Bruta ciega sordomuda

La primavera desprende un odorífero en los árboles y plantas, fragantes como por ejemplo las higueras o los mismos naranjos, son aromas específicos que desembocan en la memoria para subsistir. No recuerdo vacaciones de primavera o setiembre—como quieran llamarlo— en que no las pase con mi tata, una modesta parcela que evocan todos esos aromas y momentos. Un overol enterizo colgaba por su cintura, trabajaba arduamente en su mesa de madera como maestro carpintero, nunca supe lo que realmente realizaba o si terminaba sus trabajos, pero permanentemente lo veía exponiendo su calva al sol, ocupado alimentando el ganado, gallinas sobre todo. Cuidaba bien su pequeño terreno, dando frutos y distinguidas esencias. Despertábamos temprano, éramos unos madrugadores, no alcanzábamos a ver la alborada y ya estábamos en pie, él despertaba antes que el gallo cantara, antes que yo inclusive, mientras todos dormían me esperaba cada mañana una fuente de cereal Gold, atorado entre la leche descremada y ese crocante cereal de miel. Adoraba esas mañanas, mi tata se adaptaba a mi crecimiento y fue cuando se fue volviendo mi confidente de setiembre, retribuía esa confianza como con nadie lo hacía.

Cada primavera después de haber cumplido los quince traía una pena amorosa, pasaba todos los 18 triste, por culpa de una niña, al principio desencadenaba dolor, angustia y mucho llanto nocturno, cuando le dije eso a mí tata, me dijo que dejara de “mariconear” buscara una niña de verdad, una que valorara mis virtudes, luego de pegarse un comentario de su estilo recalcaba mis cualidades y decía: “cuando encuentres a una niña que esté en tus peores momentos, la habrás encontrado” es fácil rendirle cuentas a los momentos de risas, sobre todo en un principio, sucedió en mi relación más larga, ella se alejó al salir del colegio, ahí quedé yo, sin creerme su excusa, no por que fuera falsa si no por la razón de ser. Ahí estaba mi tata alentándome a su manera, insultándome si fuera necesario, instruyéndome con su forma de ser. Él era hombre para sus cosas como él decía, salvaje como él solo, pero sé que en sus tiempos mozos fue un romántico, por la música que escucha, música añeja, viejitas pero bonitas, boleros románticos, trayéndola en el cinturón su radio portátil, no le quita merito a su hombría por ser romántico empedernido, llevaba tiempo soltero, no le conocí a nadie en verdad, a mi abuela no logré conocerla, el recuerdo que tengo es nulo, lo he visto solo siempre, probablemente lo aprendió a estar, su presencia irradia entereza, nada lo quiebra y para ser sincero da los mejores consejos, algo tosco pero los intento acatar, en cierta forma tiene mucha razón, cuando encuentre una niña que se quede en todo momento será la indicada.

Ese fue la última primavera con mi tata…

 

Volvía de las vacaciones, más bien no podría decirse así, estaba cumpliendo con mi año sabático, tuve dudas al salir del colegio y en casa no hubo drama en tomarme el año, estuve haciendo trabajos esporádicos junto a mi mamá en su empresa, no perdía el tiempo completamente, recaudaba dinero, ahorraba y gastaba mínimamente. Si no estaba en cautiverio en la empresa de mi mamá, me gustaba caminar, no importaba si con calor o frio, cada uno poseía su particularidad, era mi paseo favorito cuando tenía polola, me preguntaba si ellas los disfrutaban tanto como yo, probablemente las aburria, mi sencillez de las cosas es distinta a las demás, me divertía con poco, la compañía era suficiente, relatándome su diario vivir, sus sueños, una taza de café, acostados mirando por la ventana, escuchando música, sin la necesidad de hablar, solo observando y observándonos, visionario del amor, cursi, tonto, poco fiel a lo que buscan las masas. Pasaba por fuera de su casa, la miraba con nostálgica penuria, perdí contacto de sus padres al terminar, me avergonzaba cruzarme con ellos, para mi mala fortuna me encontré con ella, mi ex suegra por así decirlo, solo por cordialidad escuché lo que decía de su hija y sus viajes , volvería pronto y comentó que le gustaría verme, hablaban constantemente por teléfono, me pareció extraño que pudiera hacerlo con su mamá y a mí no dándome esa opción, dijo que se comunicaría conmigo cuando volviera a finales de octubre, cordialmente asentí y me despedí. Algo descolocado al no saber nada concreto de todas maneras ruborizado por la idea.

