Un mar de dudas
- publicado el 27/07/2020
-
El descabellado arte del harakiri
La vida es un adorno
que acompaña una carcasa.
No alcanzo a valorarla en pleno
si lo que importa está de paso
y permanece lo inane.
El para qué pensar de más,
el para qué los esmeros
se agolpan en mis silencios.
Frente a mí, la mar.
Me siento al Sol y desvarío en el sitio:
¿qué hay más inútil que el arte?
Y, mientras pienso, el astro me dice adiós
dejando sobre las aguas una estela trémula
de belleza sublimada. Y breve.
Esa cadena de pensamientos me acercan
hasta la mar, ida y vuelta.
Y, de regreso, hace frío.
Lo que se va no retornará;
al menos, nunca a esta playa,
sólo nadan a contracorriente las ideas;
éstas viajan cuanto quieren,
porque no saben cargar lastres
porque no atienden a los cuerpos.
Para ellas, el océano es sólo un lienzo
y se remojan y vuelven
destintando las olas.
¡Qué quieta las espera la mar!
Cuando se cierra la noche,
se atreven a enseñar su rostro
las luminarias del cielo.
No les pregunto, soy consciente
de que no responderán nada.
Las más firmes de entre ellas
ni siquiera variarían su brillo
aunque les llegaran mis dudas.
Y, entre titilares, una en fuga
hace un espasmo evanescente.
Sabe que la miré y ella me mira
en el momento en que su reflejo
se extingue entre la marea.
Voy acreditando mis ciclos
y la mar nunca se mueve,
aunque cada vez está más cerca.
<<¿Cómo juzgarle su hambre?>>
digo, al fin, afilando mis palabras
mientras me voy adiestrando,
al compás de cuanto observo,
en el descabellado arte del harakiri.
- De poesías y priones - 13/12/2024
- Lluvia - 27/06/2024
- Amar a gatas - 13/06/2024