Bajo la mirada del firmamento
- publicado el 02/09/2019
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Un relato con fantasmas
Me he convertido en una mujer vieja y senil, con una casa llena de gatos -por lo menos quince, solamente os podéis imaginar el olor- con las persianas cerradas día y noche, voy mas arrastrándome que caminando por los pasillos polvorientos.
Eso es lo que dice la gente. Los vecinos. Y en gran medida así es. Tengo diez gatos en el patio trasero, las persianas están cerradas día y noche y realmente me arrastro los pies cuando camino, pero solo hago eso porque las tengo siempre hinchadas y doloridas.
Lo que no es cierto es el hecho de que mi casa apesta y que mis pasillos son polvorientos. Mantengo una limpieza impecable -o tanto como sea posible debido al reumatismo- y los pasillos polvorientos son solamente los de arriba. Cerré hace mucho tiempo esa parte.
A veces la casa se llena de un silencio aterrador. Es entonces cuando estoy asustada. El silencio no es normal. No es natural. Ya no se escuchan pasos en los pasillos y las puertas ya no se golpean, los gatos se esconden o se van corriendo sabiendo que estarían mejor debajo de las ruedas de un coche que ahí, en esa casa, con esa presencia.
Cuando hay ese silencio, paralizo. Ya no me doy cuenta de si respiro o no, mi corazón parece parar sus latidos y mis oídos están invadidos por un fuerte zumbido. Entonces me noto la piel fría. Me siento como si hubiese salido desnuda en un frío de menos 20 grados. Yo misma me enfrío. Es eso posible? Yo pienso que si. Creo que por unos momentos dejo de vivir. Pero lo peor es que, en esos momentos, me doy cuenta de que, para mi, ya no hay nada. Cuando me moriré, pararé de existir.
Esto, este pensamiento, me aterroriza tanto como ese silencio. A veces creo que toda esta tranquilidad tan distinta esta diseñada para mi, para hacerme ver que todo lo que he intentado lograr hasta entonces ha sido para nada. Solamente habré existido. Nada mas.
*** *** ***
He llegado en este estado -deplorable para algunos, confortable para mi- después de darme cuenta, a raíz de un acontecimiento corto pero intenso, de que la humanidad existe o no. Que quiero decir? Que no existe reencarnación, el mas allá, Elysium, paraíso o como vosotros queráis llamar al sitio al que creéis que vais a ir después de la muerte. Lo que quiero decir es que los humanos o ya no existen después de la muerte o se van al infierno. Y me vais a decir: «Pero como? No existen las cosas buenas pero existe el infierno? Querida señora se ha vuelto usted loca!» Es normal decir eso.
El infierno, en este caso, es la etapa fantasma. Si tienes la mala suerte de no parar de existir después de la muerte, estas condenado a la transformación en espíritu errante
Así que si. Los fantasmas existen! Porque no los puede ver todo el mundo? No lo se. Me gustaría dar una explicación pero no puedo.
El problema es que existe algo mas aparte de fantasmas. Yo lo llamo espíritu, el, el diablo y todas las denominaciones que conozco y que se atribuyen en general al mal. Cuando este espíritu aparece, los fantasmas ya no vagan, los pájaros ya no cantan, la gente frunce el ceño y tensa la mandíbula tan fuerte que se oyen los dientes rechinar.
*** *** ***
Nos hemos mudado a esta casa hace treinta años. Mi marido era un escritor principiante que publico su primer libro por el que le pagaron una suma de dinero bastante generosa. Tan generosa que nos permitió hacer lo que hubiese hecho todo el mundo la primera vez: comprar un coche y salir corriendo del piso por el que pagábamos alquiler. Yo estaba embarazada de cuatro meses y tenia el corazón lleno de esperanzas. Tenia todas las grandes expectaciones de una joven futura madre.
Mi abuela siempre decía que después de una buena risa, una de aquellas de lo mas profundo de tu ombligo, siempre vas a recibir una mala noticia. Supongo que también es cierto para los estados de animo demasiado felices para ser verdad, porque poco después de mudarnos nuestra vida dejo de existir.
Os puede parecer un típico relato: familia que se muda en una casa nueva en la que han tenido lugar crímenes espantosos o que esta construida encima de un cementerio indio y ahora los fantasmas se vengan.
Si, nos mudamos en una casa nueva, pero no ha tenido lugar nada espantoso ahí y tampoco estaba construida encima de ningún cementerio. La casa estaba, y esta, en un barrio con gente amable y chismosa, como cualquier barrio normal. Todas las casa tienen el mismo numero de habitaciones, mas o menos, patio delante y detrás. No son muy distanciadas una de la otra; suficiente como para no oír a tu vecina vocalizando con su marido o amante. Suficiente como para que nadie te oiga gritar.
Ha sido una casa prácticamente nueva. El terreno lo compro alguien y construyo una casa. No la pudo acabar porque se tuvo que ir con unos parientes enfermos que vivían en otro país. Eso es todo lo que nos dijeron y eso es todo lo que hoy se. La compramos nosotros y también acabamos las obras que duraron dos meses.