Me senté con mi música en la banca de una plaza con llamativos colores en sus juegos, par de resbalines, uno verde y otro carmesí, el tobogán verde encerrado era el preferido de los niños esa tarde, los columpios amarillos colapsados por estos mismos, me hubiera gustado balancearme en uno, me vería raro si lo hiciera, es preferible cuando estuviese despoblado, a la hora de refugiarse en casa, es inminente para los infantes; estuve un buen rato perdido en pensamientos triviales, pensando en ella incluso, en cuantas veces paseaba con ella después del colegio, fue una pérdida de tiempo para ella, meditándolo varias veces lo fue, ella tenía claro sus prioridades, evidentemente no estaba dentro de sus planes prevalecer la relación, tras su abrupta decisión. Como decía, desconozco la cantidad de tiempo sentado con los auriculares tronando mis oídos con mi música anticuada que incluso no percaté la presencia de una acompañante al lado de mi banca, lo primero que me fijé fueron sus pantis rotas casualmente, me posé en su cara y ahí estaba tambaleándose, oscilando de un lado a otro, con unos escandalosos audífonos y discman más grande que el mío, el cabello escarlata y ondulado colgaba por debajo de sus hombros , movía sus pies al ritmo de su propia música, retiré mis audífonos y escuchaba casi como musitaba al gesticular con su boca la canción, se notaba bastante pequeña, bajo el metro sesenta, si es que no era de esa misma altura, un piercing tradicional relucía en su nariz, todo en ella era un resalte, su rostro lo era, no era como cualquiera, era distinguido que se hacía difícil de olvidar; de la nada comenzó a elevar la voz soltando un grito: “DONDE ESTAN LOS LADRONES, DONDE ESTA EL ASESINO” en voz más baja prosiguió la letra, con el índice comenzó a moverlo de un lado a otro al igual que su cuerpo, mirando a mi dirección me invitó a bailar.

— ¡Ven y danza conmigo joven desconocido!

—No… No bailo, no soy bueno bailando.

—Ahhh, no importa, que esta es la mejor parte párate.

Era insistente, tuve que ceder. Se movía alrededor mío, saltando y revoloteaba tocando una guitarra imaginaria.

La primavera era inestable, estaba a punto de oscurecer, antes de que sucediera pasó la lluvia sin avisar, se puso a llover de la nada, a ella no parecía importarle, no llevaba el atuendo adecuado, ella menos.

—Oye debo irme ya. — Al hablar pude notar su piercing en la encía.

— ¿Por qué está lloviendo no? Bueno puedo entender que no te guste, en realidad no a muchos le gusta, pero bueno tuvimos unos excelentes 2 minutos, ¿te veo aquí mañana?

— ¿Quieres que nos juntemos aquí y mañana? — dije a su inapropiada proposición.

—Sipo ¿Por qué no? Acaso no te gusta Shakira—Dramatizó al preguntarlo.

—Si es buena, si, si tiene algunas canciones buenas.

—Okey, todas las canciones de Shakira son buenas, sobre todo si hablamos del álbum Donde están los ladrones, el mítico mejor álbum de la puta historia… EL MEJOR.

La lluvia se agudizó parecía lluvia de invierno por su intensidad, pero bueno así es la primavera, trae sorpresas y esta niña fanática de Shakira simulaba ser una.

—Bueno, estaré aquí a las cuatro, te parece.

—A esa hora salgo del colegio, no alcanzo, puede ser media hora más tarde para llegar al parque total queda al lado.

—No hay problema, nos vemos.

