El Elixir
- publicado el 28/08/2008
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RGB
Golpes dados en lo intangible hacen pensar al Verde de su cometido. Se arrastra por la propia línea que deja atrás; la transparencia de lo inevitable, del mismo ser que somos y a veces rechazamos sin pensarlo bien. Pero Verde lo sabe, sabe de su esencia y lo ama, se regodea en su mismo líquido de lo que puede ser vida o simplemente lógica de existir.
Ahí viene, el otro ser, con sus anhelos de llamar la atención y de sentirse fruto de algo, se zarandea con suaves movimientos de cortesía pero más de cortejo que de coartada con uno mismo/a. Es Rojo y está dispuesto/a a todo, a brillar más que nadie en esa oscuridad creada por la nada (¿o es la nada mismo esa oscuridad?).
Fuera el que fuere, el amigo, si se puede aplicar esto a una esencia en sí, necesitaba fusionar átomos, necesitaba sentirse uno consigo mismo y con alguien más. Por puro egoísmo o no ya es otra historia, pero el caso es crear esencia nueva.
¿Qué es lo qué nos dicta a todo esto? Se preguntaba Azul cerca de allí, ¿qué necesidad hay de resultar en otras esencias sumadas e igualadas y resultadas en plasma de comprensión de iris? No más, siempre se decía, pero hasta lo que no podemos entender tienen sus drogas y las necesitaban, de las miles de veces intentadas todas ellas se lograron y en todas ellas con perfección. La droga nunca faltó, y ni faltará, una ciencia cierta hasta tal punto que nuestra pobre mente humana jamás entendería.
Entonces los vio, regodearse en ellos mismos y plasmando destellos barronados que concebían nuevas lógicas. El sentimiento de Azul fue creciendo hasta sentirse casi igual que ellos, conforme los miraba veía su éxtasis de deseo por conseguir todos los objetivos posibles en un solo momento, pura codicia sintió Azul, pero en décimas de segundo se dio cuenta que era tan solo lo que sentía él, que realmente no sabía que se sentiría en ese juego en el que estaban involucrados las otras dos esencias.
Ira, eso es sentir ira, se atrevió a aventurar uno de los dos cuando Azul chocó contra ellos, pero no, fue más bien envidia, pero su aspecto no era como el de Verde, entonces fue arrebato, un sentido tal vez como el de Rojo y que iba más acorde conforme lo/a golpeaba violentamente con cegueras violáceas.
Verde tenía que hacer algo, y con su lógica inmutable intento separar a Azul pero solo consiguió imitar el juego de ambos con resultados tan violentos como antes citados pero con la diferencia de algo extraño que abrió la mente de Verde: Azul era su gemelo, o así creía, tan diferente a simple vistazo y ahora se daba cuenta de que era su misma esencia pero con otros sentidos.
El juego iniciado por lógica pura fue continuado y las mentes programadas fueron nubladas hasta tal punto que todo fue movimiento y resultado. No hace falta especificar que el clímax fue blanquecino y que deja opaca a la vista. Todo vuelve al origen de esa esencia primaria, nada es casualidad en nuestro «extraño» mundo, sencillamente uno le da lo ilógico a las cosas, cuando realmente esa palabra es imposible de aplicar a nada, no tiene cabida en la existencia pero como dulce paradoja ahí estaba en nuestras vidas.
Ahora las tres esencias yacían en la nada, como al principio, preguntándose cuantas veces habrían realizado ese extraño juego primario del cual jamás han fallado. Pero aún así, a cada acción comenzada y terminada se notaba un extraño desgaste tan ínfimo que ni afectaba, pero que aún así estaba ahí. Rojo permanecía cerca de Verde dándole lo que nunca tuvo, pero este se mostraba tan inmutable como al principio y temía volver a comenzar. Azul por su parte quería alejarse pero los observaba con el mismo sentimiento que jamás pudo entender.
Entonces, de golpe y tan rápido que se costó de asimilar décimas más tarde, todo fue Blanco de nuevo…
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