La Boca del Metro (Parte 1 de 2)

Bueno aqui va otro pequeño homenaje a Ray Bradbury:

Hacía ya unos doce años que Rose viajaba en el metro a diario, desde su casa hasta el mismo banco de siempre, cuando hizo el descubrimiento

Una nariz afilada, seguida de unos labios carnosos de una gran belleza, salía tímidamente de una de las paredes de la estación.

Se detuvo de pronto, mirando absorta esa extraña y nueva manifestación, frotándose los ojos, desconfiando de sus propios sentidos. “Estúpida vieja chocha” se dijo. Y miró a su alrededor, buscando empatía, en unos seres humanos-mecánicos, que se movían exclusivamente por impulsos rutinarios. Nadie se fijaba, aun cuando ella les intentaba parar y les gritaba. Ellos sencillamente le esquivaban, como a cualquier otro obstáculo de su camino.

Finalmente se rindió y volvió a colocarse junto a aquella boca. Curiosa como una niña, con los ojos preocupados pero llenos de curiosidad, esos ojos brillantes, fijos, profundos.

“¿Y qué hago yo ahora con esta puñetera cosa que ha aparecido aquí?” se preguntaba mientras seguía examinando, como esperando que le dijera qué debía de hacer. “Bah, al diablo con ella. No me importa.” Y se marchó riendo, como si nada hubiera pasado.

Y sin embargo, ¿Por qué no lo había notado antes?

Al llegar a casa cenó rápido y se acostó temprano. La “boca” volvía una y otra vez a su pensamiento. “Pamplinas, ¡estoy estúpida! Tengo 60 años, no estoy senil todavía.” y, finalmente, se obligó a dormir.

Al siguiente día, al llegar a la estación, estaba convencida de que no se encontraría nada, de que aquello habría sido una mala jugada de su imaginación, sólo una alucinación. Sin embargo, allí seguía. Esperando. Quieta e inmóvil como el día anterior.

Rose quiso ignorarla, fijó la vista en el frente y echó a andar. Y cuando pasaba por su lado, mirándola de reojo, le pareció que le decía algo.

“¿Ha dicho Rose? No puede ser. Cada día estas peor…” Se decía a sí misma dándose golpecitos con el dedo en la sien.

Se moría de ganas de ir a mirar más de cerca. “¡Al Diablo!” pensó, y prosiguió su camino.

Los siguientes cinco días, la boca no estaba. Es decir, ella no miraba, luego podía no estar.

Pero la siguiente vez que pasó, la voz fue clara y concisa. “¡Rose!” gritó. Trató de ignorarlo, pero esta vez no pudo. Miró fijamente, como si pudiera ver a través de ella, como si hubiera alguien detrás que le estuviera gastando una broma. Desde luego, lo que más le enfadaba era el hecho de que todas aquellas personas les ignoraran, tanto a ella, como a la dichosa boca de la pared. Y encima,… ahora hablaba.

Se acercó lentamente, y cuando estaba ya a un palmo,… “¡Rose!” volvió a gritar. Ella se asustó, se agarró la boca con ambas manos, obligándose a no gritar. Contuvo el aliento. Fuese lo que fuese aquella cosa, estaba hablando,… y conocía su nombre. Entonces se dio cuenta de que la boca susurraba algo. “¡Por Dios! – pensó Rose – Sabe que estoy cerca, quiere que me…” Y la anciana comenzó a inclinarse, acercando la oreja lentamente. Estaba casi lo suficientemente cerca como para entender algo, cuando sonó el móvil.

“¡Ah!” – se asustó, sentía que todo su peso le recorría el cuerpo desde los pies hasta las manos, para finalmente, quedarse allí. Costó esfuerzo, pero consiguió coger el teléfono antes de que colgaran. Más que agarrarlo, lo estrangulaba.

– “¡¿Quién es?! “– gritó.

“Rose, soy Eddie. ¿Qué te pasa?”

“Madre mía, Eddie, me has dado un susto de muerte. Dime, ¿Qué quieres?”

– Hubo un silencio largo al otro lado del teléfono, luego un suspiro y, finalmente…

“Te parecerá una tontería, pero no podía concentrarme en el trabajo, tuve una corazonada. De pronto pensé, Rose no está bien, ha pasado algo,…” – Otro silencio – “Esto,… Rose,… ¿Estas,… Estas bien?”

– “Perfectamente, muchas gracias.” – dijo con un tono algo enfadado.

– “Claro que sí” –añadió la voz al otro lado del auricular – “Seré imbécil. Lo siento Rose. Me alegro de que todo vaya bien. Ya hablaremos, ¿eh?, un beso, adiós.”

Rose se quedó pensativa, escuchando el tono que indicaba que Eddie ya había colgado. Finalmente, apretó el botón y guardó el teléfono.

Miró de nuevo a la boca, entornando los ojos. Parecía tranquila, en completo silencio. Esperó y esperó, pero no hubo más palabras. Al menos, ese día, no las hubo…

Champiñon
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9 Comentarios

  1. Zilniya dice:

    Carai, qué suspense, no puedo esperar a la segunda parte… Por cierto:

    Bueno aqui va otro pequeño homenaje a Ray Bradbury:

    El editor te ha lanzado un erupto! ^o^

  2. Zilniya dice:

    Mmmm… Será entonces que mi ordenador no interpreta esa cadena de lenguaje html que aparece en la primera línea?

  3. champinon dice:

    Yo no lo veo… sera por usar Internet explorer,.. yo uso firefox

  4. Zilniya dice:

    Ahhhh, tienes razón, ya me pasó en otra ocasión lo mismo. Tanto Explorer pa na’… XD

  5. ameliemelon dice:

    me gusta, me gusta. me has dejado con la intriga. espero que no se haga mucho de rogar la segunda parte.

    amelie…

  6. Lascivo dice:

    Ahoooora sí, amigo Champinon! Ahora sí me gusta! Tu anterior relato creo que te dije que no me gustó tanto, pero ahora creo que has vuelto, caballero. Un aplauso de mi parte. Tb espero ansioso la siguiente entrega

  7. champinon dice:

    Colgada queda, espero que os guste

  8. newowen dice:

    Esto es lo típico pero es cierto:
    No os lo vais a creer pero cuando he llegado a la parte que sonaba l movil, ha sonado el mío y he pegado tremendo respingo jajaja. voy a por la segunda parte YA.

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