Me fui lo antes posible, refugiándome en un paradero, la lluvia declinó espontáneamente, pero persistió un frio indudable, estaba desabrigado y ansioso, ansioso por mañana o curioso más bien, una mezcla de ambas.

 

Llegué temprano al mismo parque, que no queda a tras mano de casa, cercano al de esta niña incógnita, supongo, al parecer también próximo a su colegio, por un instante dudé en asistir al punto de encuentro estando ahí mismo, miraba la hora en mi muñeca, sabía que faltaba para que llegara, de seguro aun no salía ni del colegio, esperé paciente con los audífonos puestos, recordaba ayer mientras ella escuchaba esa canción de Shakira, para ser sincero no ubicaba la canción, porque la artista tiene un repertorio sensacional, no suelo escucharla, pero suena en la radio, la he escuchado involuntariamente en varias ocasiones.

Llegó espontanea con una camisa desaliñada, ajustada a la piel, creo que intentó asustarme por la espalda, la vi de reojos a lo lejos, me hice el desentendido, de todas maneras, me asusté. Me atacó con preguntas, todo naturalizado en ella, tan acelerada, casi irreverente, como si nada le importara. Preguntó a qué hora había llegado, cuanto tiempo llevaba esperándola, si estaba nervioso, si tenía hambre, fueron algunas que retuve, también si estaba preparado para caminar, encaminarme por los cerros, lo interpreté por escalar en tierra, maicillo, polvo, árboles, pero ella se refería a su casa que se ubicaba en altura.

—Y donde vamos es muy lejos, no es que tenga que volver a casa pronto, pero quiero saber si está muy lejos para luego volver.

—Puedes quedarte si quieres, mi mamá no tendrá problemas. Ah, pero mi papá de seguro si, no le gustan los hombres, tendrías que dormir en el sillón obvio, no vayas pensar lo contrario patudo, frescolin.

—No pensaba nada en verdad.

—Si, si, si no te hagas el que no.

— ¿Qué? No ense…

Posó su dedo en mis labios haciéndome callar un “shuu”

—Solo caminemos, platiquemos, luego vas a tu casa, te aseguro que será antes que oscurezca.

No sé porque sus palabras me produjeron tranquilidad, su voz se tornó calma, con esa capacidad de convencimiento la acompañé hasta su casa.

Fue un paseo en subida, de repente dejó a un lado su loco mundo transformándolo a una persona civilizada, siendo su alter ego con el que habla con los adultos, o cuando le dirige la palabra a sus papás o profesores, quien sabe, no la conozco, de pronto genuinamente comenzó hablar de todo un poco, de cómo el crudo invierno escarcha los tubos de escape, lo curioso de la entrada de la primavera como la gente es alérgica al polen dándoles rinitis y estornudan, aferrándose de aquel comentario preguntó, sin esperar una respuesta alguna, de que pasa si estornudamos 3 veces seguidas, significando que te ira bien el amor.

—Eso no es cierto estimado…

—José Miguel.

—José Miguel, uy, que lindo nombre… Bueno como te decía es falso, falso falso, he estornudado varias veces 3 veces seguidas y eso del amor calumnias son.

Así prosiguió monologando, comentaba lo acostumbrada que estaba al caminar en subida, circulábamos en constante ascensión me encontraba jadeando, lo notó y me facilitó su termo con agua, casi sometiéndome a beber, decía que estaba fría, el agua de su colegio era rica, insistió, era cierto de que el agua sabía bien.

Llevábamos casi 20 minutos caminando, ella se había silenciado por un rato.

—Cuanto rato más falta ¿haces esto todos los días? Me refiero de lunes a viernes.

—Si, todos los días, mis mocasines están desgatados de tanto caminar.

—No te cansas.

—La verdad me gusta caminar, sobre todo si es acompañada.

—A mi igual me gusta caminar

—No se te nota lindo.

Reí, la verdad si me gustaba caminar, pero no en subida, era agotador.

—Y dimepo José Miguel, cuéntame de ti, he hablado todo el rato o prefieres cantar.

—Cantar porque preferiría cantar.

—¿NO TE GUSTA CANTAR? —gritó aproximándose a mi rostro.

