El Restaurante Ming
- publicado el 01/08/2008
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El escritor culto y socialmente reconocido
El sol salio gris hace horas sobre el cemento y los bloques de pisos. Despierto a cámara lenta, mi primer contacto con la realidad en este día es el zumbido del ventilador de mi Apple Macbook Air mb940. Siento, antes incluso que la llamada de mis múltiples necesidades fisiológicas, el atrayente magnetismo de la radiación de su pantalla de 13 pulgadas, y una única palabra se forma de manera mecánica y subliminal por detrás de mis ojos: facebook…
Son las 2 menos cuarto cuando he terminado de saciar mi adicción a la tecnología, y enfundado en ese uniforme casual-fashion que me confunde con la masa adormecida a la vez que me distingue de ella a los ojos de aquellos realmente capacitados para observar, pongo mis pies en la calle para ocuparme de los quehaceres mundanos que tanto torturan mi alma creativa. Realmente no me da tiempo a llegar al banco antes de que cierre ni a la oficina de empleo para preguntar si ya han convocado las oposiciones, así que me dirijo a la óptica. De camino pienso en lo denostado que esta el tópico de las gafas de pasta, esbozo una sonrisa imaginando los hilarantes comentarios que podría verter acerca de mis gafas naranjas de Dolce & Gabbana sin graduar. Quizá un monologo. Lastima que el género este demasiado de moda.
Las primeras horas de la tarde transcurren en la Cava Baja entre cerveza de barril y simbólicas tapas de patatas fritas. La compañía de las mentes inquietas que comienzan a despertar y a agruparse estimula mi capacidad analítica y reflexiva. Es el momento de buscar alguien que pague la cuenta y subir a casa, a escribir.
Diccionario de sinónimos en mano releo el relato a medio escribir que conmueve a mi procesador de textos. Retomo la historia donde la dejé. El recorrido por la traumática infancia de un alcohólico analfabeto que cuenta su historia de lucha, sangre, sudor, semen y lagrimas al cura pederasta que acude a consolarlo horas antes de su ejecución, acusado de una serie de crímenes atroces que no ha cometido. Mis dedos recorren raudos el teclado, las palabras fluyen de mi mente a la pantalla en un orgasmo narrativo sin igual. Redactado el trágico final solo falta salpicar el texto con referencias a lugares reales y sugerentes que conviertan mi obra en una composición tridimensional. París es demasiado obvio. Nueva York demasiado frívola. Mi desconocimiento sobre el centro de Europa podría dejarme en evidencia. Me decido por el siempre socorrido Madrid de los Austrias. Invierto 20 minutos en repasar la ortografía y elegir un tipo de letra con personalidad. Quizá cambie el orden de los párrafos. Disgresión temporal creo que lo llamaban. Quizá algún sangrado estrafalario. Adoro las palabras de más de 3 silabas. Los guiños al dadaísmo son siempre signo de una formación cultural sólida.
Decido que merece la pena invertir el resto de la tarde en escribirlo a mano en mi vieja libreta negra. De mi puño y letra, todo pasión. Llego tarde al recital de poesía. Perfecto. Me siento en la mesa del fondo que ocupan mis afines, su superficie rebosante de papeles, té, tabaco de liar y comentarios ingeniosos. Comparto con el círculo de pensadores mi nueva obra. La discusión se centra en los matices estéticos y conceptuales, con 2 facciones claramente enfrentadas: los que sostienen que su vehemencia y crudeza remiten al estilo de la fase oscura de Emir Jorvanosky y los que argumentan que la prosa visceral pero refinada y la digresión temporal (sabía que era buena idea) es manifiestamente una reminiscencia de la novela balcánica de los años 20. La conversación se extiende en el tiempo hasta la hora de cierre.
Camino a casa, despacio, hablando con Ivette sobre Baudelaire y los derechos de los animales. Al llegar al portal rechaza mi invitación a continuar la conversación en mi piso con un compasivo beso en la mejilla. Subo las escaleras intentando recordar cuando fue la última vez que contemplé una mujer desnuda, y una vez arropado en mi cama repito como un mantra hasta quedarme dormido la primera ley del talento.
El arte es sufrimiento
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- El escritor culto y socialmente reconocido - 07/02/2009
Te puedo llamar ElHombrePunzante?jajaja. Espero que siga ustez deleitándonos con guiños y brutales ironías en este nuestro bloj, que parece que en esa cabecita suya hay chicha(amén). Güelcom!
tu me puedes llamar como quieras…
a ver si puedo con la pereza y os dejo una parrafadaza de estas por aqui de vez en cuando.
Gracias por la bienvenida y por …la imparcialidad
guau
Brutal. Me ha molado mucho.
Me ha desconcertado el final. Resulta que es sólo un tipo que escribe muy bien pero que liga muy mal? La razón de que sea tan pedante es pa follar con otra escritora?
Bueno, ahí dejo mis dudas.
Genial, HombreSediento, muy bueno.
toda forma de expresion artistica nace como un intento del ser humano por impresionar al sexo opuesto (salvo honrosas excepciones)
me alegro de que te halla gustado (y el tio no escribe una mierda, solo que aun no se lo ha dicho nadie)
XD
Esta historia es brutal. !Qué talento chico¡
Un saludo
es solo una caricatura de alguien cercano, se escribia solo. gracias
¡Bienvenido! Excelente relato, usas muy bien el vocabulario para describir el mundillo del protagonista y no dejas a nadie indiferente. ¡Muy bueno!
vaya, parece que he tocado techo, dan ganas de no volver a escribir para no estropear mi carrera (ac ac ac) asias…
bravo, me ha gustado mucho jeje. Y que narices! escribe más