LA PIEL DE LA MUJER.
- publicado el 03/02/2009
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Bruno Volumen 2
A petición popular (dos «populos» exactamente jaja) y porque quería aclarar algunas dudas continuo este relato.)
Quizas fue demasiado temprano para acabar el último tramo, pero si no hubiera despertado a los sherpas,y comenzado a escalar, ahora se encontraría encerrado en una cueva de uno de los Himalayas con la boca llena de nieve.
«Perfecto, asi no me seguirán»- pensó Bruno frotandose cerca de la cintura, encima de un estuche cilíndrico metálico que llevaba. Miró a su alrededor. Todo era practicamente blanco. Los montes que le rodeaban se perdían por encima de las nubes. Pudo reconocer el Everest por cosas que le habían dicho los sherpas a varios kilometros al sur.
La cima en la que se hallaba era como una punta rota, o una meseta muy alta, sólo ocupada por un rústico casón. Podías tener sensaciones agradables solamente con esperar en el porche de esa casa a que acabasen los cánticos.Los sherpas, antes de comenzar el descenso, le habían advertido que no debía interrumpir los cánticos fuera como fuese.No les vió alejarse por la tremenda tormenta de nieve que caía. Bruno esperó una hora más. Y de repente, los cánticos cesaron y una puerta colosal se abrió detras suyo chirriante. Nadie le esperaba en la entrada, de hecho no sabía cómo se había abierto la puerta. Miró alrededor suyo. Le sonaba el sitio pero no sabía de que. La habitación estaba iluminada por el reflejo de luz blanca que rebotaba en la nieve. No parecía que hubiera nadie en la estancia.
Tras mirar detenidamente la estancia descubrió que no había nadie allí, y que no había ninguna otra salida. Tampoco había ningun instrumento que abriese las puertas, ni que pudiese tener grabados los cánticos.
Después de dar dos vueltas alrededor de la estancia única de la casa, algo le asustó tanto que llego a dar un bote. No había visto a nadie venir, tampoco había nadie ahi un minuto antes… Pero alguien permanecía sentado con las piernas entrelazadas y acurrucado. Las puertas se cerraron, y una hoguera se encendió al otro lado de Bruno, dando otro bote y acercandose al misterioso desconocido. Le bordeó y se acercó por delante. No sabía si debía hacer algo, asi que se sentó enfrente suya y esperó.
Claramente era un monje budista bastante jóven, y tenía cierto rictus de candidez infantil. Bruno esperó y no se dió cuenta de cuando abrió los ojos. Lo hizo muy lentamente. Al final respiró lentamente y soltó el aire también despacio escaneandole con la mirada.
-¿Quién estaba cantando? ¿Donde se había metido?- Bruno le habló en castellano. El hombre no contestó. Sin darle tiempo a que reaccionara le puso los pulgares en la sien. Bruno vió como todo se hacía opaco y de repente la habitación parecía menos austera, el monje era más viejo, y el iba en pijama.
-¿Quién eres? y ¿Cómo has llegado?- le preguntó el monje a Bruno. Su voz tronaba en su mente con eco. Bruno se iba a girar para señalar el camino por donde se fueron los sherpas pero pensó por un momento. ¿Cómo es que no recordaba cómo había llegado a la montaña? ¿Cómo es que no sabía quien era?
Ese pijama que llevaba ahora le era familiar… ¿Pero que hacía alli?. ¿ Donde estaba el mensaje que le tenía que entregar a Tsong Ganden de parte del Kundun? ¿Cuándo le había dado el Kundun un mensaje? y lo mas importante… ¿Quien era el Kundun?
El monje parecía leerle el pensamiento, porque sonrió y cuando paró de hacerse preguntas contestó:
– Tu mensaje está a salvo en el templo, donde nos hemos encontrado. Ahora estamos dentro de tu mente. Tu no deberías estar aquí. Los guardianes del monasterio te han guiado, te encontraron en mitad de la nieve, a un dia de aqui, seco, con una nota en la frente.Te taparon y se fueron a dormir, y tu les despertaste para que volvieran a escalar la montaña. Las preguntas que acabo de hacerte estaban en la nota…¿Quién eres? ¿Cómo has llegado?. Son preguntas para hacerte a ti mismo… Y puedo ver que también lo has escrito tu.-explicó el monje.
– ¿Y porque no me acuerdo de nada?-preguntó Bruno.
-Porque no estas aquí. Y tu no se como lo haces…Había oido de viajes astrales, pero siempre desde el lado subconsciente que permanece en la memoria. Creo que te puedo ayudar…Buscó en sus ropajes y sacó una bola de cristal blanca que brillaba.- Lo que a ti te pasa, es que en medio de tu sueño te materializas en el mundo real, como en el sueño… Sin hacerte preguntas, sin remordimientos, sin pensar. En los sueños hacemos cosas sin sentido. Y ahora deberías irte. La bola blanca te ayudará.
Todo se volvió opaco de nuevo, volviendo a la iluminada y austera habitación inicial. El monje seguía sentado delante de el de vuelta a una juventud aparente y musitaba algo con los ojos cerrados.
-¿Quién cantaba? ¿entonces quién cantaba?
-Despierta, o llegarás tarde a clase…-escuchó Bruno. Pero aquello no salía de la boca de Tsong, pues este musitaba en su lenguaje. Tsong abrió los ojos asombrado, y eso fué lo último que vió Bruno antes de la más absoluta negrura…
-venga despierta ya, Bruno, que la ducha esta libre, luego no te quejes si entra antes tu hermana , tarda media hora y llegas tarde.- ahora si reconoció la voz.Era su madre. Bruno se levantó. Ella tenía razón, encima tenía muchas ganas de mear.
Mientras se ponía las zapatillas se dió cuenta que llevaba algo frío en la mano. Tenía una pelota de cristal blanco brillante. Parecía una bombilla esférica de poca carga. Sentía algo extraño también en las costillas. Llevaba un cilindro metálico como mochila…¡Qué frío! Los dejó en la estantería prometiendose que luego los miraría mejor, pero ahora debía irse al baño, antes de que le quitasen el turno, que la alarma había sonado diez minutos antes y ya iba justo de tiempo.
Bruno se miró al espejo, era la cuarta noche que decidía escribirse cosas en post it, para saber que pasaba por la noche y quien le regalaba esas cosas, y era la cuarta noche que el post it no estaba por la mañana. Pero esta vez había pasado algo extraño. Se le había quedado la marca del borde en la frente… ¿Qué narices estaría pasando?
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es genial…lo vas a continuar?=)