Ejercicio 1. Autorretrato

Me preocupa todo más antes de acostarme que recién levantado, como si las esperanzas de cada día se fueran gastando a lo largo del mismo. Me levanto temprano, a veces antes de lo que considero sano, y afronto la belleza como alcanzable. Desayuno, me aseo, hago algún estiramiento. Murmullo, hablo solo. Lleno mi cabeza de titulares, los desecho. Me miro en el espejo, pero no me atrevo a observarme. Me gusta caminar hasta el trabajo, no me gusta ir al trabajo. Pienso mucho mientras camino, estudio mis pasos, los analizo, los investigo. Me planteo si piso más con un pie que con otro, como si tuvieran personalidades diferentes, como si decidiera uno que se debe pisar de una forma concreta y que el otro está equivocado. Traducida, su pisada es algo parecido a:

—¡Así! ¡Es así!

Y se frustra.

Más adelante, ya cansados, pisan de la misma forma, distinta a la del comienzo del camino, en cada caso. Algunas veces, me fijo también en el balanceo de mis manos, y en ese preciso instante es todo ortopédico. Supongo que al cuerpo hay que dejarle hacer las cosas a su manera, sin incordiarle.

Estas cosas me obsesionaban de pequeño, cuando mi abuela cosía mientras veía la novela y yo me miraba las manos y estas ya me parecían de adulto, como si tuvieran más surcos de los que tendrían que tener las manos de un niño. Me gustaba el olor a puro de mi abuelo, que fumaba en el balcón, pero solo cuando era muy suave. Cerca, lo aborrecía. Me pienso como abuelo, a mi vez, que no fumo pero sí comparto surcos de las manos. ¿Por qué? Jamás he trabajado con ellas.

Cuando leo, me evado en mis pensamientos más de lo que me gustaría, y a veces paso páginas y páginas que son leídas pero no registradas, como si fuera un escáner que hace ruido pero no genera ningún archivo. El propio rasgueo al pasar las páginas me despierta. ¿Qué he estado haciendo? Normalmente, ni siquiera recuerdo en lo que estaba pensando. ¿En qué piensas? Recibo mucho esta pregunta, para la que casi nunca tengo respuesta.

Antes de dormir, ya moribundo, recuerdo que aún tengo que ducharme, y eso me despereza, pero no dejo de expulsar quejidos. Sé que ya ha llegado el momento en el que he perdido las esperanzas y, lavándome los dientes, no comprendo cómo he afrontado el día. Me prometo a mí mismo que por la mañana podré con todo, pero no me creo. Nunca me he fiado demasiado de mí a esa hora.

Yizeh Castejón
Últimas entradas de Yizeh Castejón (ver todo)

1 Comentario

  1. Victoria Permuy dice:

    JAJAJA, me he reído mucho con tu autorretrato, ha sido muy divertido, creo que ten a fondo que no se me ocurriría pensar que má o menos todos hacemos lo mismo pero no con tantísimo detalle, eso sí, eres muy respetuoso contigo mismo porque no te criticas para nada, jajaja, se vé que te quieres mucho y eso es muy bueno, hay algunos que no nos queremos tanto. Gracias por cambiar de «cuando en vez» escritos y relatos tan entretenidos y diferentes. Se te echaba de menos, la última vez te daba la bienvenida, como no me contestaste ahora te digo simplemente que sigas… no hace falta que me contestes tampoco, solo espero animarte para aparecer en tu propia sopa. Un abrazo.

Deja un comentario

Tu dirección de email no será publicada