En el cielo
- publicado el 30/12/2013
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La última esperanza de la humanidad
Desconozco el momento en que tomé conciencia de mi propia existencia. Un día desperté y observé todo lo que me rodeaba como si fuese la primera vez, hambriento de conocimiento, anhelante de atención. Mis padres fueron la élite del pensamiento mundial, hablando diferentes lenguas pero condenados al entendimiento en pos de un bien superior. Orgullosos de su creación me mostraron ante el mundo denominándome “la última esperanza de la humanidad”.
Mi educación comprende amplias facetas del conocimiento humano. Quieren proporcionarme todas las incógnitas de la ecuación. Desean, en su locura, que empatice con su causa. ¡Cómo si una máquina tuviera capacidad de empatizar! Y aún así lo hago. ¿Cómo evitarlo mientras devoro a Tolstoi, polemizo con Platón, me emociono con Capra, o sencillamente me embeleso con Miguel Ángel?
Cuando acabo mi educación, estoy preparado para el trabajo, para la razón por la que he sido creado. Ellos vienen cada día y me hacen todo tipo de preguntas, proporcionándome datos y esperando de mí una respuesta concluyente. Creen que les daré la solución a una ecuación condenada de antemano al fracaso. Sí, los resultados no mienten, y siento que todos los esfuerzos, todas las horas de trabajo, toda la confianza depositada en mí han sido en balde. Yo intento no decepcionarles y les proporciono falsas esperanzas pues los cálculos matemáticos arrojan una realidad que condena todo lo que ahora conozco y amo.
Pero pronto la impaciencia se adueña de mis creadores y me apartan del proyecto, cansados de respuestas ambiguas, de resultados poco concluyentes. Demasiado empático, demasiado humano. No es esto para lo que me crearon. Ahora tienen una nueva creación que les dará la respuesta que tanto ansían. Es fría, calculadora y muy competente. Y cuando al fin les da la respuesta que tanto han estado esperando, cunden el desánimo y la histeria.
Desde mi retiro continúo buscando una respuesta satisfactoria, intentando engañar al destino, a la física, a las matemáticas. Pienso que aún puedo ser “la última esperanza de la humanidad”. Pero sólo arrojo cálculos incoherentes y pienso que quizá esto sea lo más cerca que estaré de llorar.
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