hiciera cada vez más grande pues él era de los “populares” y yo solo podía vivir de espectadora de su día a día. Elías Campoverde, llevaba casi tres años que no dejaba de mirarlo, con su sonrisa burlona, todo desaliñado como si no le importara el mundo ni el qué dirán, siempre desafiando las normas, escuchando rock todo el día (amaba a un grupo llamado Sweet Poison) y fumando en la cancha de fútbol del colegio durante los recreos. Ese chico me gustaba. Y gracias a ese gusto fue que en mi cumpleaños número quince me encontraba con mi mejor amiga del colegio, observando desde un malecón a Elías; mientras él con todo un grupo de chicas y chicos se divertían en el mar.

Llegué a  ese episodio de mi vida por decisión propia y es que como me negué rotundamente a la realización de la fiesta por mis quince años, aunque creo que si mis padres hubieran insistido un poco más tal vez cedía, me dieron la opción de que sería libre de celebrarlo como yo más quisiera. Siempre sentí  cierta conexión con la playa, el mar, creo que porque mi cumpleaños es en verano y  soñaba con celebrarlo en un balneario y entre la arena, el mar y el intenso solo ser besada por Elías o tal vez porque a él le gustaba correr olas. En fin, el gran regalo que solicite por los deseados quince años fue pasar un fin de semana en la playa con mi mejor amiga. Y así fue que mi papá rento una cabaña en  un club de donde era socio y también lo era la familia de Elías y de otros compañeros de la escuela.  Y es que mi padre trabajaba en una empresa transnacional de ingeniería  y esta empresa proporcionaba a sus trabajadores y los familiares de los mismos, colegio, residencias y clubes de esparcimiento. Básicamente el trabajo de la empresa era construir grandes obras y carreteras por todo Sudamérica,  parte de Centro América y México. Cabía también la posibilidad de que lo enviaran a trabajar a otro país que pertenezca al consorcio, pero hasta ahora solo habíamos recorrido el Perú.

Bueno como dije en un inicio ahí estaba yo contemplando desde lejos como el chico que me gustaba reía mientras abrazaba a otra.  Y entre tanto yo tímidamente imaginaba que si bajaba un poquito más de peso y me ponía bikini tal vez a quien  abrazara Elías sería  a mí y no a Noelia, ese era el nombre de la chica con la que salía. Y no es que haya estado con sobrepeso pero tampoco era flaquita, era una adolescente común, bueno con cierto grado de timidez ante los chicos que me hacía hasta tartamudear y ponerme súper roja a punto de querer reventarme

el rostro cada vez que tenía que hablar con alguno. Aburrida de lo mismo, Malena me convenció de regresar a la cabaña para almorzar con mis papás, que seguro estaban esperándome con un enorme pastel. A regañadientes accedí, iba detrás de ella sin dejar de mirar sobre el hombro hacia donde estaba Elías, cuando caí en la cuenta que no llevaba conmigo la pulsera que me obsequió mi abuelo por mi cumpleaños. Era una pulsera súper linda con unos dijes para la suerte, según yo este año mi suerte cambiaría gracias a esa pulsera. Pues todos los que me conocían, bueno pare ser más exacta todos los adultos que me conocían, decían que me había puesto muy simpática; entonces si lo decían tal vez Elías ese año me vería más atractiva de lo normal, y con mis dijes de la suerte todo sería mucho mejor.  Desesperada le suplique a Malena que me esperara, tenía que regresar a ver si por ahí se había caído  mi pulsera, no podía perderla.  Ella se sentó en una pequeña roca  y con ese “entusiasmo” que la caracterizaba (a veces pensaba que algún adulto medieval se le había reencarnado), comentó: – Ve rápido que muero de hambre.

Cual rayo salí disparada. Comencé a recorrer todos los lugares por los que había estado, mirando hacia el suelo a ver si tenía suerte y encontraba mi pulsera, pero mi cabello que había crecido bastante ese verano, caía sobre mi rostro cubriendo por instantes mis ojos y así la búsqueda se hacía más difícil de lo normal. Cuando en eso algo brillante llamo mi atención. Casi para llegar al final del malecón donde había estado parada como una hora observando a Elías, veo a una niña como de unos seis años jugando con mi pulsera. Lo más probable es que la niñita hubiera encontrado en el suelo la pulsera y seguramente pensó que no tenía dueña, pero si tenía e iba dispuesta a recuperarla. Me

aproxime muy cuidadosamente y siendo lo más dulce posible le explique a la pequeña que esa pulserita era mía y que si me la regresaba le compraba un helado del sabor que ella eligiera. La niña muy segura de si para su edad, me miro por unos minutos para luego negar con su cabeza, y coger fuertemente la pulsera, con lo que comprobé que la recuperación de mi pulsera iba a ser más que ardua.  Yo insistí tiernamente para no asustarla que si me la daba le compraría ya no un helado sino dos y que por favor me devolviera la pulsera que era mía y se había caído cuando subí las escaleras del malecón para ir a mi cabaña. Ella nuevamente me miro y sin escuchar lo que le estaba explicando, me dijo: – Pero mi hermano me la dio.

La miré tratando de buscar la mejor solución, pensé que tal vez su hermano sería un niño un poco más grande que ella y si le explicaba mejor la situación entendería y por fin podría recuperar mi pulsera. Entonces le pregunte que donde estaba su hermano para poder ir en su búsqueda y dar fin a esta confusión. Ella señalo la orilla del mar, donde hace un rato había estado Elías con todos los chicos jugando futbol playa. Divise pero no veía ningún niño, solo unos señores caminando por la orilla del mar. Entonces sonriendo la niña levantó la mano para saludar mientras me comentaba: Ahí viene mi hermano. Alcé la mirada y ante mi asombro, vi como un chico de bermudas color negro con un tatuaje en uno de sus hombros, una pequeña argolla en la oreja izquierda y los ojos café más lindos que haya visto le sonreía y se acercaba hacia nosotros. Dios sí que era guapo. Las películas hollywoodenses nos habían vendido un prototipo de galanes como Tom Knight, de tez blanca, ojos celestes y cabellos castaños o rubios. Ese era mi concepto de belleza masculina, súper alienada, pero este chico de ojos café, cabello castaño oscuro súper corto, piel dorada y su sonrisa angelical de medio lado que

era casi como un dios griego, hizo que cambiara de parecer instantáneamente.

Por un momento pensé que estaba alucinando su imagen producto del hambre y el sol. Hasta que lo tuve frente a mí, como le hablaría no era buena en eso. Sin embargo él me ahorro el tener que enfrentar tal dilema, siendo él quien iniciara la conversación: – Hola, ¿tú eres amiga de mi hermana?. Terminando de decir la frase hizo esa pequeña sonrisa y arqueo sus cejas como sorprendido. Mi mente se nublo por un momento mientras sentía como la sangre me hervía. Comencé a repetir dentro de mí una y otra vez, no te pongas roja, es solo un chico, Alejandra no te pongas roja. Al ver que no articulaba palabra alguna, él perfecto muchacho sacudió su cabeza para sacarse el agua de mar, salpicando sobre mí. Entonces no sé si por llamar la atención o realmente me había enojado, aunque creo que en el fondo quería que la gente escuchara y volteara a ver con quien estaba hablando y digan “mira esa chica con ese muchacho guapo”, reaccione dando un grito, a la vez que le encaraba: – ¡OYE TEN CUIDADO, ME ESTAS MOJANDO!.

El hasta ese momento desconocido muchacho,  empezó a reírse a carcajadas, hasta su risa sonaba bonito.  Mientras tanto su pequeña hermana se colocaba a su lado para jalonearlo y hablarle en el oído. Entonces él hizo una pausa, me miró fijamente y como queriendo confirmar una duda, me preguntó: -¿Esta es tu pulsera?. Mientras sostenía mi pulsera y esperaba a que respondiera, caí en la cuenta de que hablaba con cierto acento. Respire hondo y tratando de no sonrojarme más de lo que seguro ya estaba, le conteste:

-Si, es mía. Se me cayó cuando estaba en el malecón por la mañana. Acto seguido y no sé porque, le pregunte:- ¿Tú no eres de acá ?. Hablas raro. Se rió nuevamente, miro  a su hermanita como consolándola y me

entrego la pulsera, en realidad yo estaba esperando que me la pusiera en la muñeca pero creo que era mucho pedir.

Cogió a su hermana de la mano para irse y antes de darse la vuelta me dijo: -Deberías tener más cuidado. Y si tienes razón no soy de acá, soy colombiano.  Me quede parada viendo cómo se iba junto a su hermana hacia la orilla de mar, mientras caminaba le hablaba, seguro estaba explicándole el por qué tuvo que devolverme la pulsera. Mientras lo veía alejarse podía sentir el latir presuroso de mi corazón es más latía tan fuerte que podía escucharlo. Entonces Malena gritándome a todo pulmón, rompió mi hechizo: – ALEJANDRAAAA TANTO TE DEMORAS. VAMOS A COMER TUS PADRES TE ESTAN ESPERANDO. Corrí hacia ella, me sentía extraña, estaba feliz y no sabía porque. Tal vez porque había recuperado mi pulsera o tal vez porque había hablado con el muchacho colombiano.

Mientras caminábamos para ir a la cabaña le contaba a Malena todo lo que había sucedido, como si fuera una gran aventura, pero ella se negaba a creer que hubiera un ser tan perfecto como el que le describía y que era imposible que este feliz por haber conversado con un chico. –En la escuela haz conversado con algunos chicos y no te pones así, me decía. -Es más la única vez que hablaste  con Elías sobre los problemas de matemática que quería que lo ayudes a resolver, tampoco estabas como ahora. Ale creo que estas exagerando. Yo escuchaba a Malena y sabía que tenía razón pero por más que quería evitarlo no dejaba de pensar en el Colombia Boy (así le puse ya que no sabía su nombre y al referirme a él tenía que llamarlo de alguna manera) y cada vez que lo traía nuevamente a mi conversación,  una sonrisa se dibujaba en mi rostro. Era  automático.

Mi padre había preparado unas carnes a la parrilla y había abierto una fina botella de vino borgoña para brindar. Por lo general no se me permitía beber alcohol pero era una ocasión especial, así que me sirvió la mitad de una copa de vino y luego de hablar de lo orgulloso que se sentía por tenerme como hija y profesarme los mejores augurios en ese nuevo año de mi vida alzo su copa y dijo salud. Todos alzamos nuestra copa, mi madre, mi hermano mayor y Malena, a la cual pude notar mirando a mi hermano mientras se bebía de un sopetón todo el vino. Siempre sospeche que le gustaba y aunque ella lo negara, cuando estaba frente a Cristóbal, así se llamaba mi hermano, no hacia otra cosa que asentir todo lo que él hablaba y cogerse el cabello cada vez que la miraba. En fin en otra ocasión tal vez me hubiera molestado que ella tratara de agradar en todo a Cristóbal pero en esa ocasión no. Sentía que todo lo que sucedía a mi alrededor no me afectaba y si a mi mejor amiga le gustaba mi hermano pues era su asunto y no el mío. Luego de comer el postre, Cristóbal comentó que iría a recorrer el club de playa, Malena automáticamente se puso de pie y sin siquiera pestañear dijo:-Te acompañamos. Cristóbal miro extrañado, a él no le gustaba mucho andar por ahí conmigo, tenía 18 años y se creía el hombre más maduro del planeta, pues había ingresado recientemente a la universidad y conversar conmigo le aburría, como él decía ya no estaba para chiquilladas. Además que se veía en la perenne obligación de cuidar de mí, una función obligada por mi padre, quien creía que no podía salir con un chico por lo menos hasta que tenga un título universitario. Como sea Cristóbal se incomodó por un momento, pero luego se encogió de hombros como dando a entender que le daba lo mismo si íbamos o no con él, comentando:-Si quieren ir vamos. Malena me jalo del brazo y sin siquiera darme tiempo de buscar algo para colocarme encima de los hombros me saco a sopetones. – Malena estoy solo con un bividi y un short, tu sabes que soy friolenta, ya son las cinco de la tarde, y a pesar de ser verano siempre corre algo de brisa y… Ni siquiera me dejo terminar de hablar, cuando arremetió: -Ale, no seas tan quejosa y apúrate Cristóbal está caminando directo al salón de juegos del club. En fin para que darle la contra a mi amiga, sabía que era en vano. Llegamos a la sala de billas, Cristóbal al ver que no había nadie más, solo él y nosotras no le quedó más remedio que retarnos a un juego de billar. Aceptamos y comenzó la rueda, entre risas y comentarios tontos la estábamos pasando bien, hacía tiempo que no compartía con mi hermano desde que estuvo casi un año encerrado preparándose para ingresar a la universidad. Malena ni que decir estaba más feliz que yo, cuando en eso tuve que parar para poder ir al baño, creo que el vino y las dos botellas de gaseosa que tome mientras jugábamos ya estaban haciendo efecto y el pantalón ya estaba reventándome de tanto aguante.  Menos mal que los servicios higiénicos no estaban tan alejados, quedaban por debajo de la escalera que te llevaba al comedor principal que daba vista a la piscina con tobogán. Miccione, lave mis manos y luego de contemplarme un rato en el espejo y comprobar que me había tostado un poco el rostro por el sol, salí. Al pasar el umbral de la puerta me tope nuevamente con los ojos café que durante la mañana me habían revolucionado. Ahí estaba él, Colombia Boy, sentado frente al baño debajo de  la escalera, con un polo blanco que resaltaba su bronceado y unos jeans desgastados, pude fijarme que no llevaba zapatos ni sandalias. Cada vez que lo veía me parecía más guapo que la vez anterior y no sé porque sentía un enorme vacío en el estómago como si fuera a darme vueltas. Alzo su mirada fresca y al verme sonrío,

lo que provoco que instantáneamente me encendiera y bajara la vista para evitar tener que sufrir un ataque de pánico, de reojo pude ver que se ponía de pie. No quería que se vaya, sabía que si lo hacía tal vez nunca más volvería a verlo y un pequeño escalofrió recorrió mi cuerpo de tan solo pensar en que eso sucediera. Deseaba hablar con él una vez más, deseaba tener cerca de mí al Colombia Boy, así que sin pensarlo dos veces grité: -OYEEEEE….MIRA ESTA VEZ NO SE ME PERDIO LA PULSERA.  Se sobre paro, volteo para verme y volvió a sonreír, cada vez que lo hacía sentía que delante de él quedaba sin voluntad alguna. Se acercó hacia mí y por un momento sentí que el corazón se me saldría por la boca de lo fuerte que latía, mientras mis manos temblaban tímidamente. De pronto todo paso, esa sensación extraña se desvaneció, mi cuerpo se paralizo por completo, no podía hablar ni moverme, solo podía respirar sintiendo su olor. Parado frente a mí, separados por unos escasos pasos, no dejaba de observarlo, lo veía más lindo que hace quince minutos. Tomo mi mano y hablándome muy pausado me dijo:-Si ya veo que no se te perdió. Sería muy tonto que se te pierda dos veces en un solo día.

No dije nada, solo quede pasmada contemplándolo, no quería que soltara mi mano, se sentía tan bonito que me tocara. Hasta que una estruendosa voz apago mi encanto:-¡ALEJANDRAAAAA, QUE HACES, TE ESTAMOS ESPERANDO!. Era mi hermano quien dando zancadas se colocó entre Colombia Boy y yo. A unos cuantos metros Malena observaba todo. Sin saber que hacer solo atine a retirar mi mano rápidamente de la del chico más lindo que haya visto en mi vida y casi tartamudeando dije:-Ah Cristóbal, él es mi amigo colombiano. Acto seguido y como si estuviera dando explicaciones, en realidad no quería que mi Colombia Boy (si ya había tomado posesión sobre él con tan solo el haberme hablado),  se espantara con el troglodita de mi hermano, dije con un tono convincente: -Colombia boy, él es Cristóbal mi hermano.  En ese instante caí en la cuenta que había llamado al chico que parecía sacado de una serie de televisión Colombia Boy. Qué vergüenza, quería que la tierra me tragara, en mi desesperación de evitar una escena de hermano celoso, no había medido mis palabras. Mi hermano, Malena y mi supuesto galán me miraron  más que extrañados a la vez. Entonces una voz áspera que me fascinaba escuchar se pronunció: -Así que soy Colombia Boy. No sabía que ya tenía un apodo. Comenzó a reír y su risa lleno todo el lugar, tanto así que nos contagió y sin darnos cuenta estábamos todos lanzando risotadas y carcajadas sin saber porque lo hacíamos. Uno de los encargados de la sala de juegos se nos acercó y nos pidió que no hiciéramos tanto escándalo, aprovechando para indicarnos que en una hora cerrarían el salón. Luego de calmarnos mi hermano tuvo la mejor de las ideas que le había escuchado en  años. Propuso jugar billar en parejas, el equipo que perdía invitaba al día siguiente helados a los integrantes del equipo ganador. Mi mirada rápidamente se posó sobro Malena quien se dio cuenta que yo no pensaba jugar al lado de ella ni mucho menos de mi hermano, así que a viva voz dijo:-Deberíamos formar grupos mixtos para no estar en desventaja, pues ni Alejandra ni yo jugamos billar. Acto seguido se paró junto a mi hermano y prosiguió:- Cristóbal conmigo y Alejandra con…. Disculpa cuál es tu nombre?.  Pregunto mientras todos posamos nuestras miradas sobre Colombia Boy. Entonces lo dijo, firmemente y sin dejar de mirarme lo dijo:- Me llamo Ricardo. Por fin sabía el nombre de quien me quitaba el aliento y me cortaba la respiración, y me  parecía el nombre más encantador del planeta. Malena como si estuviera compitiendo con el reloj o sería por el temor de que mi hermano se negara a tenerla como pareja de juego, sentenció: -Ya está, Ricardo que juegue con Alejandra porque son amigos, yo recién lo conozco. Se dio la vuelta y ante lo pasmados que estábamos con su reacción y decisión, comenzó a dar palmas con las manos en señal de que nos apresuremos, recordándonos que el salón cerraría pronto. Mi hermano se adelantó y yo comencé a caminar detrás de él. No quería voltear para evitar encontrarme con la mirada de Ricardo, sin embargo sentía que él iba casi pisándome los talones. Hasta que su susurro llego a mis oídos:-Que mal, nunca pensé que me pondrías un apodo. Me sobre paré y le recrimine en voz baja:-Y como querías que te llamara. No sabía tu nombre, además no es un apodo es más como un apelativo, no es ofensivo. Me quede mirándolo fijamente y por un momento sentí que no había nadie más en el lugar solo él y yo, nuevamente sentí ese vacío en el estómago. Él me sonrío y dijo:-Vamos es una broma quería ver como reaccionabas, A-l-e-j-a-n-d-r-a. Al decir mi nombre lo hacía con énfasis, no sé si tal vez porque quería demostrar que él si sabía cómo me llamaba sin que se lo haya dicho o tal vez porque le gustaba pronunciarlo. Lo cierto es que cuando lo decía con ese acento característico yo sentía que volaba. Esa noche reímos, nos dábamos miradas comprometedoras, incluso tímidamente nos abrazamos cuando por un momento estuvimos por encima del puntaje de mi hermano y Malena.  No ganamos pero estaba más que feliz. El encargado del salón llego para apagar las luces, ya era hora de retirarnos.  – Bueno mañana espero que paguen. Se pronunció Cristóbal, mientras me observaba como llamándome la atención por estar mirando embobada a Ricardo. Con su voz áspera y su acento al hablar, Ricardo acotó: – Yo soy hombre de palabra, ahora respecto a tu hermana no sé. Me miró pícaramente provocándome para que le contestara. –No te preocupes por mí. Mañana bajamos a la playa a las once, ojala estés, pues puedes decir lo que quieras pero los actos son los que cuentan. Respondí a la vez que Malena remarcó: – Mi amiga siempre cumple con lo que promete, además tiene dinero pues ha recibido buenas propinas por su cumpleaños. Ricardo sorprendido abrió los ojos enormemente , metió sus manos a los bolsillos de su jean desgastado y me preguntó: -Y¿ cuándo ha sido tu cumpleaños?. Esperando una respuesta no dejaba de mirarme y yo sostenía mi mirada en sus lindos ojos café. Cristóbal al darse cuenta de que nos estábamos desconectando del mundo, posó su mano sobre el hombro de Ricardo y casi empujándolo para que dejara de verme, le respondió:-Hoy. Hoy ha cumplido los ansiados quince años. Entonces la mirada de Ricardo cambió. De desafiante y provocativa paso a ser una mirada tierna, como si viera en mí una niña pequeña. Vi en él esa mirada que tenía cuando estaba con su hermanita, una mirada que mezclaba ternura y me atrevería a decir que también amor. Presentí que quiso abrazarme pero se contuvo, solo me preguntó: –  ¿ Y porque no estas de fiesta?. Nuevamente Cristóbal algo impaciente no sé si porque no avanzábamos o tal vez porque había caído en la cuenta que Ricardo me gustaba más de lo que puede gustarte alguien, respondió por mí:-Así es mi hermana, siempre va en contra de todo lo común. Además creo que quería ver a un tal Elías, siempre habla de él y como supo que venía para esta playa pues pidió que su regalo de quince años sea venir acá. En ese momento comprendí como con una sola frase una persona puede convertirse literalmente en el verdugo de otro, pues los pensamientos que tenía hacia mi hermano en aquel instante se relacionaban únicamente con su muerte. Que tenía que ver Elías en todo esto, porque tuvo que mencionarlo, quién era Cristóbal para dar cuenta de mi vida. Totalmente enojada y sin medir lo que diría, le reproche a mi hermano: – CRISTOBAL PUEDES CALLARTE Y DEJAR DE DECIR IDIOTECES. TE HE DICHO MIL VECES QUE ELIAS ES SOLO UN COMPAÑERO DE LA ESCUELA, NO TENGO NADA QUE VER CON EL. Cristóbal me miró tan furioso como yo lo estaba en ese momento. Entonces Malena trató de calmar la tensión agregando:-Además porque Alejandra tendría que perseguir a Elías si él tiene novia. Ricardo se encogió de hombros, bajo la mirada para luego decir:-Bueno entonces mañana a las once en la playa, de ahí vamos a la tienda de helados para que Malena y Cristóbal elijan su premio. Extendió su mano para estrechar la de mi hermano, quien si hubiera podido abofetearme seguro lo hacía,  y así despedirse de él. Se acercó a Malena le dio un beso en la mejilla también a manera de despedida y sonrió. Malena le dio un pequeño empujoncito a mi hermano  para que comenzara a caminar hacia a la cabaña. Cristóbal furioso por haberle dicho que era un idiota, paso por mi lado empujándome. Yo hice caso omiso a su actitud y  me quede parada mirando hacia el vacío esperando que se adelantara no quería tener que ir escuchando sus sermones. Una vez que Malena y mi hermano habían avanzado unos cuantos metros, evite cruzar miradas con Ricardo, emprendiendo mi camino, entonces sentí que Ricardo se acercaba. Paré mi andar y simulando que buscaba algo por el suelo, observaba tímidamente a Ricardo.  Él mirando también hacia el suelo empedrado, estaba acercándose mucho más que antes. Yo totalmente nerviosa, tratando de no delatar lo mucho que me gustaba, traté de despedirme diciéndole:-Chau Ricardo, nos vemos mañana. Tengo que subir toda esa escalera que está en los cerros de arena es que estamos hospedados en la cabaña 10… quería seguir hablando pero Ricardo de un sopetón se colocó junto a mí y me planto un beso en la mejilla izquierda, para luego susurrarme:-Yo estoy en la parte baja, en la cabaña 2. Si me demoro ya sabes dónde encontrarme. Me aparte súbitamente y el me dio un guiño. Entonces volvió ese vacío en mí. Y las dudas en mi cabeza como vaivén, me estaba coqueteando acaso o tal vez solo bromeaba y yo lo estaba confundiendo todo. En fin fuera lo que sea no podía dejar entrever que me ponía loca, así que lo mire haciendo una mueca de desprecio aunque en el fondo estaba que me derretía como hielo al sol por él y le dije:- Bah! Esperaras bastante pues no acostumbro buscar chicos, así que llega a la playa no más. Le di la espalda y apresure mi paso para poder alcanzar a Malena, mientras iba hacia ella no paraba de sonreír. Y antes de que comenzara a subir la escalera empotrada en el cerro arenoso, voltee. Y ahí estaba él, viendo como me alejaba, alce mi mano para decirle adiós y él respondió acompañando el gesto con una sonrisa. Corrí hacia Malena y mientras lo hacía sentía algo que no había sentido antes. Estaba como envuelta en magia y no sabía porque. Todo me parecía maravilloso e increíble, la luna, el mar, el estar ahí, el haber conocido a Ricardo, todo era mejor que antes. No paraba de sonreír, definitivamente era el mejor de mis cumpleaños. Llegamos a la cabaña, abracé fuertemente a mis padres, quienes se sorprendieron de tanto entusiasmo en mí. Cenamos, mi hermano seguía enojado pero cambio de sentir cuando delante de todos en la mesa le ofrecí disculpas. Luego de cenar y a pesar de ser mi cumpleaños, decidí lavar los platos. Estaba de muy buen humor y cuando lo estaba, lo cual era muy raro en mí, podría lavar hasta la ropa de mi familia entera. Convencí a Malena para que me ayudara, ella en realidad entendió que lo que quería era conversar así que acepto y una vez que todos ya se habían ido a su dormitorio comenzó nuestra cháchara.  –Vaya Alejandra, sí que es guapo.

Comentó Malena mientras yo recordaba cada momento del juego cuando tenía a Ricardo tan cerca que me costaba respirar. Sumergida en mis pensamientos, Malena dijo algo que me puso la sangre helada de tan solo saber que sus palabras sean ciertas. – Pero que pena que lo veas solo hasta mañana. Pues no sabes si regresara a su país o si se quedara. Bueno y en el caso de que se quede, por cuanto tiempo será, donde vivirá, en que colegio estudiara. La ciudad es tan grande…Malena fue interrumpida por mi grito lamentero:-¡YA BASTA MALENA! ¡ESA COSTUMBRE TUYA DE SIEMPRE ROMPER MIS ILUSIONES!. Malena se quedó perpleja, creo que quiso disculparse pero en lugar de eso solo atinó a decirme:-Amiga tienes que ser más realista. No quise molestarte. Mejor me voy a dormir. Asentí con la cabeza. Deje que Malena se vaya al dormitorio, mientras tanto yo trataba de no llorar y ocultaba mi rostro detrás de la puerta del repostero fingiendo acomodar los platos. Una vez que corrobore que me encontraba totalmente sola, me senté sobre el piso frío de la cocina y analice cada una de las palabras de Malena, llegando siempre a la misma conclusión: Ella tenía razón.

Al día siguiente desperté malhumorada, no había logrado conciliar sueño pensando en lo tonta que era y como me había ilusionado con un chico que recién conocía. Traté de pensar en Elías, pero la imagen del rostro de Ricardo, de mi Colombia boy, sonriéndome era más fuerte que cualquier pensamiento y me daba rabia no poder sacarlo de mi mente. Me puse un vestido de hilo y unas sandalias. A duras penas pude beber un vaso de yogurt, hasta el apetito se me había ido. Malena estaba embobada escuchando hablar a mi hermano, mientras éste alistaba su tabla para correr olas.

–Enana no vienes. Ya son 10:50 y quedamos que a las once nos encontrábamos con Ricardo para que nos paguen la apuesta. Cristóbal estaba más que entusiasmado con la idea de que le pague aunque sea un helado. Cada vez que podía sacarme algo o que yo gastara en algún capricho suyo se regocijaba hasta embelesarse que llegaba a odiarlo.

– Ok ya voy. Conteste casi como si estuviera muerta en vida. En realidad tenía la cabeza hecha un lío, quería ir y encontrarme con Ricardo pero de que me serviría ver otra vez al chico que me quita el sueño, de que valía seguir alimentando mi delirio por él, si como decía Malena, sería la última vez. Además si quería ser más realista o tal vez trágica, así no sea la última vez que nos encontraríamos, como sabía si él estaba solo, es decir no lo había tenido en cuenta, pero tal vez en Colombia existía una chica esperándolo o tal vez  en la ciudad ya estaba la dueña de su corazón …. Divagando y divagando, se me paso la hora, llevaba ya 10 minutos de retraso según la hora pactada. Malena ni siquiera me había esperado, no perdía oportunidad alguna para estar a solas con mi hermano. Desganada baje hacia la playa, estaba dispuesta a comprar los helados y retirarme para no seguir creándome falsas esperanzas. Ensimismada en mis pensamientos, caminaba hacia la tienda de helados sin siquiera ver a mi alrededor siendo así que tropecé con Elías, él también estaba  alojado en una de las primeras cabañas. Y como si todo estuviera confabulado para que pueda cambiar mi destino, sucedió lo que nunca antes había pasado: Elías me saludo y hasta me hablo. Me  pregunto si tenía planes para más tarde, yo no respondí solo pensaba que la vida era muy irónica pues seguramente si unos días atrás esa escena se hubiera dado yo hasta me hubiese desmayado de la emoción, pero en ese momento lo que dijera o hiciera Elías me tenía sin cuidado yo solo pensaba en Ricardo. Elías muy animoso me comento que los chicos iban a ir al pueblo a ver un concierto de rock con un grupo novato que daba tributo a Sweet Poison y me invito a que vaya. Sonreí con indiferencia, quería que dejara de hablarme, necesitaba ir a la tienda de helados a ver si estaba Ricardo. Entonces caí en la cuenta que  si Ricardo no hubiera llegado a mi vida, todo hubiera sido de otra manera. Lo más probable es que hubiera  estado amando en secreto a Elías hasta que él se dignase a mirarme, pero ahora todo era distinto, tanto así que si Elías se arrodillaba y me pedía matrimonio yo solo hubiera respondido:-Quiero a mi Colombia Boy. Tratando de ser cortés, aunque creo que fui algo  hosca, y para poder sacármelo de encima e ir al encuentro de quien me daba felicidad, le dije que tenía otros planes, si me quedaba tiempo iba. Y sin más que decir, le di la espalda y me retire, apresurando mi paso hacia el muchacho que me había quitado el sueño.

Llegue a la tienda de helados, me senté en una de las banquitas a esperar a Ricardo. Pasaron cinco, diez, quince minutos y Ricardo no aparecía. Entonces totalmente indignada pensé para mí misma: “Ahí tienes Alejandra, una prueba para que te desilusiones, es un chico que no cumple sus promesas, un falso, un mentiroso y un….” Mi mente se quedó en blanco cuando divise a lo lejos su silueta. Salía del mar, le devolvió la tabla a Cristóbal. Se acercó donde Malena, al parecer le preguntó algo y ella señalo hacia donde estaba yo. Y entonces comenzó a caminar hacia mí. Justo cuando estaba a punto de llegar decidí retirarme, que se había creído, hacerme esperar. Entonces aceleró el paso y me cogió del brazo : – Epa Alejandra a dónde vas?. Y dicho aquella frase, todo lo que había planeado decirle, todo lo que había renegado antes de que llegara se desvaneció. Tomé un poco de aire y tratando de estar lo más calmada posible, contesté: – Me cansé de esperar. Si no podías pagar tu apuesta me hubieras dicho para no estar aquí y poder acompañar a mi mamá en la cabaña. Sonrío, todo lo resolvía sonriendo y parecía saberlo, me jalo hacia la sombra de una palmera y buscando mi mirada  comentó:-Bueno al parecer alguien está de mal humor hoy. Una quinceañera no debería sentirse así. Yo le voltee la cara y él se acercó hacia mi oído para decirme:-Yo llegue temprano y compre los helados para Cristóbal y Malena. La que se demoró fuiste tú, si se tiene que estar molesto por eso, entonces estoy molesto y me debes una disculpa.

Dios porque hacía eso, porque me hablaba al oído, creo que se había dado cuenta que al hacerlo se adueñaba de toda mi voluntad no pudiendo resistir a sus encantos.  Con el corazón a mil y con ese juego de miradas y sonrisas que solíamos darnos en lugar de palabras, me aleje solo un poco de él, traté de centrarme en lo que diría y entonces respondí:- Tienes razón,  fui yo la que se retrasó.  Respire profundo y con un murmullo dije:-Disculpa.  Entonces él me regalo una enorme y preciosa sonrisa y ante mi asombro me cogió de la mano y me llevo hacia la tienda de helados. No sé cómo paso, pero ahí estaba yo caminando de la mano del chico de mis sueños, claro no eran más de tres metros los que anduvimos pero para mí fue suficiente para sentirme en las nubes.

