Abandono

Ya no es tuya tu piel, muerde los ojos

del sol; crece artilleros el deseo

alza al amor intenso fuego ateo,

mansa avidez hace estallar los rojos

 

campanarios y la savia derrama

su torrente nos arrastra, nos baña,

te atraviesa mi sed,  insiste en saña

y desgaja los frutos de la rama;

 

la noche entra conmigo entre tus ancas

desnuda de sus astros, y no sabe

que el oleaje de vida, esa asesina,

 

con que anega de espuma las barrancas,

suicida en chorros de diamante suave

al tallo, arrepentido de la espina.

Humberto Hernandez Galvez
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