Crónicas de un Requiem anunciado

Me entretengo contando

las motitas de polvo que trago

en este aire oscuro

y anaranjado

que provoca el cante

entre mendigo y amante

en calles más estrechas

de lo que varios velos querrían

en estas tierras árabes.

 

Espiran

en un último quejido,

que vibra,

como les enseñó el sol

a los camellos

a hacer suyo el suelo

en su constante balanceo.

 

“¿Serán esas alforjas de paja tejida

las que esperabais ver por el horizonte

desde vuestra ventana más alta de vigía?”

 

El instinto nace

y, en el Bazar,

a los oscuros

nos hace.

 

No son finas mis ropas

ni ondeo velos

que muestren mi piel rosa

pero entre pliegues guardo

papiro del Nilo

y del zapato saco

la pluma que abandonó

al ave en su nido.

 

Comienzo a escribir

con la mano de los marginados,

aquellos que aprendieron

y no le enseñaron.

 

Quizás un poema,

que esconderte en las alforjas ,

que te llevan de ofrenda,

llenas de telas, especias y henna.

Persigo al camello

y beso mi carta,

a modo de sello.

 

Esquivo a la gente,

los del Bazar sabemos

andar contra corriente,

crear revuelo

y hacer invisible

de lo que somos conscientes.

 

Mi mensajero avanzó

como el sol al suelo,

no lo alcancé,

y las puertas de tu palacio se abrieron.

Antes de preguntarme

ya estaba dentro

escondida entre setos,

por verte,

temblando por dentro.

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