Microsueños galegos

Sábado. Diez de la mañana. Verano. Nuestro protagonista se encuentra bañado de fina arena blanca, en una playa cuya inmensidad su mirada no logra abarcar. Ningún pensamiento, ninguna inquietud. Tan sólo la banda sonora de este cálido día: el tempo-ritmo marcado por la brisa marina, la cadencia de las olas del mar, el estrépito al romper las olas, la bocina de un barco, las lastimosas quejas del reflujo de la marea…

Niños jugando con la arena en la orilla del mar. Nuestro protagonista se incorpora y dirige sus pasos hacia ellos. A medida que avanza, el castillo va tomando dimensiones imperiales. Ante él, se encuentra un auténtico palacio. Merodea por sus aledaños, sus pequeñas patas le impiden recorrer toda su extensión. Trepa por las murallas y penetra en el interior de la torre más alta. Se tiene que frotar los ojos, no puede creer lo que está viendo. Se encuentra en una habitación idéntica a la suya. El mismo desvencijado mobiliario, la misma colcha… hasta el olor es parecido. De repente, las paredes empiezan a temblar. El suelo se rompe en mil pedazos y el cuerpo de nuestro protagonista es zarandeado, golpeado, transportado…

Cuando recobra el conocimiento, se encuentra en el fondo del mar. Empieza a mover sus brazos desesperadamente, sin orden ni concierto. Ya no tiene aire en los pulmones y cuando está convencido de que le ha llegado su final descubre que puede respirar dentro del agua. Nuestro protagonista explora sus nuevas posibilidades, disfruta de sus movimientos, descubre lugares jamás vistos. Juega, se sumerge hasta el lecho marino, pero golpea su extraño cuerpo contra algo que impide su avance. Al principio no sabe de qué se trata, pero pronto se percatará de la gravedad de su situación. Tan pronto como vuelva a ser desplazado, podrá oír el arrastre de las poleas. Es un barco pesquero, el mismo que divisó en la playa. Los minutos son agónicos. Una vez en la superficie, descubre para su horror, que ya no puede volver a respirar.

Lo intenta, pero con esto sólo logra que el mareo inicial se torne en un insufrible dolor de cabeza, nota cómo su cerebro va muriendo poco a poco. La vida se le escurre, como se está escurriendo él sobre la cubierta del barco. Junto a nuestro protagonista se encuentran cientos de compañeros, cientos de cadáveres. “Esto sí que es un genocidio”, piensa amargamente. El barco inicia su movimiento, pero antes de completar el trayecto hasta el puerto, nuestro protagonista va a sufrir un dolor inmenso. Nota cómo su carne es arrancada a dentelladas de su cuerpo. El dolor asciende hasta su sistema nervioso y se intensifica tanto al llegar los impulsos a su cerebro que arquea la columna más y más, y termina por quebrar su espina dorsal… nuestro protagonista pierde la consciencia…

Cuando la recobra, se encuentra sobrevolando el océano. Ya no es sólo él, es alguien más. Se dirige hacia el acantilado. Allí le espera una milicia de compañeros y amigos, gaviotas todas ellas, dispuestas a hacer frente a su peor enemigo: los molinos de viento. Nuestro protagonista, ahora general, ha dispuesto ya su estrategia. Como hoplitas en feroz batalla contra el ejército persa de ‘Darío el Grande’, el ejército de gaviotas ha debilitado su centro para envolver poco a poco a las huestes enemigas gracias a sus reforzados flancos.

La batalla comienza, pero la estratagema no da resultado. Las afiladas cuchillas de los molinos diezman su ejército. Nuestro general abandona la retaguardia, impelido a participar, Empieza a descender por el tronco de su enemigo, pero… un golpe seco precipita su caída hacia el suelo.

Sus últimos alientos se funden con la bruma marina. No puede evitar un sentimiento de derrota… y de triunfo. Sus tropas han resistido valientemente, cual espartanos en las Termopilas, se equivocó de guerra, no era la de Maratón. Estaban predestinados a revivir la más épica de las batallas. Una lágrima acude a sus ojos, su sangre se derrama como un surtidor de agua que brota en su garganta… su mirada se pierde, su alma se funde con el viento. Nuestro protagonista deja de serlo, se convierte en el héroe caído, en el mito de su locura.

Extrañamiento – Explicación

 

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3 Comentarios

  1. bertcarfer dice:

    Me ha gustado mucho, no estoy segura de entenderlo bien, pero me encanta el estilo, el lenguaje utilizado, los recursos empleados; la forma de narrar y encadenar frases… Las descripciones son fantásticas y sugerentes…. el relato consigue desconcertar!

    1. a90sm dice:

      Gracias. La verdad que es muy confuso, pero de eso se trataba. Lo escribí como ejercicio de una asignatura en la universidad. Consistía en hacer un «extrañamiento» mediante diferentes recursos como cambios de foco, desaparición del protagonista, contar una historia desde un punto de vista no habitual-no adecuado o contar algo habitual de forma extraña/algo extraño como si fuera cotidiano. No sé qué habré conseguido, no es mi relato favorito pero es un recurso a la fantasía y un ensayo de proyecto.

      PD: Lo habré hecho «bien» si te ha desconcertado, ¿no? De eso se trataba, xd

  2. bertcarfer dice:

    Claro! lo de desconcertar lo dije con toda la positividad posible 🙂

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