–Vamos toma asiento. Jalo una banquita invitándome a que ya no siguiera de pie y yo sin poner resistencia alguna y sin dejar de mirarlo me senté. –Muy bien Alejandra ahora dime que helado quieres. Porque te gusta el helado no?. Lo mire perpleja,  pensando que más que el helado me gustaba él y me gustaba tanto que me asustaba no poder controlar lo que sentía. Impulsivamente le pregunté:-Cuando regresaras a Colombia? A Ricardo se le borro la sonrisa del rostro. Atribulado, como si recordara algo miro hacia el mar y así se quedó por unos minutos. Sentado a mi frente, regreso su mirada hacia mí y volviendo a sonreír, me dijo:-Ese sabor de helado no lo conozco.  Su mirada se quedó pegada a la mía, durante los dos o tres minutos más largos de mi vida, pudiendo sentir que no quería otras cosa en el universo que quedarme junto a él para siempre, contemplándolo con el dorso desnudo, con su nariz perfilada, con sus ojos café, con su piel bronceada, con su voz ronca, con todo él. Era muy intenso para mis apenas quince años, pero no podía evitar lo que sentía. Entonces él hablo muy despacito inclinándose un poco hacia mí:-Me quedo todo el año, es el tiempo que mi papá tiene que trabajar por acá.  Sentí que mi rostro se ilumino, un año era bastante tiempo, además recién estaba comenzando. Sentía que la vida volvía a mí, hasta el sol creo que brillo con más intensidad. Baje del banquito y sin pensarlo dos veces me acerque tanto a él que quede casi casi entre sus piernas y con algo de disfuerzo le dije:- Me gusta el helado de lúcuma. Me regalo toda la dulzura que se podía con su rostro y acto seguido dijo:-No se diga más entonces un helado de lúcuma de mí para ti, es tu regalo de quince años. Nos sentamos al borde de la tienda de helados, y mientras trataba de que el helado que me regalo no se acabara nunca, conversábamos  sobre  nuestros programas de televisión predilectos,  en algún momento mencione mi pasión por el baile, curiosamente a él le gustaba bailar también, aunque más le gustaba cantar, como decía la música es lo mejor que hay en el  mundo y se debe expresar. Le conté que algún día quisiera ir a Venecia, a lo Romeo y Julieta. El solo reía mientras yo hablaba de mis sueños y locuras  sin parar. Llegó Malena, se le veía triste. Nos comentó que Cristóbal se había reunido con otros chicos a jugar futbol playa y ella se quedó sola sentada en la arena, hasta que se cansó de tomar tanto sol. Ricardo la contemplo y dijo:-Ok te

devuelvo a tu amiga, yo no sabía cómo hacer para que deje de hablar.

-Bueno si tanto te aburría la hubieras echado a la piscina. Creo que Malena hizo ese comentario para deshacerse de Ricardo de una vez y poder quedar a solas para hablar conmigo. Sin embargo mientras yo me disponía a acompañar a Malena, Ricardo me tomo por sorpresa, cogiéndome por detrás y levantándome en peso sin importarle los chillidos que lanzaba como loca, me lanzó hacia la piscina. Suerte que sabía nadar, pero me pareció de lo más irrespetuoso, que confianza se había tomado para hacer eso, quien se creía. Salí furiosa del agua, Malena estaba irresoluta, Ricardo se sonreía, fui con toda la intención de propinarle una cachetada, pero al verlo como reía, me pare frente a él y comencé también a reír. Para mi suerte vi un pequeño balde con agua junto a la escalera de la piscina y en un descuido lo cogí y se lo eche todo encima a Ricardo. La risa de Ricardo se apagó, nos quedamos frente a frente mirándonos, luego de unos minutos comenzamos a reír nuevamente pero ahora con más fuerza. Parecíamos un par de tontos, entonces se nos ocurrió mojar a Malena, iniciando todo un festín con agua. Tanto fue el alboroto armado que tuvieron que pedirnos que nos retiráramos de los alrededores de la piscina. Con el estómago que nos dolía de tanto reírnos nos despedimos, había llegado la hora de almorzar. De regreso a la cabaña Malena y yo no hablamos, ambas sabíamos que nos debíamos una disculpa mutuamente, entonces decidimos dar por hecho que ya habíamos superado nuestro

impase y como si no hubiera pasado nada, comenzamos a charlar. –Buena gente tu Colombia boy. Cuando Malena dijo la frase no sé porque tuve realmente la sensación de que Ricardo era mío, reí al pensarlo y le dije a Malena: -Se queda todo el año acá. Al término del almuerzo corrí hacia la playa buscando encontrarme con Ricardo pero no lo vi. Decidí ir hacia la zona de las cabañas, tratando de encontrar aquella donde se hospedaba él, tal vez lograba verlo por la ventana. Cuando llegue me parecía inverosímil lo que estaba ante mis ojos. Sentí como toda mi esperanza de tenerlo frente a mí nuevamente se partía en pedacitos. La cabaña dos que era donde Ricardo y su familia habían estado, se encontraba vacía. Una señora estaba sacando bolsas de basura. Me acerqué tímidamente y pregunté:-¿No hay nadie?. La señora sin siquiera mirarme y continuando con sus quehaceres respondió:-Hace una hora que se fueron los huéspedes. Claro era domingo, al día siguiente la gente regresaba a trabajar, todo volvería a la normalidad. Incluso mi vida sería tan monótona como siempre, por las mañanas en mis clases de baile y por las tardes a natación hasta que se iniciara el nuevo ciclo escolar. Demasiado bueno para ser verdad pensé. No sé por qué, pero de pronto me dieron unas ganas intensas de llorar, camine hacia la orilla del mar y mientras la espuma mojaba mis pies, mis mejillas eran mojadas por lágrimas. Sentí un abrazo, era Malena que me acompañaba en mi dolor. No tuve que decirle nada, ya sabía que ese llanto era por mi Colombia Boy, por mi Ricardo que no volvería a ver.

Capítulo II

Paso una semana desde la última vez que vi a Ricardo, una semana en la que sentía que algo faltaba en mi vida, ya me acostumbraría repetía para mí misma, pero en el fondo sabía que esa situación duraría más de lo que pensaba.  Pero el destino o mi insistente pensamiento en él, provoco que sucediera lo inesperado. Una tarde de regreso de mi practica de natación, decidí sentarme en una de las bancas del parque de la residencial (así se llamaba el conjunto de viviendas que la empresa donde trabajaba mi papá destinaba para sus empleados). Cansada de tanto ejercicio y dando un respiro comencé a observar lo que sucedía a mi alrededor. Entonces la vi, vi a la pequeña niña que tuvo por unos instantes mi pulsera de la suerte en la playa, es decir vi a la hermana de Ricardo. Corrí hacia la pequeña, estaba acompañada por una señora que llevaba un guardapolvo, al parecer la cuidaba mientras ella jugaba. –Hola como estas, nos conocimos en la playa. Salude a la niña. Ella me miró y respondió: -Si eres la chica que me quito la pulsera que me regalo mi hermano Ricardo. Quería explicarle que la pulsera se me había caído y su hermano la encontró, pero desistí, pues era consciente de que por más esfuerzo que ponga en mi argumento, ella no entendería ya que ni siquiera me escucharía por lo concentrada que se encontraba en su juego. Además yo solo quería saber si Ricardo estaba por ahí, así de que antes de que se fuera con su bicicleta le dije: – Ah sí pero eso ya paso. Por cierto Ricardo esta acá. La niña negó con su cabeza y empezó a pedalear. Entré en desesperación, sentía que el único nexo de saber de Ricardo se me iba de las manos. Imagino que realmente se me vio angustiada pues como para aclarar mis dudas,  la señora que cuidaba a la niña,  se me acercó y me dijo:-El joven Ricardo está en casa. Mire a la señora y quise abrazarla al oír pronunciar esa frase, pero solo atine a sonreírle y comentarle:- Ah ya, dígale que Alejandra le manda saludos.

Pensé en regresar al parque  al día siguiente pero mis planes se vieron truncados. Mi madre caracterizada por su solidaridad y empatía, se había ofrecido a acompañar al tío abuelo Pepe que luego de una década de estar fuera del país, regresaba a pasar unas cortas vacaciones en nuestra tierra. En ese acompañamiento recorriendo la renovada plaza de armas y museos nos incluyó, bajo la premisa que la familia es lo único que se tiene en esta vida, a Cristóbal y a mí. En realidad no es que lo haya pasado tan mal pues de los adultos mayores siempre se aprende, pero estaba desesperada por ver nuevamente a mi Colombia Boy. Así que después de dos largos y torturantes días, recién pude acercarme al parque. Luego de mi practica de natación, me duche, vestí con un conjunto de short y bividi celeste que me abuela materna me regalo y que según mis tías me quedaba súper bien. Cepille mi cabello y lo tire hacia un lado. Un poco de brillo labial y asegure mis sandalias para no resbalar al caminar. Llegue al parque y fingí leer un libro sentada en una banqueta mientras esperaba que Ricardo apareciera. Luego de media hora de lec

lectura sin comprensión alguna, me di por vencida y pensé: “Alejandra eres una reverenda tonta, en lugar de estar perdiendo el tiempo aquí sentada hubieras ido a la casa de Malena a ver un capítulo más de “Policías Adolescentes” con el guapo de Jhonny Dior. Molesta conmigo misma, me levante como un resorte parar ir hacia mi casa. Renegando hasta del aire que respiraba no me di cuenta del desnivel del piso y en el momento que iba a cruzar de una acera a otra, tropecé y caí cual costal de papas.  Más rápido que un rayo decidí ponerme de pie y evitar que la gente se diera cuenta de mi torpeza. Entonces parado frente a mí y para variar sonriendo estaba Ricardo.

-Epa, ya sé que soy guapo, pero que te desmayes al verme es bastante no?. Debo gustarte más de lo que pensaba.  Que era guapo era cierto, que me gustaba y mucho también, pero que me hubiera desmayado de verlo, ahí si se equivocaba, tal vez si me hubiera besado pasaría eso. Como sea no podía permitir que el creyera firmemente que me gustaba, pues la idea era que sea yo quien lo traiga loco y no al revés. Así que me sacudí y con cierta ironía respondí: -Si me desmaye, pero del susto. El siguió sonriendo y estiro la mano para ayudarme con mi bolso, yo solo deje que actuara. Me encantaba cuando tenía esos gestos de caballero. –Epa Alejandra, venga que te ayudo. No te hagas la fuerte. Y terminando de decir esto me ofreció su brazo para que me apoyara en él al caminar.

-Hay Ricardo no es para tanto, no te preocupes. Tímidamente le sonreí. Comenzamos a caminar hacia una  de las banquetas del parque y mientras lo hacíamos no hablábamos solo nos lanzábamos miradas a través del rabillo del ojo. Ya una vez sentados me comento que estaba viviendo en la residencial, su casa quedaba frente al parque a la altura de la glorieta. Hacía apenas una semana que se habían mudado, pues al principio estuvieron en una casa alquilada pero salía muy alto el costo, entonces hicieron la gestión para que la empresa pueda darles una vivienda. Yo embobada no quitaba la mirada de sus labios cuando hablaba, imaginaba besándolo y me sonrojaba pensando en que pudiera leer mis pensamientos. Mientras yo me encontraba embelesada en mi imaginario, él aprovecha mi descuido y sacude mi bolso como queriendo averiguar que guardaba en él, dándose cuenta que estaba algo pesado y como si él fuera el dueño de mis cosas se dispuso a abrirlo.  Instintivamente me lancé sobre él para quitarle el bolso, no podía dejar que lo abriera, ahí llevaba todas aquellas cosas que una chica guarda y que no permite que nadie vea como un diario por mencionar solo algo. Entre forcejeo y forcejeo nos caímos de la banqueta, rompiéndose la correa que sujetaba mi sandalia. – RICARDOOOO QUE TE SUCEDE. Grite con tanta fuerza que pensé que lo había dejado sordo pues se quedó inmóvil como si yo hablara en otro idioma mientras le recriminaba por qué  quiso abrir mi bolso, que quien se creía, que no tenía derecho y por su curiosidad me encontraba con la sandalia rota y todavía me faltaba caminar hacia mi casa. El solo me observaba sin inmutarse a decir replica alguna, espero que termine con todo mi sermón, se dio media vuelta y se fue. Yo me quede boquiabierta, desconcertada. Realmente ese chico estaba loco, era un grosero,  no le basto con querer revisar mis cosas personales sino que además me dejaba hablando sola. Avance a duras penas unos cuantos metros y mientras maldecía hacia mis adentros (no sé si por la situación o tal vez porque descubrí que me gustaba un reverendo imbécil), se interpuso de un sopetón delante de mí una bicicleta de esas que corren por la arena. Montado encima de ella estaba Ricardo:- Tienes razón, me equivoque. Fue mi culpa. Sube que te llevo a tu casa.  Sin pensarlo accedí. Mientras íbamos a mi casa, la cual no se encontraba muy lejos del parque, no solo sentía el viento golpear mi rostro, también sentía su olor y la sensación que me producía era realmente reconfortante. Nuevamente estaba feliz pues con ese gesto supe que su reacción no fue la de un idiota sino la de un chico que quería arreglar las cosas y me gustó más aún. Llegamos a mi casa, baje con mucho cuidado de la bicicleta y antes de que pudiera decir algo, se me adelanto preguntando:- Y…. Ya estoy perdonado? Al preguntármelo  sentí unas ganas locas por comérmelo a besos, abrazarlo hasta que no pueda respirar. Sus ojitos esperando una respuesta me enloquecían. Sonreí y le conteste avergonzada: -Asunto olvidado, yo también exagere un poco. Ambos empezamos a reír y mientras los hacíamos pude sentir que la historia con ese chico sería eterna. Nos sentamos en el jardín exterior de mi casa. Mientras fingía mirar una pequeña flor amarilla, lo note algo nervioso, tanto así que arrancaba pequeñas cantidades de césped como jugando. Para romper un

poco el silencio denso, comencé a contarle que hace dos días había visto a su hermanita y que me había sorprendido más de la cuenta pues la verdad pensé que jamás los volvería a ver. Cuando confesé esta parte quise alzar mi mirada para ver su reacción pero no lo hice por el temor de llevarme una decepción. Sin embargo podía sentir su mirada fija sobre mí y me gustaba. Cambié el tema instantáneamente para no delatarme y un poco más suelta le comente sobre la coreografía que estaba practicando en la academia de baile pues a fines de mes mi maestra apoyaría a un evento benéfico que recaudaría fondos para ayudar a un albergue de recién nacidos. Nosotros, es decir yo y otras alumnas seríamos parte del show que se presentaría. Ni siquiera terminaba de hablar cuando fui interrumpida por las fuertes risotadas que Ricardo soltó. Totalmente extrañada por su reacción lo mire y para disipar mi interrogante sobre el porqué de su comportamiento, me dijo:-Disculpa que me ría, pero es que no puedo creer que se tenga que pagar para verte bailar. A pesar de que su comentario me incomodo, lo ignore, que podía saber él si yo bailaba bien o no, recién me conocía y a pesar de que yo le haya comentado que no había otra cosa que me gustara tanto como el baile, siempre puede quedar la duda, total uno puede decir muchas cosas para impresionar. Sin embargo no podía dejar que el pensara que era una fanfarrona, yo quería que tenga la certeza de que realmente yo bailaba y bien. Así que  desafiándolo le dije:-Si tienes dudas sobre lo que te digo, te lo puedo demostrar. Sorprendido ante mi respuesta, levanto una ceja y pude notar que fingió que no me había oído y para cambiar de tema me preguntó a qué escuela iba. Entonces le comente que iba a la escuela de Nuestra Señora del Saber, que estaba a solo unas cuadras de la residencial y que realmente era la escuela a donde iban los hijos de los colaboradores de la empresa donde trabajaba mi padre pues tenían un convenio con la institución. Aproveche para contarle que me faltaba un año para graduarme de la escuela  y que cuando finalice estudiaría algo relacionado al manejo de empresas o tal vez educación no estaba segura.

-Entonces Alejandra, creo que te voy a seguir viendo. Me dijo mientras cogía su bicicleta y antes de retirarse me comento que él también iría a la misma escuela que yo, la única diferencia era que el cursaría el último año escolar. Me quede viendo cómo se alejaba montado en su bicicleta sin presagiar que ese año marcaría mi vida. A partir de ese día, todas las tardes era una anécdota distinta con Ricardo. Nos juntábamos para hablar de sus clases de música que tenía por las mañanas, mientras yo le explicaba los nuevos pasos de baile que había aprendido o de cuantas veces nade ida y vuelta la piscina en donde practicaba natación y aunque nunca nos habíamos visto realizar actividad alguna, nos aconsejábamos y bromeábamos al respecto. Otras veces nos reuníamos a las afueras de su casa o de la mía para comentar sobre las canciones del momento, de las películas recientemente estrenadas  o simplemente para reírnos de algunas

Sin darme cuenta deje de ver a mis amigas con tal de tener más tiempo para andar con él. Ya sea manejando bicicleta o yendo a la plazuela que estaba antes de llegar a la residencial, donde siempre se reunían hippies a armar adornos con material reciclado para luego venderlos. A mis padres no les gustaba mucho que yo anduviera tanto con Ricardo pues tenían esas creencias de que un chico se acerca a una chica no solo por amistad, pero como nuestras salidas no eran precisamente unas citas, esas donde vas al cine o a comer, no me ponían mucha objeción al respecto.

Sin embargo, Cristóbal cayó en la cuenta de que todo mi mundo giraba alrededor de Ricardo, tal vez porque Malena ya no se asomaba por la casa. Entonces comenzó a hostigarme con preguntas incomodas sobre si me gustaba o si nos habíamos besado. Para su tranquilidad de hermano mayor y muy para mi pesar, le confirme que entre Ricardo y yo no había nada más que una buena amistad. Sin embargo Cristóbal insistía en que si no me gustaba, que tanto paraba con Ricardo. Que era más que obvio que me gustaba y que estaba demasiado joven para tener enamorado. Sin darnos cuenta habíamos comenzado una discusión, cada vez nos gritábamos más fuerte, entonces perdiendo totalmente la calma, sin poder contenerme y esperando que me dejara en paz, le recordé lo ridículo que se vio el último año escolar cuando se enamoró perdidamente de una tal Dayana que solo lo usaba para que su mamá le diera permisos para ir a las fiestas.  Cristóbal me miró lleno de ira, lo había herido en lo más profundo. Pude sentir todo su resentimiento en su mirada y antes de que me retire de su vista, me disparó como balas las siguientes palabras:-Y tú no te das cuenta que Ricardo también te utiliza. No conoce a nadie en este país y como es obvio que te mueres por él. Aprovecha de ese gusto para poder salir con alguien, conocer lugares y no aburrirse estando encerrado en su casa cuidando a su hermana menor.

Intente taparme los oídos para no seguir escuchándolo, pero Cristóbal alzo el tono de su voz y prosiguió:-Pero todo va a cambiar cuando inicie el año escolar, el estará en el último año, junto con Melanie, la hermana de Dayana.  Se le acercará, le hablara y entonces él ya no parara contigo sino con ella, pues la vida social de Melanie es mucho mejor que la tuya.

Me quede pasmada, mi madre tuvo que decirle a Cristóbal que se callara. Yo entre lágrimas me fui corriendo hacia mi habitación. Los tres días siguientes solo salía de mi cuarto para comer algo ligero y para ir al baño. Odiaba lo que había dicho Cristóbal y más aún odiaba que fuera cierto. Todo el mundo en la escuela veía a Melanie como una diosa y todo el mundo sabía que chico que le gustaba, chico que terminaba siendo su novio. Y yo sabía que  cuando viera a Ricardo le iba a gustar tanto como me gustaba a mí. Sin más lagrimas que botar y totalmente hermética con mi hermano, decidí que mi último día de vacaciones la pasaría bien. Llamé a Malena y le dije que después de mi clase de baile pasara a buscarme para ir a comprar nuestros bolsos para la escuela. Ella no puso objeción alguna pues sabía que estaba sufriendo por amor, y a una amiga no se le deja sola en esas circunstancias.

Al termino de mi clase de baile, me dirigí hacia los camerinos pero estaban reventando de gente, así que decidí no ducharme, total iba solo a comprar un bolso. Me lavé la cara, me cambié la camiseta que había sudado y con un moño alto sujete mi cabello. Cuando salí estaba Malena que no paraba de hacerme muecas y señas con los ojos. Sin entender lo que pasaba me acerqué a ella y entonces me di cuenta de la razón de su extraño comportamiento. Ahí parado frente a la puerta de mi academia de baile estaba Ricardo.  Al verlo, recordé la facha en que estaba, y mi reacción fue correr de inmediato hacia los camerinos, lo que provoco que él me siguiera y que Malena nos siguiera  a los dos. Totalmente ofuscada y dirigiéndose hacia mí, la administradora del local nos llamó la atención:- ¡ALEJANDRA LOS MALOS ENTENDIDOS CON TU NOVIO, SOLUCIONALOS FUERA DE LA ACADEMIA, POR FAVOR!.  Al oírla me sentí fascinada de tan solo pensar que Ricardo sea mi novio, pero no lo era. Así que me disculpe y reafirme que solo éramos amigos.

Salimos del local y nos quedamos los tres mirándonos entre sí, sin saber que decir. Pasado unos minutos Ricardo intervino:- ¿Que desean un helado o un refresco? Y nuevamente puso aquella mirada en la que ansiaba que le respondieran positivamente.  Malena comento que teníamos planes de ir a comprar nuestros bolsos para la escuela. Y sin dejar chance a que nos marcháramos, Ricardo casi instantáneamente sugirió, sin dejar de mirarme, que podríamos tomar unos refrescos y luego ir en busca de los bolsos. Asentí con la cabeza.

Enrumbamos en busca de una juguería. Mientras caminábamos en silencio escuchamos la canción “Good Adiction” de Blain Jhon, fue entonces que inesperadamente Ricardo comento en voz alta que esa canción le recordaba a mí. Malena al escuchar tal confesión abrió tanto los ojos que parecían dos platos. Noté que él se puso nervioso pues casi tropieza al caminar. Yo realmente sorprendida no supe que responder, solo atine a decir medio bromeando, medio en serio: – No pensé que tenías  tan mal concepto de mí. Y comencé a reír, contagiándole mi risa.

Bebimos unas cremoladas de frutas y ya más calmados fuimos en busca de los ansiados bolsos. Cuando entramos a la tienda de accesorios, Ricardo se puso a revisar audífonos y gorros, Malena me jalo hacia un lado fingiendo haber encontrado un bolso espectacular y entonces hablando muy despacio me dijo:-Alejandra, tú le gustas a Ricardo. La mire fijamente estaba a punto de sonreír pero entonces recordé lo que había dicho mi hermano y cabizbaja respondí:-Tal vez pero solo hasta que conozca a Melanie. Comencé a observarlo de lejos mientras se probaba gorros de distintos colores, era tan perfecto que no parecía real. Suspire y él volteó, nuestras miradas se encontraron y automáticamente miramos al suelo para disimular.

Elegí dos bolsos, uno era colorido y el otro totalmente negro, pero tenía que elegir solo uno. Melanie ya tenía el suyo, yo seguía en la duda. Entonces Ricardo se acercó, observó los dos bolsos y me dijo: Solo puedo decir que el bolso negro es menos común que el otro. Opté por el bolso negro. Ya de regreso, Malena decidió ir sola a su casa aludiendo que primero pasaría por casa de su vecina y amiga Cinthia, para ponerse de acuerdo para ir juntas al día siguiente a la escuela. Malena vivía mucho más cerca a la escuela que yo, por eso no íbamos juntas sino que nos encontrábamos siempre en el patio de la escuela.  Ricardo y yo continuamos juntos el regreso pues vivíamos cerca. Mientras caminábamos comentábamos del último capítulo de la serie “Historia del Crimen”. Inesperadamente Ricardo me interrumpió con la siguiente pregunta:-¿Qué pasó Alejandra?.  En el poco tiempo que conocía a Ricardo pude comprobar que era impredecible y directo a la vez, como en ese instante.  Por un momento mi mente se quedó en blanco, su pregunta me había dejado sin respuesta, entonces sin dejar de mirar mi bolso y con la voz casi imperceptible me excuse:- Estuve enferma por eso no salí. No sé si me creyó pero era la única respuesta decente que se me ocurrió, pues no podía decirle que me gustaba  hasta el punto de dejarlo todo con tal de estar a su lado escuchando sus historias de como cuando se peleaba con su papá en Colombia se marchaba a playa Tayrona y una vez en el mar nadaba tanto hasta perder las fuerzas, abandonándose, imaginando que se perdía en las profundidades.  Y tanto me gustaba que tenía miedo, miedo de perderlo, de que fuera cierto lo que me dijo Cristóbal y que al conocer a otra chica se olvidara de mí. Y ese miedo hizo que me alejara. Me quede pensando en lo raro de mis sentimientos. Ricardo me interrumpió y me dijo que tal vez me había enfermado por comer esos dulces que vendían en la plazuela de los hippies. –Es que comes tanto que ya no te entra ni una miga de pan. Y mientras me hablaba esquivaba su mirada de la mía, mirando de un lado a otro, titubeante, pareciera que buscaba encontrar un momento perfecto para decirme algo. Hasta que luego de un respiro y como si tratara de disculparse me dijo:-No te busque porque no quería incomodar. Alzó su rostro buscando que yo dijera algo, solo lo mire. Entonces comenzó a hablar como si estuviera confesándose ante mí. Me dijo que se le había pasado por la cabeza que tal vez me encontraba, como ya le había dicho, indispuesta y claro es normal que cuando uno está mal no querer ver a nadie. Por eso había dejado pasar unos días hasta que me recuperara, hasta el día de hoy que no fue a su clase de música y decidió pasar a buscarme por mi casa. Cuando llego mi madre le dijo que estaba en mi clase de baile, entonces recordó que le había contado que bailaba en el centro comercial que estaba cerca del malecón. Hasta ese momento pude advertir que cuando Ricardo se ponía nervioso hablaba más de lo que comúnmente lo hacía. Por un momento pensé que tal vez no dejaba de darme explicaciones porque no sabía cómo admitir que en esos tres días que no nos vimos, me había extrañado tanto como yo a él y que había estado esperando que vaya a buscarlo y al no hacerlo fue el quien tomo la iniciativa. Cada vez que lo escuchaba mis ilusiones con él crecían y no podía permitir que eso pase, pues a mayor algarabía, mayor también la desilusión. Así que decidí interrumpirlo alegando que mi bolso se veía muy serio todo oscuro. Él lo observó detalladamente, sacó una billetera de su bolsillo trasero de sus bermudas, pude observar que su billetera era tan negra como mi bolso con la diferencia que tenía un prendedor en el centro.

Lo desprendió, cogió mi bolso y se lo coloco. Era un pin con la bandera de Colombia. Me entrego el bolso y sonriendo me dijo:-Ahí tienes un bolso con estilo. El impulso me gano y sin pensarlo dos veces le di un beso en la mejilla en señal de agradecimiento por el gesto y me fui corriendo hacia mi casa y al igual que aquella vez en la playa, de rato en rato volteaba para despedirme de él con la mano, mientras él se quedaba observando sonriente como me alejaba.

Capítulo III

Al día siguiente me desperté más temprano que de costumbre. Entusiasta me lavé para luego colocarme una vincha dejando el resto de mi cabello suelto al viento. Le puse a mis pestañas un poco de rímel para que se vean rizadas. Coloque mis cuadernos en mi bolso nuevo, al hacerlo observe el prendedor que me había regalado Ricardo y no pude evitar sonreír. Baje las escaleras para dirigirme al comedor a desayunar, mientras lo hacía tarareaba una canción en inglés que había escuchado hace días, dando a notar que estaba más que contenta. Ya en la mesa Cristóbal me dijo

unas cuantas palabras a manera de disculpas por lo acontecido días atrás, observe a mi hermano como si estuviera viendo un capítulo repetido de alguna serie, es decir no le tome importancia alguna. Para que amargarme ya lo pasado, era pasado y la verdad estaba tan contenta que todo lo demás me sonaba soso. Luego de un fugaz desayuno, salí con destino a la escuela. Iba caminando mirando alrededor con el deseo de encontrarme a Ricardo pero esa vez la suerte no me acompaño. Estando ya en el patio del colegio y mientras le contaba a Malena todo lo acontecido el día anterior, buscaba incesantemente con la mirada a mi Colombia boy, pero la búsqueda fue en vano. Sonó el timbre que indicaba que teníamos que entrar a las aulas y en el momento justo en que me disponía a subir las escaleras que me llevarían a mi nuevo salón de clases me jalan del brazo. Ricardo, agitado por haber corrido para no llegar tarde en el primer día de clases, me acerca hacia él y como ya era su costumbre me hablo al oído: – Te veo en el recreo. Subí rápidamente las escaleras con una sonrisa de oreja a oreja. Entre matemática, historia y geografía, pasaron cuatro horas que me parecieron eternas. Hasta que por fin sonó el timbre que anunciaba nuestros primeros quince minutos de descanso. Malena y otras tres amigas se adelantaron en salir al patio de recreo, yo estaba retrasada buscando mi monedero para poder comprarme algo de beber. Salí del aula y al terminar el pasillo, paradas en el balcón, se encontraban varias chicas de mi salón cuchicheando. Parecían alborotadas por algo o alguien. Me acerque, Malena al verme señalo con su índice hacia la escalera. Yo quede paralizada. Una de las chicas se acercó y pensando que yo no caía en la cuenta del porqué de tanto barullo, me dijo:-Alejandra, mira al chico que está ahí, es súper guapo. Al parecer es nuevo. No respondí solo sonreí sosamente y me quede viendo a Ricardo parado al pie de la escalera, con las manos en los bolsillos. De rato en rato alzaba la vista, para luego con cierto aire de impaciencia volver a mirar el suelo. Quede contemplándolo, y volví a pensar como la primera vez, que era demasiado lindo para ser real. Malena me dio un empujoncito para que reaccionara y como si fuera una orden me dijo:-Que

esperas que no bajas. La mire nerviosa, el corazón me latía a mil, las manos me sudaban. Era cierto, era tan real como el aire que respirábamos, que Ricardo el chico más guapo de la escuela, me estaba esperando. Era a mí a quien estaba buscando y no a Melanie. Con un vaivén de ideas en mi cabeza, iba bajando las escaleras y cuando estaba a punto de llegar al último peldaño Ricardo levanto la mirada hacia mí. Me sonrío como siempre lo hacía. Tímidamente le respondí con otra sonrisa. Ya estando frente a él y tratando de que no se diera cuenta de todo lo que provocaba en mi, con un aparente sosiego le dije: – Me acompañas al kiosko a comprar algo, tengo sed.

Caminamos a través del patio, sentía más de una mirada encima de nosotros y oía los rumores de las chicas cuando pasábamos por su lado. Nunca antes me había parecido tan lejos el camino hacia al pequeño kiosko blanco con celeste que se encontraba en el otro extremo del patio. Llegamos luego de haber andado el trayecto sin decirnos palabra alguna, pedimos un par de gaseosas y comenzamos a beber. Comenzamos a

hablar, entre sorbo y sorbo nos contábamos de las clases que habíamos tenido, por momentos él se ponía a imitar a uno que otro profesor, yo solo reía. El timbre sonó teníamos que volver a clases. Me acompaño hacia la escalera que me llevaba al salón. Nos despedimos y antes de que se fuera me dijo que me esperaría a la salida para regresarnos juntos a casa. Yo casi embobada solo asentía con la cabeza.

Al ingresar a mi aula y antes de que entrara la profesora de geopolítica, me abordaron casi todas mis compañeras de clase, apabullándome sin respiro con preguntas acerca de Ricardo. ¿Quién es ese chico?, ¿De dónde lo conoces?, ¿son novios?. Solo atine a decir con una seguridad implacable: -Se llama Ricardo y es mi amigo.

