La locura del arte.
- publicado el 24/09/2014
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El Artófago.
El primer caso se dio en una sala del Museo del Prado de Madrid.
En la sección de Goya, sus «pinturas negras» se habían puesto a la par de la obra de Rothko en cuanto a la pureza descriptiva del nombre de la obra para con ésta (tampoco hay mucho que describir…) o podríamos decir que se convirtieron en la antítesis del «blanco sobre blanco» de Malévitch.
Dentro del marco sólo vacío.
Las noticias lo achacaron a un acto de vandalismo a algún dadaísta iconoclasta o a algún enfermo mental.
Otros acusaron al vigilante de seguridad, pero las cámaras revelaron que él no estaba allí en ése momento.
Nadie estuvo allí. La obra sencillamente se tornó negra por completo.
Mientras los especialistas sometían a estrambóticas pruebas piezas microscópicas de lienzo, los atónitos turistas del Louvre declaraban haber visto una sombra que se daba un rápido atracón con un cuadro de Arcimboldo y desaparecía dejando un rastro irisado y cambiante que echó humo y luego no dejó más rastro.
En portada del «Daily Express» un titular anunciaba «El ‘Chupacuadros’ ha atacado ahora la obra de Shakespeare».
La seguridad se reforzó en museos y galerías.
Los ministerios de cultura trabajaban sin descanso.
Aun así, en el museo Horta de Bruselas vieron como todos los adornos y florituras se desprendían de la arquitectura y se deslizaron reptando hasta un rincón en la penumbra desde el cual se escuchó un gran eructo.
A unos cuantos kilómetros, en el Festival de Bayreuth, los asistentes se quedaron atónitos al ver que en medio del tercer acto del Parsifal de Wagner, los que se hallaban en pleno escenario se quedaron sin voz y los instrumentos no emitían sonido alguno.
Hasta aquí el peligro lo corrían sólo piezas de incalculable valor.
Pero los ataques del misterioso Artófago (como lo habían rebautizado los medios) fueron a más y llegó a dejar gravemente herido a un crítico de arte que se recuperaba lentamente.
Los casos aumentaban de número y gravedad por todo el mundo, así como los testigos que afirmaban que cada vez el ser era más grande. A esto hay que sumarle las fotos falsas y extrañas teorías.
Ir al museo era ya extraño, porque los ciudadanos no estaban seguros si quedaba algo que ver o si aparecería «eso».
Gracias a los refuerzos, capturaron al «ser» que se había quedado empachado al devorar en El Vaticano al Laocoonte y se había quedado un tanto enredado en la postura del padre. La escultura se veía como recubierta por una especie de mucosidad oleaginosa de colores que cambiaba constantemente.
Le hecharon una red por encima y un gas sedante, todo en un aire totalmente confidencial.
Pero cuando abrieron el saco que supuestamente contenía al Artófago, solo hallaron pintura impregnando las paredes del mismo.
Y un día al amanecer, el cielo tenía más colores de lo normal.
Los cuadros desaparecidos volvieron a su lugar y en medio del cielo quedó una forma cambiante que lo recorría como un nuevo asteroide, inspirando los corazones, creando incesantemente formas armónicas y haciendo llover color y sonido allá en donde había alguien triste o paises en guerra, haciendo que se detuvieran las matanzas ante la sublime visión de aquel despliegue de Arte Puro. Y crecían árboles con forma de lápices de colores y pinceles con poemas grabados en sus cortezas.
Cuentan que un anciano que vivía en lo más alto de la montaña vio al Artófago un día con una forma casi humana, de género indefinido y su característica piel cambiante. Estaba desnudo a pesar del frío.
Se volvió hacia el anciano y le lanzó una mirada, luego se volvió hacia el precipicio y extendiendo los brazos se dispuso a ser el manantial del cual beberían artistas de todo tipo, se había alimentado con muchísimas obras y había leído y aprendido de todas. Él se convertiría en todo eso.
Ahora se lanzó hacia el vacío.
el anciano corrió al borde del abismo y presenció algo comparable al nacimiento de una estrella.
El Artófago se inmoló por amor al arte.
Y aquella montaña sería conocida a partir de entonces como
«Montaña A».
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Pura fantasía poética, es muy original!!!
gracias Zilniya, y hola a todos de nuevo, me alegra ver que esto crece, bienvenidos a todos! ^^
El Artófago… todos lo hemos visto alguna vez, creo yo, lo hemos visto y le hemos invocado cadavez que nuestra inspiracion se ve cegada o bloqueada…
Suena como la representacion que todo artista tiene, en ese instante antes de crear (cuando la idea no está consisa en su cerebro) y despues cuando le da forma a su arte (le da nacimiento a su obra).
Así lo veo yo….
Sin mas que decir… es un relato sublime que nos inspira a todos a seguir por el camino, a continuar escribiendo (pintando, dubujando, actuendo…) para remover esos sentimientos en nuestros espectadoes que ellos no savían que estaban ahi…
Gracias por el relato… Sencillamente… Sublime
XD pues me he dado cuenta de que le he puesto el mismo atributo a la piel que a mi Inkgnatiuns Guttemberg Tintoretto XD (Mediastintas pa los amigos) Será que me gusta mucho eso de la piel de colores cambiante. O que el artófago es el hermano mayor o el mismo personaje que ha crecido, no lo se.