Irregular Elis: Ocupo tu lugar, no te preocupes

Relato basado en el universo de mi webcómic «Irregular Elis»

 

El grillo canta; identificando canción… hummm, nada, creo que este es tan amusical (si es que existe esa palabra) como todos los demás de su especie. ¿Por qué carajos me distraigo de la misión?

Elis estaba ya tras el muro de las oficinas, la noche la cubría en sombras ayudada por la sombra de dicho muro. El guardia cercano parecía gemir una melodía (parece que él si entendía la canción del grillo) y sus pasos eran tranquilos y bajos pero audibles con buena atención. La niña se atrevía a aventurar que giraba su porra a un lado en plan vacilón, como si alguien le observara todo el tiempo. No se equivocaba en parte.

El tipo parece fácil de distraer, bien, solo tengo que esperar el momento oportuno y entrar aprovechando mi poder. ¿Dónde habré puesto el espejo…? Aquí está, la madre con Holy, tenía que ser uno de esos con florecitas como adorno… luego me dice a mi…

La niña se miró en el espejo esperando a cambiar a un color oportuno, comparando así con la sombra de la pared a su espalda que la ayudara a camuflarse en el entorno. Su poder del día era idóneo para la misión, había esperado un par de semanas cada medianoche hasta que tuviera un poder adecuado para infiltrarse ¡pero el de cambiar completamente de color como camaleón le había venido al pelo! Además que funcionaba de lujo y se adaptaba también a su súper traje.
Estuvo rato mirando su cara en el espejo y en un momento dado se cruzo con su propia mirada, solo unas décimas bastaron para apartar su cara y poner el brazo delante en su lugar para fijarse cuando este cambiaba de color y camuflaba con el fondo. La pobre no se sentía tan presumida como lo fuera su hermano o al menos solo un poco insegura como lo es su hermana. Ella más bien estaba hecha de otro molde que no andaba bien regulado, no se apreciaba mucho a sí misma y odiaba por ello los espejos en cierta medida.

A ver… Verde Pistacho… que mal gusto… Café Kaki… me encanta pero no me termina de convencer para esta ocasión… a ver… vamooos… Bermejo… ¡Venga ya! … … … … Negro Azulado ¡A tomar por saco! ¡A por ello!

Elis comenzó a escalar el muro, el súper traje se adhería perfectamente a la superficie, aunque la notó algo rasposa e incomoda de escalar. Una vez arriba se dejó caer rápidamente, el golpe apenas sonó gracias a la amortiguación de las botas. La tecnología alienígena era eficiente a niveles sobrehumanos (que vamos… es lo lógico e intención), así que no tuvo problema de andar tranquilamente y con cuidado camuflada por la pared mientras observaba al tipo de seguridad. El pobre estaba tan aburrido que hasta contagiaba a la pequeña, pero con un cuchillo imaginario se libro de aquella densidad aborrecible como cual tarta digna.

Si hasta se ha dejado la puerta abierta… a ver que mire… ahora se ha dado la vuelta ¡vamos! Que fácil que ha sido jiajia… … ¿qué es esto? ¡Ay! Calla, calla Eliiis, el perro huele pero no te ve… ¿Qué hace este chucho aquí? En mis planes no figuraba… … bien, se aleja ¡Uf! Ahora a esta esquina y mirar en el espejo. Bien, sigo en el color adecuado ¡siguiente punto! ¡Eres genial Elis River!