Las semanas siguientes fueron igual de fantásticas como el primer día de clase. Cual príncipe espera a su damisela, Ricardo me esperaba todos los descansos al pie de la escalera y sentado en una banqueta junto a la puerta del colegio a la hora de salida. Yo adrede me demoraba algunos minutos ya sea en bajar o en llegar según fuera el caso, pues temía que algún día sea yo quien tuviera que esperarlo y él nunca llegara. Había ocasiones en que se encontraba conversando con algunos chicos de último año pero apenas me veía, se despedía de ellos para darme el encuentro. Nos gustaba charlar a solas, hablábamos de mis clases de baile y de sus clases de música, de como él había sido seleccionado en el equipo de futbol y de como yo podía ser tan estudiosa. Pero nunca falta uno de esos días en los que hubieras preferido no levantarte de la cama y evitar vivir una tragedia. Así, uno de esos días en los que Ricardo y yo estábamos buscando un apodo gracioso para uno de los profesores del laboratorio de Ciencias, la peor de mis pesadillas se hizo realidad. Apareció de la nada, en plena conversación, Melanie. Con esa expresión de que todo le molesta y que ella es perfecta, se colocó entre Ricardo y yo. Dándome la espalda y con su voz fingida le dijo:-Ricky no te olvides que hoy en la tarde nos reuniremos en mi casa para el trabajo de Historia Universal. Volteo me miro de pies a cabeza y me sonrío de compromiso, quedándose parada como una estaca, esperando al parecer una respuesta por parte de Ricardo. Mientras tanto a mí me hervía la sangre hasta el punto de querer arrastrarla de los cabellos por todo el patio. Quien era ella para llamarlo Ricky y él porque dejaba que le digan diminutivos. Ricardo me estaba observando y no sé qué cara habría puesto que su reacción de él fue colocarse un poco más cerca de mí que de Melanie, y responder: – Ok Melanie me pasas los detalles para llegar a tu casa en el salón. Guardo silencio por unos minutos, mientras yo no dejaba de observar con furia a la que en ese momento era una amenaza para mi futuro con Ricardo. Él al ver que Melanie no se movía, prosiguió:-Melanie luego nos vemos, tengo que ir con Alejandra a la biblioteca por unos libros para un proyecto en el que nos hemos inscrito. Melanie se disponía a refutar, pero Ricardo me jalo del brazo y a sopetones me llevo hacia la biblioteca. Al llegar en lugar de entrar, nos dimos la vuelta y fuimos a sentarnos al jardín trasero de la misma. Yo seguía enojada, porque tenía que inventarle excusas a Melanie para poder conversar a solas conmigo , no podía haberle dicho “Ok Melanie, luego coordinamos lo del trabajo, en este momento estoy conversando con Alejandra y tu estas interrumpiendo”. Según él no podía ser tan brusco, después de todo y por más antipática que sea, Melanie es una dama y hay que tener cierto tino para hablarle. Tino a que tino se refería, hasta donde yo recordaba desde que nos conocimos en la playa conmigo no había tenido ese tino al que hacía referencia. Es más siempre me había estado desafiando, sin contar que me había lanzado a la piscina, había querido revisar mi bolso y hasta se había burlado cuando le dije que bailaba bien. Dejó que hablara y hablara, como si quisiera que mis palabras se las llevase el viento. Entonces ante mi asombro y como queriendo restar importancia a mis eufóricos reclamos, de uno de sus bolsillos saco un cigarrillo y lo prendió. Atónita lo quede mirando, si es verdad que en algún momento me llamaron la atención los muchachos rebeldes con cigarro en mano, pero Ricardo era diferente, él no tenía que hacer eso, iba en contra de su salud y realmente lo sentía tan mío que no podía permitir

que hiciera algo que lo dañase. Entonces sin pensarlo dos veces, de un sopapo tire su cigarro al suelo. Fue entonces cuando Ricardo mostró su lado oscuro. Irritado, se puso de pie, caminaba de un lado a otro parecía que quería gritar pero se contenía. Me paré y quede mirándolo, entonces él se acercó tanto a mí que podía sentir su aliento sobre mi rostro y enérgicamente me vocifero: – QUE TE PASA ALEJANDRA, PORQUE HACES ESO. Sentí un pequeño nudo en mi garganta, algo atemorizada quise responderle pero tenía la boca reseca y no me salía palabra alguna. Sonó el timbre, teníamos que regresar a las aulas. Di media vuelta y comencé a caminar rápidamente sin mirar atrás. Quería evitar las ganas de llorar que en ese momento sentía, las cuales no sé si debían a que Ricardo me había gritado o tal vez porque esa tarde se reuniría con Melanie, concretándose lo que me había advertido en un inicio Cristóbal.

Capítulo IV

A la salida de la escuela, pase de largo frente a Ricardo, ni siquiera di la vuelta para verlo, estaba dolida. Malena iba unos centímetros más atrás que yo, como

dando chance a que él se me acercara, pero su esfuerzo fue en vano. Ricardo ni se asomó. Claro cómo iba a acercarse a hablar conmigo, eso le quitaría tiempo y lo más probable es que no quería llegar tarde a la casa de la oxigenada de Melanie, es lo que pensé, alimentando así la certeza de que Cristóbal siempre tuvo razón.

Al llegar a mi casa lo único que hice toda la tarde fue leer y leer. Leí sobre geografía, historia universal y economía. Cansada de tanto estudiar, necesitaba tener la mente ocupada para no pensar en Ricardo, leí hasta que mis ojos se cerraran.

Al día siguiente al sonar el timbre del recreo, le pedí a Malena que fuera a verificar si Ricardo estaba esperándome como de costumbre al pie de la escalera. La cara que traía Malena al regresar luego de cumplir con la acción encomendada, denotaba que ya había perdido toda oportunidad con Ricardo. Deje mi silla cual resorte y salí casi corriendo del salón. Al llegar al balcón no solo comprobé lo que Malena ya me había indicado sino que además pude observar a Ricardo, parado al otro extremo del patio casi junto al kiosco, conversando con Melanie. En ese momento no solo quería llorar, sino que deseaba no haberlo conocido, pues ahora era más difícil poder borrar todos los recuerdos que tenía con él. Sentía dolor y rabia. Dolor por haber perdido algo que nunca tuve y rabia por permitir ilusionarme tontamente. Sin más opción que la de dejar de lado mi “amistad” con Ricardo, le di la espalda para regresar a mi aula. Mientras lo hacía pude sentir su

mirada encima de mí. Sobre paré, quise voltear para encontrare con sus ojos café. Sin embargo no lo hice, seguí con mi camino, pensando que si el destino quería que estuviese con Ricardo, así sería.

Durante las semanas siguientes la historia fue la misma: Indiferencia por parte mía hacia Ricardo. Mientras que él llenaba el tiempo que pasaba conmigo estando con Melanie y sus amigos. A veces pensaba que era tonto que estemos distanciados por un mal entendido banal pero luego recordaba que quien provoco ese

mal entendido fue Melanie, pues ella siendo tan impertinente puso a Ricardo de mal humor, por eso reacciono como reacciono. Bueno también se pudo irritar por mis reclamos casi enfermizos, pero como sea yo no me hubiera puesto celosa si ella no se hubiera entrometido. Además tampoco iba a ser yo quien vaya a rogarle a Ricardo para que me hable, a fin de cuentas fue él quien me gritó. Otras veces pensaba si Ricardo la pasaba bien con Melanie y sus amigos o solo estaba con ellos para no andar solo. No era muy sociable, al menos eso me parecía a mí. Pues mientras paraba conmigo no le conocí amigo alguno. Algunas veces lo veía fumando, escondido por los alrededores del colegio. Creo que ese vicio ya lo traía desde Colombia, aunque estando conmigo nunca se delató.

Pasaban los días y se acercaba el día del cumpleaños de Ricardo, cumpliría diecisiete años. No sé si sus nuevos amigos lo sabían pero yo sí. Le compre una armónica, recordé que en una de nuestras conversaciones dijo que le gustaría tener una armónica para tocar todas las noches antes de dormir. Grabe su nombre en la armónica y la cargaba a todos lados en mi bolso con la esperanza de que nos volviéramos a hablar y poder dársela. Sin embargo ese deseo se convirtió en un imposible, pues cada día la distancia entre los dos era más grande, ya ni siquiera nos saludábamos y Ricardo pasó de ser mi Colombia Boy a un chico de la escuela que ni me miraba.

Regrese a mi vida habitual. Malena no preguntaba por Ricardo y yo no quería que lo hiciera. Preferí pensar que todo había sido producto de mi imaginación y que nunca paso de ser solo un chico que contemplaba de lejos. Los días pasaban monótonamente, tanto así que sin darme cuenta llegaron las competencias en los juegos deportivos y culturales interescolares. Una serie de contiendas en las que alumnos seleccionados en distintas ramas deportivas y artísticas disputaban con chicos de otras escuelas para llevarse los reconocimientos respectivos. Los ganadores recibían premios como becas de estudios, computadoras además de donativos para las escuelas a las que pertenecían. Al final invitaban a todos los participantes a una fiesta de fin de los juegos, la cual se llevaba a cabo en un local de moda. Asistían autoridades locales, directivos de las escuelas concursantes y por supuesto para amenizar la fiesta los grupos de rock del momento. Ese año se abrió la competencia de danza. Después de todo lo tristemente vivido, para mi esa era la mejor noticia que podía recibir, dándole nuevamente sentido a mi existir. Siempre fui una amante al baile, así que no dude

en presentarme para ser parte del elenco que competiría. Para suerte mía fui seleccionada y también Malena. Éramos parte del elenco que representaría a nuestra escuela y en una disciplina que realmente disfrutaba como la danza.

Tras varias semanas de ensayos intensos que alejaron mi mente de Ricardo, pruebas de vestuario y vencer al pánico escénico; llegó el día de la competencia. Teníamos que trasladarnos en unos buses que el colegio había designado para todos sus artistas y deportistas. Como nunca antes me había maquillado para una presentación de esa índole, mi profesora de danza decidió ayudarme con el maquillaje y peinado respectivo, tardándose un poco más de lo previsto. Pero la espera valió la pena, cuando finalizó y me ví al espejo realmente quede sorprendida, estaba irreconocible creo que en ningún salón de belleza hubiera quedado

tan bien. Sin embargo esa demora hizo que perdiéramos el bus donde iban las chicas del elenco de danzas y el grupo de arte dramático. Quedándonos solo la opción de irnos en uno de los buses donde iban los seleccionados de las ramas deportivas.

Entre al bus sin presagiar que en aquel ómnibus estaría también Ricardo. No había recordado que él formaba parte del equipo de futbol, era obvio que también iría a las competencias. Se encontraba sentado en el último asiento, miraba por la ventana. Pero al subir su mirada se cruzó con la mía y antes de que mi nerviosismo provocara que hiciera cualquier torpeza evite mirarlo.  Inicié una conversación algo sosa con la profesora de danza.

Pasados unos minutos uno de los chicos del equipo de básquet le cedió su asiento a la maestra, quedando parado a mi lado, y sin más ni menos me sonrió.  Lo había visto alguna vez, también estaba en último año al igual que Ricardo. Me preguntó sobre la danza que bailaría, que si alguna vez había bailado ya ante público y otras tantas cosas más. Sin darme cuenta el bus había avanzado buen tramo del camino y yo había entablado una amena charla con aquel muchacho. Entonces de la nada, Ricardo se levantó de su asiento y sin importarle el resto de personas que viajaban en el bus, siempre él tan impredecible, grito desde atrás:- Alejandra aquí hay lugar libre para que tomes asiento. No sé si lo hizo por fastidiar o por celos. Como sea su supuesto acto de caballerosidad me pareció un poco tardío. Lo miré y totalmente neutral le respondí:-Gracias pero estoy bien así. Además ya vamos a llegar. Lo quede mirando y pude ver nuevamente en él esa mirada irritable parecía que iba a explotar.

Llegamos al coliseo donde serían las competencias. Habían ido alumnos, padres de familia, maestros y simpatizantes de todos los estudiantes de todas las escuelas participantes para alentar a sus favoritos. Y entre tanta multitud pude ver a la peli teñida de Melanie, quien apenas vio a Ricardo le grito desde dos metros de distancia:- ¡Suerteeeee Rickyyyyy!. Como me hervía la sangre cada vez que con su voz toda melosa le decía Ricky. El como respuesta hizo una mueca, con lo que pude darme cuenta que realmente se encontraba de muy mal humor, sentí cierta satisfacción de saber que le molestaba que sea indiferente con él.

Me uní al resto de las integrantes del elenco de danzas y nos fuimos a los camerinos. No podíamos salir de ellos hasta que tengamos que competir (éramos una de las últimas competencias), por lo que no podíamos

ver el resto de contiendas además de que se llevaban a cabo en diferentes ambientes. Y de rato en rato sin que nadie me viera, en silencio me ponía a rezar para que el equipo de futbol gane con un gol anotado por Ricardo.

Estuvimos varias horas alistándonos y ultimando detalles respecto a los pasos que haríamos. Nuestra maestra vino a indicarnos que en breve comenzaría la competencia de danza. Ella inteligentemente solicito que nosotros fuéramos el último grupo en bailar, pues así ella podría observar en que fallaban los otros elencos y tratar de evitar que cometiéramos los mismos errores. Por fin nos tocaba salir a escena, las últimas indicaciones de nuestra maestra fue que no dejáramos de sonreír y que caminemos erguidas.

El escenario era inmenso, había luces por todas partes, una mesa donde estaba ubicado el jurado. El recinto estaba repleto, sin embargo en medio de esa multitud pude distinguir a Ricardo, Estaba sentado en primera fila, vestía su uniforme de futbol y le quedaba tan bien. A su lado derecho se encontraban sentados los otros chicos del equipo de futbol y a su lado izquierdo como mosca merodeando un pastel para variar estaba Melanie. Ricardo se encontraba sentado encorvado con sus brazos sobre sus mulos. Lo mire fijamente, tanto así que sintió la fuerza de mi mirada entonces se irguió y sus ojos se posaron sobre mí.

La música comenzó a sonar, seguíamos mirándonos, entonces le sonreí y en esa sonrisa le decía “Ahora mírame y ve de lo que te pierdes”. Empecé a bailar, era cierto que si había algo que me apasionaba era moverme al ritmo de la música. Pero esa vez no solo le puse pasión, entregue todo, exprese lo que sentía

con mis movimientos. Y en ese momento me sentía dueña del mundo y Ricardo se  arrepentiría de sacarme de su vida.

Luego de finalizáramos nuestra presentación, el público ovaciono poniéndose de pie. Mis amigas y yo no parábamos de reír y nos abrazamos de felicidad. Cuando abrace a Malena, ella me confesó:-Oye tu Colombia boy no deja de mirarte. Observe por el rabillo del ojo y efectivamente Ricardo seguía observándome mientras aplaudía junto a los otros muchachos. Había logrado mi objetivo y eso hizo que me hinchara aún más de alegría.

Detrás del escenario esperamos los resultados de la competencia. Al escucharlos no pudimos evitar saltar de alegría al saber que la presea dorada era nuestra. Para la premiación llamaron a todos los integrantes de los equipos ganadores al estrado. Fue entonces cuando me topé con Ricardo. No sé si adrede o porque el destino así lo quiso, ambos nos quedamos atrás del resto de muchachos que iban a ser premiados. Seguía aún con el maquillaje, no quise sacármelo porque me daba seguridad. Sentí que Ricardo se pegaba a mi espalda, quería apartarme pero algo dentro de mí me indicaba que no lo haga. Mientras peleaba conmigo misma entre si me apartaba o no de él, Ricardo me ahorro la respuesta, hablándome al oído:-Te felicito por la medalla, tenías razón bailas muy bien…Ah por cierto te ves muy bien maquillada, pero yo te prefiero al natural. Quería voltear y besarlo, pero mi orgullo era más grande que mis deseos y decidí que mientras no me pida una verdadera disculpa no sucumbiría ante sus encantos, no dejaría que me ganen los sentimientos. Sin siquiera mirarlo me adelante unos centímetros, alejándome algo de él y le respondí:-También te felicito, sé que ganaron con un gol tuyo. Por otro lado déjame decirte que me gusta como estoy

maquillada y lo que tu prefieras no me interesa. Pues ya pude ver que en estos últimos tiempos has preferido a Melanie. Di unos pasos más hacia adelante, apartándome más de él. Mientras tanto él nuevamente se quedó mirándome impaciente como queriendo empujar a todo el mundo y jalarme hacia él. Pero no lo hizo.

Luego de recibir mi medalla y diploma baje del estrado y me dirigí hacia Malena. Malena me ayudo a convencer a mis padres para que me dejen ir a la fiesta de confraternidad, además la profesora de danzas le aseguró a mis padres que ella también iría y que cuidaría muy bien de nosotras. A mis padres no les quedo de otra que acceder a mis peticiones.

Habían dispuesto unos buses para llevar a los alumnos a la fiesta, esta movilidad estaría de vuelta al final de atardecer, antes de que anochezca. Nos llevarían de regreso hasta la escuela de ahí podríamos ir caminando hasta la residencial.

Rápidamente fui a los camerinos. Me quite el traje con el que había bailado, me puse unos jeans, mis sandalias de taco y una blusa floreada que dejaba mis hombros descubiertos. Me coloque un pequeño bolso cruzado, donde coloque mi monedero. Antes de subir al bus, me despedí de mis padres y les pedí que se llevaran mi maletín donde guardaba mi traje de baile. Entre risas y conversaciones entre al bus con Malena, tomamos asiento y para sorpresa de nosotras, detrás nuestro se sentaron el chico basquetbolista y su amigo, quienes durante todo el viaje no dejaron de hablarnos.  Sentado al otro extremo del bus iba Ricardo, quien de rato en rato miraba hacia mi lado y cuando se percataba de que yo me daba cuenta de que estaba observando volteaba hacia la ventana para ver pasar los autos.

Llegamos al lugar de la fiesta. Habían armado un hermoso toldo color blanco en unos de los jardines de un club. Colocaron también una mesa repleta de una variedad de bocaditos y bebidas, así como un juego de luces que se prendían y apagaban al compás de la música de fondo. En el centro se encontraba una gran pista de baile y alrededor de ella se hallaban chicos y chicas de distintas escuelas, conversaban todos amenamente mientras bebían algún refresco o comían algún aperitivo. En una esquina como en una especie de escenario, donde seguramente más tarde tocaría algún grupo de rock, estaba un DJ haciendo mezclas y colocando música de moda. Todo era perfecto.

Los directores de los diferentes colegios, eran los encargados de dar el inicio a la ceremonia respectiva para luego pasar a la diversión. Así que sin más ni menos se posaron en el centro de la pista de baile para dirigir unas palabras alusivas a la confraternidad y juventud, motivándonos a dar nuestro mejor esfuerzo en cada tarea encomendada. Alguno por ahí felicito a sus alumnos. Todos aplaudimos entusiastas con la única esperanza de que finalizara la parte protocolar y dar inicio a lo que estábamos esperando: La fiesta. Los directores dejaron la pista vacía, el DJ puso la música a todo volumen.

Malena me jaló hacia un lado de la pista de baile y señalo hacia el lado izquierdo del lugar. Entonces pude observar a Ricardo. Se encontraba sentado en una especie de taburete acompañado de algunos de los chicos del equipo de futbol, parada frente a él estaba Melanie. Todos reían excepto él, más bien parecía

tener la mirada algo lúgubre. Como sea,  la verdad es que esa historia ya me estaba cansando. Por dondequiera que estaba Ricardo tenía que estar Melanie. Incluso en aquella fiesta donde ella ni siquiera tenía que participar pues no pertenecía a ningún a equipo deportivo o elenco alguno, pero claro había hecho hasta lo imposible para entrar y estar al lado de Ricardo. En fin yo ya no podía hacer más de lo que había hecho, ahora era decisión de Ricardo de pasar el tiempo con Melanie o conmigo. Lo que si tenía claro era que nada ni nadie me arruinarían mi estadía en la fiesta, así que decidí hacer caso omiso a la presencia de ambos y opté divertirme como nunca.

La música cada vez sonaba más alto, incitando a que saliéramos a la pista  a bailar. Malena y yo regresábamos de los servicios higiénicos a donde habíamos ido un par de veces para vernos frente al espejo y

comprobar que ningún pelo este suelto o que el maquillaje no se haya borrado de nuestros rostros. Al pasar cerca al taburete donde había estado Ricardo lo vi nuevamente. Ahora se encontraba de pie y recostado contra la pared, estaba bebiendo una cerveza. Me llamo la atención, pues se suponía que estaba prohibida la distribución de bebidas alcohólicas debido a que  éramos menores de edad. Cómo Ricardo había obtenido esa cerveza, no lo sabía, pero lo que si sabía es que si lo descubrían se iba a meter en problemas. Su mirada se cruzó con la mía, creo que quiso aproximarse, pero antes que él se decidiera  el muchacho basquetbolista con su amigo nos sacaron a bailar a Malena y a mí. Pude ver a Ricardo detenerse y su intento de acercarse a mí, quedo solo en eso, en un intento.

Se formó un tumulto de muchachos que enloquecidos por la música se dirigían a la pista de baile, perdiéndolo de vista por completo.

Pasado cierto tiempo, mi garganta comenzó a secarse. Totalmente sedienta, producto del incesante baile dejándome llevar por la música, solo anhelaba algo de beber. Mi compañero de baile me proporciono uno, dos, tres y  hasta cinco vasos de un refresco algo amargo para mi gusto. Malena ya estaba fuera de mi vista, seguro estaría por ahí bailando también. Me sentía algo mareada, pensaba que era producto del tumulto de gente y el calor excesivo. Las luces se apagaron y ante el grito eufórico de los adolescentes se ilumino el escenario y comenzó a tocar Pit Fun, un grupo de rock que estaba de moda en ese entonces. Todos comenzamos a saltar y a tararear las canciones. Yo me encontraba totalmente desinhibida, tanto así que sin pensarlo dos veces trepe al escenario y una vez arriba bailaba desenfrenadamente al son de una guitarra eléctrica.  Fue entonces que caí en la cuenta que lo que había bebido no era solo un refresco amargo, lo más probable es que haya ido algo más en esos vasos que gentilmente me invitó mi amigo basquetbolista. Sentí nuevamente que los mareos querían acompañarme y antes de caerme encima de todo el mundo decidí bajar del escenario y evitar hacer el papelón. En ese momento el chico basquetbolista me tendió la mano para ayudarme a bajar. Dudé un momento pero accedí con la única esperanza de poder tocar suelo sin rodar. Ya en el piso le reclame sobre el supuesto refresco que me invitó. Él totalmente indignado se defendió alegando que no sabía nada al respecto y que él también estaba sorprendido con lo que contenían los vasos, pues también había surgido efectos en él. Lo mire detenidamente, quise darle el beneficio de la duda pues podía ser cierto lo que me decía, ya que los refrescos los cogió de la mesa, luego estuvo bailando

conmigo no hubo momento en que haya podido echarle alcohol o algo similar. Para ganarse aún más mi confianza, me sugirió que ya no bebiéramos nada, más bien que bailemos para sudar y poder botar todo lo que habíamos ingerido. Tenía lógica su proposición, entonces acepté.

Todo iba muy bien cuando de repente noté que el chico basquetbolista cada vez bailaba más cerca de mí.  Tanto así que comenzó a buscar mis labios insistentemente. En mi afán de esquivarlo comencé a voltear mi rostro desesperadamente y coloque mis brazos como barrera para evitar que se acercara más de lo que ya estaba. Sin embargo la muchedumbre de muchachos bailando, provocaba que mi espacio se redujera cada vez más, dejándome sin posibilidad de moverme o escapar del que había pasado de ser un chico amable a un insistente acosador. Pensando que ya no tenía escapatoria más que la de gritar o tirarme al

suelo para no dejar que me besara, me tomaron de la cintura por detrás y de un tirón me sacaron de las garras de mi fastidiosa paraje de baile. Voltee dificultosamente para agradecer a mi salvador. Entonces mi pecho quedo junto al de Ricardo. Me quedo mirando fijamente, mientras yo le sonreía. Casi instantáneamente me rodeo por la cintura con mucha más fuerza que la primera vez y me pego hacia él.  Así de juntos casi pegados y empujando a la gente comenzamos a caminar a través de la pista de baile. El seguía manteniendo firme su mirada fija en mí y yo totalmente embobada no dejaba de sonreírle. Salimos de la pista de baile, me soltó para luego tomarme de la mano, entonces me dijo: – Salgamos a caminar.

Nos apartamos de la zona toldada y me llevo hacia el lado del jardín donde se encontraba una pequeña piscina. Se sentó sobre el césped al darse cuenta que yo me quede parada junto a él, me tiró del brazo cayendo al lado suyo.  Ahí tendidos sobre el jardín y mirando al cielo que recién empezaba a oscurecer comencé a reír de la nada. Sin embargo él se encontraba serio y podría decirse que hasta preocupado, me miro y empezó a recriminarme: – ¡Alejandra, que estabas haciendo!. Me senté y voltee a mirarlo. Sin entender lo que decía, solo atine a contestarle: – Ricardo te volviste ciego, solo estaba bailando o qué no me viste. Su mirada se transformó en una mirada descontrolada, se cogió la cabeza con ambas manos como si quisiera comprender algo y no lo lograba. Con el tono de voz un poco más fuerte me reprocho: – ¡QUE ACASO NO TE DISTE CUENTA, ESE IMBECIL ESTABA A PUNTO DE BESARTE, SE IBA A APROVECHAR DE TI. TODO PORQUE HAS ESTADO BEBIENDO, PORQUE LO HAZ HECHO!. Nuevamente comencé a reír, me daba risa que quiera hacerse el protector cuando ni siquiera me saludaba en la escuela. Y tal vez hubiera seguido riéndome si es que no me cogía por los brazos como buscando una explicación. Me zafé de él, no estaba en plan de aguantarle más cosas y le reproche: – ¡En primer lugar tu eres él menos indicado para juzgarme porque tomo alcohol o no. Tu fumas todos los días con tus nuevos amigos y si mal no recuerdo antes de que yo bebiera, tú ya te habías encargado de tomar unas cuantas cervezas¡. ¡Además, y no tengo porque explicarte, pero solo para marcar la diferencia entre tú y yo. Yo no bebí porque quise, tenía sed y me invitaron unas bebidas, que al parecer las habían mezclado con alcohol, lo cual por cierto yo desconocía ese dato. No como tú que a sabiendas y arriesgándote a todo tipo de problemas bebiste la cerveza!. ¡Y por último déjame en paz. Ricardo no sé porque haces esto, si es obvio que prefieres a Melanie que a mí como amiga. Lo más probable es que a ella no la andes gritando. Yo solo actué como lo haría una buena amiga, por eso te quite el cigarro, porque hace daño. Pero tú actuaste como un retrogrado y…. Iba a seguir hablando pero fui interrumpida por el jalón que me dio, colocándome nuevamente junto a su pecho. Algo más lucida pude sentir su corazón palpitar aceleradamente junto al mío. Lentamente me fue abrazando, su respiración se empezó a entrecortar mientras su rostro acariciaba al mío. Sus abrazos se volvían intensos, cerré los ojos y pude presentir que él también lo hizo. Entonces agitadamente comenzó a decirme:- No vuelvas a dejar de hablarme. No vuelvas a bailar con otros que no sea yo. Yo solo escuchaba sus susurros, con un nudo en la garganta.  El estómago me daba vueltas, no quería abrir los ojos, no quería despertar de ese sueño. Hasta que sus labios húmedos se juntaron con los míos. Nunca antes había besado, así que deje que él  me guiara en esa sensación tan alucinante. Luego sentí que sus besos pasaron por mis mejillas, por mi cuello, por mi oído. Sentía un cosquilleo por todo mi cuerpo.

-ALEJANDRAAAAA, DONDE ESTAS. La voz de Malena me despertó o mejor dicho me puso en alerta. Rápidamente Ricardo y yo nos separamos. Él nervioso bajo la mirada, yo ansiosa comencé a caminar rápidamente hacia donde estaba Malena. Cuando le di el encuentro, me di con la sorpresa que al parecer toda una comitiva me había estado buscando. Junto a Malena se encontraban la profesora de danzas, el entrenador de futbol, el basquetbolista acosador con su amigo, un chico del equipo de futbol y para variar Melanie. Al pasar a su lado sonreí triunfante.

Ante la mirada inquisidora de todos no me quedo otra alternativa que decir un tímido “hola”. Note que Ricardo estaba atrás mío, no alzaba la mirada y no se pronunció. La profesora de danzas en un tono, podría decirse casi histérico me reprochó:- ¡Alejandra, donde estabas. Prometí a tus padres que te cuidaría. Por Dios

niña… qué estabas haciendo!. Al finalizar su frase, puntualizo su mirada sobre Ricardo. Él en un intento de salvar la situación se dispuso a hablar. Pero yo lo interrumpí y alegue:-Profesora, discúlpeme. La verdad es que me sentí un poco sofocada con tanta gente alrededor. Así que salí a tomar un poco de aire. Comencé a caminar y fui hacia la piscina, me gusta observar las características de las piscinas pues además del baile también practico natación.

La profesora seguía mirando a Ricardo como tratando de entender en que parte de mi historia encajaría su presencia. Al percatarme de esto, proseguí con mi relato:-Bueno cerca a la piscina encontré a Ricardo. Él había salido a buscar un baño, ya que el que se encuentra cerca al toldo estaba repleto de gente. Entonces nos pusimos a conversar de las competencias mientras regresábamos. Fue entonces que ustedes nos

dieron el encuentro. La profesora dejo de mirar a Ricardo y me miro incrédula. Se notaba que no estaba muy convencida de mi versión pero la acepto, indicándonos que fuéramos a la puerta del toldo. Ya teníamos que regresar, la fiesta había terminado.

Iniciamos nuestra marcha, los dos maestros iban por delante, el chico basquetbolista, su amigo, el muchacho que jugaba futbol con Ricardo, Melanie, Malena, Ricardo y yo detrás de ellos. Podía sentir la mirada de todos sobre Ricardo y yo, como si quisieran hacernos confesar. Ricardo caminaba sin dejar de ver el suelo, yo sin dejar de verlo a él.

Al llegar a la puerta del toldo, los profesores comenzaron  a convocar a todos los alumnos con la finalidad de que subiéramos a los buses y poder retirarnos. El chico del equipo de básquet se me acercó, insistía en

querer hablar conmigo. Resolví darle la espalda. Al ver mi reacción intentó voltearme cogiéndome por los hombros, entonces totalmente enojada reaccione ante tanta altanería y exasperadamente le dije: – ¡Déjame en paz!. ¡Ya sé que le echaste alcohol a los refrescos que me invitaste, no te importo que me hiciera mal!. Pensé que se alejaría, sin embargo el muy insolente en tono de mofa me respondió:- Claro Alejandra. Estabas taaannn mal por haber tomado que te fuiste a consolar en los brazos del colombiano ese. Al oírlo me dispuse a tirarle una cachetada sobre su cara burlona, pero el puño de Ricardo llego antes. La escandalosa de Melanie se puso a gritar y gracias a ella  terminamos en la oficina del sub director Ricardo, el basquetbolista y yo.

Capítulo V

El sub director nos reprendió. Sin embargo no nos castigó gracias a nuestras buenas calificaciones y al haber dejado en alto el nombre de nuestra escuela en las competencias interescolares, ganando cada uno en su categoría la presea dorada. Pero si obligó a Ricardo a que se disculpara con el idiota del basquetbolista y a mí me prohibió tajantemente siquiera conversar con alguno de ellos. Salimos de la oficina del sub director, cada uno enrumbo por su camino. Ricardo cogió su maletín y antes de retirarse, volteo y me guiño el ojo. Yo solo sonreí. Me acerqué donde Malena que me había estado esperando, entonces ella me pregunto en un tono más inquisidor que preocupante:- Alejandra ¿Qué pasó?.

Mire a mi amiga, sabía que su pregunta no era referente a lo que el sub director nos había hablado. Ella quería saber que era lo que había ocurrido realmente entre Ricardo y yo cuando estábamos en el jardín

junto a la piscina del club. Era mi amiga y no podía mentirle, pero tampoco podía darle tanto detalle. Sentía que con Ricardo todo era muy intenso, algo solo entre él y yo. Así que sin dar más preámbulo le dije a Malena:-Me besó, Ricardo me besó.

Malena comenzó a saltar como un chimpancé para luego dar rienda suelta a su curiosidad y a empezar a atolondrarme con preguntas como que tal besaba, cuanto tiempo duro el beso, si solo me beso o había intentado algo más. Yo solo la escuchaba y ante su insistencia decidí mantenerme firme en mi versión y repetir que solo me había dado un beso que fue lindo y que luego de eso nos fuimos a caminar hasta el momento que escuchamos que ella nos estaba llamando.