—Ósea sí, pero…

—Pero que…

Frenó, sacándose la mochila de su espalda salvajemente, sin mirarme en ningún momento, revisaba en su lonchera de discos, buscaba uno en particular, lo cogió para depositarlo en el discman, conectó los audífonos y puso un auricular en mi oído.

—Acaso, dime al escuchar esta canción no te dan ganas de mover las nalgas, el cuerpo y cantar y saltar no sé, como de que tu cuerpo haga a su voluntad.

Era Juan Luis Guerra, no sabía que canción, pero distinguía su voz.

—Ósea… Si… Un poco.

—Estas bien apagado, que música te gusta a ti.

—De todo un poco en verdad.

—Muestra un disco.

Me daba vergüenza mostrarlo, era un disco recopilatorio, tenía música ochentera en español y baladas románticas, boleros de esas que escuchaba mi tata igual. No salían los títulos en el disco, pero si le daba reproducir se daría cuenta.

—Es que no tengo ningún disco bueno de los que escucho siempre, de los buenos, otro día te mostrare uno.

—Aja, ósea das por hecho que habrá otra vez.

Me avergoncé un poco.

Llegamos a su casa, una estructura modesta, de pasajes clones, me indicó su casa con el índice y ahí nos quedamos mirándola como apreciando capaz que cosa.

—Mi humilde cuadra, puedes creer que es medio flaite, pero solo de noche, quedan unas horas para que suelten los balazos. ¿Qué piensas?

Quería asustarme de seguro.

—No, no pienso nada, yo tampoco vivo en un lugar lujoso ni nada.

—Te invitaría a pasar, pero ya luego se te hace tarde mi amigo. De todas formas este sábado, va a estar tocando la doble de Shakira en la plaza, donde estábamos, un show gratuito, como por parte de la municipalidad y no sé qué, también va a estar el doble Lucho Jara si te gusta, los Jaivas y hasta Ana Gabriel la favorita de mi querida madre, iré con ella. Por si te quieres unir.

—No escucho ninguno de esos artistas, pero te acompaño.

—Amigo, amigo mío, José Miguel querido, escuche el álbum de la Shakira, es más, solo algunas canciones del disco “Donde están los ladrones”

— ¿Por qué te gusta tanto Shakira?

—Es la mejor. La escucho de siempre.

 

Llegué a mi casa esa noche, antes de que oscureciera, eso sí tomé una micro, preguntándole a ella como llegaba a casa, me llevo al paradero y cuando estaba arriba de la micro, como una sensación de desesperación y sin intercambiar nuestros números de casa, sabiendo que el sábado nos veríamos le pregunté con un grito su nombre desde la ventana. Ella vociferó su nombre con ambas manos en su boca, la gente me quedó mirando raro adentro en unos asientos unas escolares rieron, yo quedé contento con la incógnita si su nombre era con “i”o “y” Cintia o Cyntia o quizás Cinthia, probablemente Cynthia. Al llegar a casa lo que hice antes fue descargar música de Shakira de Ares, descargué varias canciones que por fortuna se descargaron sin problemas, traspasé la música a un disco virgen, otro proceso rápido listo para escucharlo y desde esa noche en vela me quedé escuchando la música, escribí las letras a mano (al menos lo que pude entender) encontrándome con un sonido totalmente pegajoso, escuchaba, tarareaba las canciones, chasqueaba los dedos, no logré a aprenderme todas las canciones para el sábado, pero las disfruté junto a Cynthia ( así se escribía finalmente su nombre) y su mamá que nos acompañaba, una señora mayor que se notaba que quería mucho a su hija, se mostró distante conmigo en todo momento, casi como con odio, no pesqué mucho al principio, dijo que su papá era peor. La doble de Shakira, la cual de apariencia no era similar a la real, era más menuda y alta, pero su voz era idéntica, en unas de las tantas canciones que cantó Cynthia con una pasión inaudita comenzó a llorar, no era de emoción por lo que noté, eran lagrimas como de dolor y sobre todo cuando cantó Ciega sordomuda, me quedé con esa imagen plasmada en la cabeza, su mamá la abrazaba y consolaba como si supiera lo que le pasaba; cuando logró calmarse y entró al escenario el doble de Luis Jara seguido por Ana Gabriel, la mamá de Cynthia comenzó a cantar, ella ya mucho más calma, me quedé  a su lado sin decir ni preguntarle nada, solo acotando las buenas canciones de Shakira.