Alrededor de un mes después de mudarnos hemos encontrado delante de la puerta un perrito. Lloriqueaba y rascaba débilmente la puerta con su pata. No era de rasa pero era increíblemente lindo. Hemos puesto anuncios en los alrededores pero no lo ha reclamado nadie. Así que nos lo hemos quedado. Mi marido le construyo una caseta y lo dejamos en el patio trasero.
Luego, una noche, me despertaron unos susurros. Una voz susurrando. Era la de mi marido. Estaba sentado, con los ojos cerrados pero susurrando. Nunca había pasado hasta entonces. Era sonámbulo? Había oído que no se debían despertar a los sonámbulos. Al ver que no daba ninguna señal de que me oía después de llamarle dos veces por su nombre, le he empujado despacio y le he dejado caer en la almohada. He encendido la luz para ir al lavabo pero me he llevado uno de los mayores sustos de mi vida. En la puerta, sentado, estaba Nero, nuestro querido perro. Me estaba mirando fijamente sin menear la cola y sin hacer nada típicamente canino. He chillado como nunca he chillado hasta entonces.
Mi marido se despertó e intento tranquilizarme para entender lo que me pasaba. Nero desapareció de repente. Le he balbuceado algo del perro a mi marido pero no me creía. «Le he visto ahí, mirándome, pero no como un perro. Si no como un humano casi. Pero tampoco humano si no… otra cosa… no lo se…»
Bajamos los dos al patio trasero. Nero salio de su caseta desperezándose meneando despacio la cola.
Algunos días todo fue normal. Luego, una mañana, antes de la salida del sol, Alex se despertó chillando. No me quiso decir porque. Tuvo que pasar una mañana entera de mañanas horribles para que me lo cuente Empezó a parecerse a un enfermo en fase terminal.
«Me visita cada noche», me dijo.
«Quien?», le he preguntado aterrorizada.
«El sabueso.»
«Como? Que quieres decir?»
«Cada noche tengo el mismo sueño. Estamos aquí, durmiendo. De repente la tranquilidad de la noche esta reemplazada por un silencio pesado. Yo duermo pero también nos observo. Luego se oyen las escaleras crujiendo y un gruñido que parece venir de la garganta de un tigre u otro animal salvaje. La puerta del dormitorio se abre sola y entra despacio un sabueso inmenso, casi tan grande como la puerta. Los tablones crujen bajo sus patas. Camina hacia la cama y se para a tu lado. Tiene los ojos oscuros pero rojos al mismo tiempo, de la boca entreabierta se le caen babas que parecen quemar el suelo allá donde caen. Los vapores que salen de su boca son gases tóxicos. Luego me mira a mi, el espectador, mi yo que esta de pie mirando la escena y se va al otro lado de la cama hacia el yo durmiente. Entonces abre sus fauces y me agarra la cabeza.
Entonces grito y me despierto. Pero una parte de mi siempre se queda en el sueño. Me siento morir poco a poco.»
Después de esto, Alex tuvo un derrame cerebral la próxima noche. Esta enterrado junto a sus padres.
*** *** ***
He puesto la casa en venta pero no ha llamado nadie. Nunca.
Estaba embarazada de casi siete meses, no tenia trabajo y el libro de Alex no se vendía bastante bien como para mantener la casa.
Empece a temer al perro también. Cada vez que le llevaba comida o agua se quedaba sentado y me miraba fijamente sin parpadear, sin menear la cola, con los ojos muy abiertos. Me miraba como mira la gente curios y parecía decirme: «Venga! Pregúntame algo! Te responderé! Venga!»
Lo até.
Cuando empece a dormir en la parte de abajo de la casa también empezaron a oírse ruidos en la de arriba. Primero fue una puerta golpeada muy fuerte, pero como era agosto y yo siempre dejaba alguna ventana abierta, he pensado que era del aire. Luego se oyó en medio de la noche. Entonces llame a mi hermano que llamo a la policía. No encontraron a nadie en la casa.
Mi hermano se quedo con migo unos días, pero en cuanto se fue las cosas empezaron a ir de mal en peor.
Nero me gruñía cada vez que me veía y me di cuenta de que nunca lo había visto saltar de alegría o jugar así como juegan los perros. Y nunca había ladrado tampoco. Había estado tan ocupada que no me di cuenta de todo esto? Cuando me gruñía no abría la boca, no se le veían los dientes, le parecía salir de lo mas profundo de su garganta.
Al final Nero ya no comía ni bebía agua y yo ya no salia al patio.
Los ruidos que venían de la parte de arriba se empezaron a oír día y noche. Oía pasos corriendo, muebles empujados, puertas abriéndose y cerrándose, agua corriendo en la ducha y susurros. Porque no me he ido de ahí? Porque Alex empezó a venir cada noche en mis sueños. Fue el quien me explico que todos los ruidos que oía eran hechos por fantasmas a los que el había llamado y que me iban a proteger. Cuando le preguntaba de que, no me respondía.
Un día le he preguntado sobre el mas allá.
» Es húmedo y frío.», me dijo.
«Que quieres decir?»