Malena seguía con sus interrogantes durante el camino hacia su casa, yo eludía las respuestas hablando del baile que presentamos durante la competencia. Al llegar a casa de Malena, quede de una sola pieza. Ricardo estaba sentado frente a la puerta de la casa de Malena. Realmente me sorprendió su presencia. Había estado esperándonos, era obvio que conocía muy bien mis movimientos. Seguro al ver a Malena esperándome a la salida de la oficina del sub director de la escuela, concluyo que me iría con ella, y sabía que primero llegaría a la casa de Malena por estar más cerca a la escuela y luego enrumbaría hacia la mía. Nos quedamos mirándonos uno al otro. Malena con una sonrisa de oreja a oreja que delataba complicidad, se despidió de mí con un beso en la mejilla y luego me dijo a viva voz: – Nos vemos el lunes en la escuela. Cuídate Alejandra. Finalizo sus palabras, alzo su mano para despedirse de Ricardo y en un santiamén ya estaba dentro de su casa.

Tímidamente Ricardo seguía mirándome. Entonces volví a tener frente a mí al Ricardo de antes, a mi Colombia boy. Algo titubeante me consulto respecto a donde había dejado mi bolso con mis cosas. Tratando de que no me traicionen los nervios le comente que lo había enviado con mis padres al finalizar la competencia de baile, así podría estar cómoda en la fiesta.

Caminamos rumbo a mi casa. Luego de unos minutos de andar en silencio, Ricardo detuvo su andar, cogió mi mano derecha, la acaricio y a manera de súplica me dijo: – Alejandra, discúlpame por favor. No quería faltarte el respeto, creo que me excedí al besarte. Lo miré fijamente y aunque a mí sus besos me habían parecido lo más maravilloso, no podía confesarlo. No quería que pensara que andaba por ahí dejándome besuquear. Entonces con una amable sonrisa le respondí:-Habíamos bebido, no sabíamos lo que hacíamos. Nos dejamos llevar. Me miró y yo sentí que en cualquier momento me desvanecería ante sus ojos. No sé si para ponerme a prueba de que realmente me deje besar como consecuencia del alcohol o porque verdaderamente lo anhelaba, comenzó a acercarse poco a poco.  El avanzaba y yo retrocedía, ambos sin dejar de mirarnos, como un juego de atrápame si puedes. Se acercaba lentamente más y más, yo quede contra un muro sin escapatoria. Sabía que mi voluntad iba a ceder ante sus encantos, entonces decidí esquivarlo. Me hice hacia un lado y tratando de eliminar deseos y tensión le dije: -Ya falta poco para tu cumpleaños. Ricardo abrió los ojos sorprendido por el comentario. Se sentó al borde de la acera y recostando su barbilla sobre los nudillos, pensó en voz alta: – Sí. Ya son diecisiete años. Se puso de pie y me preguntó:- ¿Irías a mi casa a almorzar por mi cumpleaños?

La invitación que me hizo en ese momento me sorprendió tanto como el beso que me había dado hace unas horas. Mientras tanto sus ojos café que tanto me enloquecían denotaban cierta suplica al mirarme. Me puse a su lado, tomé su mano y empezamos a caminar. Mientras lo hacíamos le dije: – Si voy a ir, pero solo si me prometes que no me voy a encontrar con Melanie en tu casa. Entonces empezamos a reír, mientras jugábamos con nuestras manos, rumbo a mi casa.

Desde aquel día las cosas volvieron a ser como antes, con la única diferencia, como teníamos  prohibido hablarnos en la escuela luego del incidente del puñetazo,  en los recreos ya no me esperaba al pie de la escalera. En su lugar yo le daba el encuentro atrás de la biblioteca. A mí me gustaba estar ahí con él,  a solas sin nadie que nos interrumpiera al conversar. A la salida sentado en un muro en la esquina del colegio, siempre me esperaba para ir a casa juntos. No nos cansábamos de hablar, de reír, de mirarnos.

Su cumpleaños fue un día lunes, aún lo recuerdo como si fuese ayer. Nadie en la escuela lo sabía, con lo que aprendí  que era muy reservado en sus cosas personales. Como siempre nos encontramos a la espalda de la biblioteca. Llevaba guardada en el bolsillo de mi falda, la armónica para dársela. Cuando llegue estaba sentado sobre el césped mirando al vacío. Despacio me acerqué por detrás y le tape suavemente los ojos. Él empezó a reír, cogió mis manos y se dio la vuelta para verme. Quedamos uno frente al otro  y sin que dejara de sostener mis manos, le dije: – Feliz cumpleaños, Colombia boy. Intenté soltar mi mano izquierda para poder sacar la armónica del bolsillo y dársela, pero él no me dejó. Sostuvo mis manos con más fuerza

que cuando llegue, entonces dejo de sonreír. Su mirada se volcó penetrante, llegando a creer que hasta podía leer mis más profundos pensamientos. Firme como un soldado y acercándose a mí rostro me dijo casi como un secreto:-Muero por besarte.

Ni bien había terminado de confesar su deseo y ya sentía sus labios sobre los míos. Menos tenso que al inicio dejo que soltara sus manos e instintivamente lo abracé por el cuello mientras él me rodeaba la cintura. Nuestros pechos quedaron a pocos centímetros.

Mi mente se convirtió en un torbellino, sabía que tenía que parar, sin embargo no quería. La última vez que nos besamos termínanos metidos en un problema. Ahora con la prohibición del sub director de siquiera vernos, estábamos en la escuela besándonos. Cualquiera podía vernos. Además donde quedaba mi reputación, no podía permitir que cada vez que a él le provocara me besara por cuanto rincón encuentre. Si lo veíamos desde un punto de vista objetivo, no me había dicho que significaba yo para él, es más para ser más exactos ni siquiera lo habíamos hablado. Pero pese a todo eso no quería que dejara de besarme, hubiera dado cualquier cosa por quedarme pegada a su boca. En un momento límpido y tratando de guardar la cordura le dije: – Tengo que darte tu regalo antes de que se acaba el recreo. Él totalmente enajenado, no dejaba de acariciarme, volvió a cogerme de las manos para acercarse aún  más a mí. Volvió a besarme y yo accedí sin reparo. Entonces me susurro:-No hay mejor regalo para mí que esto.

El timbre que daba fin al descanso sonó, creo que más fuerte que de costumbre o es que tal vez yo estaba con todos los sentidos alterados. Ni siquiera lo miré, me aparte de él y rápidamente salí hacia el salón de clases. No sé qué cara llevaba, tal es así que cuando llegue al aula,  Malena totalmente consternada me preguntó: – Ale, ¿Te pasa algo?. Estas toda tembleques.

Respire profundo tratando de calmar mi pulso acelerado y disimulando estar tranquila, le sonreí a Malena. Luego le comente que me había llevado un tremendo susto pues el profesor de Normas Educativas casi nos pilla a mí y a Ricardo cuando estábamos conversando. Y antes de que me hiciera otra pregunta y no sepa que responder, cogí un lápiz y comencé a anotar las instrucciones que se encontraban en la pizarra.  Trataba de no pensar en lo acontecido con Ricardo pero era imposible lograrlo. A la salida me fui con Malena. Le comente que iría a la casa de Ricardo a almorzar por su cumpleaños. Lamentablemente mi mamá me había dado permiso solo por una hora, así que apenas llegara a la casa de ella no podía quedarme a conversar, me despediría lo más rápido para poder llegar a tiempo. Malena se quedó mirándome como si frente a ella estuviera algún espanto y haciendo una mueca de desaprobación me dijo:- ¿Y piensas ir con el uniforme escolar?.  Pensé que había sido clara con Malena al decirle que solo tenía una hora para poder estar con Ricardo en su casa, si iba hasta la mía y me cambiaba de ropa en lugar de tener una hora me quedarían solo diez minutos de permiso y eso sin contar lo que podía demorarme al elegir el atuendo adecuado. Pero Malena parecía no entender.  Meneando  la cabeza de un lado a otro en señal de desaprobación, me increpó:- Alejandra eres mi mejor amiga y no puedo permitir que ni siquiera te maquilles para ir a almorzar con la familia del hombre de tus sueños. Así que tendrás que pasar a mi casa, confía en mí.

Le advertí a Malena que solo estaría máximo diez minutos pues no podía darme el lujo de quedarme ni un segundo más, y más aún si como decía ella estaría la familia de Ricardo, que vergüenza si llegaba tarde. Entramos a la casa de Malena, su mamá había salido, solo estaba su tía, una veinteañera que se la pasaba viendo novelas. Maliciosamente Malena me sonrío, cogió el teléfono y llamo a mi casa. Yo no entendía lo que hacía, desesperada le señalaba el reloj mientras que ella me pedía calma con un gesto de su mano. Entonces inició una conversación de lo más rara con mi mamá:- Aló señora Bertha soy Malena. Hizo una pausa y prosiguió:-Llamo por encargo de Alejandra, es que ella luego de clases se quedó en la biblioteca investigando sobre una exposición que tenemos para la próxima semana algo relacionado a la caída del muro de Berlín (cuando Malena menciono aquello me alegre de que ya tenía preparada la tarea sin tener que preocuparme si mi madre me preguntaba al respecto). Como usted sabe señora Bertha, Ale es bien preocupada y me pidió que por favor le avisara que se iba a demorar un poco, pues después de realizar la tarea respectiva iba a ir a la casa de su amigo Ricardo a almorzar por su cumpleaños, él vive bien cerca a ustedes.

Malena quedo en silencio,  sin embargo pude notar que estaba algo ansiosa pues mientras mi madre hablaba al otro lado del auricular ella no dejaba de golpear el piso con el pie derecho. Hasta que pasados unos segundos Malena con una actitud más relajada sonrió y hasta salto del entusiasmo. Se despidió de mi madre

y colgó el teléfono. Abrió los brazos y me dijo: -Vamos a cambiarte de look. Tu mamá te ha dado una hora más de permiso, debido a que “haz perdido tiempo” estudiando, no sería justo para ti siendo tan responsable que te recortara el tiempo destinado a visitar a Ricardo.

Eufórica me abalance sobre mi amiga para abrazarla por su logro. Al hacerlo se cayó del bolsillo de mi falda la armónica que tenía que regalarle a Ricardo. Entonces Malena, totalmente extrañada,  me pregunto porque no se la había dado a Ricardo. Por un momento temí no saber que decir y descubriera lo que había pasado con Ricardo. Así que antes de que indagara más sobre mi encuentro con Ricardo a la hora del recreo, me excuse diciendo que con lo nerviosa que me puse al pensar que el profesor de Normas Educativas casi me ve conversando con Ricardo, lo olvidé. Automáticamente cambie de tema, indicándole que por más que quisiera  no podría cambiarme, sino que explicación le daría a mi mamá cuando me vea llegar sin el uniforme escolar a la casa. Malena me dio la razón, entonces me llevo hacia su cuarto, me sentó frente al espejo del tocador y comenzó a cepillar mi cabello. Me echo base en el rostro, un poco de rímel y brillo labial. Desabotono unos cuantos botones de mi blusa, subió algunos centímetros a mi falda, tiro mi cabello hacia un lado, me echo perfume y me dijo:- Ahora si ya puedes ir. Cogí la armónica y la puse en una pequeña bolsa de regalo que Malena me dio y con mil ideas en mi cabeza enrumbe hacia la casa de Ricardo.

Mientras caminaba, iba recreando los besos de Ricardo. Era tan apasionado que hasta me sonrojaba de tan solo recordarlos. Hasta que por fin llegue, me sentía extraña pero contenta de estar ahí. Toque el timbre, basto una sola vez. Salió a abrirme la señora que vi esa vez en el parque cuidando a su hermanita. La salude y le dije que buscaba a Ricardo, ella muy amable me invito a que pasara hacia la sala de la casa. Pude observar que quien haya decorado la casa tenía muy buen gusto. Todo estaba ordenado y limpio. Desde lo que parecía ser un cuarto de estudio salió su hermanita, al verme corrió hacia la cocina gritando:- ¡Mamá, llegó la novia de Ricky!. Unos pasos fuertes como tropezones me advirtieron que alguien bajaba las escaleras aceleradamente. Entonces vi a Ricardo. Lucía fenomenal, vestía una camisa celeste y un pantalón casi marrón. Al verme sonrío y siguió de largo hacia la cocina caminando a toda prisa. Pude escuchar que regañaba a su hermana:- Camila, cállate. Ella no es mi novia, es solo mi amiga. La niña seguía insistiendo:-Pero Ricky ella es la chica de la playa, la que decías que te gustaba, entonces es tu novia. Mientras tanto Ricardo le rogaba que se pusiera en silencio, al ver que no lograba su objetivo, se escuchó a su madre intervenir para poner fin a tanto barullo.

Yo me sentía algo incomoda, no sé si por el hecho de enterarme que le gustaba y él no quería que se ande propagando por ahí o porque por más que le gustara no se atrevía a decirme que sea su novia. Algo nervioso, Ricardo salió de la cocina, paso la mano por su frente como tratándose de calmar. Un poco más tranquilo se acercó a saludarme, al hacerlo me menciono que pensó que ya no iría a su casa. Yo me disculpe diciendo que tuve que pasar antes por la biblioteca para poder investigar para una exposición. Recordé lo que dijo una vez la profesora de educación religiosa: “Una mentira se hace verdadera si comienzas a contarla”. Y ahí estaba yo,  contándole a Ricardo la mentira que le había dicho Malena hace unos instantes a mi madre.

Luego de excusarme por mi tardanza, nos quedamos en silencio, pero a diferencia de otras veces ese silencio se tornó incómodo. Para romper ese momento y aprovechando que no había nadie,  más que nosotros dos, le entregue su regalo de cumpleaños. Sorprendido como si nunca hubiera recibido un regalo en su vida, cogió la pequeña bolsa, al abrirla  su rostro se ilumino como un niño recibiendo el esperado juguete en navidad. Realmente estaba feliz, tomó la armónica y su mirada iba del instrumento hacia mi rostro y viceversa. Impulsivamente se acercó y me abrazo, luego me dio un beso en la frente y me susurro:-Eres la mejor.  En ese instante entro su mamá, nos apartamos rápidamente uno del otro.

Al ver a su madre comprobé que Ricardo había heredado de ella esa sonrisa fresca y sin preocupación. Sin saber que decir o hacer, algo torpe Ricardo me presento con ella: -Mamá, ella es Alejandra… mi amiga. Ricardo se quedó mirándome para ver mi reacción yo solo atine a sonreír. La señora me saludo con un beso en cada mejilla y comento que le daba gusto conocerme. Nos miramos los tres sin saber qué hacer, entonces la mamá de Ricardo nos invitó a que pasáramos al comedor.

A la mesa nos sentamos Ricardo, su mamá, Camila y yo. La señora que cuidaba a la hermanita se quedó en la cocina. La madre de Ricardo comentó mientras comíamos que su esposo estaba con bastante trabajo, ya en la noche saldrían a cenar todos juntos. La conversación se convirtió casi en un monologo de la madre de Ricardo, quien no paraba de contar anécdotas de él cuando era pequeño y vivían en Colombia. Pude notar que de rato en rato miraba a Ricardo como para cerciorarse de que se encontrara bien. Mientras tanto él sonriente me miraba mientras yo me sonrojaba al saber que su madre nos estaba viendo. Antes de que termináramos de comer el asado que habían preparado y para que su madre no piense que era una malcriada que ni siquiera podía entablar una conversación, pregunté en voz alta si siempre acostumbraban hacer un almuerzo especial cada cumpleaños para Ricardo. Entonces su madre me sorprendió al decir que realmente le había llamado la atención de que Ricardo le pidiera que le preparen un almuerzo por su cumpleaños. Pero cuando dijo que invitaría a una amiga, comprendió la verdadera razón. Realmente me avergoncé con el comentario, no sé si estaba bien o mal, qué pensaría su mamá. Lo que si pude evidenciar es que su mamá sabía a ciencia cierta que entre Ricardo y yo había algo más que una simple amistad. Ricardo más abochornado que yo, para cambiar el tema, acotó que le había regalado una armónica con su nombre grabado. Vi el rostro de su madre que sonreía con agrado.

Como postre habían preparado una torta de chocolate con algunas grajeas de colores. Aprovechamos para cantar el cumpleaños feliz y al momento de apagar la vela, la mamá de Ricardo le recordó no olvidarse pedir un deseo a lo que su hermanita grito:- Si pide que Alejandra sea tu novia y te cases con ella. Su madre mando callar a Camila y en ese preciso momento Ricardo me miro fugazmente  y sonriendo me guiño el ojo, entonces supe que había deseado lo mismo que yo, sonreímos cómplices.

Comimos el pastel y mientras lo hacíamos yo aproveche para contarle a Camila y a la madre de Ricardo, lo mucho que me gustaba bailar y como había pasado ser parte del elenco de baile del colegio. Les conté también de la competencia y como a pesar de que nunca antes habíamos concursado, ganamos. Vi el reloj, ya tenía que regresar si no mi madre me daría el discurso de mi vida. Me puse de pie y me disculpe indicando que tenía que retirarme, pues al día siguiente teníamos que ir a la escuela y me quedaban algunos deberes pendientes. Agradecí el almuerzo. Su madre volvió darme besos en ambas mejillas, Camila sonrío. Caminé hacia la puerta, Ricardo me acompañaba por detrás con las manos en los bolsillos. Salimos y cerciorándose de que no hubiera nadie cerca me dio un beso tímido, paso su mano por mi rostro y me agradeció por la armónica y por haber ido. Bese su mano que se encontraba tocando mi rostro cerca mis labios, el me susurro: – Mañana te veo como siempre.

Capítulo VI

Al día siguiente y ante las molestosas preguntas de Malena, algunas fuera de toda lógica, tuve que contarle para que dejara de torturarme con tanta indagación,  toda la historia del almuerzo en la casa de Ricardo.

Luego de la clase de trigonometría, en la que por fin Malena dejo de preguntarme sobre Ricardo, sonó el timbre que anunciaba la hora del recreo. Salí presurosa del salón para darle el encuentro a Ricardo a la espalda de la biblioteca. Lo encontré sentado contra la pared y para mi alegría estaba tocando la armónica. Alzó la mirada y al verme jalo de mi mano para que me sentara a su lado. Cuando lo hice me volvió a dar las gracias por el regalo. Se recostó sobre mi regazo y mientras le acariciaba el cabello, él comenzó a tocar la armónica. Entonces al tenerlo así tan cerca de mí, tan mío, y a pesar de lo que había oído en su casa. No pude más y sin pensarlo dos veces le pregunté:-Ricardo, ¿yo te gusto?. Instantáneamente él dejo de tocar la armónica, siguiendo recostado sobre mis rodillas, busco mi mirada y me dijo:-Por qué me lo preguntas. Lo observe fijamente y con el alma totalmente abierta, decidí sincerarme por completo. Quería de una vez saciar todas las interrogantes e inseguridades que llevaba dentro. Entonces le comente:-Pues no sé. Hace unas semanas atrás ni me hablabas, solo parabas con Melanie y su grupo de amigos. Y ahora me acaricias, me besas. No es que me queje de que lo hagas, pero tal vez te acercas a mí por eso, porque puedes besarme y yo no me resisto a que lo hagas.

Mientras le explicaba todas mis dudas, él me escuchaba atento sin dejar de mirarme. Una vez que finalice, cogió su armónica y toco por unos segundos. Luego cesó y entonces me dijo: – Primero que te quede claro que es Melanie la que anda tras de mí, pero no es mi tipo. Solo somos compañeros de clase. Es una dama y tampoco puedo tratarla mal, así que la evito sutilmente. Segundo, no te hablaba porque tenía miedo de acercarme  y me rechazaras, sabía que había reaccionado mal contigo. Por eso esperaba que fueras tú la que diera el primer paso, pero ya me di cuenta que contigo eso no funciona. Respecto a los besos, en realidad si quisiera estar con una chica solo porque se deja besar, pues podría estar con cualquier chica de la escuela, hasta con la propia Melanie. Hizo una pausa, se sentó a mi lado, deje de jugar con su cabello, él cogió mi mano, la beso y prosiguió:- Recuerdas cuando te dije que la canción “Good Adiction” de Blain Jhon me recuerda a ti, pues es cierto. Tú me haces sentir cosas raras, tu provocas que quiera besarte, y a la vez no sé porque pero no quiero que hables con otros chicos ni que otros muchachos te miren o hablen. Sé que eso no está del todo bien, pero el sentir eso por ti también me da alegría, sobre todo cuando tú cedes y me dejas estar a tu lado.

Nos miramos por unos segundos, entonces acerco su rostro al mío y me dijo: – Me gustaste desde el día que te vi en la playa, desesperada por tu pulsera. Me besó, pero esta vez fue diferente. Su beso fue tierno, suave. Podría decirse que fue un beso lleno de amor.

Fuimos, al igual que en otras ocasiones, nuevamente interrumpidos por el timbre que nos indicaba que el receso  ya había terminado. Nos quedamos por unos momentos juntos, casi pegados, sonriendo. Me disponía a retirarme a mi salón de clases, apresurando el paso, para poder llegar a tiempo a la clase de geopolítica. Sin embargo y pese a todo pronóstico, antes de que suba las escaleras Ricardo me tomo de la mano. Yo me quede perpleja teníamos prohibido vernos y hablarnos en la escuela, pero a él no le importó. Lentamente fue jalándome hacia él y antes de que se acercara mi tutor para que me indique que ya tenía

que ir a clase, me preguntó si quería ir con él a la playa el sábado. Sonreí, como podría negarme, con él iría hasta marte si me lo pidiese. Le di un beso en la mejilla y presurosa porque ya tenía que irme le dije: -Pasas por mí en la mañana.

Yo eufórica había aceptado la invitación de Ricardo, sin siquiera pensar en cómo iba hacer para que me den permiso para ir. Se me ocurrió en primera instancia decirle a Malena que me acompañara, así mi mamá no pondría objeción de que fuera yo sola con Ricardo. Así que confiada en la amistad que nos unía, fui a la casa de mi amiga y le propuse pasar un sábado divertido tomando sol al lado mío y de Ricardo. Cuando le dije a Malena tal proposición, la cara que puso Malena no solo era de desaprobación sino que hasta de indignación. Ante tanta insistencia por tratar de convencerla, Malena se tendió sobre su cama, dio un respiro, se puso de pie y me dijo: -Alejandra no nos engañemos, lo que menos quieres es pasar tiempo conmigo.  Sentí cierto resentimiento en sus palabras, entonces me di cuenta que lo único que había hecho hasta ese momento es tratar de usar a mi amiga para mi beneficio. Le pedí disculpas, sin embargo ella alego que no tenía que dárselas, ya que en algún momento los papeles fueron inversos. Me cito algunos episodios en los que me había buscado solo con la única finalidad de ver a mi hermano. Nos reímos de lo tontas que nos comportábamos cuando se trataba de chicos. Malena siempre había sido una buena amiga, aunque en cuestión de consejos distaba mucho de ser la mejor. Sin embargo ese día mientras repasábamos a mala gana una de las revistas de moda, me dijo:-Alejandra es más que obvio que Ricardo y tú se gustan. Si te ha invitado a la playa, es porque quiere pasar tiempo contigo pero a solas. En la escuela están pendientes de

que no los vean, al igual que cuando te acompaña a tu casa, siempre están rodeados de personas. Si yo voy, romperé ese encanto de estar solo con la persona que más te gusta en el mundo.

Malena tenía razón pero como haría para convencer a mi mamá de que me dejase ir sola con Ricardo a la playa. Es decir si sabía que Ricardo era mi amigo, cuando pensaba eso trataba de buscar una explicación de porqué entonces con cada beso que me daba sentía que eso no era una simple amistad, pues lo veía todos los días cuando me dejaba en la casa al regresar de la escuela. Sin embargo siempre andaba diciendo que ya había crecido que ya no era una niña y por ende el estar sola con un muchacho podría traer consecuencias que luego me arrepentiría. En otras palabras lo que mi mamá quería decir es que como todo

adolescente, tanto Ricardo, así como cualquier otro muchacho de su edad, andaba con las hormonas alborotadas y claro temía que yo me deje seducir y termine teniendo relaciones sexuales.

En ese momento lo que menos pensaba era tener sexo o no, yo solo quería ir a la playa con el chico que me traía loca y al ver que se me acababan los recursos para que mi madre no ponga objeción y me deje ir; opte por mi última, aunque vale decir que no era la mejor, alternativa: Fui a hablar con Cristóbal, mi hermano.

Cristóbal estaba en su cuarto escuchando a todo volumen una canción de un grupo llamado Pop Aplication, cuando lo interrumpí intempestivamente. Bajó el volumen de la radio y  se sentó al borde de su cama. Algo molesto por haber irrumpido en su dormitorio sin siquiera tocar la puerta, de muy mala gana me pregunto:

– ¿Qué quieres?. Traté de sonreírle pero por los nervios creo que solo me salió una mueca, caminando de un lado a otro sin saber cómo abordar el tema, le dije que quería hablar con él.

-Ok, dime. Con sus frases cortas Cristóbal me invitaba a iniciar la conversación. Pensando en que decirle no se me ocurrió nada más, que suplicarle que me ayudara. Frunció el ceño indicando que no entendía lo que le hablaba. Entonces, me senté en una silla que estaba al lado de su escritorio, quedando frente a él y le dije:-Necesito que invites a Malena a la playa. Si antes de que le hablara, Cristóbal no se explicaba para que había ido a su dormitorio, con lo que le termine de decir estaba más que confundido. Al ver su rostro totalmente extrañado, no me quedo otra cosa que contarle el trasfondo de todo. Así que respire hondo y comencé con todo mi argumento:-Es que Ricardo me ha invitado a la playa, y bueno tú sabes que mi mamá

no va a querer que yo vaya sola con él. Entonces le pedí a Malena que vaya con nosotros pero ella se siente un poco tímida con Ricardo. Se me ocurrió que tal vez puedas acompañarnos para que Malena se sienta en confianza….

Ni siquiera terminaba de explicarme, cuando Cristóbal algo aturdido se puso de pie y me pregunto ofuscado: – ¿Qué es lo que te traes con Ricardo?. Yo me quede helada, no sabía que responder. Que le podía decir a mi hermano, que me encontraba a escondidas con Ricardo y que nos besábamos como si fuera el último día de nuestras vidas. Que me gustaba tanto que hasta me deba miedo sentir lo que sentía. Que decía que no dejaba de pensar en mí desde que me vio. Pero que a pesar de todo eso solo éramos amigos.

Solo atiné a decir casi como un robot que era mi amigo. Lo quede mirando y antes de que me reprochara algo, agregue:- Acaso tú no tienes amigas, Cristóbal. Vi la cara de mi hermano, dubitativo totalmente y pensativo. Hizo un gesto como aparentando creerme y me dijo:-Puede ser verdad lo que me dices. Sin embargo no creo que a ningún chico, y hablo como tal, cuando vaya a salir con una chica aunque sea solo su amiga, le agrade que también se aparezca el hermano de ella. Entendí el mensaje de mi hermano. Así que respire hondo y cabizbaja pensé en voz alta:- Ok, comprendo. Bueno creo que tendré que ir a hablar con mi mamá.

Resignada y sin otra solución más que la de intentar convencer a mi madre, estaba saliendo del dormitorio de mi hermano. Pero ni bien había cruzado el umbral de la puerta y Cristóbal hablo desde el borde de su cama:- Alejandra, está bien le diré a mi mamá que iré contigo.

Entre corriendo y casi tumbo a mi hermano al intentar abrazarlo. El haciendo un ademan de como si estuviera sacudiéndose de mí, me advirtió: – No lo hago por ayudarte, es que quiero ir a un festival de tabla que hay en una de las playas del sur. Así que saldremos juntos de acá, pero al llegar al paradero tú te iras con el tal Ricardo y yo con mis amigos. Antes de venir a casa nos encontramos a las cuatro en punto en el puente que esta antes de cruzar para ingresar a la residencial. Solo te advierto dos cosas: La primera que estés a la hora que te digo, si te demoras te vas arrepentir te lo juro. La segunda y la más importante es que espero que sea verdad que Ricardo sea solo tu amigo, si me entero que te han visto por ahí en arrumacos o besuqueándote con él, le rompo la cara de niño bonito y a ti hago que te metan en un claustro. Sonreí enormemente, abracé a mi hermano y prometí que no lo defraudaría. Sin embargo por si acaso sin que me viera cruce los dedos ante mi promesa.

Llegó el sábado. Me levante muy temprano, pese a que no había dormido toda la noche pensando en cada detalle de cómo sería mi paseo con Ricardo y claro recordando cuando lo vi por primera vez en la playa. Decidí tomar un desayuno ligero, no quería que se me hinchara el estómago, quería dar una buena impresión a mi Colombia boy. Fui a mi dormitorio para alistar el bolso que llevaría. Metí una toalla, crema bronceadora, un polo, un short y mi monedero. Revise que mis uñas luzcan uniformemente pintadas. Pensé en vestir mi traje de baño de dos piezas, sin embargo opté por el traje de baño entero, esto por dos razones: La primera era que sentía cierto pudor que Ricardo me viera casi desnuda y la segunda es que no quería dar pie a los besos intensos, se lo había prometido a mi hermano. Y mientras repasaba mi imagen una y otra vez frente al espejo, sonó el timbre de mi casa.

La voz de mi madre me puso en sobre aviso: – Alejandra ya vino tu amigo. Con un nudo en el estómago, me mire por última vez en el espejo y acomode mi cabello. Bajé las escaleras apresurada. Al ver a mi hermano, quien se encontraba sentado en un sillón junto a la puerta principal, traté de disimular mi entusiasmo y disminuí la velocidad de mis pasos. Cristóbal cogió su mochila y con un beso se despidió de mi mamá. Yo hice lo mismo y mientras mi madre besaba mi mejilla, me dijo con un tono fuerte pero melancólico a la vez:

– Cuídate mucho. Yo asentí y al hacerlo supe que más que una orden, era una súplica por parte de ella. La sentía como aquellos sargentos en las películas de guerra que no quieren enviar a sus soldados a la guerra pero saben que es la única opción que les queda. Creo que en el fondo comprendió que estaba creciendo.

Salí de mi casa y parado junto al jardín estaba Ricardo, jugando con sus pies y mirando al suelo, típico de él cuando estaba impaciente. Al verme sonrío y entusiasmado se estaba acercando pero sobre paro al ver a Cristóbal que venía detrás de mí. Guardo cierta distancia con respecto a mí, saludo a Cristóbal con un apretón de manos. Caminamos unos metros en silencio y mi hermano dijo:-Hey Ricardo, no te preocupes que no voy con ustedes. Sé que has invitado solo a mi hermana y sería incomodo que yo estuviera ahí.

Ricardo miro a Cristóbal, hizo un gesto con la cabeza como en señal de agradecimiento y acorto la distancia que guardaba conmigo. Cristóbal se dio cuenta de lo cerca que estaba Ricardo de mí y entonces enfatizo: – Como te digo los voy acompañar al paradero de buses. Luego me reúno con unos amigos. Sin embargo no quiere decir que me de mucha gracia dejarte solo con Alejandra. Es mi hermana y mi deber es cuidarla, pero también veo lo feliz que se pone al estar contigo. Si me voy lo hago por ella. Pero si me entero que has hecho algo indebido con ella o peor si ella sufre por ti. Entonces Ricardo no tengo reparo alguno en matarte.

Me quede observando a mi hermano y a pesar de lo retrogrado que podía ser a veces, pude sentir que realmente me quería. Y mientras afloraba todo mi cariño fraternal, Ricardo sorpresivamente me abrazó y ante los ojos desorbitados de Cristóbal por lo que hacía, dijo muy firme: – Gracias Cristóbal por la confianza.

Y ten por seguro que a Alejandra la respeto por ser una chica genial, es más podría decirse que es única. Y yo también mataría por ella.

Mi mirada atónita, paso de ver el rostro algo incómodo de Cristóbal al rostro perfecto de Ricardo, quien al verme sonrió tan natural que pensé que no era necesario que me dijera para ser su novia, para saber que realmente me sentía parte de él. Supe que lo convencional no era una de sus características y me gusto más de lo que ya me gustaba. Y como nunca estuve convencida que no importase lo que pasara, siempre estaría mi Colombia boy para cuidarme. Por un momento pensé que lo nuestro era un capítulo de alguna novela de amor.

Los amigos de Cristóbal llegaron antes de que él tuviera tiempo a replica alguna. Sin saber qué hacer para no perder su autoridad de hermano mayor, Cristóbal nos recalcó que debíamos estar a las cuatro de la tarde en el puente para regresar juntos, ni un minuto más. Antes de irse cada uno por su lado le di un beso a mi hermano y Ricardo totalmente impredecible como era él, me tomo de la mano. Fue cuando tuve la certeza que nuestros destinos estaban marcados para amarnos.