—Te dije que era buena, sus canciones van al hueso, su interpretación es única— intentó imitarla, pero se atoró al sentir el carraspeo del llanto anterior.

“Gracias por venir José Miguel” dijo aquello con su alter ego maduro, esa voz sincera, llena de paz, me marché contento por acompañarla. Fueron semanas ligeras, rápidas y de constante dialecto con Cynthia, intercambiamos número de casa, para mi mala fortuna solo había dos teléfonos en mi casa, uno entre la cocina y el living y el otro en la pieza de mis papás, de todas maneras, no recibí ninguna llamada de ella por semanas luego de haberme ya casi acostumbrado, intenté en insistir yo, pero me arrojaba el buzón de voz, me las di de arriesgado para presentarme personalmente. Ahí fue cuando se me rebeló involuntariamente el pasado de Cynthia.

 

Es verdad que las personas eligen a las personas que no son convenientes en su vida, en la mayoría de las veces la elección no es óptima, Cynthia no fue la excepción al involucrarse con un saco huea del pasaje o de por ahí cerca, ni atención presté cuando lo nombró a lo que si tomé con  cuidado fue el daño causado a ella y a su familia.

 

Al momento de llegar su casa y subir nuevamente caminando el largo trayecto hasta la cima de su hogar, nadie habría la puerta a pesar de lo evidente, las cortinas y ventanas abiertas, parado ahí tocando el portón,  esperando un largo rato salió su mamá, hablar personalmente conmigo, me pidió con mucha seriedad que me fuera; casi sin aguantar mis deseos sinceros prácticamente le rogué que me dejara hablar con ella solo por esta vez y que luego no volvería insistir, la vi asomada desde la ventana, su mamá la observó para luego depositar la mirada en mí, así cediendo y dejándome pasar.

Ese día se desnudó ante mí, dejó en evidencia su actuar, hasta su más mínima esencia, todo más juicioso, aclarándome como ella misma definió una negligencia de su parte. Pasé por un sinfín de emociones conteniéndome a decir algo estúpido o indebido, fui un escuchador sensato. Su padre era un obrero ausente debido a las innumerables horas desordenadas, su madre casi dueña de casa y esporádicamente era mucama en cuando la requerían. Las malas juntas, su carencia de malas intenciones la llevaron por un recóndito tan oscuro y peligroso como un callejón sin salida, se vio atrapada con este fracasado de apellido elocuente pero nombre común el tal Kevin Irarrazabal resultó ser un sujeto que restó en su vida, opacándola en absoluto, encontraba insólito su afán de estar con ella, hay personas que por mas que insistan no pegan ni juntan, no hay familiaridad en el  trascurso, no es mutuo, escasea la sencillez, ese ritmo que existe entre dos personas donde se sabe la afinidad indiscutible, desde el sigiloso gesto de rozar su mano al contacto de labios totalmente naturalizado.

Una relación tortuosa que la condenó por largo tiempo, creyó estar enamorada, pero sus brazos morados no decían lo mismo, estuvo en terapia. Sus padres no podían ni hablar con los padres de Kevin, no existían padres, ni tampoco una figura autoritaria en su vida, con el tiempo se enteraron que era mayor de edad, no era un joven, era su propio rey en un mundo de miseria, consumado por las drogas y la violencia. Lo que tuvieron que hacer es poner una demanda, eso llevó a que se alejara de Cynthia, una orden de alejamiento mientras se llega a juicio.

