El niño de la mirada perdida:
- publicado el 11/12/2008
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Un dia cualquiera
Hoy un día cualquiera me levanto como cada mañana con la intención de ir al hospital a hacerme unas pruebas rutinarias.
Llaman a la puerta, y es una muy buena amiga que me viene a buscar para acompañarme al hospital a hacerme las pruebas para no ir solo.
Subo al coche, ella conduce, yo no puedo conducir.
De camino al centro hospitalario hablamos de muchas cosas, las noticias del día anterior, de cómo están nuestros hijos, o simplemente escuchamos la música que ha puesto en el coche.
Llegamos al hospital y aparcamos el coche en el parking.
Antes de bajar del coche escucho un trozo de canción del Joaquin Sabina que dice:
«A mis Cuarenta y diez, Cuarenta y Nueve dicen que aparento, hoy mas antes que después tengo que enfrentarme al Delicado momento …»
Bajo del coche y cierro la puerta.
De camino a la sala de espera del hospital veo como mucha gente sale de las consultas, algunos riendo, otros llorando, otros con niños pequeños que acaban de nacer.
Llaman mi nombre, yo me levanto y mi amiga me acompaña.
Entramos en esa sala donde todo es blanco y hay algún cuadro colgado en las paredes.
El doctor me empieza a hacer pruebas y a meterme aparatos por todo el cuerpo, me sacan sangre, hacen pruebas de orina y algunas más.
Después cuando acaban de hacerme las pruebas me hacen salir fuera y me dicen que en dos horas tendré los resultados.
Yo y mi amiga decidimos esperar, porque no vale la pena volver a casa para luego volver a buscar los resultados.
Vuelven a decir mi nombre, yo sin pensar nada, con la mente en blanco me levanto y voy hacia la consulta y mi amiga me acompaña de nuevo.
El doctor se sienta en la silla y le pregunto:
– ¿Doctor que hay algún problema?
Y él me dice:
– Mira, tienes un tumor, tienes cáncer y no sabemos cómo irá la quimioterapia y radioterapia pero haremos todo lo posible para ayudarte y que el tumor se vaya.
Cuando termina de explicarme esto, yo no se que hacer, y empiezo a llorar, y a pensar en mis hijos, mi mujer, y en la gente que me rodea porque se que esto puede ser una carga para ellos …, pruebas, hospitales, verme mal, etc, etc.
Mi amiga me abraza y me dice que la tendré cerca para lo que sea, todo el tiempo que haga falta y que me ayudará en todo lo que pueda.
Le agradezco de todo corazón esas palabras, porque se que no me fallara.
De pronto me viene a la cabeza la canción del Sabina, esa estrofa que he mencionado antes, «a mis Cuarenta y diez, Cuarenta y Nueve dicen que aparento, hoy mas antes que después tengo que enfrentarme al Delicado momento».
Saliendo del hospital veo como toda mi vida cambia para mí y los de mi alrededor. Hacia bien o hacia mal? Quién sabe, Dios dirá.
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