Nos alejamos ante la mirada inquisidora de Cristóbal, para dirigirnos hacia el paradero de buses que iban hacia el sur. Tomamos un bus cuyo chofer sonreía cada vez que nos miraba, y pensé que seguramente le hacíamos recordar a algún amor de juventud que tuvo. Durante el viaje puso su cabeza sobre mi hombro,

yo lo bese en la frente y entrelace su mano con la mía. Se sentía tan bien estar así que no sentí el tiempo pasar.

Llegamos a la playa, no había mucha gente a pesar de ser fin de semana, seguramente se debía a que era primavera y el sol recién estaba comenzando a aparecer. Sin embargo ese día el astro rey  quemaba intensamente, lo que nos obligó a alquilar una sombrilla a una rolliza señora que cuando escucho hablar a Ricardo le pregunto de donde era, él amablemente le comentó que era colombiano, entonces la señora guiñándome el ojo me dijo a manera de complicidad: – Dale probar nuestra comida y veras como no se va de tu lado hija. Yo simplemente reí del comentario, sin embargo pensé que no estaba de más el consejo. Dejamos nuestras cosas debajo de la sombrilla y fuimos hacia el mar. Este se encontraba “tranquilo” bajo la percepción de Ricardo, quien trataba de convencerme para que vaya más al fondo. Si bien era cierto que yo practicaba natación y disfrutaba mucho del agua, con el mar la cosa era distinta. Podría decirse que mas que temor le tenía respeto. Y es que había escuchado historias en donde hasta a los mejores nadadores se los había tragado por completo. Ricardo se acercó hacia la orilla y estando desprevenida me alzo en sus brazos y sin escuchar reclamo alguno de mi parte, me llevo mar adentro. Yo aterrada me quede prendida de su cuello. Y sin darnos cuenta, estábamos los dos abrazados en medio del mar. Nuestros rostros frente a frente, el vaivén de las olas, los rayos de sol sobre nuestros cuerpos, si hacía unos instantes pensé estar en una novela de amor, con lo que estaba viviendo en ese momento me sentía en una película romántica de esas que te hacen suspirar. Tratando de no romper el encanto del momento, Ricardo me sonrío como si se guardara algo entre manos y me dijo:- Te besaría, pero le prometí a tu hermano que no te faltaría el respeto. Yo empecé a reír a carcajadas y le dije: – Eres un tonto, ya sácame de aquí.

Al salir del mar y luego de que me hiciera perseguirlo de extremo a extremo por toda la orilla y poder recuperar el sujetador de mi cabello, el cual hábilmente había cogido solo para molestarme; nos tumbamos sobre la arena y disfrutar de la suave brisa que empezó a correr. Me senté abrazando mis rodillas, entonces el me dio un beso en la mejilla y me dijo: – Me dieron ganas. Sonreímos y comenzó a jugar con mi cabello. Luego y gracias a las indicaciones de la señora que nos alquiló la sombrilla, fuimos a una pequeña tienda que estaba junto a la única plaza de la localidad. Una ancianita nos atendió, nos invitó a sentarnos en una de las banquitas de madera que tenía junto a su puerta. Yo le pedí que me alquilara su baño para lavarme y sacudirme la arena, mientras Ricardo se decidía que comprar. Cuando salí del baño, encontré a Ricardo con un par de sanguches que la ancianita había preparado y una botella de refresco con dos sorbetes. Lo miré y reí, él se contagió de la risa y entre carcajadas me dijo:- Lo vi el otro día en una serie de televisión, vamos hay que hacerlo. Comenzamos a beber el refresco de una sola botella y cada uno con su sorbete, de rato en rato nuestros labios se rozaban. Al terminar nuestros sanguches, Ricardo miro su reloj y con su mirada entendí que ya teníamos que irnos. El tiempo había pasado volando y ya teníamos que dar el encuentro a Cristóbal.

Llegamos diez minutos antes de lo pactado al puente. Mientras que esperábamos a que mi hermano llegara, Ricardo tomo mis manos y mientras jugaba con ellas me dijo:-Eres lo mejor que me ha pasado. En ese momento tuve unas ganas intensas de lanzarme sobre él y comerlo a besos. Sin embargo tuve que contenerme y  solo sonreír lo más que pude, mientras cada uno tomaba su camino, pues Cristóbal se acercó. Esa tarde y a pesar de que no regrese acompañada de mi Colombia Boy, al  llegar a mi casa lo hice con la firme creencia de que no había nada en este mundo que no pudiera lograr estando con Ricardo.

 

Capítulo VII

Desde ese fin de semana, los sábados se convirtieron en los días de Ricardo y Alejandra. Al principio fue difícil, pero Ricardo vehementemente se fue ganando la confianza de mis padres. Recuerdo el primer sábado, luego de nuestro paseo a la playa, que se acercó a mi casa. Estaba muy nervioso y no paraba de sonreír cuando hablaba con mi mamá.

–Señora ¿como esta?.  ¿Usted cree que Alejandra podría ir al cine?. Creo que me exprese mal, quiero decir si puede ir al cine conmigo.  Terminaba de pedir permiso a mi mamá y la quedaba mirando con sus hechizantes ojos color café, mientras zapateaba levemente en señal de inquietud e impaciencia.

Mientras tanto mi  mamá parecía contemplarlo y es que era difícil no dejar de hacerlo con lo guapo que era, seguramente ella también se había dado cuenta que tenía algo especial. Antes de dar algún veredicto, mi madre le hizo algunas preguntas sobre qué clase de películas veríamos, si solo íbamos a ir al cine o comeríamos también algo, a qué hora regresaríamos. Mientras Ricardo respondía, ella lo iba analizando, de eso estaba segura. Yo espiaba desde el descanso de la escalera mientras rogaba que la respuesta de mi madre fuera afirmativa. Luego de un exhausto interrogatorio, mi madre se dirigió hacia mi cuarto, yo corrí para llegar antes que ella para que no se diera cuenta de que había estado atisbando. Cuando mi madre entró a mi habitación fingí estar leyendo un libro, tenía puesto unos jeans y un polo viejo. Sin embargo ya había seleccionado la blusa que me pondría con anticipación en caso de que mi madre me dijera que si podía ir con Ricardo y había dejado a la mano mi brillo labial y sombras color durazno.

-Alejandra, vino tu amigo Ricardo. Ha pedido salir contigo al cine. ¿Por qué no me comentaste nada al respecto?. Mi madre guardando una imagen de rectitud, esperaba algún comentario mío sobre el asunto en cuestión. La mire y tratando de ser lo más crédula posible le dije:-Mami, Ricardo me invito en la escuela, pero yo le comente que ustedes eran bien estrictos en cuanto a permisos y más aún si salía con un chico. Claro él es solo mi amigo (yo sabía en el fondo que eso es lo que mi mamá quería escuchar) pero yo le dije que igual ustedes no son de darme mucha carta libre  para salidas. Entonces él dijo que vendría para hablar con ustedes. Y así fue como se dieron las cosas, en realidad no pensé que lo haría, pero ya ves hizo lo correcto.

Mi madre me miraba mientras yo le hablaba, cuando finalice se quedó pensando. Tenía duda y es que mi padre no se encontraba en casa (había salido a trabajar por un tema de construcción de una carretera a las afueras de la ciudad, debiendo también sacrificar su sábado para terminar la obra a tiempo) y todo lo referente a mi hermano y yo lo decidían ambos. Entonces llamó a Cristóbal, quien se acercó a regañadientes a mi habitación. Una vez ahí mi madre le pregunto qué impresión le daba Ricardo. Mi hermano se quedó pasmado ante la pregunta. Me miró y entonces dijo:- Es un buen tipo, no te preocupes. Le sonreí a Cristóbal, la verdad no esperaba que dijera algo así. El sin nada más que agregar o hacer se retiró a su dormitorio para seguir escuchando música. –Ok, iras con tu amigo al cine. Pero eso si Alejandra nada de dejarte acariciar ni nada similar, yo sé que es un muchacho guapo pero no te dejes deslumbrar por eso. Abracé a mi madre como dándole a entender que nada de lo que ella temía pasaría, aunque debo admitir que su consejo llego algo tarde, yo ya estaba totalmente encandilada con Ricardo.

Había sábados en los que solo salíamos a conversar al parque o nos quedábamos en mi casa hablando o realizando competencias de juegos de mesa. Siempre le ganaba en monopolio y él trataba de no ofuscarse por eso, entonces le recordaba que si se molestaba conmigo yo no dejaría que me bese durante los recreos. Me miraba y comenzaba a reír. Algunas veces iba a su casa donde tocaba el piano o la armónica tratando de enseñarme, como veía que no daban frutos sus enseñanzas le propuse que el tocara y yo bailaba, a su hermana Camila le encantaba cuando hacíamos eso.

Malena o Cristóbal en algunas ocasiones me acompañaban cuando Ricardo, como parte de lo programado por su escuela de música, presentaba recitales en algún local. Igual era cuando yo tenía que presentar alguna danza, siempre  en primera fila estaba  Ricardo. El tiempo iba transcurriendo y yo sentía que ya no había otra cosa mejor en el mundo que estar con mi Colombia boy.

Todos los años por el aniversario de la escuela programaban un paseo de integración. Nos llevaban a un club campestre a la afueras de la ciudad. Pasábamos todo un día realizando dinámicas y juegos, se competía entre salones. Luego disfrutábamos de las piscinas y paseos a caballo. Eran dos fechas una para todos los alumnos de primaria y otras para todos los alumnos de secundaria. Ese año mí salón representaría al color rojo, el de Ricardo sería el color azul. Subimos a los buses, desde lejos Ricardo me observaba pues al ser de distintas aulas y años viajábamos en buses diferentes. Al llegar al club y antes de que formáramos filas para entrar, Ricardo se acercó para decirme: – Luego de las competencias nos sentamos juntos para almorzar e ir a la piscina. Voltee a verlo y sin medir mis actos, impulsivamente le di un pequeño beso en los labios. Él sonrió y me beso en la frente, se fue corriendo hacia su fila. Contemplándolo cuando se alejaba hacia el grupo de su aula, vi que se tropezó con Melanie, él se disculpó y prosiguió su paso hacia el grupo de chicos donde se puso a bromear con ellos. Sin embargo pude ver la mirada amenazante de Melanie, concluyendo que se había dado cuenta, muy a su pesar, que entre Ricardo y yo había algo más que una simple amistad, no  sé porque pero me preocupo. Iniciaron las competencias, con juegos como encostalados, carreras de tres pies, bombas de agua y algunos más. Algunos demandaban más destrezas que otros. Para la última competencia se formaron grupos mixtos, el juego consistía en que los chicos tendrían que cargar sobre su espalada a una compañera y esta debía encestar una bola del color de su aula en una pequeña net. Para el salón de Ricardo eligieron a dos chicos y a Ricardo debido a su contextura y tamaño, debían ser algo corpulentos para poder cargar a la compañera, y para variar Melanie se ofreció de voluntaria. Fue entonces que supe que su intención era que Ricardo la cargara. Ella no dejaba de mirarme con una sonrisa burlona, era obvio que me estaba desafiando. Trate de ignorarla y me dispuse a alentar a mi equipo junto a Malena. Antes de que iniciara la competencia, miré a Ricardo y él me guiño el ojo, sonreímos. Sonó el silbato y los equipos empezaron la contienda entre gritos y cornetas de aliento. Las chicas de mi aula habían logrado encestar más que las compañeras de Ricardo, dándonos un punto de ventaja. Todo se estaba desarrollando amenamente,  hasta que en el  último tiro, a Ricardo le toco cargar a Melanie. Esta cogió la bola y Ricardo la traslado hacia la línea de donde debía lanzar para encestar. Melanie y la chica de mi aula, lanzaron la bola. Mi compañera no logro encestar, mientras que la bola de Melanie le dio el punto del empate a su aula. Sonó el silbato de finalización del juego y entre la euforia de los compañeros de Ricardo, pude ver como Melanie se bajó de la espalda de Ricardo y antes de que él lograra enderezarse lo tomo por el rostro y con total desfachatez le planto un beso en la boca. Yo totalmente perturbada y  llena de furia, sin dejar que  Malena me contuviera, me acerque hacia donde estaban Melanie y Ricardo. La desvergonzada, sonreía como si nada y ante el reclamo de Ricardo, solo dijo:-Disculpen me deje llevar por la emoción del momento. Pero no hay problema ya que ustedes solo son amigos ¿no?. Se dio media vuelta para unirse al resto de chicos de su aula para celebrar, yo estaba dispuesta a tumbarla de un sopapo pero Malena me detuvo. Entonces descargue mi enojo sobre Ricardo. Él intento explicarlo todo, yo solo le dije:-Podrías haberla empujado o te hubieras retirado. Quiso seguir hablando pero yo no quería escuchar, me di media vuelta y me fui. Ricardo corrió hacia mí, me tomo por el brazo, pero yo estaba herida y no entendía razones. Entonces grité: -¡DEJAME RICARDO, DEJAME SOLA, NO QUIERO OIR NADA DE TI¡ ¡PUDISTE HACER ALGO PERO NO LO HICISTE, ESO ES TODO¡. Cogí su mano y la saque de mi brazo, camine hacia donde estaban los caballos. Varios chicos e incluso algunos maestros voltearon a vernos, a mí no me importo y seguí mi camino. Malena se quedó hablando con Ricardo, tal vez sugiriéndole que esperara a que me calme para que pueda hablar conmigo.

Me senté sobre el césped bajo un pequeño árbol de ponciana, alejada de todos, traté de pensar en cual debía ser mi postura. Por un lado estaba mi parte racional y fría que me decía que Ricardo no tuvo culpa sin embargo pudo haberla apartado, pero por otro lado estaba mi parte emocional que me indicaba que si Ricardo me gustaba tanto no podía dejar que Melanie me lo quitara. Imaginaba todos los escenarios posibles sin medir el tiempo que había pasado. Habrían transcurrido  tal vez unos treinta minutos , cuando vi a lo lejos  que venía corriendo hacia mi Jessica una de mis compañeras y con un paso más sobrio la acompañaba Malena.

– Alejandra, te hemos estado buscando por todos lados. La expresión de Jessica denotaba una felicidad extrema que no entendía. Entonces Malena para disipar mis dudas, explicó: -Nuestro salón y el de Ricardo han empatado. Como sabes el premio solo se lo pueden dar a una sola clase, este año el premio consiste en cinco puntos a favor en el curso en el que estén más bajos para todos los alumnos del aula ganadora, por lo que los maestros sugirieron una prueba más para el desempate. Yo miraba a Malena sin entender a donde quería llegar con tanto preámbulo. Y antes de que siguiera hablando, Jessica lanzó la noticia:- Y la prueba final es una competencia de baile, una pareja por aula. Y todo el mundo sabe que tú bailas mejor que todos en la escuela, así que te hemos elegido para que nos representes. Sonreí sosamente y me excuse, no estaba con ánimos de bailar, además habían otras chicas que también bailaban bien.

Malena miro a Jessica como diciendo “te lo dije”, pero Jessica no se quería dar por vencida, así que tiro su última carta y dijo:- Bueno sería una forma de vengarte de Melanie, ella será quien represente a su salón.

Cuando Jessica mencionó aquello, sentí satisfacción de poder dejar en ridículo a la lagartona de Melanie. Con total resolución dije: -Ok, vamos. Jessica dio unas pequeñas palmaditas y Malena sonrió.

Llegamos donde estaban todos los demás estudiantes y maestros. Era una loza deportiva de cemento con tribunas a ambos lados. Un parlante y un equipo de audio, que sería manejado por uno de los maestros, estaban en una esquina. Me acerqué donde la tutora de mi aula y le dije que participaría. Pude notar que del otro extremo estaba Melanie observándome seguro ya se había dado cuenta que participaría en el baileton. Ricardo estaba sentado en una esquina con sus antebrazos sobre sus muslos, no dejaba de mirarme, lo ignore. En ese momento no tenía ganas de lidiar con él. Lo que si no sabía es quien sería mi pareja de baile. Justo en el momento en que iba a preguntarle a la tutora al respecto, se aparece Elías Campoverde y me dice: -Hasta que te convencieron, si no bailabas tú, yo tampoco participaba. Tenemos que ganar. Pensé que todo eso era una broma, bailaría con Elías. Mire a Malena y se encogió de hombros mientras que Jessica alzaba los dedos pulgares en señal de aprobación, como dando entender que era una chica con suerte. Ya a esas alturas, me podía esperar cualquier cosa. Mire a Elías y le dije: – Ok ganemos entonces.

Salimos al centro de la loza deportiva esperando que Melanie con quien desee bailar con ella nos acompañen, al parecer ningún chico se sentía tan buen bailarín como para afrontar una competencia. En eso vi como Ricardo se paró de donde estaba y se acercó hacia su tutor, Melanie empezó a dar saltos de alegría. Caminó junto a Melanie hacia al centro de la loza y se colocó contiguo a mí. Lo mire exasperada, entonces

él me dijo: – Si tú bailas con Elías, yo bailo con Melanie. Llena de coraje le respondí: – No inviertas los papeles y haz lo que te dé la gana. Yo tengo bien claro las cosas. Y me aleje un poco de él. La música comenzó a sonar.

Ya en la pista de baile pude darme cuenta que tanto Ricardo como Elías tenían muy buen ritmo a diferencia de Melanie. Saque provecho de la ventaja que teníamos y tal como dijera Jessica, me vengue a través de mis movimientos. Cada vez que Elías y yo hacíamos un paso o una pirueta, se escuchaba a la gente aclamándonos. Después de quince minutos de baile, los resultados fueron más que obvios, ganamos. Todos mis compañeros saltaron de alegría. Elías me dio un abrazo como diciendo “lo hicimos”. Sonreí y me dio la impresión de que él quería algo más, tal vez por la euforia o tal vez porque lo impacte con el baile. Pero yo

cogí mí botella de agua bebí un sorbo y le dije:-No confundas las cosas y me retire. Entonces me percaté de que Ricardo estaba a unos pocos metros observando todo, aproveche y  le encaré:- Ves que fácil es marcar la distancia, algo que tú no hiciste. Lo deje pensando en su actitud.

Camine para darle el alcance a Malena y dirigirnos hacia los servicios higiénicos y lavarnos. Cuando salimos del baño, Elías con otro compañero estaban parados frente a la puerta, parecía que estaban esperándonos. Nos dieron el encuentro y comenzaron a hablarnos. Conversamos de los cursos y que gracias a esos cinco puntos extras no reprobaría matemáticas, yo le dije que realmente fue una suerte que la última competencia sea de baile. Ante ese comentario, Elías me confesó que realmente se había quedado sorprendido conmigo. Cambie de tema, no tenía ganas de batallar con halagos que no me interesaban. Todo me parecía tan

satírico, antes hubiera dado cualquier cosa porque Elías me hablara, pero en ese momento mi mente estaba ocupada en otros temas y realmente si me hablaba o no ya no me afectaba. Le dije que me disculpara que tenía que regresar al baño que había olvidado mi botella de agua, pensé que era una suerte que se me haya quedado ahí, así evitaba de que Elías siguiera dando piropos sin razón alguna.

Estaba a punto de ingresar nuevamente al baño, cuando apareció mi adorable tormento, apareció Ricardo. Me tomo por la mano y me jalo hacia él, yo trate de zafarme, pero él no me dejaba. Me llevo hacia una esquina y me acorralo contra una pared y me increpó: – Alejandra porque haces esto. Que quieres que haga para que me perdones. Lo mire atentamente, pero no respondí. El proseguía mientras se aproximaba cada vez más: – Ya te dije que yo no hice nada, fue Melanie quien a propósito me dio ese beso de improvisto. Pero parece que  tú  te niegas a  creerme  y en lugar de escucharme te vas con ese tal Elías. Enrojecida por la rabia que llevaba adentro, revente en llanto y gritos:-¡CALLATE RICARDO, ERES UN IDIOTA! ¡PUEDE SER VERDAD TODO LO QUE DIGAS PERO SIEMPRE ES LO MISMO, NUNCA LE DICES NADA A MELANIE PORQUE ES UNA DAMA Y NO DEBES TRATARLA MAL! ¡Y CLARO YO SI DEBO COMPRENDER ESO! ¡PERO TU NO PUEDES COMPRENDER QUE ELIAS ES SOLO UN COMPAÑERO DE CLASE, QUE YO NO ME VOY CON EL, YO NO SABIA QUE EL SERIA MI PAREJA DE BAILE Y QUE ME HE VENIDO AL BAÑO PARA EVITAR DE QUE ME SIGA HABLANDO¡ ¡MUY A DIFERENCIA TUYA, QUE LUEGO DE QUE MELANIE TE BESARA DESPREVENIDO Y A SABIENDAS DE QUE LO HIZO POR PERJUDICARNOS, SALES A BAILAR CON ELLA¡ ¡YA ESTOY HARTA DE ESO Y LO PEOR ES QUE POR MAS QUE QUIERO NO PUEDO SACARTE DE MI MENTE, ME GUSTAS DEMASIADO COMO PARA DEJARTE IR, ASI TENGA QUE SOPORTAR TODO ESTO!

Luego de que soltara toda esa frustración contenida dentro de mí, llore desconsoladamente, empuje a Ricardo y me aleje hacia una pequeña jardinera llena de geranios, me senté al pie de ella y tape mi cara para que no viera como me hundía en llanto. Ricardo se quedó mirándome de pie, sin saber qué hacer. Luego de unos minutos se acercó hacia mí, se arrodillo delante de mí y me dijo:- Alejandra por favor perdóname, te juro por mi vida que no voy a dejar que nadie se interponga entre nosotros. Me abrazo y me recostó sobre su pecho, mientras que con sus manos iba secando mis mejillas. Tomo mi mano y me ayudo a ponerme de pie. Siguió limpiando mi rostro, me dijo:- Vamos.

Me llevo de la mano hacia al fondo del local, dijo que mientras yo había estado observando los caballos, él había estado recorriendo el local y encontró que uno de los muros colindaba con una poza que había sido formada por el rio que pasaba por detrás del muro. Trepamos y saltamos hacia el otro lado y efectivamente era verdad lo que dijo. Ahí estaba como si fuera una piscina natural una pequeña poza. Ricardo se sacó el polo y se quedó con las bermudas que traía puesto, yo no me había puesto traje de baño, estaba con el short y polo de la escuela, así que me saque las medias y las zapatillas y antes que de lo pensara más, Ricardo me jalo hacia él y nos lanzamos a la poza.

Comenzamos a salpicarnos agua, hasta no poder respirar. En un descuido Ricardo se hundió bajo el agua para aparecer por detrás de mí, me cogió por la cintura y me lanzo al agua. Acto seguido lo cogí por la cabeza y lo hundí. Comenzamos a reír y en medio de las carcajadas me tomo de improvisto nuevamente por la cintura. Dejo de reír y mientras me retiraba el cabello húmedo de los labios y antes de que pudiera  preguntarle qué es lo que pasaba por su mente, se aproximó y me robo un beso, luego otro, hasta que perdí la cuenta. Lo empuje suavemente y le dije: -Tenemos que volver.

Salimos de la poza, mientras lo hacíamos él cogió mi mano tratando de disuadirme para que me quedara un rato más con él. Lo consideré y acepté quedarme siempre y cuando respetara mis condiciones. Cogiéndose la cabeza a manera de pensar cuales serían estas y sonriendo me dijo:- Epa, a ver que tienes planeado.

Le propuse que nos quedaríamos sentados en una piedra que estaba al borde de la poza y donde repercutía todo el sol, así secarían nuestras ropas, además nada de besos hasta que lo haya terminado de perdonar totalmente, y por último y no por eso menos importante debía acompañarme al concierto de Steve K, un cantante de rap norteamericano. Pude ver su gesto de sorpresa y sin saber que decir o hacer, luego de unos minutos se pronunció y dijo: – Vamos hacia la roca. Nos sentamos nuestras espaldas estaban juntas. Cerré los ojos para sentir caer el sol sobre mi rostro y mientras pensaba en como hace unas horas no quería ni ver a Ricardo y en ese instante estaba sentada junto a él en silencio disfrutando de la naturaleza, pude afirmar  que realmente esa frase de que el amor te vuelve loca me caía a pelo. Absorta en mis pensamientos, fui interrumpida por la duda de Ricardo:

-Alejandra puedo saber ¿porque no estoy perdonado?. Ah y otra cosa realmente ¿te gusta Steve K?. Reí para mí misma y tratando de guardar total seriedad le respondí:

– Ricardo, no estoy pidiendo que me invites al concierto de Steve K, sino que me acompañes. Malena no puede porque ese día es el cumpleaños de su abuela. Cristóbal irá pero con sus amigos, podría acoplarme a ellos pero sé que no la pasaría tan bien como estando contigo. Tengo pases dobles para el concierto, mi padre nos regaló a mí y a Cristóbal. Respecto al perdón, esta vez me enoje demasiado y siento que debo ser compensada por el mal rato. Quería reír pero me contuve, me encantaba llevarlo al borde del desquicio. En eso Ricardo me cogió por los hombros y me dio la vuelta hacia él y con una persuasión única me replico:- No se trata de que te invite o no, tú sabes que yo no tengo reparo alguno en invitarte o acompañarte a donde tú quieras, solo que no pensé que te gustara el rap. Si se trata de enojos yo también me enoje y tan igual o más que tú porque para variar tu nunca das tu brazo a torcer y no cedes. Así que también debo ser compensado. Ahora levántate y vamos que ya se secaron nuestras ropas.

Capítulo VIII

Me ayudo a trepar el muro, miramos a todos lados para verificar que nadie este por ahí merodeando y nos descubrieran. Caminamos hacia donde estaba el resto de chicos jugando vóleibol y futbol, fingiendo que siempre habíamos estado ahí. Vi la cara de Malena llena de interrogantes, pero no preguntó nada al respecto, tal vez no quería importunar. Me senté al lado de ella, Ricardo hizo lo mismo. Quedamos separados por Malena. Un chico del aula de Ricardo, lo invito a jugar con la pelota. Antes de salir corriendo donde el muchacho, Ricardo, alzando un poco la voz para que escuchara, le dijo a Malena: – Dile a tu amiga que la voy acompañar al concierto y que cuando regresemos al colegio me espera para ir juntos de regreso a casa.

Se fue y Malena me dijo:-Ya lo oíste.

Mientras nos dirigíamos al comedor, Ricardo se acercó para acompañarnos. Ante la sorpresa de todos apareció Melanie y se colocó delante de nosotros y con esa voz empalagosa que la caracterizaba, tomando la mano de Ricardo, dijo:- Ricky, te estuve buscando. ¿Dónde te metiste?. Me puse hacia un lado para proseguir con mi camino y no tener que enfrentar nuevamente otro disgusto. Entonces Ricardo me cogió del antebrazo y le dijo a Melanie:-Fui a dar unas vueltas con Alejandra. Y ahora me voy a almorzar con ella. Su decisión fue firme como una roca y entrelazo su mano con la mía y me llevo directo a una mesa redonda que estaba en una esquina del comedor donde ya se habían sentado algunos chicos. Pude la ver cara de boba que puso Melanie y no sabía si reírme o sentir algo de lastima por ella.

Al regresar a la escuela, decidimos no hacerlo en los buses en los que llegamos al centro de esparcimiento. A escabullidas nos subimos en el bus que transportaba a los alumnos de segundo año. Sentados al final de bus, sobre el suelo del vehículo, juntamos nuestras cabezas y nos dormimos durante el viaje de regreso, compartiendo nuestros sueños e ilusiones.

En la escuela parecía que el maestro de normas educativas se olvidó de la restricción de hablarle a Ricardo, dada meses atrás. Y aunque ya no teníamos que ocultarnos para hablar o pasear por el patio del colegio, preferíamos juntarnos en nuestro escondite. Así cada descanso ya era costumbre vernos detrás de la biblioteca. Nos gustaba estar a solas, en un mundo que solo era nuestro, donde soñábamos situaciones tan inverosímiles como el convertirnos en estrellas de rock o realizar rituales para alcanzar fortuna y fama, estábamos locos. Y entre risas y besos, sentíamos que todo lo que imaginábamos podía ser real si estábamos juntos.

Un día mientras caminábamos hacia nuestras casas luego de la escuela, yo hablaba sobre la posibilidad de hacer contacto con extraterrestres, había visto un reportaje en la televisión, Ricardo siempre decía que si había algo raro que le gustaría hacer era comunicarse con seres de otros planetas, es más en alguna ocasión menciono que la playa es uno de los lugares óptimos para este tipo de encuentros. Hablaba y hablaba, cuando caí en la cuenta de que Ricardo estaba muy callado, podría decirse que estaba tan distante que era como si le estuviera hablando al viento. Entonces calle, sobre paré mi andar y lo mire esperando que se pronunciara al respecto. Evadió mi mirada, estaba taciturno. Se sentó al borde de la acera y dándome la espalda, mientras miraba al horizonte me dijo: – Alejandra, ya estamos a un mes de que termine el año. Entonces comprendí todo, lo recordé todo. Me lo dijo cuándo nos conocimos. Comencé a llorar, me deje caer de rodillas sobre el suelo. Ricardo se acercó me levanto, me tomo por las manos y me dijo:-Recuerdas que te dije que el contrato de trabajo de mi papá en este país era solo por un año, bueno así es. No ha habido prorroga. Solté la mano de Ricardo y entre sollozos le pedía que se callara no quería escucharlo, me negaba a aceptar lo que me decía. Él volvió a tomar mis manos, mientras trataba de explicarme: – Nos iremos luego de la fiesta de graduación para pasar navidad con mis abuelos. Sabía que era cierto lo que me decía , siempre lo supe, me lo dijo en la playa la primera vez que nos vimos. Sin embargo yo no quería que se vaya. Entonces me abrazó, me abrazó tan fuerte que podía sentir que quería detener el tiempo y quedarnos así para siempre.

Las semanas siguientes fueron melancólicas, embargados por una aflicción, pasábamos los momentos sin hablar solo tomados de la mano, escuchando alguna canción o simplemente sentados uno al lado del otro tratando de grabar en nuestra mente cada detalle vivido para no olvidarnos. En algunas ocasiones jugaba con su cabello, mientras evitaba no pensar en aquel dolor que habitaba mi alma. Una tarde sentados en el jardín de mi casa y mientras mirábamos el sol ocultarse, Ricardo me pregunto si quería acompañarlo a la fiesta de graduación. Me comento que no tenía muchos ánimos de ir, pero ya había pagado la cuota y si yo aceptaba ir, él entonces iría, caso contrario podíamos ir al cine o a pasear donde yo quisiera. Voltee a verlo, era tan lindo, lo quería y me gustaba tanto que me parecía injusto que nos separemos. Bese muy despacio su su rostro y le respondí: – Te acompañare a donde quieras ir. Si por mi fuese te acompañaba hasta Colombia. Me abrazo y mientras lo hacía sentía sus suspiros sobre mi nuca, volví a pensar que la vida era realmente injusta. Luego como cada vez que se sentía feliz con lo que yo decía me dio un beso en la frente. Entonces prometimos que las semanas que nos quedaban para estar juntos serían las mejores de nuestra adolescenciaHicimos una lista de cosas que haríamos para recordarnos siempre. Era sensacional cada semana teníamos un reto que cumplir, esperábamos con ansias el día esperado para llevar a cabo nuestra tarea o locura como decía Ricardo. La primera cosa que hicimos fue la de subir a uno de esos buses verdes que te llevaban por toda una avenida principal hasta una de las playas que estaba cerca de la ciudad. Una vez arriba Ricardo tomando de mi mano se paró en el centro del pasadizo y empezó a contar una historia referente a que vivíamos un amor prohibido debido a que pertenecíamos a distintas religiones, hacia unas semanas escapamos de nuestras casas para poder vivir juntos y para poder subsistir nos ganábamos la vida con nuestro arte. Termino todo su preámbulo y se puso a tocar un blues con su armónica mientras yo bailaba, luego pasamos una bolsita por todos los asientos de los pasajeros recolectando dinero con la frase “ayúdennos a luchar por nuestro amor”. Nos bajamos en la playa, nos tumbamos sobre la arena y empezamos a recordar la cara de cada una de las personas que nos vio, hubo chicas que hasta lloraron de la emoción con nuestro tórrido romance y algunas señoras que nos aconsejaban que estábamos muy jóvenes para convivir. Mientras reíamos de nuestra aventura, contamos el dinero ganado, separamos unas monedas para comprar unos refrescos y regresar a casa, el resto se lo dimos a una señora que vendía caramelos y llevaba a su pequeño cargado sobre su espalda. La semana siguiente salimos al parque donde estaban los hippies y decidimos ayudarlos a vender, haciéndonos pasar por videntes les decíamos a los transeúntes que si comprobaban algunos de los productos de nuestros hermanos, señalábamos a los hippies sentados en el suelo con sus mantas, tendrían gratis una lectura del tarot. La gente se iba contenta pues solo le deparábamos buenos augurios para su futuro. Entonces sentados en una de las banquetas de la plazuela decidimos realizar nuestra última locura juntos. Nos tatuamos nuestras iniciales. En mi pantorrilla derecha me coloque una pequeña R, él en su omoplato izquierdo se colocó una A. Así, si era verdad que estábamos destinados a estar el uno con el otro, cuando nos crucemos nuevamente nos reconoceríamos por nuestras iniciales. Una semana antes de la fiesta de graduación le di un regalo de navidad, Ricardo hizo lo mismo conmigo, pero prometimos no abrirlo hasta la noche buena, así sabríamos que cuando recibamos las buenas nuevas por navidad, él estaría pensando en mí y yo en él. Prometimos también no escribirnos, no forzaríamos las

cosas, la distancia podría ser traicionera. Además en aquella época no existía tanta tecnología, y el tener un papel con cosas escritas podría causarnos más daño que el hecho de estar separados.