Mientras andaba de un punto a otro, su privilegiada mente repasaba el plan y los detalles con cautela como si estuviese programada para ello. La perfección es un lujo que mantener y agotaba sus energías el doble de rápido de lo que esperaba. Pronto no habrían recursos para mantener eso en mente y es por ello que había que encontrar el plano cuanto antes.
El asunto del plano traía de cabeza a la niña desde hacía dos semanas, desde que su padre dejó caer el periódico por casualidad cerca suya y pudo apreciar la página por donde se abrió… lo mejor fue cuando en ese mismo instante el café de su padre quemó un poco la mano de este en un descuido somnoliento y las pequeñas gotas marcaron la noticia adecuada; tres gotas en los puntos exactos de la diminuta pero matona noticia: «Se devuelven viejos planos de construcciones egipcias a las oficinas de Star Capone». La gracia del asunto es que esos planos fueron guardados en una caja fuerte de máxima seguridad en el banco principal de la ciudad, toda esa parafernalia para que el conocido ladrón «Susagallas» no se lo llevara de nuevo.
Pero tras la fuga de este, confirmada por tercera vez ¿no resultaba raro dejarlos a la vista en un lugar tan fácil de acceder? En otras ocasiones para capturarlo se llevaron a sitios obvios o prácticamente se dejaron en dicho banco como la última vez. El pez picó el anzuelo de sobra, con sus respectivos problemas claro.
Pero ahora había algo raro en todo ello… y la pequeña tenía que investigarlo, hacerse pasar por el propio ladrón y confirmar una de sus sospechas: el cuerpo de seguridad de la ciudad había cambiado. No es que supusiera un problema para su familia que supuestamente formaba parte de aquello, pero normalmente eran avisados, presentados al público o vistos en algún lugar como el, ya acaparador y ansioso de fama en este texto, banco. Pero en esa ocasión nada de nada, el alcalde se traía algo entre manos a sus espaldas, la niña no tenía duda. Así que sin decir nada a sus padres, planeó el asunto y se aventura aquella noche con un poder adecuado para la ocasión y…

¡Oh caca! ¡En el reflejo de la maquina de agua me muestro amarillo vainilla! ¡El perro! ¡No ladres! ¡Corre Elis! ¡Por tu tía! ¡Corre! ¡Maldita sea! La larga y pesada charla del narrador ha distraído… mira a los lados… ¡los guardas han escuchado al perro! ¡A la porra la perfección y su caro e inútil mantenimiento! Es mejor ser humilde e imperfecto, al menos una es más feliz. ¡Ey! ¡Ahí! ¡Perfecto!

Steve y John (nombres genéricos como pocos) pasaron por el lado de la imitación barata del cuadro de Van Gogh. Cómo se nota que no entendían de arte y no dieron importancia a la figura de niña amarilla del cuadro. Tampoco dieron importancia claro está a lo moderno que era Van Gogh para su época con su arte en 3-D. Pero el can Boby (venga ya, por favor…) si que tenía más sensibilidad artística y sabía que aquella figura no correspondía porque no olía a pintura. Aunque tampoco hizo falta mucho más, ya que hasta dos mentes huecas como la seguridad de ese edificio sabrían que Van Gogh no inventó los cuadros que cambian de color ¡los inventó Dalí! Así que… «¡Manos arriba!»

¿¡Qué!? ¿¡Cómo!? ¿¡Cuando…!? Dejémonos de clases de lenguaje y vayamos directos a Educación Física… ¡Corre Elis! ¡Por tu abuela! ¡Corre!

«¡Quieto ahí!» Gritaron los guardias, «¡No te muevas digo…! Miralo, ni caso…»

Bien, aquí más o menos me camuflo…

«¿Donde se habrá metido ese ser azul?»

«¡Turquesa so cenutrio! ¡Turquesa!»

«¡Ahí está! ¡Ahora está doblando la esquina! ¡Corre!»

Bravo Elis, bravo… creías que esos guardias no te llegaban ni a la suela, y puede que así sea… ¡pero bien que has caído de morros a sus metafóricos pies!

Tras diez minutos, Elis logró darles esquinazo, por suerte los guardias eran tan listos como lo pudieran ser los hombres del legendario Jefe de Policía Prometeo. Esperó un poco antes de dejar de estar acurrucada encima de la silla azu… turquesa de uno de los lados de las múltiples puertas de un pasillo al azar. Elis arriesgó entonces el todo por el todo y fue directa al ascensor, hasta la última planta, que como buena historia de infiltración el objetivo siempre está al final o arriba del todo.

