Media luna
- publicado el 23/07/2014
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…
El zulo era deprimente, pero muy amplio y suficiente para que se hospedase una familia entera, como era el caso. Las paredes eran de ladrillo y relucían las telarañas y asomaban las ratas. El niño aveces se divertía disparando con la 9 milimetros de su padre. Juan, apodado »el vaquilla» por el resto de la mafia vallecana, se recostó en el sofá, cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño…
»Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiing»
– ¡Lisa! ¡¿Lisa cariño porqué no coges el telefono?! ¡Papi quiere dormirse!
Puesto que no recibió respuesta alguna de su hija, se dispuso a descolgar.
– Sí, digame.
– ¡Hola! ¿Es usted Juan Garcia Lasa? Le llamamos de Telefonica.
– Errr, si, pero no nos interesa, ¿eh? Muchas gracias.
– Es importante, caballero. Debe usted mas de doce mil euros en gastos telefonicos.
– ¿¿¡¡Cómo!!??
– Tenemos aqui una lista con llamadas a Brasil, Argentina, Nueva Guinea, Francia…
– Oiga, eso es imposible, ni yo ni nadie de mi familia hemos llamado a tales lugares. Debe de tratarse de un error, uno de esos errores que soleis cometer las empresas telefonicas ¿eh? ¿Oiga? ¿Siguen ahí?
»Puuuuuuuuuuuuuuuu,Puuuuuuuuuuuuuu»
Habían colgado.
– Panda de gilipollas – murmuró el vaquilla, volviendo a cerrar los ojos.
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En el cuartel general de la policia, el sub-inspector Ricardo no pudo evitar esbozar una sonrisilla cuando uno de sus agentes le informó de que porfin habían localizado al vaquilla. Había sido por vía telefonica.
– Avisa a la brigada anti-mafia, Sanchez, vamos a cargarnos a ese hijo de perra.
– Si , señor.
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