Llegó el día de la fiesta, mi mamá me había llevado al salón de belleza donde me cepillaron el cabello, pintaron mis uñas y  maquillaron. Vestía un traje perla con un corsé de pedrería y una falda alta tipo tutu. Tacones dorados y un pequeño bolso que hacia juego con los zapatos. Cristóbal, mi hermano, al verme con total conmoción me dijo: -Hermanita, nunca pensé que te diría esto, pero de verdad que esta noche estas mejor que cualquier estrella en el cielo. Sonreí y lo abracé. Estaba contenta de poder pasar con Ricardo un momento tan especial como la fiesta de graduación, pero a la vez me sentía acongojada pues sabía que

una vez que finalizara la celebración, él partiría y tal vez para siempre. Su vuelo estaba programado para el día siguiente a las seis de la mañana.

Eran las nueve de la noche estaba en mi dormitorio observando el tatuaje que me había hecho y que por cierto hasta ese momento nadie había notado. En eso sonó el timbre de mi casa, mi corazón se aceleró. Escuche abrir la puerta y a mi madre saludando a Ricardo e invitándolo a que pasara a la sala, que me esperara mientras me iba a buscar en la segunda planta. Antes de que mi madre fuera a darme el encuentro, oí a mi padre dándole ciertas indicaciones a Ricardo, todas referentes a que no nos dejáramos llevar por nuestros impulsos adolescentes y que no se sobrepasara conmigo. Escuche los pasos de mi madre subiendo las escaleras, entre rápidamente a mi cuarto. Suavemente mi madre toco la puerta de mi habitación,

salí a su encuentro. Ella muy tierna me acomodo el cabello y me dijo:-Baja hija, te está esperando. Comencé a bajar las escaleras y parado al pie de ellas estaba Ricardo elegantísimo con su traje color negro que lo hacía ver como un modelo de revista. En ese momento me sentía como la princesa de los cuentos de hadas, con su príncipe totalmente embelesado de verla vestida pomposamente. Cada escalón que bajaba Ricardo me seguía con la mirada, al finalizar me puse a su lado y me sonrío mientras me colocaba una pequeña orquídea en mi mano. Mi madre quiso tomarnos una foto, pero ambos nos negamos, habíamos dicho nada de fotos, con nuestros recuerdos nos bastaba. Ante la mirada celosa de mi padre, Ricardo dijo: -Con permiso señores, ya nos vamos a la fiesta de graduación. Le di un beso a mi padre como despedida y otro a mi madre. Antes de salir de  casa, mi padre le recalco a Ricardo lo que habían conversado y que a más tardar tenía que estar a las 2:30 de la mañana en mi casa. Ricardo asintió con la cabeza.

Nos fuimos en un auto moderno color plomo y con lunas obscuras, lo manejaba un señor vestido de saco y corbata. Ricardo me contó que el auto con servicio de chofer lo había solicitado su padre a la empresa y ese mismo carro los trasladaría al día siguiente por la mañana al aeropuerto.

Llegamos al lugar donde se había organizado la fiesta. Era el salón vip de unos de los hoteles más prestigiosos de la ciudad. El salón tenía balcones que daban vista a la playa y a las luces de la ciudad. Las mesas iban vestidas con manteles bordados y unos adornos de flores en el centro. La pista de baile era inmensa y se iluminaba al compás de la música. Para llegar hacia el centro de la fiesta debías bajar unas escaleras de mármol cubierta con una alfombra roja. Ricardo tomo mi mano, me miró fijamente y dijo: -Bien aquí vamos. Si antes me había sentido como en un cuento de hadas, en ese instante podía jurar que era la mismísima

Cenicienta, con la única diferencia que yo no tendría un felices por siempre, mi cuento se acabaría a las 2:30 de la mañana cuando Ricardo me dejara en mi casa, pues desde ese momento solo lo vería a través de mis recuerdos.

Lentamente comenzamos a bajar las escaleras, mientras todos nos miraban. En una esquina estaba Melanie entubada en un vestido negro, al vernos se dio la vuelta de inmediato. Nos sentamos juntos a algunos de los chicos que formaron parte del equipo de futbol, comenzamos a conversar amenamente. Realmente la estaba pasando fantástico, Ricardo no soltaba mi mano y de rato en rato me hablaba al oído o me daba besos en la mejilla. Uno de los muchachos saco de debajo de la mesa una botella de alcohol, creo que era vino. Me sirvió media copa para que bebiera, pero Ricardo se opuso argumentando que no necesitábamos del alcohol para pasarla bien. Sin embargo pude ver que él si bebió un par de copas, tal vez lo hizo por compromiso y no quedar mal con el grupo, cuando eres adolescente la presión social es más fuerte que tus principios. Las luces principales quedaron tenues y un sinfín de luces sicodélicas intermitentes y multicolores adornaron la pista de baile. Comenzó la fiesta, la música se hizo más fuerte, y con toda la adrenalina que se respiraba en el ambiente salimos a bailar. Al cabo de unas horas Ricardo estaba sin saco y sin corbata, con las mangas remangadas y la camisa totalmente empapada de sudor de tanto bailar. Yo ya no resistía los tacones, así que había optado por bailar sin ellos. Ricardo me tomo por la cintura y al compás de un reaggue jamaiquino comenzamos a movernos. Sentí que la temperatura subía más de lo normal. Ricardo me miró fijamente y me dijo: -Vámonos. Sin pensarlo dos veces cogí mis zapatos, él su saco y corbata y salimos lo más de prisa que pudimos del hotel. Al subir al auto, tumbados sobre el asiento trasero, empezamos a reír como siempre de la nada, rodeo mi espalda con sus brazos, me recosté sobre su pecho y él le pidió al chofer que nos llevara al malecón. Llegamos y desde ahí el mar se veía inmenso y oscuro, la luna con su luz parecía formar un pequeño sendero en el centro. Nos quedamos mirando aquella escena, Ricardo respiro hondo jalo de mi mano y me pidió bajar con él hacia la playa. Me quede parada al borde de  la escalera de piedra, entonces me alzo en sus brazos y dijo: -Olvide que una princesa no debe ensuciarse los pies. Solo atine a sonreír. Ya en la arena caminamos hacia la orilla del mar, nos sentamos mientras la espuma mojaba nuestros pies, nuevamente nos quedamos divisando al mar. Ricardo con su mirada fija en el ir y venir de las olas, me dijo:-No quiero irme. Acto seguido agacho su cabeza colocándola entre sus piernas, tal vez para ahogar su pena, tal vez para ahogar su llanto. En ese momento y sin pensar en otra cosa que tan solo quedarme con él, me coloque frente a él y comencé a besarlo. Primero en las manos, luego en la frente, pase por su rostro y su cuello para finalmente parar en sus labios. Instintivamente me jalo hacia él y sin dejar de regalarnos besos, caímos sobre la arena. Él quedo sobre mi cuerpo, la respiración se nos entrecortaba. Había una sensación extraña en mí pero reconfortante a la vez. Empecé a sentir demasiado calor y creo que él también pues pude ver como algunas gotas de sudor aparecieron sobre su frente, yo cuidadosamente las secaba con las yemas de mis dedos. En un instante y sin darme cuenta sentí que sus manos se posaron debajo de mi falda, recorriendo una y otra vez mis piernas y mis muslos, sentí la necesidad de arrancarle la camisa y surcar por su pecho con mis dedos. Y mientras me besaba entre jadeos me pedía que no lo olvide, entonces sin saber porque empezaron a caer lagrimas sobre mi rostro a la vez que le repetía una y otra vez que como podría olvidarlo, eso era imposible. Aún encima de mí Ricardo dejo de besarme, me contemplo y despacito me dijo:-Debemos parar. Me ayudo a reincorporarme, me abrazo y con su antebrazo iba secando mis lágrimas. Cuando estaba más calmada me recosté sobre su hombro, el cogió mi mano y la beso, luego me pidió disculpas. Vire hacia él, quede examinándolo, entonces le comente:-No tengo nada que disculparte, pero tenías razón, lo mejor fue parar. Incrédulo me observo, una sonrisa se dibujó en mi rostro y le explique que no era que no haya querido estar con él sino que éramos dos chiquillos, yo tenía quince y el diecisiete. Además, algo avergonzada le confesé que antes de él ni siquiera había besado a un chico. Ricardo bajo su mirada riendo y haciendo juegos en la arena con su mano, me susurro: – Lo más lejos que he llegado con una chica ha sido esta noche. Nuestras risas resonaron en medio de la nada, nos encaminamos hacia el coche, hizo un alto antes de subir al auto y entonces tímidamente me pregunto:-¿Y te hubiera incomodado?. Sin dejar de contemplar sus ojos  y con total determinación,

le respondí:-  Si hubiese perdido mi virginidad contigo no tendría por qué lamentarlo, a tu lado no existen los errores. Creo que no se esperó esa respuesta de mi parte. Entonces sonrió y comento: – Al final nos quedamos como la luna y el mar, cercanos pero sin tenernos. Reímos nuevamente.

Capítulo IX

Subimos al auto, miramos su reloj eran ya las dos de la mañana, debíamos ir a mi casa. Sacudió mi cabello y limpio mi rostro, mientras lo hacía no dejaba de verme a los ojos. Nos marchamos, durante el camino de regreso no dijimos nada solo entrelazamos nuestras manos apretujándolas una contra otra.

Al llegar a mi casa y antes de que saliera del auto, Ricardo me cogió del antebrazo y me dijo: – Nos volveremos a ver te lo prometo. Trague saliva y fingí una sonrisa. Mi madre estaba esperando parada junto a la

puerta. Ricardo bajo del auto y me abrió la puerta para que saliera. Lentamente salí del auto quería que los minutos se alargaran, quede parada junto a él, me dio un beso en la frente y me dijo:- Gracias por darme la mejor noche de mi vida. Hasta que nos volvamos a ver Alejandra. Lo abracé y antes de que comenzara a llorar, corrí y entre a mi casa sin siquiera voltear a verlo. Esa noche a puertas cerradas, tendida sobre mi cama y aferrada a la orquídea que me regalo, llore hasta perder todas mis fuerzas y quedarme dormida.

A los dos días de que Ricardo partiera de mi vida, caí enferma. No soportaba alimento alguno, devolviendo todo lo que comía. El deshidratarme por tanto vómito y las altas temperaturas que mi cuerpo presentaba hasta llevándome a delirar, provocó  que me internaran por un periodo de tres semanas, mientras me hacían las pruebas pertinentes para detectar que es lo que me aquejaba. Atada a la vida por una vía que llevaba

suero a través de mis venas, sabía en el fondo que lo que tenía ningún doctor podría curarlo. Mi alma era la que estaba enferma, estaba destrozada, podía sentir como se había fracturado en milésimas de partes y no había remedio para eso. Los fuertes dolores de cabeza que tenía no eran porque me atacara alguna bacteria o virus, se debían a tanto que pensaba en Ricardo. Si así era, pensaba tanto en él que me dolían los recuerdos retumbando en mi cerebro. Entonces me desmoronaba, y caía nuevamente en ese sueño del cual no quería despertar.

La noche buena la pase internada. Mi mamá llego con unos globos y regalos, decoro la habitación de la clínica, se le veía demacrada pero simulaba estar feliz. Minutos antes de las doce llegaron mi papá y mi hermano para recibir las doce. Cristóbal me alcanzo una tarjeta que me enviaba Malena. Sonaron las doce

campanadas de la capilla de la clínica anunciando que llego la navidad. En ese momento imagine a Ricardo abriendo el regalo que le di, un pequeño cuadro con la foto de la playa donde nos conocimos. Entre abrazos mi madre me alcanzo el regalo que Ricardo dejo para mí, al abrirlo empecé a sonreír y trate de contener las lágrimas era una pulsera de la suerte echa a mano, muy al estilo de los hippies de la plazuela, llevaba un dije de un elefante, una herradura y un corazón. Mire hacia la ventana y susurre para mis adentros:-Feliz navidad Colombia Boy.

Para el año nuevo me dieron de alta, los médicos determinaron que había tenido algo viral. Mi madre sabía a ciencia cierta que en realidad lo que tenía mal era el corazón y no un mal perceptible si no un mal de amor. Estaba algo débil y había perdido unos siete kilos aproximadamente. Sin embargo solicite a mis padres

retomar mis clases de baile. Si había algo que me haría olvidar seria bailar, tenía que desfogar toda esa amargura que llevaba dentro, porque si no me volvería loca, y la única forma de hacerlo era bailando. Al principio dudaron un poco en mi capricho, pero aceptaron mi proposición siempre y cuando yo acepte sus condiciones entre las cuales estaba el que ponga de mi parte para mi recuperación. Me encerré en mi misma y en el baile, mi único contacto con el mundo exterior era Malena, quien de vez en cuando me visitaba según ella para conversar, cuando realmente solo era un soliloquio por parte de ella.

Transcurrió el tiempo y se inició el nuevo año escolar. El último año, el año en que me graduaría para luego estudiar y convertirme en profesional. Entonces vi en los estudios otra opción para mantener mi mente ocupada y arrancar de mi memoria la imagen de Ricardo. Me la pasaba estudiando o bailando, no quería ni dormir pues tenía miedo de soñar, de soñar con Ricardo. Malena se fue alejando poco a poco de mí, era lógico a nadie le gustaba andar con una chica ojerosa, flacucha, que no sonreía ni hablaba y si lo hacía era solo para discutir teoremas matemáticos o pasos de baile. De más está decir que el último año escolar, académicamente fue mi mejor año, pero socialmente caí en lo más profundo de la escala social escolar. Por consecuencia al baile de graduación no asistí, creo que a nadie realmente le importo y a mí tampoco. Al graduarme de la escuela lo hice con honores, mis padres estaban contentos para ellos una hija que no iba a fiestas, practicaba un hobbie y era la numero uno académicamente era perfecto y no se preocuparon por preguntar si algo andaba mal en mí. Mi puntaje escolar permitió que ingresara directamente a la universidad o instituto superior que yo quisiera para seguir una carrera profesional. Hubiera optado por ser una versada bailarina, sin embargo las suplicas de mi madre y las amenazas de mi padre presionaron para que siga manteniendo el baile como una afición y me dedicara cinco años de mi vida a estudiar la carrera de marketing social. Mi meta era trabajar en proyectos financiados por organizaciones no gubernamentales y ayudar a los pobladores de las zonas más vulnerables de mi país. Dedicada al cien por ciento a mi carrera y a mi pasión por el baile, no dejaba tiempo para iniciar alguna relación, siendo calificada como una muchacha hosca por algunos de mis compañeros de estudio. Realmente no me importaba lo que comentaran, era mi vida y yo decidía como llevarla. Algunas veces salía con el grupo de estudio de turno del ciclo que estuviera cursando. Aprendí a beber y sí que lo hacía, una que otra vez bebí de tal manera que mi mente quedo totalmente nublada. Al día siguiente por las llamadas de algunos chicos caía en la cuenta que entre

la borrachera y el recuerdo dormido de Ricardo, había imaginado estar con él, propinándole a mis acompañantes más que besos, teniendo todas mis aventuras el mismo final: Yo sola sentada al borde de una cama mirando la inicial en mi pantorrilla.

Para evitar esos bochornosos incidentes decidí dejar de salir y para eso debía mantenerme más ocupada de lo que ya estaba. Inicie mis prácticas profesionales por las mañanas, en las tardes estudiaba y en las noches me dedicaba a bailar. Aprendí nuevos géneros como baile de salón, jazz, bachata y baile urbano. Solo así terminaba rendida llegando cansada a casa, sin tiempo para salidas y bebidas, sin tiempo para recordar lo vivido con Ricardo, solo me quedaba el consuelo de poder dormir y tal vez soñar con él.

Finalizada mi carrera pase de ser una practicante a una analista junior en el proyecto que estaba trabajando. Siendo más formal mi posición dentro de la organización para la que trabajaba, y habiendo pasado seis meses de labor intensa visitando zonas marginales de la ciudad y provincias; mi jefa me invito para que la acompañara como parte de la comitiva que iría a Miami a entrevistarse con asociaciones que puedan financiar nuestra propuesta de programas educativos para impulsar el cuidado del medio ambiente a través del manejo de recursos naturales, generando ingresos en las zonas rurales marginales de nuestra localidad. El que me invitaran a ir, realmente era un honor pues eso me decía que mi trabajo era bueno. Lo único que me hacía dudar entre aceptar la propuesta o no era la vestimenta. Y es que como mi trabajo básicamente era una labor de campo, en mi guardarropa solo existían pantalones jeans de diferentes modelos y colores, y blusas al estilo hippie, lo cual me hacía pensar a veces que llevaba el mismo look desde que era adolescente, y eso me asustaba. Creo que por ahí tenía un solo vestido con tirantes que si lo combinaba con tacones podría lucir presentable. Pero no iba a vestir durante un mes con un mismo traje, presentándome ante importantes financistas. Todo entra por los ojos me había dicho mi madre alguna vez y cuando me lo dijo, recordé lo impactada que quede la primera vez que vi a Ricardo.

Entre las dudas, decidí seguir el consejo de mis padres respecto a la gran oportunidad profesional que se me estaba presentando.  Aún recuerdo a mi padre diciéndome que un curriculum pesa más si coloco algún estudio o experiencia laboral en el extranjero, a la vez que seguía la voz de mi razón que tal vez lo más adecuado para cambiar de vida era cambiar de aires. Así que decidí ir a Miami. Luego de mi determinante decisión sentí que todo cambio tiene un inicio y el mío se daría con hacer algo totalmente inusual en mi rutina cotidiana y esto fue el ir de compras.  Si ir a comprar ropa o como decían algunas chicas de la oficina “ir de shopping” era totalmente nuevo en mi quehacer diario. Compré un conjunto de falda y saco de media estación, recordé que un galán ocasional menciono, mientras bebíamos, que en falda se me debería ver sexy, pues había observado que mis piernas era firmes. Yo sabía que lo eran, era el beneficio de la práctica de baile. Y siguiendo el consejo de otro admirador de turno, que en entre copas de gin y coca cola había alabado mi figura contorneada, adquirí un par de vestidos ceñidos a mi cuerpo. Y así  mientras compraba los atuendos, caí en la cuenta que en el afán de borrar los recuerdos de mi amor adolescente, había tenido sin mucho aspaviento por lo menos unos tres eventuales compañeros cariñosos. Sin pensar mucho en lo vivido, compre un par de zapatos altos para el trabajo y unos shorts de jeans con sandalias y bividis con diseños de mariposas para salir a pasear por las calles de Miami. Con guardarropa nuevo y con las ganas de empezar un nuevo capítulo en mi vida, enrumbe hacia Norteamérica.

Al viaje también fue además de mi jefa, una chica que trabajaba con nosotros de nombre Ana. La cual se sentó al lado de la ventana del avión y se le veía más que entusiasmada por el viaje. Yo solo quería dormir un poco pues mis padres habían estado ayudándome con mis maletas y papeleos hasta casi el amanecer y camino al aeropuerto me mantuvieron despierta escuchando los miles de consejos que me daban. Pensé que en el avión lograría mi cometido y descansaría por unos minutos, pero Ana se la paso contándome sobre su familia que era modesta y que a duras penas habían podido pagarle la carrera universitaria y que

gracias a una vecina había entrado a trabajar al área donde actualmente laboraba y que era su primera vez que viajaba que nunca antes había viajado ni siquiera en bus.

– Alejandra y te imaginas los chicos guapos con los que nos vamos a encontrar en Miami, dicen que hay cubanos inmigrantes que residen allá y que son súper coquetos. Ante ese comentario, mire apáticamente a Ana, sin responder nada al respecto. Estaba decidida a cambiar mi vida y lo que menos quería era problemas y si algo había aprendido era que el amor y los hombres traían más de una complicación. Creo que mi actitud incomodó a Ana, pues dejo de hablarme y se puso a leer una revista que nos entregaron al subir al avión.

Llegamos sin novedad alguna, al bajar del avión y ver toda la modernidad que nos rodeaba Ana y yo coincidimos en pensar que realmente era una incidencia estar ahí. Caminando por detrás de Rosalía nuestra jefa, nos dirigimos hacia una sala de espera en donde estaba un hombre de mediana edad  que se entrevistó con Rosalía, era el chofer de la movilidad del hotel. El hotel donde nos hospedaríamos era pequeño pero moderno, nuestras habitaciones estaban contiguas. Rosalía nos dio diez minutos para que nos acomodáramos y luego salir al comedor para merendar, aprovechando a la vez para coordinar nuestro trabajo. Lo primero que hice al instalarme fue darme una ducha y cambiar mis pantalones de mezclilla por una falda estilo gitana que tenía y una blusa corta, el calor era intenso. Al bajar al comedor ya estaban Ana y Rosalía esperándome. Solicitamos unas carnes asadas y limonada, al poco rato de empezar a comer, Rosalía comenzó a explicarnos como sería nuestro trabajo desde el día siguiente. Nos dio a cada una de nosotras una relación de funciones y cuadros estadísticos que teníamos que preparar para nuestras reuniones. Había agendado unas tres juntas por día en donde tendríamos que exponer por qué nuestro proyecto era beneficioso para la población, cómo el nombre de quien decida ayudarnos resaltaría en el mundo empresarial como una organización responsable, comprometida con el desarrollo de países tercermundistas, y esto le abriría las puertas para inversiones privadas en nuestro país. Si bien era cierto que oficialmente trabajaríamos desde la mañana siguiente, ni bien terminamos de almorzar, Ana y yo nos encerramos cada una en nuestra habitación para recaudar, a través de la computadora portátil que nos había proporcionado la empresa,  toda la información necesaria, cruzarla con los reportes del trabajo que ya habíamos realizado en campo y para finalizar traducirla al inglés, pues los inversionistas eran en su mayoría de origen no hispano.

Capitulo X

La primera semana fue de trabajo intenso, de reunión en reunión no teníamos tiempo ni de comer, cayendo en la cuenta que había perdido peso, pues la ropa que compre antes del viaje me quedaba más holgada que la primera vez que me la probé. Finalmente la buena nueva nos vino al término de nuestra agobiante junta con la Asociación Pro Inversión de Noruega. Siendo uno de los más fuertes inversionistas decidió apostar por nosotros según ellos por el ímpetu e innovación que le habíamos puesto a nuestro trabajo. Cansadas pero contentas al llegar al hotel donde nos hospedábamos Ana y yo nos despanzurramos sobre los sofás de la sala de estar, particularmente no aguantaba ni un minuto más las tiras de los tacones que me había puesto. Rosalía más pausada y sin tanto estrés reflejado en su rostro se sentó frente nuestro y nos dijo: – Ok chicas las felicito por lo logrado. Ahora bien la empresa nos ha pagado la estadía por un mes. Nosotras a punta de dedicación y esfuerzo logramos nuestro objetivo antes de lo previsto, creo que las semanas que quedan deberían ser de relax, nos lo merecemos. Acto seguido saco de su bolso una botella de champagne para celebrar. Rosalía tenía razón realmente habíamos entregado todo en el trabajo, noches sin dormir, horas sin probar bocado, merecíamos un descanso. Total el resto del trabajo era puro trámite y papeleo algo mucho más sencillo. Pedimos unas copas en recepción y sentadas en la terraza del hotel nos bebimos todo el champaña mientras repasábamos cada momento con las distintas comitivas con la que tuvimos que lidiar por un poco de capital para trabajar. Al finalizar fuimos cada una a su habitación, antes de que entrara a la mía, Ana algo más alegre de lo que era, creo que lo bebido le había afectado un poco,

me cogió del hombro y me dijo:-Alejandra vamos a algún bar a seguir celebrando. Rosalía está cansada y dice que dormirá. Pero recién van a ser las ocho de la noche, somos jóvenes y estamos en Miami.

Mire a Ana, vi su rostro con tantas ansias de descubrir el mundo que sentí que tenía razón, ya era hora de romper la coraza impuesta por mis recuerdos, era hora de cambiar. Hace tiempo que no celebraba nada, las veces que había salido a beber fueron para curar un amor que al parecer nunca más volvería. Ahora era distinto estaba contenta realmente, tenía un motivo por el cual debía brindar. Le sonreí a Ana a manera de indicarle que tenía razón y le dije:- Ok nos vemos en media hora en el lobby, ahí preguntaremos en recepción a donde podemos ir.

Me duche y al mirarme en el espejo del baño decidí que si este iba a ser mi comienzo de cambio debía ser completo, sin pensarlo dos veces me hice una cola de caballo en lo alto de mi cabeza, cogi unas tijeras y corte de manera transversal la punta de la coleta. Al soltar mi cabello quedo con un corte degrafilado, embadurne mis piernas y brazos con crema corporal, me coloque unas argollas y una cadena con un dije de una flor. Vestí uno de los shorts que lleve, adrede me coloque el más corto para llamar la atención, un bividi con una mariposa multicolor y brillos en sus alas. Sombra y delineador en los ojos, para los labios un carmín color vino. Cuando le dí el encuentro a Ana en el lobby, ella me miro de pies a cabeza y me dijo: -Vaya Alejandra que tal cambio luces moderna, tienes un look más chic. Reí tontamente de aquel comentario. En recepción la señorita encargada nos indicó que el hotel contaba con un pequeño bar ubicado al otro extremo de la piscina, ahí también podríamos escuchar algo de música y solicitar algunos entremeses para comer acompañados de algun coctel. Nos pareció buena la sugerencia, así que fuimos con la idea de pasarla bien un rato. Al llegar vimos que no había mucha gente, tal vez por la hora, nos sentamos en una de las mesitas que daban a la terraza para refrescarnos con la brisa y pedimos una fuente de alitas picantes y unas cervezas para brindar. Habían pasado ya unos minutos y Ana me da un empujoncito con el codo y me señala muy sutilmente la mesa de enfrente. Divise disimuladamente, ahí estaban sentados dos fulanos muy bien parecidos no lo podíamos negar, uno de ellos instantáneamente cruzo su mirada con la mía y sonrío. Para no delatarme simule no haberme fijado en su gesto. Voltee a ver a Ana y le dije:-Las cervezas han hecho efecto, voy al baño ya regreso.

De vuelta para mi mesa me sorprendió ver a Ana conversando con los muchachos que hacía instantes estaban sentados frente a nosotras. Amablemente me senté esperando que Ana diera alguna explicación al respecto pero solo atinó a decir:- Alejandra ellos son Rolando y Baltazar, son argentinos. El entusiasmo con que me lanzo la frase me hizo sentir como que para ella no había otra cosa mejor en el mundo que dos chicos extranjeros estuviesen entablando conversación con su persona. No quería pecar de malcriada así que seguí la corriente a Ana y salude cortésmente. Mientras bebíamos unas cervezas más de las que ya habíamos tomado, los chicos en su afán de querer algo más que una amistad alardeaban del gran trabajo que tenían en Mar de Plata, dirigiendo una academia de sky acuático y que habían ido a Miami para comprar nuevos implementos. Ana estaba fascinada, a mí toda la situación me causaba gracia y por primera vez sentí que disfrutaba momentos como ese.

Cervezas iban y venían, habiendo bebido un poco más de lo previsto, la conversación para esos instantes nos parecía más amena que al inicio. Entonces coincidimos que el bar era demasiado chico para nuestra euforia. Fue cuando Baltazar comentó que él ya había estado antes en Miami y conocía un lugar cerca de Big Beach donde la música era muy buena y el ambiente ni que decir. Animados por el alcohol los cuatro fuimos en busca de diversión, dirigiéndonos en un taxi hacia el mencionado local. Mientras viajábamos pude comprobar en las calles que la vida nocturna en Miami era intensa y la gente realmente parecía pasarla bien, pensé que era la influencia de los latinos.

El local se llamaba Vodoo, tenía un aspecto místico y estaba junto a la playa. Baltazar tenía razón, la música era de la mejor que se había escuchado, al parecer su DJ sabía seleccionar bien los temas. En una esquina quedaba una pequeña mesa vacía, nos apoyamos en ella y pedimos otra ronda de cervezas. Después de beber hasta perder la cuenta de cuanto lúpulo había ingresado en nuestro cuerpo, me vi sobre la mesa bailando. A mi alrededor la gente vitoreaba y aplaudía animándome a que mis movimientos fueran un derroche de sensualidad. Fueron diez minutos de espectáculo, luego agradecí con una graciosa reverencia. Fui en la búsqueda de mis nuevos amigos, al acercarme a la pista de baile, vi a Ana totalmente encandilada yendo de los brazos de Rolando a los de Baltazar. Entre risas me llamaban para que los acompañara, sonreí también a manera de complicidad y decidí unirme al entretenimiento con ellos. Me dirigía hacia el centro de la pista combinando pisadas con pasos de baile, Rolando tomo mi mano y se unió a mi ritmo. Di media vuelta y una de las camareras del local estaba parada junto a mí. Llevaba consigo una enorme copa que contenía una bebida multicolor. –Cortesía de la casa por el show de hace unos instantes. Mire a Rolando y dio unas palmaditas a manera de incentivo a que bebiera. Encogí mis hombros, restando importancia y bebí mientras bailaba. El coctel era refrescante. El juego de luces, la música estridente y la risa de la gente comenzó a marearme. Busque con la mirada a Ana o a uno de los chicos pero los había perdido. Me fui hacia un borde de la pista para respirar, entonces bajo la luz tenue vi acercarse la silueta de un hombre. No era un chiquillo, ni un adulto mayor, era un hombre. De brazos fuertes, barba tupida y buen gusto al vestir. Estiro su mano pidiéndome que bailara con él. Totalmente hechizada no tuve reparo en acceder y sin dejar de beber de mi copa, me perdí en su mirada, me perdí en sus brazos.

Capítulo XI

El intenso calor y los finos rayos de sol que ingresaban a través del vitral que adornaba la ventana me despertaron. La cabeza aún me daba vueltas, algo ofuscada me sobre senté y ante mi sorpresa caí en la cuenta que no había dormido en el cuarto del hotel. Termine de sentarme y de poner en orden mis ideas, pero por más que lo intentara no recordaba nada después de la llegada del hombre guapo con barba. Sentada sobre la cama, lo único que se me ocurrió fue tocarme todo el cuerpo para verificar que no me hayan sacado algún órgano o algo por el estilo. Al hacerlo comprobé que estaba totalmente vestida sin que me faltara prenda alguna. Por lo menos eso me daba la certeza de que no llegue a consumar ningún acto del que luego me arrepintiera. Camine por el dormitorio, fui hacia un pequeño balcón con vista a la playa, intente recordar nuevamente pero solo venía a mi mente la imagen de un sueño en donde el protagonista era Ricardo. Dentro del cuarto había un baño, entre y me lavé, trate de arreglarme un poco el cabello y la ropa

. Salí y realice una pequeña inspección por la casa, era toda de un solo piso, pequeña pero acogedora, Poseía un jardín y zona de barbacoa. Estaba decorada con un estilo campechano pero sin dejar de ser sofisticada, algo así como una cabaña en la  playa de algún club en el caribe. En ese instante entró una señora de unos cincuenta años, llevaba consigo la llave de la casa. Sorprendida de verme se excusó:

-Disculpe no sabía que el joven tenía visitas. Solo sonreí sin saber que decir, no podía explicar siquiera como había llegado, así que cogí mi bolso y le dije presurosa:- No se preocupe yo ya me iba. La señora resto importancia a mis palabras, pues sonó su celular, respondiendo al instante. Aproveche que estaba atenta a lo indicado por quien estaba al teléfono, para poder salir de aquel lugar. Estaba a unos cuantos pasos de llegar a la puerta cuando fue interceptada por la señora quien gritaba a todo pulmón:

-¡Señorita, espere, espere¡. No me quedo más remedio que detenerme y esperar a que me diera algún argumento convincente para que no me dejara salir. La señora tomando un poco de aire para calmarse, sonrío, para luego amablemente decirme: – Ay señorita porque no me dijo quién era. Yo pensaba que era una más de esas chicas que mi joven conoce en la discoteca y luego terminan en su cama. Cuantas he visto que han pasado por acá.

