LA LUZ ENTRE LOS OJOS
- publicado el 10/02/2014
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Ojos teñidos de lágrimas
Así de inestable, insegura e inconsolable surgiste en mi vida. Me acerqué a tu público escondite, me arrodillé ante ti como un vasallo y te pregunté si te podía ayudar. Naturalmente, entre argumentos generosos y explicaciones inciertas, declinaste mi ofrecimiento. Querías estar sola con tu soledad y con tu tristeza; alguien te había hecho daño y nadie podía apaciguar tu dolor.
En esta circunstancia, me acomodé a tu lado, en silencio, y me convertí en una sombra invisible, en una invisible fortaleza, en una fortaleza impenetrable y en una impenetrable alegoría del príncipe azul.
No tenía intención de abandonarte en tu dolor. Aquellos ojos teñidos de lágrimas eran demasiado bonitos como para olvidarlos. Quería verlos felices antes de morirme.
De esta guisa, transcurrí horas a tu lado: en silencio, como otra sombra de la noche. En ningún momento me miraste. Pensé que te habías olvidado de mi presencia, pero mucho tiempo después, me preguntaste cómo me llamaba.
Habías dejado de llorar. Y sonreías.
Han pasado muchos años, princesa, y ahora nos reíamos de aquella noche.
Ya es hora de que el mundo conozca cómo nos conocimos.
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A veces la constancia deja finales felices. Muy bonito 🙂