¡Clink! Me encanta el sonido de ascensor… jia. Vamos a ver que hay por aquí… esa puerta tiene pinta de importante… sonido de ascensor, casi cuadrando con la frase de arriba ¡Joder! … … … Miralos, ahí están, que fieles que son a su trabajo, es admirable por un lado pero deplorable por otro…

La chiquilla se sintió mal de golpe por su manera de hablar, le hizo recordar además a alguien que hacía tiempo ya que no veía. Se auto-disculpó y siguió esperando camuflada mientras miraba al suelo algo melancólica. Una vez se fueron, se dirigió a la puerta rápidamente.
Su intuición femenina casi nunca se equivocaba y ahí estaba, los planos a la vista, casi parecían hablar y rogar un «cooogeme, cooogeme» que no sedució mucho a la superheroína, la cual se centraba en lo importante del asunto. Miró alrededor, buscando pistas de quien podría haber creado esa trampa tan obvia ¿era realmente todo aquello para el ladrón? ¿o esperaban que fuera otra persona? Dudaba que supieran que iba a ir ella misma, pero nunca se sabe cuando desconoces la cara del enemigo. Del alcalde no podría tratarse, era un aliado por muchas riñas que tuviesen con él. Pero quien fuera estaba cerca de el importante señor de alto cargo ¿también aliados? Lo dudaba, sabrían de ellos perfectamente. ¿Algún grupo en las sombras subvencionados por el mismo ayuntamiento? Si es así hay que actuar cuanto antes… ¿y esto?

Parece una tarjeta, tiene una especie de mariposa dibujada… casi abstracta. Mariposa…

Elis se tocó la espalda por instinto.

Nunca he visto este símbolo, tendré que buscarlo por la red y… ¡Oh vaya!

Ahí estaba, el guardia más feo que uno podía imaginar, solo que no iba vestido como tal, llevaba puesto un traje negro bastante sofisticado, guantes finos y con una cuerda encima para… ¡Un momento! ¡No es un guardia! ¡Es el ladrón Susagallas! (Para que luego digan que los narradores somos omnipresentes y nos esperamos y enteramos de todo…)

–    Hola miss River… ¿qué tal tu madre? ¿Igual de guapa que siempre?

–    Ey Peter… sí, igual. Imagino que el brazo que te retorció bien retorcido aún lo notarás…

–    Bueno… solo cuando miro mal.

–    Asustame y dime que trabajas aquí y que vas a detenerme y todo eso ¡es lo qué esperamos al verte de repente aquí!

–    ¿Esperáis? Tan volada como siempre… he entrado por la ventana con uno de mis ganchos, obviamente –Susagallas señaló la ventana mientras se rascaba un poco su bigote grisaceo con la otra–, recuerda que no sufro de vértigos… a menos de que estéis uno de vosotros cerca.

–    Sí… suele pasar… –Elis miró a un lado mientras se miraba la mano como si se mirase las uñas, cosa imposible por tener el guante puesto–, pero solo ocurre con… ¡los villanos desgraciados como tú!

Elis no se andó con chiquitas y se lanzó sobre el adulto, este recibió el placaje bastante bien, es lo que tiene un cuerpo de muchos menos kilos que él (aquí no cuela las leyes del cine). Susagallas apartó a la niña de un empujón y agarró los planos rápidamente. Elis esperó lo peor como la alarma o similar, pero no ocurrió absolutamente nada, cosa que la extrañó aunque no era momento de analizarlo.

–    ¿Así sin más coges los planos? ¡Has perdido con el tiempo Susagallas!

–    ¿Tú crees…? –de nuevo un mecer de bigote–, aquí cada un consigue lo que quiere ¿no Elis? –esto último mosqueó un poco a la niña entrecerrando los ojos de manera clásica como afirmando algo.

Es entonces que entraron los guardias gritando y armando jaleo, el suficiente como para ver como el ladrón saltaba con una agilidad sorprendente a pesar de la ya cercana avanzada edad, dejando a una River ahí solitaria ante el peligro. «¡Por cierto!» Comenzó a escuchar desde fuera y con cierta lejanía «¡El rosa te queda bien!» Elis se miró los brazos y el cuerpo «¡Rosa palo, listillo!» respondió el orgullo de la niña en su lugar y con voz bien alta. El caso que no consiguió calmar a los dos guardias y a su fiel perro.