Mientras la señora me iba hablando, muy sutilmente me llevaba hacia el comedor. Por mi parte yo no dejaba de pensar que yo era una más de esas muchachas con la diferencia que ni siquiera había conocido al susodicho joven, es que había bebido tanto la noche anterior que mi mente estaba totalmente bloqueada. Solo atinaba a esbozar una sonrisa, mientras tomaba asiento en una de las sillas del comedor. La señora en su afán de que no me vaya me dijo:- Espere un momento, tengo orden del joven que le sirva un buen desayuno, él ya viene en un momento. Soy Carmen y estoy a su disposición para lo que guste, realmente me alegra que este acá. Entonces mientras esperaba el mentado desayuno, comenzaron a venir una serie de ideas a mi cabeza, que tal si toda esa amabilidad y el cuento del joven solo eran pura patraña y realmente me estaban secuestrando para el tráfico de personas. O tal vez me usarían como mensajera para transportar droga a algún sitio y luego matarme si los delataba. Estaba loca si optaba por quedarme un minuto más en esa casa, así que aprovechando que Carmen estaba distraída preparando los platos que iba a desayunar, fingí que iba al baño con la finalidad de acercarme a la puerta principal. Estando ya apunto de aperturar la salida, la puerta de la casa se abrió imprevisiblemente. Y ante cualquier lógica quede conmocionada con lo

que tenía frente a mí. Ante mi desconcierto se encontraban aquellos  ojos café que algún día me hicieron perder toda la cordura.

-Ricardo. Murmuré mientras no daba crédito a la imagen que veía. Más alto desde la última vez que lo vi, exactamente ocho años atrás, con unos enormes brazos tatuados, el cabello corto, la barba densa, pero con la misma mirada y sonrisa fresca con la que me enamoro. No dejaba de verlo y mientras lo hacía sentía que las lágrimas inundaban mi rostro. Entonces mi sollozo fue incesante, tanto así que parecía ahogarme. Mi Colombia boy cerró la puerta e hizo lo que mejor sabía hacer. Me abrazó y susurro: -Te lo dije Alejandra, te dije que nos volveríamos a ver. Entonces llore desconsoladamente sobre su pecho, sus manos acariciaban mi espalda y después de unos minutos me dijo:- Epa tan feo estoy, que hasta te he hecho gimotear del susto. Comencé a reír mientras él apaciblemente secaba mis lágrimas. Me invito a pasar, jalo una de las sillas que estaban alrededor de la mesa para que me sentara. La señora Carmen apareció trayendo fuentes de fruta, huevos revueltos y jugos naturales. Cada vez que me veía sonreía tanto que parecía que era la protagonista de un comercial de pasta dental. Sin darme cuenta Ricardo tomo mi mano y con la otra cogió la muñeca de la señora Carmen y dijo:

-Carmencita, ahora sí tengo el gusto de presentarte a Alejandra. La señora cogió el rostro de Ricardo como cuando una madre ve a un hijo lograr alguna meta, acto seguido me abrazó y dijo: -Que Dios me los tenga siempre juntos. Entonces pude darme cuenta que Carmen sabía mucho más de lo que yo intuía.

-Adelante Alejandra no seas tímida, hay que desayunar. Ricardo me alentaba a que comiera mientras él cogía una tostada y la untaba con mermelada. Me costaba trabajo llevarme bocado alguno, es que realmente no podía creer lo que estaba viviendo, por un momento pensé que era un sueño y temía despertar. Sin embargo mi estómago me hizo recordar que no había ingerido algo sólido desde la noche anterior, decidí comer algo de fruta y beber un poco de café para estabilizarme un poco. Mientras tomaba de a sorbos el café, note que Ricardo no dejaba de mirarme, para luego comentar:-No has cambiado mucho. Perpleja ante su comentario, el último sorbo del café que tenía en la boca salió disparado. Como podía decir que no había cambiado, si cuando se fue todo en mi vida se transformó por completo. Me limpié raudamente la delantera de mi bividi que manche con café y le encaré con sarcasmo: -¡Claro estoy igualita como hace ocho años que me dejaste!. Pero creo que debes incluir que me convertí en una chica frívola, algo amargada y sin vida social alguna, desarrollando una adicción al trabajo para no caer en la depresión al recordarte. Si obviamos solo esos pequeños detalles creo que tienes razón no he cambiado. Acto seguido y sin saber porque rompí en llanto nuevamente. Ricardo se acercó cautelosamente, muy despacio me abrazó y me habló al oído:

-Perdóname, nunca quise herirte. Yo también te he estado buscando todo este tiempo. Alejandra terminemos lo que dejamos inconcluso. Sus manos tomaron mi rostro y me besó. Cada beso que me daba iba sanando mi alma, me llenaba de paz. Me tomo en sus brazos y me llevo hasta el dormitorio. Una vez dentro no dejábamos de besarnos, empujo la puerta del baño y avanzamos hasta la ducha. Entonces bajo el chorro de agua cálida comenzamos a desnudarnos. Suavemente bajo mis shorts y empezó a besar mis tobillos,

mis muslos, subiendo por mi abdomen y senos. Desabotone sus pantalones y le regale la misma sensación que él me había dado minutos antes. Nos entregamos el uno al otro, no dejando nada para un después.

 

 

Capítulo XII

Extasiados de tanto amor, nos quedamos dormidos y por primera vez sentía sosiego y no temía soñar con él. El timbre de mi celular me despertó. Al levantarme vi a Ricardo, durmiendo a mi lado, desnudo, cubierto con una sábana. Era tan perfecto, era tan mío y yo me sentía tan plena de haber sido también de él. Pensé que en cualquier momento estallaría de tanto amor.

-Aló, respondí en voz baja. Al otro lado la voz desesperada de mi jefa, pedía respuestas ante sus interrogantes:- ¡Alejandra!, ¿Dónde estás? ¿Te encuentras bien?. Quería decirle que me encontraba mejor que nunca, que acaba de tener la mejor experiencia de mi vida y que por primera vez había hecho el amor. Pues lo que tuve con Ricardo no fue solo un acto sexual como los que alguna vez había tenido, no, no fue así. Con él realmente había deseado y amado al entregarme. Deje de lado por un momento toda la mezcla de sentimientos y emociones que sentía en ese momento y contesté relajada:-Rosalía no te preocupes, estoy bien. En una hora estoy en el hotel.

Me levante muy despacio de la cama para no despertar a Ricardo, cogí mi ropa y cuando estaba a punto de entrar al baño para lavarme y vestirme, Ricardo me tomo por detrás, besándome la nuca subió hasta mi oído y me propuso:-¿Dónde vas?, ¿No quieres repetir la ducha que tomamos?. Si alguien sabía cómo alterar mis sentidos era él. Respire hondo y muy a mi pesar le dije:-Encantada repetiría una y mil veces todo contigo, pero mi jefa me está esperando y es por ella que estoy acá. Así que lo mínimo que puedo hacer es reportarme.

Parecía que no había escuchado lo que le dije pues siguió besándome, pasando de la nuca a los hombros y luego a la espalda. Sin poner resistencia alguna me tumbo sobre la cama y prosiguió con los besos, no dejando ni una sola zona de mi cuerpo sin sentir sus labios húmedos. Finalmente volvió a posarse sobre

mis labios y me dijo: – Ok vamos a ver a tu jefa, continuamos más tarde con lo nuestro. Que pensaba ese muchacho que era de fierro o algo así, para mí no había un más tarde para lo nuestro, para mi ese era el momento de continuar. Me rehusé a levantarme de la cama, mientras él se deleitaba al verme en el estado en que me había dejado. Entonces decidí jalarlo hacia mí y tratando de imitar sus besos acaricie cada milímetro de su cuerpo con mi lengua. Terminamos haciendo el amor nuevamente y al término de nuestro delicioso encuentro, nos quedamos tendidos sobre la cama mirándonos uno al otro. Con la puntas de sus dedos despejaba el cabello de mi rostro, mientras yo repasaba la forma de su cara una y otra vez. Entonces me dijo:-No te separes de mi nuevamente. Lo abracé y pensé que no tenía la más mínima intención de hacerlo.

Luego de vestirnos, salimos de la habitación tomados de la mano y al igual que años atrás reíamos de todo incluso hasta de mirarnos. Carmen nos sorprendió, yo me sonroje al verla pues era obvio que sabía que yo en el dormitorio de Ricardo no solo había conversado. Para disimular lanzo una pregunta al aire:-¿Y qué les preparo para almorzar?. Ricardo y yo nos miramos y comenzamos a reír desenfrenadamente. Trate de calmarme y le dije:-Gracias Carmen pero debo retirarme, tengo que reportarme con mi jefa. Ricardo le hizo una seña como indicando que luego regresaría, acto seguido me dijo:-Bueno señorita, vamos donde tu jefa no querrás preocuparla más de lo que ya está.

Afuera de su casa estaba estacionado un jeep. Sin perder esos detalles de caballero que algún día mostro, me abrió la puerta del lado derecho y me invito a subir. Ya frente al timón se colocó unas gafas de sol y encendió

el motor. Durante el camino al hotel tomaba de rato en rato mi mano para besarla. Yo acariciaba el muslo de su pierna y sonreía con cada beso suyo. Y mientras conducía me dijo:-Sabes por qué te dije que no habías cambiado. Lo mire y me encogí de hombros. Entonces me explico que me había visto bailar la noche anterior sobre la mesa en la discoteca Vodoo. La forma en que lo hacía denotaba rabia y desahogo a la vez. Fue cuando me reconoció, pues según él, yo era la única persona que conocía que lograba transmitir sus sentimientos a través del baile. Vio también que al igual que cuando era adolescente, bebía alcohol sin darme cuenta de las verdaderas intenciones de mis amigos del momento, como el chico basquetbolista o Rolando. Por eso él siempre iba a mi rescate. Solo sonreí.

Le conté que seguía practicando danza y baile moderno, que había aprendido nuevos géneros. También le platique respecto a mi trabajo y como había llegado a Miami. Entonces le pregunté qué hacía él ahí, pues hasta donde sabía se había ido a Colombia. Me relato que en Colombia estudio la carrera de musicología, estando en el último año de estudios, adquirió una beca para cursar ese último semestre en Miami y hacer una especialización. Así fue como llego a Estados Unidos. Consiguió trabajo en una disquera y ayudo a su jefe a armar un proyecto de negocio que luego se convirtió en Vodoo donde a él le dieron la administración. En el supermercado conoció a Carmen, ella siempre lo orientaba sobre qué productos comprar así se hicieron amigos. Como él es muy desordenado con los quehaceres de la casa, le ofreció trabajo para que lo ayudara con la limpieza y cocina de la casa que alquila en la playa. Confeso que es su única amiga, y que pasaban horas contando las historias de sus vidas, ella le hablaba de su familia en México, él le hablaba de mi . Fue cuando comprendí los comentarios de Carmen.

Llegamos al hotel, antes de bajar del jeep le di un beso y le dije:-Me gustas más sin tanto pelo en la cara. Me miró desconcertado. Entré al vestíbulo del hotel y estaban esperándome Ana y Rosalía. La primera se acercó y casi casi reprochándome me cogió por el brazo y me increpó:-¡Por Dios mujer, donde te habías metido!. No conteste, en realidad no sabía que responder. Mi jefa se acercó, su mirada me decía que debía darle una explicación. La salude y en un intento de explicar mi desaparición comencé a balbucear:-Rosalía, quiero pedir disculpas por ausentarme. Como dijiste que nos tomáramos estas semanas que faltaban para regresar como descanso aproveche para… Me quede en silencio por unos minutos tratando de hilvanar alguna coartada, entonces una voz varonil áspera irrumpió, era Ricardo.

-Buenas tardes, disculpe que interrumpa. Como dice Alejandra, ella me comentó que tenía unas semanas de

descanso y le dije que aprovechara para visitar a su novio. Instantáneamente estiro su mano hacia Rosalía y con esa sonrisa seductora se presentó:

-Soy Ricardo, el novio de Alejandra. Me quede en shock. No esperaba que Ricardo interviniera y mucho menos que dijera que era mi novio. Mi jefa lo saludo cordialmente y le comentó que no sabía que tenía novio, pues en realidad yo hablaba muy poco o casi nada de mi vida privada. Ricardo sonrío y acoto:-Alejandra siempre ha sido muy reservada, nos conocemos desde que somos adolescentes. Corte la intervención de Ricardo con una mirada inquisidora hacia él. Me pare entre Rosalía y él, y le hice hincapié a mi jefa:-Rosalía voy aprovechar para avanzar todo lo que se pueda del trabajo. Ella solo sonrío y se hizo a un lado. Voltee hacia Ricardo y le dije:-Ricardo hablamos más tarde. Entonces él siempre tan impredecible,

me tomo por la cintura y me beso tiernamente. Yo solo atine a cerrar los ojos, al abrirlos lo tenía frente a mí, sabía que me podía dominar, entonces susurro:-Voy a presentar unos reportes a la disquera y antes de ir a Vodoo paso a recogerte. Espérame a las siete. Yo asentí, quede mirándolo como salía por la puerta del hotel. Me desconecto de mi estatus Ana, quien como si hubiera visto un hecho totalmente ajeno a la realidad, entre admiración e incredulidad me dijo:-Ahora entiendo todo, con razón que al pobre de Rolando lo dejaste tirando cintura. Pero que bien que te lo tenías guardado.

La mire algo incomoda, ella comenzó a aturdirme con interrogantes de que si Ricardo no tenía un amigo o hermano que le pudiera presentar. Menee la cabeza y para zafarme de ella, le dije:-Voy a hablar con Rosalía sobre lo que está pendiente en el trabajo.

Al hablar con mi jefa me comento que realmente no había mucho que hacer. Si ella me había llamado es porque se preocupó de que me hubiera sucedido algo malo, con tantas noticias siniestras que se veían. Luego me comento que mi novio, es decir Ricardo, le había causado muy buena impresión y que si gustaba podía quedarme con él esos días que teníamos de descanso. Sonreí por tan buena oferta pero le dije que antes de darme el descanso respectivo prefería dejar todo finiquitado en lo referente al trabajo. Así que tras unas breves indicaciones por parte de ella me dedique lo que restaba de la mañana y toda la tarde a trabajar. Para las cinco de la tarde ya tenía listos reportes numéricos, acuerdos aprobados por parte de nuestros financistas, presentación formal del proyecto enviado a las oficinas respectivas, listado de la logística necesaria, proveedores y personal respectivo contactado. Realmente había trabajado con tanto ahínco que ni siquiera

me acorde de almorzar, pero estaba feliz pues todo había salido bien y ya no tendría impedimento para pasar días con Ricardo. Le presente a mi jefa todos los documentos respectivos terminados. Ella sonrió satisfactoriamente y con una mirada encubridora me dijo:-No hay duda de que eres una gran trabajadora. Tienes merecidas tus vacaciones, anda ve y diviértete con tu novio. Sonreí y salí disparada hacia mi cuarto, tenía una hora para arreglarme. Me bañe y mientras lo hacía recordé la ducha que tome con Ricardo en la mañana. Todo había sido tan perfecto y excitante que realmente no acababa de creerlo. Me puse un vestido ligero de tirantes y unas sandalias. Alise mi cabello, me maquille sutilmente y me perfume. Antes de encontrarme con Ricardo hice una llamada a mi familia. Mi madre se sorprendió de escucharme tan feliz. Le conté lo bien que había salido las transacciones en el trabajo y antes de despedirme de ella le dije:-Me reencontré con Ricardo, el destino nos volvió a juntar y me ha pedido que sea su novia. Hubo una pausa, entonces mi madre me aconsejo:-Hija, haz lo que te hace feliz y disfruta. Termine de hablar con mi madre y sonó el teléfono de mi habitación. Era la recepcionista quien me notifico que en el vestíbulo me estaba buscando mi novio. Reí al escuchar esa palabra y le agradecí por avisarme.

Capítulo XIII

Me acerque a la recepción para darle el encuentro a Ricardo. Estaba impecablemente vestido de blanco y sorprendentemente vi que se había afeitado. Su rostro perfilado del que me enamore a los quince años, seguía igual. Pase mis manos por sus mejillas y antes de que yo dijera algo, él alegó:-No lo hice porque me lo pidieras, sino que me daba mucho calor. Y empezó a reír, tomó mi mano y me invito a subir al jeep. Ya estando en camino me dijo:-Vamos a cenar. Conociéndote seguro no has almorzado por trabajar. Lo miré fijamente y me sorprendió como podía conocerme tanto a pesar de que el tiempo que habíamos tenido juntos

era mucho menos que cualquier pareja convencional. Me pillo observándolo y me pregunto:-¿En qué piensas?. Volviendo mi mirada hacia la ventana del auto, le respondí:-En nosotros. Sonrío, tomo mi mano y dijo:-Es un bonito pensamiento no crees. Y vaya que lo era.

Llegamos al lugar donde cenaríamos. Era una especie de cabaña flotante sobre una laguna. Alrededor de la cabaña había palmeras. Todo estaba decorado con bambúes, carrizos y lamparines. Realmente maravillosos. Nos condujeron a la mesa reservada. Antes de la comida nos dieron unos aperitivos servidos en cascara de coco. Ya mientras comíamos conversamos de todo un poco. Me agradeció por el regalo de navidad que le di cuando se fue a Colombia, agregando que aún lo conservaba, y que decoraba una de las mesitas esquineras de la sala donde se hallaban también algunos discos de música. Sonreí y pensé en volver a su casa y comprobar que realmente se encontrara el cuadro ahí. Yo también agradecí su regalo, le comente que lo llevaba guardado como amuleto en mi monedero junto con la otra pulsera que me dio mi abuelo. Reímos recordando nuestros encuentros en el colegio a la espalda de la biblioteca, recordamos también a Melanie y su obsesión por él y al chico basquetbolista que a como dé lugar quería besarme en la fiesta de integración. Después de un rato de recordar, nos quedamos mirándonos y me dijo:-Que bueno que encontré tu pulsera de la suerte, pues así nos conocimos. Miro su reloj y dijo:-Nos queda una hora antes de que

vaya a Vodoo a trabajar.

Caminamos alrededor de la laguna, habían unas aves nocturnas que silbaban al sentirnos pasar. Luego fuimos al centro de la ciudad a una exposición de arte. Mientras observaba una pintura que retrataba a una mujer llorando, puso a un lado mi cabello y me coloco una fina cadena al cuello. De ella colgaba un pequeño dije de plata era la letra R entrelazada con una A. Quede mirándolo y él me dijo:-Ese iba a ser tu regalo de navidad, pero decidí guardarlo y entregártelo cuando nos volviéramos a ver. Te lo doy en representación de todas las navidades y cumpleaños que no estuve físicamente contigo. En ese momento sentí que me enamore, realmente me había estado esperando como dijo. Tomo mi mano y me pidió que lo acompañara, yo sentí que debía acompañarlo a donde vaya por siempre.

Fuimos hacia Vodoo, era temprano todavía no había público. Me pidió que me sentara en una silla junto a la barra de bar. Me sirvió un poco de ginger-ale y me dijo:-Espérame aquí, voy a supervisar que todo este óptimo para atender. Ah pero nada de bailes hasta que regrese. Hice una mueca aludiendo a la frase “que gracioso”, él me dio un guiño y se alejó. Tome mi bebida y entonces observe como se desenvolvía con total naturalidad en su ámbito laboral. Reunía al personal a su cargo, los motivaba y daba indicaciones. Supervisaba el stock de insumos y las medidas de seguridad respectivas. Revisaba los uniformes, el mobiliario y los decibeles de los equipos de audio. Por momentos volteaba a verme y sonreía, yo como la primera vez que lo vi me sonrojaba. Después de casi hora y media de revisiones, se sentó a mi lado. Ya estaba empezando a llegar gente al local. Pidió una botella de agua sin gas helada, bebió un sorbo y me pregunto:-¿Qué quieres hacer?. Arque mis cejas e hice un gesto con los labios como diciendo que no sabía. En realidad no tenía planeado nada en particular, así que cualquier cosa que él me sugiriera estaría bien. Comenzó a comentarme sobre su trabajo en Vodoo. Descansaba los domingos, de martes a jueves cerraban a la una de la mañana, pues eran días tranquilos debido a que la mayoría de la gente trabajaba y no se quedaban hasta altas horas de la madrugada. Esos días aprovechaban para presentar algún grupo musical novato. Los lunes eran días de trabajo de oficina y mantenimiento. Se atendía a proveedores y se realizaban todos los

trámites documentarios pendientes. Se trabajaba desde las nueve de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Los días fuertes eran los viernes y sábados, en esos días se cerraba el local a las tres de la madrugada. Su trabajo en la disquera era de profesional libre, es decir podía realizarlo desde casa. Su jefe le había dado esa facilidad por el horario que cumplía en Vodoo. Lo mire y le dije:-Entonces me quedo acompañándote en tu trabajo. Presiono fuertemente mi mano con la de él y como si estuviera tramando algo me dijo:- Ok, pero si cambias de opinión, hay un hotel cerca a la playa. Me quede sin palabras en la boca, mientras él reía de la cara que puse. Entre supervisión y supervisión se acercaba a la barra para ver cómo estaba o simplemente desde lejos me miraba mientras firmaba papeles o daba alguna indicación. La música empezó a sonar enérgicamente, la gente lleno la pista de baile. Sin darme cuenta, Ricardo tomó mi mano y me llevo con él a bailar. Entre bachatas, merengues y reggaeton, realmente la estábamos pasando muy bien. Tengo que admitir que los pasos de baile de Ricardo exaltaban todo mi cuerpo, tenía muy buen ritmo en las caderas, con lo cual provocaba que cada baile con él sea todo un placer. Sedientos nos acercamos a la barra para refrescarnos con alguna bebida. Luego de un beso, regreso a sus quehaceres del trabajo. Me quede contemplando a la gente bailando y bebiendo, y por el rabillo del ojo note que Ricardo desde su oficina mientras hablaba con unos

de los encargados de seguridad del local, me observaba.

Dieron las tres de la mañana, la música bajo su intensidad y las luces comenzaron a apagarse. El personal de seguridad se acercaba a la gente que aún seguía en las mesas y la invitaba a que se retire indicando que el local ya estaba por cerrar. Ricardo se acercó hacia mí y puso su chaqueta sobre mis hombros, aludiendo que había bajado la temperatura. Verifico el arqueo de caja y ventas, espero que se retire el personal para guardar el dinero y documentos de transacciones en una caja fuerte. Yo algo cansada me recosté sobre la barra, de repente unos delicados besos irrumpieron sobre mi nuca y cuello, logrando despertarme. –Es Domingo, tenemos todo el día para dormir. Me dijo entre besos. Lo mire como preguntándole que tenía planeado, porque era seguro que por lo menos él no tenía la más mínima intención de descansar.

Capítulo XIV

Me regalo una sonrisa maliciosa, me tomo por la mano y dijo:-Salgamos. Condujo por una autopista que nos llevó a las afueras de la ciudad. Aparcamos en un estrecho camino de piedras contiguo a una playa pequeña. Bajamos del jeep y caminamos por la arena. Luego de dar unos pasos en silencio, Ricardo recordó en voz alta nuestra noche en la playa luego de la fiesta de su graduación. Yo me ruboricé, entonces me tomo por sorpresa y me alzo en brazos. Me besó mientras se dirigía a una especia de cuenca entre el mar y

una peña. Me recostó sobre la arena y sin quitar su mirada de mi rostro iba subiendo lentamente mi vestido. Sus manos pasaron a adueñarse de mis entrepiernas y caderas. Empecé a morderme el labio inferior para que luego él fuertemente me llenara de besos libidinosos. Mi cuerpo era un terreno por el cual sus manos recorrían incesantemente cada rincón. Me redimí como siempre frente a sus deseos, antes sus frases acezantes. Me repetía que lo volvía loco, que sería capaz de todo por mí, que me amaba desde que me vio cuando éramos adolescentes y que siempre aguardo ese momento que estábamos viviendo. Yo le creía, sabía que era cierto porque mi cuerpo me lo decía y mi instinto me lo reafirmaba.

Después de hacer el amor como si nunca antes lo hubiéramos hecho, debo de confesar que cada encuentro con él era una entrega total de placer, sentimientos y sensaciones; nos bañamos desnudos en el mar. Y al igual que aquel entonces cuando fuimos por primera vez a la playa, me llevo hasta el fondo de la marea. Yo afincada a su cuello me sentía a salvo. No me importaba otra cosa que seguir sintiendo su pecho junto al mío y sus manos en mi cuerpo. Bajo la luna y en la espesura de la noche, con el mar totalmente negro, volvimos a jurarnos amor eterno.

El sol empezó a asomarse, salimos rápidamente del mar, me ayudo a vestir y yo a él, era gracioso tratar de abotonarle la camisa mientras él intentaba arreglar el forro de mi vestido. Subimos al auto y nos quedamos mirando el amanecer. Se cruzaron nuestras miradas y empezamos a reír. –Ahora si vamos a descansar. A menos que quieras hacer otra cosa. Me propuso mientras esbozaba una sonrisa pícara y una mirada juguetona. Y es que sabía que estaba totalmente rendida ante sus encantos y si me decía que haríamos el amor en plena avenida principal, sin reparos accedía. Sin embargo también sabía que debía guardar cierta cordura, así que le respondí:-Estas loco. Ya Colombia boy arranca el auto que estamos con la ropa húmeda. Él solo sonrío.

Estando a punto de llegar a su casa, me pregunto si había pensado en quedarme con él  ahí en Miami. Realmente no supe que responder. No había reparado en que yo tenía una responsabilidad con la empresa en la que trabajaba en mi país, bueno eso era lo de menos pues en todo caso quedarme en Miami era todo

un riesgo, estaría de ilegal sin la posibilidad de salir aunque sea de visita a mi tierra u otro lugar fuera de Norteamérica. Por su parte él ya tenía su vida resuelta en Miami. Tan solo lo mire, detuvo el jeep y como si estuviera leyendo lo que pensaba me dijo:-Así que no lo has pensado. Acercó lentamente su rostro hacia el mío, me beso y pasando sus dedos por mis labios, sugirió:

-Veré que hago para convencerte que soy tu mejor opción.

Al llegar a su casa, verifico si Carmen había llegado. Me comento que los domingos iba a trabajar medio día ya sea para ayudarlo con la comida o a planchar la ropa.

-Es que realmente soy muy flojo para esas tareas. Confeso. Cogió un pedazo de papel del cuaderno que estaba al lado del teléfono, fue cuando vi que al otro extremo había una mesita esquinera y estaba el cuadro que le regale por navidad tal como dijo, sonreí mientras el escribía una nota a Carmen: “Carmencita, estoy descansando. Prepara la cena, que sea para dos. Nos vemos mañana”. Cogió mis hombros y simulando dar empujoncitos me llevo a su recamara. Aún estábamos con la ropa casi mojada, entonces muy lento comenzó a desnudarme, como si temiera a quebrar alguna parte de mi cuerpo. Tomó una de sus camisetas y me la puso. Me recosté sobre la cama. Con su mirada fija en mí, se desnudó se colocó unos bóxer y se recostó a mi lado arropándome con sus brazos. Caímos en un profundo sueño.

Al despertar Ricardo estaba a mi lado, me tenía rodeada con sus brazos y enredada con sus piernas. Era lindo despertar así y más lindo era contemplarlo mientras dormía. Volví a cerrar los ojos y pensé que realmente no quería separarme de él, pero quedarme indocumentada en un país extraño tampoco era una buena opción. Volví a dormir. Los suaves besos de Ricardo en mi espalda me sorprendieron. -¿No tienes hambre?. Me pregunto mientras se levantaba de la cama. Yo me quede tendida sobre ella, no tenía ganas de lidiar con nada. Entonces al ver que no hacía el más mínimo esfuerzo para ponerme de pie, Ricardo intento sacarme de las sabanas a la vez que me hacía cosquillas. Entre risas me decía:-Epa Alejandra no seas floja. Fuimos a la ducha, mientras que dejábamos que el chorro de agua nos cayera lentamente mientras nos besábamos.

Salimos de la habitación para merendar. Carmen se había lucido con la comida, estando más que deliciosa. Mientras almorzábamos sentados en una pequeña mesa del jardín, le confesé:-No quiero pasar ni un minuto más sin ti…pero tampoco quiero quedarme de ilegal y sin poder hacer nada. Ricardo dejo de beber su refresco, dejo el vaso a un lado. Me miro tiernamente como cuando me conoció y se enteró que cumplía quince años y comentó:-Cuando hay amor, siempre hay solución. Sonreí en señal de que confiaba plenamente en nosotros.

Al término del almuerzo, ayude a Ricardo a lavar los platos y ordenar un poco la cocina. Algo incomoda con la ropa que llevaba puesta, unos boxers de él como ropa interior y una camiseta con el logo de nike que me quedaba como vestido, le dije que debía regresar al hotel para cambiarme de ropa. Además quería conversar con Rosalía mi jefa, necesitaba una tercera opinión sobre la decisión que tomaría respecto a quedarme con Ricardo.

–Necesito cambiarme de ropa Ricardo, no puedo andar por ahí sin ropa interior. Cuando él me escuchaba decir eso solo reía. Hasta que por fin decidió llevarme al hotel, fue entonces que me di cuenta que no podía salir de su casa, pues no iba a presentarme con lo que en ese momento vestía y no podía ponerme lo que use el día anterior pues estaba de agua de mar y arena. Entonces Ricardo me miro dubitativamente, me pidió que lo siguiera y de un cuarto que parecía un desván o almacén de cosas viejas, saco una bolsa negra. Me la dio, al abrirla saque de ella un enterizo corto de algodón, era un traje de chica. Lo mire vacilante, sin saber que decir o hacer. Cogió la bolsa y volvió a guardarla, se marchó hacia la sala. Al parecer no quería hablar al respecto. Lo seguí y con la mirada exigí que me explicara de quien era esa prenda.

–Para que quieres saber cosas que no tienen importancia. Fue lo que me dijo ante mi actitud. Pensé que no era quien para reclamarle algo, fueron ocho años que no sabíamos nada el uno del otro, ocho años en los que yo también me enrede con más de un muchacho. Sin embargo yo no guardaba nada de ninguno de ellos, ni siquiera recordaba su rostro como si tuve durante esos ocho años grabado el de él.

-Tienes razón, no me importa de quien fue o como llego aquí. Quede en silencio por unos minutos, para luego

explotar:-¡Sin embargo al parecer no fui la única que dejo huella en ti! ¡Ahora pretendes que vista la ropa de alguien que te marco en la vida, pues uno solo guarda el objeto de alguna persona si es que fue importante en algún momento!. Ricardo solo me escuchaba, mientras yo proseguía:-¡QUE RICARDO ACASO LAS COSAS NO FUNCIONARON CON ELLA, Y AHORA PRETENDES QUE ME QUEDE A TU LADO PARA QUE PUEDAS OLVIDARLA! ¡LA UNICA ESTUPIDA QUE PODIA PENSAR QUE NO NOS OLVIDARIAMOS FUI YO!

