Furkul, el Clérigo Leproso
- publicado el 26/08/2008
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El arte, cuestión de tiempo
Mi querido, queridísimo, inspector:
Espero que todos nos estemos divirtiendo.
No soy el tipo de monstruo que la prensa quiere mostrar. Sólo porque le arrebate el corazón a mis víctimas no hay que suponer que yo no tenga uno. Además tic, tac, yo siempre les dejo algo en el pecho que siga latiendo cuando el pulso se les detiene. Tic, tac, tic, tac. No, no soy un monstruo. Lo que yo hago tiene mucho más que ver con el arte.
Tic, tac.
El arte, la música, el tiempo. Todo tiene una relación que escapa al ojo humano. Una armonía que se nos escapa y que yo en mi humildad intento interpretar de un modo menos ortodoxo del acostumbrado. ¿Pero acaso el arte no se trata de romper con lo establecido y hacer algo nuevo, algo diferente, crear algo que deje sin aliento?
Bueno, le aseguro que a mis modelos les corta la respiración, y les hiela la sangre en las venas.
Pero usted me entiende, ¿verdad? Sí, yo sé que sí lo hace. Yo sé que aprecia de forma sincera lo que yo creo, que lo entiende mucho mejor que esos idiotas que publican de forma tan rápida que no les da tiempo a observar. A ver. Tic, tac. Que no es una cuestión de venganza, o de crueldad. Que es una cuestión de arte, una cuestión de tiempo.
Usted me admira. No a mí, por supuesto, yo sé que usted admira lo que yo hago. Componer con esa melodía que no me puedo sacar de la cabeza. Tic tac. Tic, tac. No puedo, no puedo aunque lo intente. Los conceptos se han entrelazado de una forma tan armónica en mi cabeza, tan perfecta que no. Puedo. Escapar.
¿Para qué intentarlo?
Dicen que la locura es un escape, mi querido inspector. Pero yo ya me he dejado deslizar por ese oscuro tobogán que todos tenemos en el jardín más oscuro de nuestra mente y le aseguro que no es cierto. La locura es perfección. La locura es encontrar el sentido a todo y que te abrume de tal manera que todo lo que tenía importancia antes la pierda.
Vida, y muerte.
Tiempo, y arte.
Sangre y música.
Tic, tac.
Tic, tac.
Yo sé que usted en el fondo lo entiende. Yo sé que usted en realidad lo aprecia. Por eso tengo una sorpresa, señor inspector. ¡Un regalo! Inmortalizar, detener para siempre en el tiempo, lejos de la vejez, inmune a la decadencia, aquello que usted ama por encima de todo.
Tic, tac.
Ya tengo el reloj que sustituirá el corazón de quien está en el suyo, mi querido inspector. Me he esforzado mucho en elegirlo, y es bonito, es muy, muy bonito, de plata y con las agujas afiladas. Su sonido es agudo. Dulce. Tic, tac.
No me dé las gracias, mi querido inspector. Es un regalo
Y ahora me despido. Debo prepar a su hija para la inmortalidad.
Tic, tac. Tic tac.
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