Bien, la situación es sencilla, tengo lo que buscaba, ahora paso a paso hacia atrás y… vale, tropiezo con la papelera, pero si sigo haciéndolo así de bien… ¿otra papelera? ¡Venga ya!

Sin pensárselo mucho más, la heroína saltó hacia la ventana esperando ver el gancho aún ahí bien agarradito a la cornisa. Entonces ya notando la presencia de los tontos pero imponentes fieles al trabajo, se agarró y volteó hacia fuera para comenzar a deslizarse hacia abajo por la ventana. No tenía mucha practica con ello, pero no se le daba mal por lo que veía, hasta que vio que comenzaba a cansarse a niveles cada vez más rápidos. Comenzó a darse mensajes de ánimo a sí misma, pero ni el mejor monólogo escogido por el jurado y público podía darle las fuerzas necesarias para aguantar. Bajó un poco más, creyó ver a los guardias asomarse por una ventana cercana, los ignoró por supervivencia de las más básica. Mientras apretaba fuertemente los dientes, ya sentía la perdida de las fuerzas hasta que posó los pies en una cornisa ¿Cómo no se me había ocurrido antes? El peligro del momento le habían nublado demasiado, tendría que entrenar más ese aspecto.
Los pasos y gritos se acercaban, descansó solo un poco más y se secó el sudor de la frente ¡Allá vamos!

La fricción de una cuerda te debe de dejar bien guapas las manos, menos mal que están estos guantes bien hermosos que manufacturó mamá… Jiajia, «manufacturó» que gracioso me suena… ¡Ay! ¡Con cuidado! ¿Dónde quedó esa concentración de hace un momento? ¿Y ahora por qué paró cada dos por tres en cada cornisa? ¡No es momento de hacer la vaga! ¡Qué vienen los listos!

Te juro que me dejó mañana el trabajo tron ¡entre el payaso del otro día y esto no ganamos para sustos! ¿Pero qué tiene este edificio? ¡Si está casi vacío!

Son cosas de jefes, que sé yo, solo quiero que me paguen. Me apetece un gofre, oye. Al cazar al duende multicolor nos vamos a pedir uno ¡Gofres!

¡Wof, wof! (Traducción: ¡Guau, guau!)

Elis por fin llegó al suelo y con la velocidad del rayo amarillo que era ahora salió del lugar escalando el muro rápidamente y con agilidad de araña. Los guardias y el perro llegaron por fin abajo del todo saliendo por la puerta. Al no ver a nadie allí se quedaron quietos jadeando y quitándose las gorras, como si se hubiesen puesto de acuerdo, para quitarse el sudor.
Al final John miró a Steve y dijo «Mira, no sé tu pero a mi me apetece un buen…» su colega le señaló cómplice y habló por él «¡Crepes! Estaba pensando lo mismo tíooo!» «Esto…»

*Epilogo (por que hasta las historias cortas pueden tenerlo oiga usted): La niña ya en cama sentada con la espalda contra la cabecera, con la larga almohada colocada por toda la espalda y con el pijama puesto,  miraba el símbolo. No había encontrado nada por la red, aún cansada y casi amaneciendo no pudo evitar seguir investigando por el océano de la información. El asunto del ladrón que acababa de suceder le iba a dejar dormir menos aún que los últimos días. Estaba claro que Susagallas había caído en la trampa de quien fuera. Las fichas de ajedrez que veía la niña eran extrañas, se atrevería a decir que su rival se había aventurado a usar fichas de las damas, y del parchís incluso, en ese perfecto tablero cuadriculado, ¡y aún encima iba ganando!

¿Cuales eran las respuestas? La extraña mariposa la miraba con sus inexistentes ojos, a pesar de mirar hacía arriba como dibujo plano que era. No encontraba conexiones, repasaba a todos los villanos, personas e incluso a su pasado más profundo y nada cuadraba… estaba claro que un nuevo enemigo, y de largos hilos, hacía presencia en su joven vida.

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