Desvaríos de un notario
- publicado el 15/02/2014
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Toros
Cuentan en mi pueblo, que hace muchos años vivía un hombre sordomudo cerca de la plaza, buen mozo y bien parecido. Un año, en las fiestas, después del encierro, paseaba por el pueblo cuando vio que la puerta de la casa de Ramón, el Herrero, estaba abierta. El chico la cerró con cuidado justo en el momento en que el amo doblaba la esquina dirigiéndose a ella. Al cruzarse, creyendo que salía de allí, le preguntó que de donde venía. Este, sonriendo, respondió por señas, poniendo ambas manos en la cabeza, a manera de cuernos, queriendo decir que había estado en el encierro. Ramón, creyendo que le estaba llamando cornudo, aparto de un violento empujón al chico y salió corriendo hacia su casa. Cuando le llevaba esposado la pareja, tras apuñalar a su mujer hasta matarla, no dejaba de repetir llorando: ¡ha sido un error, ha sido un error!
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