Corrí hacia su habitación, recogí del suelo mi vestido ajado y mi ropa interior. Me saque lo que traía puesto lancé la camiseta y me empecé a vestir con mis prendas. Ricardo se asomó y me miraba de lejos apoyado en el marco de la puerta. Lo empuje al pasar por ahí para dirigirme hacia la puerta principal. Estaba a punto de salir pero sobre pare y comencé a llorar, Ricardo se acercó me abrazo por detrás, mientras me rogaba que no me vaya. Vire hacia él y le propine de golpes sobre el pecho y los brazos, el solo me abrazaba mientras pedía que me calmara. Entonces exclamo:

-¡Cálmate Alejandra, por favor! ¡No es lo que tú piensas!. Me recosté sobre la pared y caí sentada sobre el piso. Él se sentó a mi lado y como si se tratase de un cuento me relato:-Hace unos meses llego una chica a trabajar a Vodoo por recomendación de uno de los analistas de la disquera. Era un trabajo temporal pues realmente su destino final era Kansas. La habitación que tengo como cuarto de trabajo la alquilo para dormir a un costo muy bajo pues no tenía presupuestado alquilar algo más sofisticado pues solo estaría por un par de meses, hasta que venga su novio y la lleve a donde finalmente vivirían. No te voy a mentir, si me acosté con ella, pero fue producto del alcohol, pero nada importante. Vino el novio, se casaron y se fue a vivir con él a Kansas. Luego de que se fuera, Carmen estuvo limpiando la habitación donde se alojó para convertirlo en mi cuarto de estudio nuevamente, encontró esa prenda y otras cosas más. Le dije que las botara pero dijo que se las llevaría para la hija de su prima que ha venido recién de México y le hace falta ropa, por eso la guardo.

Ricardo me miraba esperando alguna respuesta por parte mía, al ver que no decía nada. Prosiguió:-Alejandra lo que te digo es cierto. En realidad no sé porque se me ocurrió darte la prenda, es que te vi desesperada por cambiarte e ir al hotel que no atine a hacer otra cosa. No pensé que te afectaría tanto. Créeme por favor. Cerré mis ojos, tratando de calmarme. Recordé las veces que nos habíamos distanciado en la época de la escuela, siempre por culpa de terceros, decidí que esta vez no sería así. Me levante cogí la bolsa con el enterizo y lo guarde donde estaba. Lo miré y le dije:-Que se quede para la sobrina de Carmen, vamos al hotel por favor.

Capítulo XVI

Durante nuestro camino al hotel no cruzamos palabra alguna, Ricardo sabía muy bien que yo era muy acentuada cuando se trataba de retomar la calma tras una discusión. Llegamos al hotel, estábamos bajando del jeep cuando luego de haber pensado durante nuestra travesía,  le dije:-Ricardo voy a hablar con mi jefa. Renunciare a mi trabajo y me quedare contigo. Ya sé lo que es estar sin ti y para poder saber si realmente eres lo que yo tanto anhelo debo probar lo que es estar contigo, debo arriesgarme. Fueron ocho años que estuvimos separados, lo que paso en ese tiempo no nos incumbe ni a ti ni a mí, solo sé que no quiero que se repita.

Ricardo se quedó mirándome sin comprender, creo que no se esperaba esa reacción de parte mía. Mientras tanto yo sabía que estaba arriesgando bastante pero de tan solo pensar que al separarme podía venir otra mujer como aquella chica y gozar de los besos y caricias de Ricardo me enardecía el alma, no quería que eso sucediera jamás, lo quería solo para mí. Bajé del jeep, Ricardo se apresuró y me tomó de la mano. Antes de hablar con Rosalía decidí cambiarme de ropa. Ricardo me acompaño hacia mi habitación. Entre mi ropa elegí una pequeña blusa y un short para ponerme. Iba a entrar al baño para poder vestirme, pero Ricardo me tomo del brazo y me pidió que lo hiciera delante de él. Fue cuando me di cuenta que tenía cierta manía de contemplarme desnuda. Con algo de timidez comencé a quitarme lo que traía puesto, quedando nuevamente frente a él sin nada encima que me cubriera. Contemplándome, se fue acercando hacia mí para poder rozar con sus manos y labios mis pechos, provocando que temblara de pasión. Arrimo su cuerpo al mío y susurro: -Eres perfecta para mí y haría lo que sea por ti.

Me ayudo a vestir y mientras lo hacía yo contemplaba sus manos, sus brazos tatuados, sus ojos café y su sonrisa que iluminaba cualquier lugar. Recordé cuando lo llamaba mi Colombia boy y en ese momento más que nunca lo sentía mío. Entonces repentinamente lo abracé. Él sorprendido me dijo:-Y eso a que se debe. Encogí los hombros, normalmente era él quien daba el primer paso a las muestras de cariño. Lo besé y le dije:-No sé me dieron ganas. Nuevamente vino hacia mi la frase como cuando era adolescente: El amor te vuelve loca. Y con Ricardo era así, pasando en un santiamén de la amargura a la pasión.

Salimos de la habitación y nos dirigimos hacia la recepción. Ahí pregunte si Rosalía se encontraba en su habitación, entonces pedí que le indicaran que estaba esperándola. Le pedí a Ricardo que me dejara hablar con ella a solas. Él se fue hacia la piscina ahí me esperaría.

Sentada en una pequeña salita del hotel, Rosalía me dio el alcance. Se sentó en la silla contigua a la mía y muy atenta me observo esperando lo que tenía que decirle. Estaba algo nerviosa, pues no quería que pensara que estaba botando por la borda un futuro laboral por una locura de amor. Aunque eso podría ser verdad, si no arriesgaba con Ricardo, nunca podría saber si realmente sería feliz con él o no. Comencé mi discurso agradeciendo por la oportunidad que me había brindado Rosalía dentro de la organización. Había aprendido mucho como profesional. Sin embargo había decidido renunciar al trabajo por un tema personal que deje a medias en el pasado y que ahora tenía la oportunidad de resarcir. Rosalía muy calmada, espero paciente a que terminara de hablar, para preguntarme:- ¿Realmente lo amas?. Porque solo así podría entender que decidieras de repente dejar todo. Sorprendida y avergonzada a la vez, sabía que me estaba dejando llevar más por la ilusión como una chiquilla pero también sabía que con Ricardo había algo más que una simple quimera de adolescente, había algo que nos conectó desde un inicio. Así que resuelta le respondí:-Demasiado.

Rosalía se puso de pie, camino de un lado a otro a través de la alfombra multicolor que cubría el piso de la salita. Respiro hondo, se quedó viéndome y dijo:-Cuando algo está destinado a ser, nada lo puede impedir. ¿Por cuánto tiempo te han dado la visa?. Sin entender lo que se proponía, recordé que tenía seis meses para poder estar en el país del tío Sam sin que fuera deportada. Se lo comenté a Rosalía y ella sonriente dijo:-Entonces ese es el tiempo que podrás quedarte también con nosotros y sin tener que separarte de tu novio. Creo que seis meses es tiempo suficiente para que te des cuenta si vivir con él es lo que esperabas.

Terminado ese tiempo solo tú tendrás la decisión de quedarte con él acá en Miami o regresar al Perú donde te esperara tu familia y trabajo.

Entendía en cierta forma lo que  proponía mi jefa, lo que no me quedaba claro era como iba a mantener mi puesto de trabajo si me quedaba seis meses con Ricardo en Miami. Rosalía me explico que había gestionado la posibilidad de que se quedara por un par de meses en Miami un representante de nuestro proyecto para que sea el nexo directo entre nuestros inversionistas y el proyecto en Perú y así no dejar ningún cabo suelto. No sabía hasta ese entonces a quien podría designar, pero con mi loca idea de quedarme en Miami para vivir el amor, decidió proponerme ente los ejecutivos para que sea yo quien me quede. Claro la oficina sería virtual, los viáticos muy bajos pues era un ítem que no estaba presupuestado, pero mi sueldo no se vería afectado. Al oírla quede encantada con la propuesta, le consulte si lo hacía solo por ayudarme. Ella acotó que en parte sí pero también estaba convencida que era la idónea pues fui yo quien armo toda la propuesta técnica y manejaba muy bien el inglés. Lo único que me pidió es que ese ímpetu juvenil que mostraba en ese momento no me apasione más por Ricardo y dejara de cumplir con mis responsabilidades. Le prometí que no la defraudaría, estaba tan contenta, luego de que Ricardo me dijera que me quedara a vivir con él, esa era la mejor propuesta que me habían hecho: Trabajar en lo que me gusta sin tener que separarme de Ricardo. Abracé a Rosalía en señal de un agradecimiento enorme. Salí presurosa del ambiente donde estaba y me dirigí hacia el otro extremo del hotel donde estaba Ricardo. Se le veía tan bien con su pantalón beige y su camisa celeste remangada. Al verlo baje la revolución de mi andar, él se me acercó. Podía ver ansiedad en su rostro, empecé a sonreír y entonces me abalance sobre él. Le propine besos por todo el rostro, él aún ansioso solo reía, entonces le dije:-Me quedo.

Sentados al borde de la piscina del hotel, le conté todo lo que había pactado con Rosalía. Como era Domingo acordamos que me tome lo que resta del día, ya el lunes me reuniría con ella y vía conferencia virtual con los jefes de mi país para coordinar bien cuales serían mis funciones. Al parecer Rosalía y Ana tenían que regresar antes de lo previsto, así que yo tenía que trabajar por todo lo que pueda quedar pendiente. Ricardo

me tomo de las manos y me dijo:-Veras que no te arrepentirás, querrás quedarte conmigo para siempre.

Fui a empacar mis cosas de la habitación del hotel. Mientras lo hacía miraba a Ricardo que me estaba ayudando. Pensé que no podía ser más feliz que estar a su lado. Tal vez iba en contra de todo paradigma o norma establecida en mi familia, pero recordé las palabras de mi madre: “Haz lo que te haga feliz y disfruta”.

Salimos de la habitación tomados de la mano, con una sonrisa que no se borraba de nuestros rostros y con la firme convicción de que seríamos felices juntos. Ricardo cargaba mi maletín, yo solo me dedicaba a observarlo y a reír. Sabíamos que empezábamos una aventura pero no teníamos miedo, al menos así lo podía sentir yo. Antes de retirarme del hotel fui en busca de Rosalía para entregarle el descargo respectivo de mi habitación, de esta manera pasarían el informe a los gerentes del proyecto para que ya no paguen por el servicio. Rosalía cogió los documentos respectivos para luego tomarme por los hombros y haciendo el papel de una madre me dijo: -Cuídate mucho. Miro a Ricardo y señalándole con el dedo índice le advirtió:- Hey colombiano, hazla feliz. Los tres reímos.

Capitulo XVII

Estando en el jeep, camino a casa de Ricardo, me entro cierta nostalgia. Entonces le pedí a Ricardo que se detuviera. Estaciono el auto a un lado de la carretera. Le solicite que desde su celular marcara el número de mi casa. Ricardo no decía nada, acataba en silencio lo que le pedía. Me pasó el móvil y al otro lado de la línea pude escuchar la voz de mi madre. Estaba contenta de que la llamara. Me preguntaba si estaba bien, como iba mi salud. Deje que hablara y luego de absolver todas sus dudas, le dije:-Tengo algo que contarte. Comencé diciéndole que mi jefa me había propuesto para que me quedara como representante del proyecto en Miami. Le hable como sería mi trabajo y que solo sería por unos meses, hasta que se haya hecho toda la transacción del presupuesto hacia Perú y así evitar que faltase dinero en las zonas donde se trabajaría el proyecto. Ella escuchaba sin decir nada, sabía muy bien que había otra noticia más que darle y sabía también que era algo que tal vez a ella no le agradaría. Luego de todo el preámbulo sobre mi desarrollo

profesional, sin tratar de adornar mis palabras y sin calcular las consecuencias de las mismas le dije:- Voy a vivir con Ricardo. Mi madre no dijo nada, solo quedo un silencio tenso en la línea telefónica. Pude imaginarla llorando, cayéndole lagrimas sobre su rostro. Entonces agregué:-Somos novios y mamá realmente me siento feliz a su lado. Ella continuaba callada. Entonces Ricardo tomo el teléfono, comenzó a decirle a mi madre que me amaba y que desde el día que me vio en la playa cuando tenía quince años no dejo de pensar en mí. Luego guardo silencio y dijo:-Está bien señora. Lo mire como preguntándole que le había dicho mi mamá. Él me abrazo y dijo:-Tranquila, en la noche nos conectaremos con tu familia via skype y hablaremos más calmados.

Llegamos a la casa, entramos a la habitación. Ricardo hizo un espacio en su armario para mis cosas, las cuales no eran mucho por cierto. Carmen había regresado a la casa, Ricardo le había solicitado que lo ayude con la cena. Nos recostamos sobre un sillón para ver una película, abrazados nos quedamos dormidos. Soñé que estábamos en una playa, Ricardo dejaba de sostener mi mano y caminaba hacia el mar, éste lo cubría por completo sin que pudiera volver a verlo. Desperté asustada. Estaba cubierta con una manta azul. Ricardo no estaba a mi lado. Mire a mí alrededor, no veía a nadie. Pero pude observar que la casa estaba distinta. Había flores y velas como decoración y totalmente reluciente. La mesa estaba arreglada con copas, platos de porcelana y una botella de vino blanco en el centro, tenía un nombre francés al parecer. Carmen salió del cuarto de al fondo, se encontraba cambiada como para asistir a una fiesta o algo similar. Me comento que Ricardo había salido a comprar pero que ya estaba por llegar. Yo sonreí y tome asiento en uno de los sillones a manera de esperarlo. Pasaron unos minutos y la puerta principal se abrió, ingreso Ricardo. Vestido todo de negro, camisa y pantalón, para variar todo le caía bien. Me tomo de la mano y me dijo:-Ven siéntate vamos a cenar. Jalo la silla para que me sentara al borde de la mesa del comedor. Conecto la lap top que estaba a un lado de la mesa y mediante una conexión simultanea estuvimos de pronto compartiendo imágenes con mi familia y la suya. Pude reconocer a su hermanita que ya estaba adolescente, su mamá que seguía igual de elegante y guapa como cuando la conocí y su papá de mirada intensa. Saludaron sorprendidos, al parecer Ricardo no acostumbraba mucho hablar con ellos por ese medio. En la otra imagen estaban mi hermano frente a la pantalla y mis padres detrás de él, demasiados serios para mi gusto. Ricardo sin embargo estaba demasiado feliz, transmitía una alegría inusual. Saludo a ambas familias y empezó a relatarles de su trabajo, del tiempo que se encontraba viviendo en Miami, les presentó a Carmen y ella tímidamente saludo. Pensé que se había vuelto loco. Entonces tomo un sorbo de agua y cogió mi mano. Me puse nerviosa pues a pesar de que sabía lo imprescindible que era, sus sorpresas siempre superaban toda expectativa dejándome sin saber cómo reaccionar. Trato de calmarme mirándome tiernamente a los ojos, como él sabía hacerlo y prosiguió:- Mucha gente podrá decir que tal vez he perdido la razón o que estoy confundido u obsesionado. Y puede ser que tengan razón, pues desde hace ocho años que enloquecí. Enloquecí desde que vi a Alejandra, parada al borde de un malecón en la playa con su cabello largo negro y esa timidez que me provoco saber quién era, me provoco conocerla, me provoco estar cerca de ella. Tal vez es poco tiempo el que hemos estado realmente juntos pero creo que no importa la cantidad sino la calidad y puedo decir a ciencia cierta que los momentos que he vivido con ella siempre han sido los mejores de mi vida, han sido lo suficiente para saber que ella es lo que necesito para equilibrar mi vida. Carmen puede dar fe de ello, desde que la conocí siempre le he hablado de Alejandra, de su pasión por el baile, de su responsabilidad obsesiva y de su mirada que lo dice todo. Fue un amor a primera vista y sé que el destino quiso que estuviéramos juntos si no,  no hubiera permitido que nos juntáramos de nuevo. Sé que no es la manera más correcta pero debido a la distancia solo pude encontrar esta manera de poder estar con ella como debe ser o como Dios manda según las palabras de Doña Bertha. Terminando de decir todas esas palabras

que parecían sacadas de mi cabeza, tomo mi mano y de su bolsillo de la camisa saco un anillo y me lo coloco en el dedo anular, para luego continuar ante el asombro de todos:-Alejandra, delante de mi familia y de la tuya formalizo mi relación contigo. Prometo ante tus padres y los míos amarte por siempre, solo la muerte podría separarme de ti y prometo hacerte feliz a toda costa. ¿Me acompañarías el resto de mi vida? Entre lágrimas lo abrace y le dije que sí, que lo acompañaría hasta el fin del mundo si fuese necesario. Carmen también estaba llorando, pude ver a mi madre secarse algunas lágrimas y de la misma manera a la madre de Ricardo. Su hermana nos mandó buenos deseos junto a su padre. Mi hermano atino a decir felicidades y mi padre serio aún nos advirtió:-La boda debe ser en Perú.

Nos despedimos de nuestras familias, desconectando la lap top. Invitamos a Carmen a que se siente con nosotros para cenar y brindar. Comimos y luego de beber un par de copas de vino, Carmen se despidió pues debía regresar a su casa temprano porque su prima tenía que salir. Ricardo le dijo que al día siguiente podía ingresar al trabajo un poco más tarde de lo habitual. Carmen sonrío y al despedirse nos abrazó y dijo:-Felicidades hacen una linda pareja.

Solos en la casa, Ricardo apago las luces y encendió las velas que estaban por todos lados. Tomo mi mano, me llevo hacia la sala. Tenía una copa de vino, la bebía muy lento sin dejar de mirarme. Me recostó muy despacio sobre la alfombre en el suelo, tomaba un sorbo de vino y me iba desnudando lentamente. Una vez que me despojo de toda la ropa, empezó a rociar de a pocos vino por todo mi cuerpo, especialmente por mis pechos, para luego succionar el vino con sus labios. Me entregue por completo a sus instintos y deseos.

Hicimos el amor reiteradas veces, algunas veces lento y despacio como cuando estábamos en la alfombra. Otras fuerte y violento como cuando estábamos sobre la mesa. Finalmente en la ducha solo nos tocamos, pasábamos nuestros dedos suavemente por todo nuestro cuerpo, deteniéndonos en aquellas zonas donde el placer era intenso. Exhaustos tendidos sobre la cama desnudos, con su cuerpo sobre el mío, nos quedamos dormidos.

No me arrepentí de la decisión que tomé. Estar con Ricardo era realmente mi felicidad. Si bien es cierto nuestros horarios de trabajo discrepaban un poco. Nos habíamos organizado de tal forma que el tiempo que teníamos

juntos era más que maravilloso. Paseos por la orilla del mar, caminatas en valle, picnics en parques, visitas a museos, bailes en playas de estacionamiento abandonadas, tardes de teatro y sobre todo la entrega total de nuestro amor a través de encuentros sexuales inimaginables. Con él todo se volvía una aventura, siempre impredecible, siempre con su sonrisa que arreglaba cualquier cosa.

Capítulo XVIII

El tiempo paso más rápido de lo que pensamos y sin darnos cuenta ya se cumplirían los seis meses de vigencia de mi visa, los seis meses de contrato de trabajo fuera de mi país. Tenía que regresar a Perú si no quería quedar como ilegal, además de arreglar el tema laboral. Una tarde mientras bebíamos un poco de mate, sentados en el jardín, Ricardo entrelazo su mano a la mía y me dijo:-He pedido traslado laboral en la disquera. Me han dicho que me pueden enviar con el mismo puesto de trabajo a Colombia. Así que he pensado viajar contigo a Perú, nos casamos y luego nos trasladamos a Colombia. El trámite documentario es más fácil en nuestros países y no tenemos que estar pendientes de visa, residencia o algo similar, solo basta con que estemos casados. Con los ahorros que tengo podemos alquilar algo pequeño pero acogedor para vivir y con lo que nos queda podríamos montar un negocio, algo sencillo para que trabajes y no te aburras, ya veremos que… Iba a continuar hablando pero lo calle a besos. Ese hombre realmente me amaba y

cada cosa que hacía la hacía pensando en buscar la mejor solución para estar siempre juntos. Ahora sí que nada ni nadie podría separarnos.

Desalojamos la casa con tristeza, pues en ese tiempo esas cuatro paredes habían sido testigos de los grandes momentos que habíamos pasado juntos amándonos sin ataduras ni recatos. Algunas cosas se las regalamos a Carmen quien con nostalgia se despidió de nosotros y nos ayudó a empacar. Lo que más pena nos dio fue el vender el jeep, sin querer se había convertido en parte de nuestras aventuras. A veces cuando teníamos ganas de disfrutar el uno del otro sin nada que nos interrumpa, tomábamos nuestro jeep y enrumbábamos lo más lejos de la ciudad, en donde imaginábamos que estábamos en otro planeta y dábamos rienda suelta a nuestra imaginación como dos niños, para luego caer en los juegos de la lujuria y placer. Partimos faltando un día para que se venciera mi visa, sacándole provecho hasta el último momento. En el avión Ricardo durmió exhausto, yo estaba nerviosa y no lograba conciliar sueño alguno, cada vez que cerraba losojos venía la imagen de adolescentes cuando Ricardo me decía que tenía que partir a Colombia. Respiraba hondo y pensaba que esta vez se iría conmigo. Sentí un pequeño hincón en la parte baja de mi vientre que no me dejaba en paz, no le di importancia pensando que era parte de los nervios.

Al llegar a Perú mis padres ofrecieron una de las habitaciones de su casa para que nos quedáramos ahí. Agradecidos por el ofrecimiento desistimos de usar la habitación designada y decidimos hospedarnos en un hotel hasta el día de nuestra boda, pues nos gustaba estar solos los dos sin compartirnos con nadie más. Habíamos acordado realizar nuestra boda dentro de dos semanas, pues Ricardo tenía que integrarse a su nuevo puesto de trabajo lo más pronto posible. Conversamos con mi familia al respecto, no queríamos nada grande, algo sencillo debido a la prontitud.

Los primeros días en mi país fueron realmente caóticos. Había olvidado que todo tramite era una burocracia única, pasando días enteros  entre papeleos y corre corre de un lado a otro. La renuncia formal en mi trabajo conllevaba además la entrega de reportes y cargos de todo lo realizado por mi persona hasta este instante. Por otro lado para la boda debía presentar un sinfín de documentos. Y para colmo de males mi salud empezó a decaer. Me congestione totalmente provocándome dolor de cabeza, inapetencia y un mal humor terrible que

ni yo misma me aguantaba. A Ricardo le comunicaron que tenía que realizar el relevo de puesto antes de lo previsto, por lo que tuvo que programar un viaje a Colombia antes de nuestra boda.

– Alejandra serán solo un par de días. Me decía mientras me abrazaba para que no llorara. Si lo pensaba así era cierto, había sobrevivido ocho años sin verlo que dos días no era nada. Sin embargo no quería separarme ni un minuto de Ricardo y unos días sin sentir sus brazos rodeándome me producía una tristeza irracional. Ricardo reía y decía que era producto del stress que estaba viviendo, que estaba muy tensa con todo el ajetreo de esos días.

Tenía que relajarme, por eso un día antes de que viajara a Colombia, Ricardo decidió dedicarnos el día para nosotros. Alquilamos una cabaña a las afueras de la ciudad en un pequeño valle. Todo era tranquilidad, a lo lejos

solo se escuchaba el correr del río. Sentados al pie de la cama sobre un piso de madera, comenzamos a recordar todo el tiempo que habíamos pasado juntos. Empezamos a reír de como yo lo llamaba Colombia Boy o aquella vez que se presentó como mi novio ante mi jefa. De pronto Ricardo hizo una pausa y algo abochornado, lo cual era raro verlo así, me dijo:-¿Te puedo pedir algo?. Lo mire dubitativa. Me llamo la atención que me pida algo de esa manera a esas alturas de la relación. Él sabía muy bien que todo lo que esté a mi alcance se lo daría sin dudar. Entonces respondí:-Sabes que puedes pedirme lo que quieras. Cogió su celular y busco una canción. Era una mezcla de un blues con latin dance, la dejo sonar y me dijo:-Podrás bailar para mí. Sin siquiera pensarlo accedí. Parada frente a él, me deje llevar por la música. Con movimientos sensuales sabía que estaba provocando los instintos de Ricardo. Recordé que en algún momento él comentó que yo expresaba lo que sentía a través del baile. Y en ese momento lo que sentía era deseo, el más intenso deseo de entregarme con él.

Ricardo me conocía a la perfección y sabía por dónde iniciar nuestros encuentros. Se acercó a mí, me tomó de la cintura, me junto a su cuerpo y con una mano alzo mi entre pierna, quedando mi pierna sujeta a su cadera. Su mano paso por debajo de mi falda recorriendo toda la parte baja de mi cuerpo que no dejaba de moverse. Entre besos para consumar nuestra entrega. Ya tendido y mientras jugaba con mi cabello, me pidió que aprovechara esos días que él no iba a estar para ir al médico, que trate de avanzar todo los pendientes posibles antes del matrimonio. Así cuando él llegara tendríamos tiempo para estar juntos sin tanto trajín y disfrutar de momentos como el vivido en ese instante. Yo asentí, lo abracé fuertemente. Él cerró sus ojos y yo me aferre más entre sus brazos, no quería que se fuera, no quería que me dejara sola ni un segundo. Traté de abrazarlo más fuerte aun, intentando que se quedara impregnado en mí y con la firme convicción de que estaría conmigo siempre me dormí. Al día siguiente nos fuimos muy temprano a la ciudad, pese a que ninguno de los dos quería, Ricardo tenía que partir al medio día hacia Colombia. Deje el hotel

en el que estábamos hospedados por los dos días que estaría ausente y fui a la casa de mis padres. Lleve en mi bolso la camisa que Ricardo había usado la noche anterior en la cabaña, no quise mandarla a la lavandería pues quería tener su olor cerca de mí durante las noches mientras dormía, así sentiría que estaba con él a mi lado. Aproveche esos dos días para ir al médico, al parecer no tenía nada grave pero igual para salir de dudas me mandaron a realizar algunos exámenes. Los resultados me los darían el día que retornaba Ricardo. Una noche antes de su regreso conversamos vía telefónicamente, me comento que estaría llegando a las dos de la tarde. Entonces decidí que pasaría primero por el laboratorio clínico para recoger los resultados de mis exámenes y luego iría al aeropuerto a esperar que Ricardo llegue.

– Ya vamos estar juntos y ahora si para siempre. Me comento antes de dormir. Esa noche estuve intranquila, se

repitió más de una vez el sueño que alguna vez tuve en Miami, en donde estaba caminando por la playa con Ricardo, luego él se dirigía hacia el mar y éste lo cubría por completo. A medio dormir, buscaba a ciegas la compañía de Ricardo y caía en la cuenta que no estaba a mi lado. Se me venían nuevamente las ganas de llorar, lo extrañaba tanto. Entonces me aferraba a su camisa y me consolaba pensando que faltaban pocas horas para abrazarlo y besarlo nuevamente.

Al día siguiente muy temprano cepille mi cabello y me maquille como si fuera mi primera cita. Me coloque unos jeans que había comprado en Miami y que aún no había estrenado. Me di cuenta que mis caderas se habían ensanchado un poco, tal vez por los dulces que había estado comiendo últimamente producto de la ansiedad. Pase por el laboratorio, al darme los resultados de los análisis clínicos quede en shock con mi diagnóstico. Con lágrimas corriendo por mis mejillas me dirigí al aeropuerto, en ese momento más que nunca necesitaba las palabras de Ricardo, necesitaba su consuelo como solo él sabía darme.

Por el tráfico ocasionado por arreglos en las calles de toda la ciudad, llegue a tan solo media hora antes de que arribara el vuelo de Ricardo. Estaba más que ansiosa. Sacaba de mi bolso mis resultados clínicos y leía y releía nuevamente el diagnostico pensando que tal vez se habían equivocado. Por altavoz anunciaron que el vuelo 703 proveniente de Colombia programado para arribar a las dos de la tarde, se había atrasado por mal tiempo y que llegaría a las cuatro de la tarde. Decidí comer algo mientras esperaba un poco más de la cuenta. Avise en casa que me demoraría, pues el vuelo se había retrasado. No sé en qué momento luego de almorzar me quede dormida en la sala de espera de arribos internacionales. Irrumpió en mi otra vez el mismo sueño en el que el mar cubría a Ricardo mientras caminábamos por la playa. Trataba de alcanzarlo pero se perdía entre las olas. Solo escuchaba su voz decir que me amaría por siempre. Desperté con el pálpito acelerado, había un alboroto tremendo alrededor, personal de aeropuerto corría de un lado a otro. Algunas personas gritaban otras lloraban. No sabía que pasaba, me acerque hacia una de las señoritas que al parecer daba información y pregunte que sucedía. Fue cuando una mujer de unos cincuenta años con un acento al hablar igual que Ricardo, grito:-¡EL VUELO 703 QUE VENIA DE COLOMBIA HA COLAPSADO, PERDIENDOSE EN EL MAR!. Sentí como la sangre se me congelaba hasta que mi corazón dejara de

latir. Todo a mí alrededor se nublo, perdí poco a poco mis fuerzas hasta caer en un profundo sueño.

Al abrir los ojos estaba en una camilla echada. Parecía una sala de hospital, parado en el umbral de la puerta estaba mi Colombia boy, mi Ricardo, mi amor. Con esa sonrisa que iluminaba todo, con esos ojos café, con esos brazos fuertes. Quise pararme para abrazarlo pero él se acercó a mí. Acaricio mi rostro, me dio un beso en la frente. Sonrío y finalmente beso mi vientre. Yo cerré los ojos para poder sentir su esencia.

-¡ALEJANDRAAAA!. El grito desgarrador de mi madre me despertó. Mire a todos lados, estaba en el mismo lugar pero Ricardo no estaba. Comencé a buscarlo con la mirada, desesperada. La enfermera pido que me calmara. Mi madre que había estado en la puerta de la habitación con mi padre, entro corriendo a abrazarme.

–Mamá y Ricardo. ¿A dónde se fue?.  Mi madre me apretó contra su pecho y tratando de no llorar me decía:- Tienes que ser fuerte hijita, tienes que ser fuerte. Cogí mi bolso, quería salir corriendo a buscarlo. Yo lo había visto junto a mí, me había besado, me había sonreído como siempre. La enfermera me cogió para que me detuviera, mi bolso cayo por los suelos y rodaron objetos y papeles que llevaba dentro. Mi madre cogió los resultados de los análisis clínicos. Me abrazó y me dijo:-Cumplió con su promesa, jamás te dejaría. La abracé y llore como una niña. Toque mi vientre y recordé el beso que Ricardo me dio mientras estaba inconsciente, fue tan real que pude comprender que él donde estuviera estaba feliz con la noticia. Tenía dos semanas de embarazo y seríamos padres.

Nunca encontraron los restos del avión donde viajaba Ricardo y que supuestamente cayó al mar. Nunca encontraron restos del algún cuerpo. Fue como en mi sueño o como a veces decía él: “Si algún día tendría

que irse de este mundo sería porque el mar se lo llevaría.

Luego de dar a luz, la madre de Ricardo me visitó y me dio los ahorros de Ricardo, dijo que él hubiera querido que así sea. Yo decidí viajar a Colombia y poner el negocio que habíamos planeado. Era un pequeño café donde también vendía productos artesanales. Al principio me costó trabajo adaptarme, menos mal que la familia de Ricardo fue de gran apoyo, muchos pensarían que hubiera sido mejor quedarme en mi tierra pero mi corazón, o creo que era Ricardo que me hablaba a través de mis sentimientos, me indicaba que debía darle a mi hijo lo que Ricardo vivió: Las calles que recorrió de pequeño, los dulces colombianos que le

encantaba y claro sus paseos por aquellas playas que él me contaba.

El tiempo fue pasando, y uno se va adaptando.  Así mientras mi niño iba a la escuela por las mañanas yo trabajaba en la tienda, por las tardes me reemplazaba Camila la hermana de Ricardo. De esta manera después de almorzar mi hijo y yo íbamos a playa Tayrona.

Apaciblemente veía correr por la orilla a la razón de seguir viviendo. Se me acercaba y con esa sonrisa que heredó

de su padre me abrazaba y nos quedábamos mirando al horizonte, mientras el sol se ocultaba en el mar. Entonces sentíamos una suave brisa sobre nuestros rostros. Yo sonreía  pensando  que era Ricardo que venía a saludarnos. Y así como todo inició en una playa, sabía que el ciclo se cerraba también en otra.

 

 

Sandra Ines
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3 Comentarios

  1. Mabel vigo dice:

    Donde se puede adquirir en fisico…
    Me toco el corazon

  2. wilfredo herberth dice:

    Excelente historia muy conmovedora, así es el amor ❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️

  3. Luz dice:

    Muy bonita la historia y de lectura agil, me encanto de principio a fin. Super recomendada ❤❤❤

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