Epílogo
- publicado el 23/07/2012
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Cuenta Corriente
Equilibraba su vida como a una cuenta bancaria.
Sus emociones, puestas a plazo fijo por seis meses con opción a otro semestre, seguían dándole ganancias.
Cuando se acostumbró a la seguridad y al aval de su mirada, decidió poner su capital en la cuenta de él y se casó ilusionada.
Al transcurrir los meses, el amor fue ganando intereses y decidió abrir otra cuenta de ahorros, la cual fue acrecentándose paulatinamente al nacer su primer hijo.
Con el pasar de los años, diversificando sus emociones, comenzó a retirar su fortuna cuando él ya no le correspondía como antes. Consiguió un amante y fue gastando sus reservas sin dejarse abatir por el débito.
Finalmente, su saldo se puso en rojo; desesperada, volcó todas sus expensas en contra de la Institución que no dudó en cerrarle las cuentas y mandarse a mudar a un país asiático que le resultaba mucho más atractivo.
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