Sus padres viven con el temor de que su hija se encuentre con otra escoria humana rondando por ahí, más temor que ella misma. Cynthia durante el día es distinguida, es increíblemente alegre y espontánea, se mueve con sencillez genuina, gozadora de momentos. Las noches son duras confesó, son su tempestad, se tortura y al mismo tiempo disfruta de la canción ciega sordomuda, se siente identificada pero a la vez tan tonta en caer en manos perversas, en ser ilusa, se sentía una bruta ciega sordomuda ante tal patán.

Aun así… yo me sentí igual que ella pero por distinto motivo.

 

Mi ex volvió de su largo viaje, quería hablar conmigo, quería volver conmigo, después de casi un año de ausencia vuelve, con una postura diferente, que el tiempo dio la razón, aun así que era justo y necesario (parecía misa) de no ser por el alejamiento y el tiempo no se habría dado cuenta. Le creí sin creerle, fue lo peor que pude hacer, pude haber notado sinceridad en su discurso, algo de remordimiento, un color de arrepentimiento y le creí sin creerle no vi ese cambio del cual me hablaba.

Esto se ponía cada vez peor…

Ahora era yo quien no contestaba el teléfono a Cynthia, no tenía ni las agallas de responder una mentira, estaba recomenzando una relación destruida, algo que sabía que no tenía rumbo. Me di cuenta en menos de un mes, entrando diciembre ella se retractó de volver conmigo, más bien ella dio a entender que mal interprete las cosas y ella solo quería verme para disculparse, aunque evidentemente no fue lo que ella reveló esa vez. Estaba tan acostumbrado a la gente de mierda, a las relaciones de mierda que había tenido, condenándome una vez más, cuando ella ejecutó esas última palabra solo dije: okey…

Pensaba que era un mal día aquella tarde, su bipolaridad llegó en un mal día, aun que prefiero que ella me hubiera dicho eso primero antes de recibir la peor noticia de aquel día, de haber sido completamente lo contrario, quizás hasta me hubiera descontrolado con ella.

Con lo de ella más la noticia de mierda de la muerte de mi tata y de fondo Cynthia.

Pensé en Cynthia, pensé en ella como alguien que le arrebataron el agua en tiempos de sequía. Pensé en ella con melancolía absoluta, pensé tanto en ella porque seguía viva y la lapidé apartándola de mi vida.

Y ahí quedé yo, noticia de mal gusto genero represalias, fui tonto, fui un gil, ella era lo que decía mi tata, sin darme cuenta, teniéndola un montón de veces frente a mis ojos. Pegado, observando la nada, la gente me atropellaba sin piedad, como si no existiera mi presencia en el mundo, la única persona que me notaba ya no estaba, fue una extraña sensación, solo sabía que ahora era yo quien me sentía bruto ciego sordomudo… El nudo en la garganta se rompió, rompiendo en llanto de la misma manera, mi tata había fallecido, sentí vacío instantáneo, cumulo de pena por todo lo que me había ocurrido estos meses y la noticia demoledora de mí querido tata.

 

Para estar en la entrada del verano era un día frio, dándole el ambiente a un funeral solo faltaba la lluvia, pero era cuestión de segundos, era cosa de esperar, la lluvia de una u otra manera siempre vuelve a ti, al igual que la vida que brinda esas segundas oportunidades aunque probablemente no tan ilimitadas como la lluvia, si no realmente una segunda oportunidad, como lo fue esa tarde lluviosa, ahí apareció, Cynthia, luego de semanas de ausencia, de evitarla. Caminaba bajo la lluvia sin impórtale que se estrellaran las gotas contra ella, en su chaqueta de cuero resbalaban las gotas, unas botas gigantes cubrían gran parte de sus jeans. Al tenerla tan cerca y lograr ver la nitidez de su cara pude notar como nunca antes había notado lo hermosa que era, lo perfecta que fue para mis ojos verla, caminar a mí, con su negro vestir resplandeciendo con su rojizo cabello, esta vez lo traía completamente liso, sus pómulos redondos se formaban a pesar de no venir sonriendo. Estaba destrozado por dentro aunque verla fue un golpe de vitalidad, la sonrisa volvió para mí, quería expresarla, disculparme y aclarar lo bruto ciego sordomudo que fui con ella después del funeral.

Huala
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