Oda al Silencio
- publicado el 28/02/2014
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PARADA CARDIO-PULMONAR
Lo último que escuchó acompañando a su visión fue aquella frase que tantas veces había oído en series y películas:
– ¡Ha entrado en parada cardio-pulmonar!
La verdad es que siempre imaginé que el tono que utilizaban estaba un poco sobre actuado pero lo que llegaba a mis oídos – no sabría distinguir si era uno de los últimos coletazos de mi imaginación o no-, sonaba exactamente igual que en aquellas escenas de Urgencias; sí, aquella serie en la que George Clooney tenía la mitad de arrugas que tiene ahora.
De repente dejé de distinguir las voces de las personas que me estaban atendiendo, pero seguía percibiendo los sonidos de cosas metálicas entrechocándose, telas rozándose, pasos acelerados y muy cortitos, evitando así el choque de los cuerpos en un espacio reducido.
Pasado un rato me di cuenta de que me estaba empezando a aburrir. Todo estaba oscuro y tenía la misma sensación que cuando estaba en el cine, se acababan los tráiler e impaciente tamborileaba con mis dedos sobre el reposabrazos de mi asiento hasta que se hacía la luz proveniente de la primera imagen del film proyectada en la pantalla.
Y me empecé a impacientar; ¿Y si veo una luz? ¿Eso significará que he muerto?
¿Y si sigue pasando tiempo y ya está? ¿Eso significará que he muerto?
¿Me estarán reanimando? ¿O de verdad esto es como las películas y alguien me está cogiendo de la muñeca levantando mi brazo, laxo, mientras dice: Hora de la muerte las 21.32?
¿Existirá algo después de la muerte? Y si existe, ¿qué me indicará que he muerto y que no estoy soñando?
Joder, vaya tostón…
Quería cambiar de tema pero la verdad era que no se me ocurría nada mejor, ni más apropiado. En realidad, seguía expectante. Era una lástima no tener cerca un reposabrazos en el que tamborilear con los dedos mientras esperaba. Así al menos podría entretenerme intentando reproducir el ritmo de alguna canción que recordase e incluso fliparme y probar mi destreza con una batería imaginaria… Pero no había reposabrazos así que, nada.
Entonces se me ocurrió: ¿Esto es como estar en el limbo? ¿Estar en el limbo será como estar en el útero materno? No, no puede ser porque estar en el útero debe de ser como cuando te sumerges en una piscina de agua templada pero sin ahogarse y sin necesidad de salir a respirar…
Entonces llegó aquél pitido odioso… Sólo podía pensar en que quería que se acabase de una vez.
Y pensar aquello fue una idea precipitada porque, en cuanto dejó de sonar, sentí dolor, un dolor muy intenso, tanto que me sentía capaz de dibujar cada centímetro de mi cuerpo con puntos centelleantes.
Volvió el silencio. Y el pitido odioso. Y sentí un miedo aterrador porque sabía lo que tocaba… dolor.
Y volví a escuchar otra frase cliché:
– Las constantes vitales están estables. Buen trabajo.
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