Testimonio de un suicida.
- publicado el 14/09/2008
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El Encargo
Me levanté cansado. La pistola seguía en mi mano. La chica seguía en el suelo. Lo que dejé como un charco de sangre era ahora una gran mancha granate, oscura, casi negra, de costrosos restos de puta barata veinteañera. Un circo de miles de hormigas seguía en línea recta el camino hacia la sangre seca. Paralelas a las que venían iban sus compañeras, cargadas de trocitos de costra, a fin de alimentar a la siguiente generación. Vaya con la putita, sólo sirvió para algo después de muerta. Irónico.
El piso, por lo demás, estaba inmaculado. No tenía muebles, salvo la cama y una nevera, además del váter y el lavabo de rigor. Eso sí, sin ducha. Era un estudio, y daba sensación de ser amplio por lo vacío que estaba.
Me levanté y di un pequeño salto para esquivar el cadáver. Quité el silenciador a la pistola y lo guardé junto con ella, tras borrar mis huellas, en un maletín que traje conmigo ayer. Me dirigí al váter y oriné. Qué gusto da la primera meada de la mañana, sobretodo sabiendo que hoy me pagaban por un trabajo bien hecho. Me limpié en el lavabo los restos de sangre que tenía en la mano y el abdomen. No olía demasiado bien, así que me froté con las manos húmedas las axilas y la polla. No fue la mejor de las limpiezas, pero en media hora tenía que ver al Jefe, y de momento me apañaba.
Sveta, que así se llamaba la chiquilla, era una ramera croata, alta, delgada, rubia de bote. Seguramente emigró pensando en una vida de película. Mi Jefe la ayudó a venir, y luego la chantajeó, extorsionó y amenazó. Primero trabajó directamente para él. Ella y unas doce chicas más, todas de la misma edad; salvo Dolores, putón dominicana de unos treinta años, muchos dicen que travestida; yo apostaría a que sí. El Jefe es un tío peculiar. Y cuando se cansó de Sveta, la puso a hacer la calle.
Lo que no sabía el Jefe es que Sveta sabía bastante más español que lo que los demás creíamos. Y por tanto, entendía muchas conversaciones que el Jefe tenía, con la total y absoluta certeza de que ante Sveta no tenía que omitir ninguna información. ¡Si no sabe ni hablar español! ¡Qué va a entender ella!
Así que, cuando Sveta tuvo que hacer la calle, se guardó bastante información para sí misma, y la usó cuando creyó conveniente. Chantajeó al Jefe, y eso al Jefe no le gustó. Había que matarla.
Conviví con Sveta cerca de seis meses. Fui su amante, su confesor, su novio… la saqué de la calle, y ella me lo agradeció. Terminó confiando en mí, me contó toda su vida. Cómo vino a España, cómo acabó trabajando con el Jefe. Y cómo creyó que su chantaje dio resultado. Al fin y al cabo había logrado dejar la calle, y sin consecuencias. Tuve que vivir con ella, y asegurarme de que me soltaba todo lo que sabía. Entonces, habría que eliminarla. Fue fácil.
El Jefe organizó todo. Alquiló el estudio. Y en él estaba el maletín con la pistola. Yo le dije a Sveta que tenía una sorpresa para ella, que me acompañara. Que íbamos a irnos a un piso más grande que había comprado. Ella se puso loca de contenta. Estaba tan ilusionada. Se me agarró del brazo, con fuerza, y no me soltó hasta que llegamos al estudio. Le encantó. Parecía tan feliz que hasta me dio pena matarla. Saqué el maletín de debajo de la cama, lo abrí, me preguntó qué era eso, qué hacía. Cuando vio que estaba colocándole el silenciador a la pistola corrió hacia la puerta, pero estaba cerrada. La empujé hacia la cama, y cuando se levantó, disparé. La bala le agujereó la cabeza de lado. No salió. Sveta cayó al suelo, al lado de la cama, y sangró y sangró hasta bien entrada la noche. Me acosté en la cama, recé por su alma de puta, y me dormí.
***
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Mientras me vestía contemplaba el cadáver de Sveta. Era muy bella, pero no fue lo suficientemente lista. Una pena, porque me había divertido con ella. Y siempre me ha gustado la sensación de haber sido amado, cosa que ella hacía. Pero no me sentía mal, no me arrepentía de haberla matado. Mi deber es cumplir los encargos del Jefe.
Ensimismado en mis pensamientos, casi ni me enteré de que estaban aporreando la puerta. Debe de ser el contacto, que me llevará ante el Jefe, pensé. Abrí y era Jaime, vestido de repartidor, para no levantar sospechas. Jaime era un antiguo compañero, de los mejores en lo suyo. Pero desde luego nunca había sido un chófer. Jaime no estaba allí para llevarme ante el Jefe. Jaime estaba allí para matarme. Lógico, ahora yo sabía demasiado. Jodida Sveta…
Me resigné, sabía que no había escapatoria. Jaime era demasiado bueno, y yo sólo había matado diez o doce putillas. Sacó con una mano una navaja y con la otra una pistola, y me miró como pidiéndome elección.
“Hazlo rápido”, le dije. Así fue. Una bala atravesó mi cráneo por un lado, como a Sveta. Mi cuerpo cayó y se quedó cerca del de ella. Ahora juntos, más que nunca. Mientras perdía la consciencia, cosa que tarda más de lo que se pueda pensar, casi pude ver una mueca grotesca en la cara de Sveta. Como una leve sonrisa. La muy puta…
***
Y no soy tonto, sabía que, ahora que tenía toda la información que poseía Sveta, el Jefe querría eliminarme a mí. La pistola la había guardado, y no tenía intención de volver a cogerla, menos aún después de haberla limpiado. Pero siempre llevaba un pequeño machete encima.
Aporrearon a la puerta. “¡POM, POM, POM!”
Abrí y rápidamente clavé mi machete en un cuello. Pegado a él, la cabeza de Jaime, uno de mis compañeros, y de los más letales empleados del Jefe, escupía sangre a borbotones. Llevaba una gorra de repartidor. Le dejé caer al suelo y me dirigí a la ventana. Al asomarme a la calle vi una furgoneta de Seur aparcada frente al edificio.
Rebuscando en los bolsillos de Jaime encontré las llaves de la furgoneta. Bajé corriendo las escaleras, temeroso de encontrarme con algún vecino. Subí a la furgoneta y arranqué. Bajé la ventanilla. Qué gusto da el airecillo de la libertad.
O eso pensaba. Al cabo de haber recorrido cien metros, la furgoneta explotó. Mientras volaba por los aires no pude evitar pensar lo que siempre decían del Jefe: sus planes siempre se cumplen. A la perfección.
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Yizeh. 15 de junio de 2009
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Yassssssssssssssssssssss!!! Y con final a gusto del consumidor… Muy bien pensado lo del texto oculto, bueno, aunque al final se muere de todas formas. El muy… XDDD
De una forma u otra, el plan del jefe siempre se cumple, a la perfección.
no está mal
qué penica, pobre prostituta…
Jajaja. La putita se murio, y esa es la eleccion de las personas. La historia esta Genial me encanta el inicio tanto como el final, el nudo es la frustración del hombre por lo que pasaria definitivamente es tomar deciciones pensando en lo que pasara Genial!!!!
xDD Pobre ramera.
Te ha quedado muy currado lo de subrayar con el ratón.
Lascivo Power.
graciassss, aunk creo k ha sido de mis relatos mas sosos