El Camino del Deseo. Capítulo 1: Una mala noche.

Capítulo 1: Una mala noche.

Era una noche de verano con fuertes vientos. La temperatura era idónea, ni demasiado frio, ni demasiado calor. Se podía ver grandes nubarrones que cubrían la luna y las estrellas y amenazaban con empezar a lanzar relámpagos. Había estado lloviendo toda la tarde y el suelo estaba mojado, pero ya no llovía más. Se podía respirar la humedad en el aire junto con la contaminación de la ciudad.

Una papelera de aluminio iluminaba la callejuela con grandes llamas de fuego mientras un grupo pequeño de indigentes se calentaban las manos y avivaban el fuego continuamente con viejos periódicos y cartones, para que el fuerte viento no lo apagara. De vez en cuando calentaban sus estómagos dando lingotazos a una botella de vino peleón.

El grupo de indigentes hacía mucho ruido con sus risotadas y frases absurdas, pero Gon pudo oír perfectamente como el ruido de unos tacones se acercaba. Dirigió su mirada y vislumbró a una mujer alta y esbelta caminando con prisas. Portaba un bolso de piel y un vestido lujoso. Sus tacones eran altos, hechos de un material negro y brillante. La mujer miraba al suelo y de vez en cuando lanzaba fugaces miradas al frente. Parecía asustada.

– ¿Dónde va usted, señora? – preguntó Gon cortándola el paso.

La mujer titubeó un “quita” mientras intentaba seguir su camino con la mirada baja.

El grupo de indigentes se empezó a animar y le lanzaron algunos piropos que hubieran ruborizado incluso a las más fulanas.

Rápidamente la señora se alejó junto con su ruido de tacones, y Gon y otros dos indigentes fueron detrás de ella, poseídos por unas pequeñas carcajadas que ponían los pelos de la mujer de punta.
La mujer lanzó una mirada de pavor hacia atrás para ver quien le seguía y acto seguido aceleró el paso todo lo que sus tacones le permitían. Era evidente que le costaba caminar por el suelo mojado, y de vez en cuando se resbalaba. Los brazos de la mujer parecían un péndulo intentando estabilizarla.

– ¡Cuidado, que te vas a caer! – dijo un indigente entre risas

El grupo de indigentes estallo en ruidosas risotadas, y a los tres perseguidores se le unieron el grupo entero.
La risa de los indigentes se cortó en seco cuando la mujer metió la mano en el bolso y sacó un tubito pequeño y alargado.

– Danos todo lo que tengas o te rajamos – Amenazó uno de los indigentes mientras sacaba su navaja.

– Me… me acaban de robar… – titubeó la mujer con la voz a punto de llorar – no me hagáis daño por favor.

El grupito estalló en carcajadas y se acercó amenazadoramente a la mujer. En un torpe intento de huir, la mujer se dio la vuelta y corrió, pero con tan mala suerte que le patinó un tacón y se cayó ruidosamente al húmedo y frío suelo de la callejuela. El tubito alargado se le escapó de las manos y se alejó rebotando por el suelo. La mujer intentó levantarse, pero los indigentes ya le habían rodeado.

De repente, dos golpes secos sonaron al unísono. Los indigentes se dieron la vuelta y vieron a otro mendigo que acababa de aparecer, como por arte de magia. Su llegada no sorprendió a los indigentes tanto como a la mujer.

La mujer, que aun estaba en el suelo, se fijó que iba descalzo. Según levantó la mirada vio que era un joven varón que vestía unos pantalones militares raidos y un abrigo de mujer tan viejo que parecía sacado de un museo abandonado. El abrigo tenía varias grietas debido al uso y al paso del tiempo, por donde asomaban algunos músculos. Las mangas estaban cortadas a la altura de los hombros, dejando salir dos brazos extraordinariamente musculosos. Su barbilla era cuadrada e imberbe, y entre los labios asomaba un cigarrillo de liar encendido. Sus ojos eran de un color pardo y muy brillantes, y el pelo era muy corto y negro. En sus orejas colgaban cinco pendientes, dos en la derecha y tres en la izquierda.

El nuevo hombre dio una larga y ruidosa calada a su cigarrillo. Se hizo un silencio prominente. Algunos de los indigentes miraron hacia el suelo con cara de arrepentimiento. Un par de ellos se alejó haciendo un ruidito de decepción.

– Gon… ¿Qué le estáis haciendo a esta mujer? – dijo el mendigo musculoso, mirando atentamente a la mujer.

– Nada, tío. Sólo nos estábamos divirtiendo un rato, pero no la íbamos a robar…

La mujer aprovechó para levantarse del todo.

– ¿Dónde vives? – Le preguntó apartando el cigarro de su boca.

– Vivo en la urbanización Alpina – contestó nerviosamente, buscando con la mirada el tubito que se le había caído.

El mendigo dio unas zancadas y cortó el paso a los dos indigentes que se alejaban.

– Venga, darme algo de dinero – dijo tendiéndoles la mano.

El grupo de indigentes se hurgo en los bolsillos y le dieron un puñado de monedas al musculitos.

– Dos… ocho… – empezó a contar las monedas – diez con cincuenta… doce… Suficiente.

El mendigo se acercó a la mujer y le tendió el puño sujetando las monedas.

– Esto es para ti, para que… – empezó a decir el mendigo.

La mujer  hizo un movimiento rápido con su brazo y le fumigó la cara con el botecito. Parecía ser un espray anti violadores.

-… puedas pagar un taxi hasta tu casa – terminó la frase sin siquiera parpadear por la loción del espray.

– ¿No te escuece? – preguntó incrédula la mujer, mientras retrocedía patosamente hacia atrás.

– Vete a casa – le apremió el mendigo, mientras le ofrecía el dinero.

 

Autor: Germán Pérez Campo, 30 de Julio del 2008.

Capítulo siguiente:
Capítulo 2: Mala compañía.

Pequadt
Últimas entradas de Pequadt (ver todo)

4 Comentarios

  1. Lascivo dice:

    Has hecho que moje las bragas. ¡Ay!

  2. Pequadt dice:

    Por el mendigo musculoso o por el bote pequeño y alargado?

  3. champinon dice:

    Cambio una cosa…
    Grandes descripciones… metes mucho en el lugar, eso hace que el suspense mejore,… es fantástico el relato? sólo fantástico?

  4. Pequadt dice:

    Es fantastico, de fantasía épica (elfos, gnomos, dragones, etc), solo que ahora mismo es en plan «cronicas de narnia», es decir, están en nbuestro mundo, pero más adelante (en el capítulo 3) viajan a otro 😛

Deja un comentario

Tu dirección de email no será publicada