Alicia Y Morfeo

 

            Alicia tenía muchos sueños, algunas veces soñaba con ascensores que nunca llegaban a destino porque siempre, invariablemente, existía un piso superior; otras, soñaba con una escalera espiral que daba tantas vueltas que terminaba perdiéndose entre nubes oscuras; pero lo que más soñaba Alicia era que corría; a veces, lograba engañar a Morfeo y lo manipulaba de tal forma que si él quería seguir viaje a lugares desconocidos, Alicia lo desviaba a lugares felices de su infancia; pero, en cuanto se daba cuenta, le inventaba un monstruo o un par de paredes que se cerraban lentamente sobre ella y así volvía a hacerla correr.

            Una noche, Alicia se hallaba en calma esperando a que los buenos  sueños llegaran, pero tardaban un poco y decidió hacer un paseo por su pequeño jardín de manzanillas blancas las cuales acariciaba con delicadeza al pasar; caminó en la noche fresca, iluminada por las luces de Júpiter y Venus que extrañamente se veían cercanas y resplandecientes; decidió llegar hasta el lago que se encontraba a pocos pasos de su casa, la hierba era suave como una alfombra y transitando el camino, casi llegando, pudo vislumbrar algo, se acercó más y se encontró con una escalera espiral, oxidada, carcomida; nunca había notado tremendo armatoste en la orilla del lago, seguramente, algún camión de demoliciones  la había dejado ahí para deshacerse de ella sin demoras.

            Cuando llegó, su cara se reflejó en el agua, al verla en penumbras, recordó  su imagen en los sueños, escuchó un ruido y le dio temor, comenzó a correr hacia su casa, los sonidos se transformaron en gruñidos, no quería mirar hacia atrás, corría para poder llegar y cuando por fin logró entrar en su cuarto, cerró los ojos aliviada despertando en su cama. Comenzaba a reírse de los sueños cuando sintió que su mano estaba firmemente cerrada, cuando la abrió, cayó en la almohada, ante su asombro, una pequeña y destruida flor de manzanilla blanca.   

                  Ahora es cuando sonríe Morfeo.

Camila
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