El Virus

 

 

             Estoy latente, casi dormido, agazapado en un rincón de tu maleta, la que trajiste de Marruecos junto con esos velos que ya no usarás para tu vida.

             Estoy latente, expectante.

             Absorto te contemplo, oculto siempre, casi inconsciente, intangible, eterno.

             No quiero herirte, soy libre para decidirlo. De pronto, caes en la trampa, un descuido tuyo y ya siento el instinto; a treinta y seis grados me siento apasionado, conquisto tus manos, tu boca, adoro el aire tibio soplando en el universo rosa de tus pulmones.

            Me conmueve tu frescura, tu aroma, no obstante, combato en busca de tu vida, no tengo tu humanidad.  Agredo, esclavizo, destruyo, disgrego todas tus blancas células a mi entera merced. No tengo límites, te quiero mía, alcanzarte, entrar en tu mente, en tus pensamientos, robar tu esencia y toda tu existencia.      

            Te resistes.  

             Elevas tu calor hasta límites casi insostenibles, me atacas.

             Me disfrazo entre dulces  moléculas y te busco en esta entremezclada pasión y la inconsciente condición de liberar mis sentidos.

             Nuestros días son un torbellino de fiebre y deseo.

             Me absorbes exánime.

             Finalmente me lanzo a tu fría y condicionada mirada de cristal, a través de ella puedo verme sin piedad.

            Un nuevo comienzo, un destino juntos, los dos somos uno, millones.

              Estoy latente, casi dormido agazapado en un rincón de tu maleta, la que trajiste de Italia junto con esos vinos que no beberás…                                                                                                                  

 

 

Camila
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