La Cadena: Un mes después.

Cuando Lluvia me pidió que la acompañara a ese lugar me estremecí… Para ti seria irónico si sabes realmente quién soy, de dónde vengo y a qué me dedico… aunque te sorprenda, creas que estoy bromeando o tomándote el pelo, es que yo, a mis quince años, jamás había pisado un cementerio.
No es que me diera vergüenza admitirlo… bueno, un poco sí, porque cuando se lo confesé a Edorta y a Mike se rieron de mi pensando que me estaba riendo de ellos… entonces, un rato después, Loki me advirtió que no lo volviera a decir… y yo le hice caso… y ahora estaba metida en este embrollo.
Mmmm…. ¿Cómo será un cementerio? Sé que hay ahí dentro… muertos bajo tierra y tal… ojala fuese como los que hay en las películas de Tim Burton y no verdes y frondosos o con una niebla espesa bajo… ¿¡Pero que estoy diciendo!? Debería avergonzarme tener miedo a algo así si me dedico a matar cosas más horripilantes que un cementerio…
Pero es que la muerte y yo… no somos compatibles, es decir, no me gusta sentir a la muerte tan cerca… si Loki supiera lo que estoy pensando me insultaría y diría algo así como: «¿Y tu quieres ser Cazadora? ¡Búscate otro oficio!» Solo de imaginarlo me embajono…
– Te veo un poco pálida.
Miré con reproche a mi acompañante. Si no fuera por ella ahora mismo estaría haciendo algo más interesante que acompañarla… Maldito Kagura… ¿No tendría que ser el su guardaspaldas?
– Si pudiera elegir entre quien podría ser mi acompañante te aseguro que tu serías la última opción – dijo entonces la Lluvia.
– Comparto tu opinión – siseé entre dientes desviando la mirada – ¿Por qué no esperas a que Kagura regrese?
– Llevo dos semanas inconsciente y otras dos asimilando la muerte de mi mejor amiga. – volví a estremecerme para luego, seguidamente, llamarme gilipollas – Cuando vea su nombre inscrito en una piedra podré asimilarlo totalmente.
El resto del camino, no fui a capaz de volver a mirarla a la cara.

El cementerio era tal y como me había imaginado, verde y frondoso pero sin aquella niebla… aun así… lo abrazaba una atmósfera tan triste que contrastaba con un cielo cargado de nubes que amenazaban con llover… «Lo que me faltaba», pensé malhumorada. No fue difícil encontrar la lápida de su amiga, puesto que se encontraba en un nuevo terreno. Entre los ramos de flores y peluches pude leer el nombre de Aura Solano Dorta. Lluvia se plantó delante de la piedra como una estatua y yo me quedé a una distancia considerable… aquello me pareció tan íntimo que no me atreví a hablar.
Pero pasó una hora y me empezaba a inquietar… ella no hablaba, no llovía y yo no era capaz ni de sentarme en el césped… ¡Que desesperación! Suspiré… Por un momento quise decir algo… pero recordé que aquel no era el momento y:
– ¿Quieres irte? – su pregunta me sobresaltó, pero mi cara se resplandeció:
– Por favor.
– Vete si quieres – dijo de manera tan cortante que me descoló.
Fruncí el ceño:
– Me encantaría pero no puedo irme sin ti.
Se giró y en su cara había una sonrisa maliciosa:
– Desde luego, lo tuyo es muy irónico; una Cazadora que teme los cementerios…
– Sí, sí… muy irónico. En cualquier momento empezará a llover y no tengo ganas de coger un resfriado ¿Has terminado? Si es así, salgamos de aquí.
Su sonrisa se esfumó y por un instante creí que iba a decir algo más pero se limitó a caminar hacía mí… sin detenerse si quiera cuando llegó a mi altura.
Cuando subimos al metro… fue entonces cuando se puso a llover y ella me dijo:
– Ey, ¿Me odias?
– Odio la situación en la que me has metido… – suspiré con resignación.
– ¿Es que nunca has estado en un cementerio?
Otra pregunta que me descolaba… ¿Tan poco le costaba leerme la mente? ¿Acaso tenía una empatía desproporcionada? Volví a cruzar una mirada con ella… y esta vez sonreía divertida…
– ¿No te da vergüenza? ¡Una simple humana ha visitado más cementerios que tú! Y no solo eso, ¡No los teme!
Y eso me hacía retorcerme de la rabia:
– ¡Ya no eres una simple humana! – me defendí, procurando no levantar mucho la voz… es que no estábamos solas en el vagón.
– Pero aun así no le tengo miedo a los cementerios – rió.
No pude evitar sonreír, vencida… inesperadamente nos quedamos en silencio… y yo dije:
– Me alegra saber que lo has asimilado.
Porque era la primera vez que la había visto sonreír de esa manera:
– Hem dijo que ahora las cosas serían difíciles para mí. A lo largo de estas dos semanas he visto muchas cosas… nunca me había imaginado que había tantas cosas ajenas a mi imaginación… como la cantidad de asesinatos a causa de los demonios y la cantidad de almas que deambulan en busca de algo, o alguien, que les ayude.
– Te acostumbrarás – dije.
– Lo dices porque tú no ves lo mismo que yo… si me dieran a elegir entre ver demonios o almas pidiendo ayuda a todas horas… elegiría incondicionalmente ver demonios… aunque eso suponga estar en peligro a todas horas.
– Ver monstruos y matarlos no es más agradable. – dije con una sonrisa – Si me dieran a elegir entre matar monstruos o ayudar a fantasmas… haría las dos cosas…
– Lo tuyo realmente es irónico – ahora la que suspiraba era ella – Estas a dos centímetros de la muerte veinte de las veinticuatro horas del día y te da miedo visitar un cementerio… ¡No puedes decirme que te gustaría ver fantasmas!
– No es lo mismo el deseo que el hecho – dije, sin saber muy bien a que me refería.
Y ella tampoco, su cara lo reflejaba:
– Eres el vivo reflejo de la contradicción, Ico. Y eres la Cazadora más extraña que he conocido en estas dos semanas.
– Lo retirarás cuando conozcas a más Cazadores – reí.
– Lo dice una Cazadora que quiere ver fantasmas pero que no le gusta visitar cementerios – recitó con voz suave, ganándose un codazo – ¡Eh, eso duele!
– Díselo a tus amigos los fantasmas.
Cuando dejé a Lluvia en su casa… volví a la mía pensando en aquella breve conversación sobre la muerte, los fantasmas y los demonios… Lo mío si que era una contradicción… a todas horas la muerte me rondaba… pero nunca he sido consciente de ello y sin embargo no me gusta visitar su casa donde sus invitados caminan sin rumbo fijo ¿Por qué será? Creo que es porque realmente la temo y no quiero que me acoja en su humilde hogar… Así que la evitaré… mientras, dejaré que la me ronde todo lo que quiera. Aun así, cuando pienso en lo que le ha ocurrido a Lluvia, no puedo evitar sentir lástima por ella… por escapar de la muerte, tiene que pasar por esto.

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