«Recuerdas el piso? Recuerdas que había tanta humedad ahí que teníamos toallas puestas en las ventanas para que el agua que se deslizaba por ellas no haga charcos en el suelo? Siempre teníamos frío, hasta en veranos, y recuerdo que mirar por la ventana se parecía mucho al mirar por el parabrisas de un coche durante una fuerte lluvia: el neón de la tienda de delante se veía borroso y brillante, la calle nos parecía siempre mojada y las noches aparecían mas oscuras de lo que realmente eran.
Aquí se esta igual. Es una sensación de frío continuo, humedad y oscuridad.»
Luego, de repente, Alex dejo de venir.
Un día me encontré delante de la puerta un gato maullando. Le cerré la puerta y no le preste la mas mínima atención. Al pasar los días empezaron a venir mas gatos. Estaban ahí, en el patio delantero, todo el día, sin irse a ningún lado.
Nero cambio de color. Primero las orejas se le volvieron negras y luego el pelaje se le volvió como gris. Los ojos se le oscurecieron. No los puedo llamar negros porque no lo eran. Eran oscuros.
He llamado a la policía diciéndoles que mi marido quería matar al perro. Pensé que así todo el proceso va a ser mas rápido que llamar a una protectora de animales. Dijeron que mandarían a alguien esa noche o a la mañana siguiente. Vaya rapidez.
Eso fue, según mis calcules, un día antes de que cumpliera exactamente siete meses de embarazo.
Esa noche paso aquello que me determino vivir de la manera que estoy viviendo ahora.
Alex apareció en mis sueños, junto con todos los fantasmas y me dijo que el sabueso quería a mi hijo. El sabueso que había matado a mi marido ahora quería poseer a mi hijo.
«Quiere volver a nacer», me dijo mi marido, «quiere vivir entre los vivos. Pero eso no se puede hacer. Los seres o mueren para siempre o existen como espíritus. Uno no puede vivir eternamente en el mundo real. Si no consigue entrar esta noche en nuestro hijo no lo podrá volver a hacer.»
«No hay otra manera? No le podemos matar?» le he preguntado horrorizada.
«A el no, al niño si.», me dijo mi marido sin ser capaz de mirarme.
«Que? NO!», he gritado.
«Si el no lo puede tener lo matara y si lo consigue lo va a transformar en un criminal, en un tirano. El hombre es bueno por naturaleza. Crees que los que acaban matando gente o haciendo cosas horribles lo hacen porque quieren? No! Lo hacen porque están poseídos. No es la voluntad de ellos, es la voluntad del Mal que habita en ellos!»
Entonces se abrió la puerta de la habitación y se oyeron pasos y un gruñido tan infernal que pareció llenarme la cabeza.
«Nos tienes que dejar ayudarte! No lo podrás vencer sola! Déjanos entrar! Salvar al niño!»
«Si no podéis matar esta criatura, mata al niño Alex.», le he dicho con una calma que me asustó hasta a mi.
Me miro un momento aterrado pero luego asintió débilmente.
Todos los espíritus parecieron transformase en una especie de niebla que me invadió de repente haciéndome sentir como si hubiese estado muchas horas en medio de una lluvia torrencial.
El sabueso que entró en el dormitorio se parecía un poco a Nero. Solo que era veinte veces mas grande que un perro normal. Tenia unas patas inmensas que parecían tener cuchillos en vez de garras.
Se me acercó y abrió la boca para agarrarme la cabeza. Yo cerré los ojos pero algo de dentro de mi me hizo abrirlos y me levantó las manos que agarraron las mandíbulas de la criatura en un esfuerzo por romperlas. Este me tiró con fuerza hacia el armario y sopló hacia mi los gases que le salían de la garganta. Entonces note el frío y la humedad desapareciendo de mi.
Solo bastó con eso para vencerme.
He intentado llegar al pasillo pero allí me encontré a los gatos que, en la realidad, estaban delante de mi casa. Estas también habían cambiado su tamaño pero no alcanzaban la inmensidad del sabueso.
Me he retirado en una de las esquinas de la habitación para ver como el sabueso derrotaba a cada uno de los gatos que intentaban ahuyentarle.
He llamado a Alex y le he dicho que cumpla con su promesa.
*** *** ***
Cuando he despertado estaba en el hospital. Tuvieron que sacar al niño porque, dijeron los médicos, se ahogo con el cordón umbilical.
Dos policías vinieron a mi casa esa mañana y, al encontrar la puerta de la entrada abierta, entraron solo para encontrarme inconsciente en el suelo del dormitorio. No había ningún perro en el patio trasero.
Alex no ha vuelto a aparecer en mis sueños. Ahora solo sueño con la casa vacía y húmeda.
Los fantasmas siguen ahí, igual que los gatos.
Después de esto, el libro de Alex empezó a venderse bastante bien así que he decidido quedarme con la casa.
He cerrado la parte de arriba y ya no voy ahí. Yo no molesto a los espíritus , ni ellos a mi tampoco.
Ahora estoy esperando que se me acaben los días para dejar atrás todo y para cortar esta existencia mía que no tiene sentido.
Aun así, es aterrador darse cuenta de que has vivido una vida para nada.
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