Usted nunca lo entendería

Estimado agente.

Dicen que un texto tiene tantos significados distintos como lectores, y este folio partido por la mitad me temo que pasará por muchas manos. Ya lo imagino: calígrafos discutiendo sobre mi perfil y tú, lector Allan Poe y James Ellroy convertido a detective de segunda, buscando el naipe revelador en alguna maceta, estudiando una y otra vez ese cuerpo tendido en el suelo. Un don nadie solitario muere en un pueblo de menos de quinientas personas a la sombra de un jeroglífico que no existe, de un manuscrito misterioso y unas huellas que nunca pisaron el Lago Ontario…

Tranquilo, en mi vida he pisado Canadá. Tampoco he traído nada escrito, ni lo tenía previsto. No soy tan presuntuoso. Tan sólo he visto una silla cómoda, una mesa de madera de roble y unos cuantos bolígrafos de publicidad. La agonía de este hombre ha sido tan lenta que les aburriría incluso a ustedes.

Le adelanto que todo ha salido ligeramente mejor de lo planeado, por lo que supongo que les espera una larga tarea. Aunque tampoco vaya a sobrevalorar mis artes para el asesinato, ya que sólo soy un principiante de esto. Y no se preocupe por mi conciencia, haga el favor, ya que mis pulsaciones no pasaban de sesenta mientras veía a veinte centímetros sus ojos desorbitados y ese frondoso bigote lleno de saliva. Descuide, no me verá entregarme dentro de unas cuantas semanas aturdido por el insomnio.

Deje que los expertos estudien de qué rama de la sociopatía me he caído, rastree el caso por el pueblo, teorice, dibuje esquemas llenos de arbolitos en pizarras, pregunte a la familia por sus cuentas pendientes. Luego, archívelo todo porque no encontrará nada. Tengo la completa certeza de que hoy acabé con un secreto que ahora sólo conoce una persona. Pura supervivencia, señor agente, usted nunca lo entendería.

También le advierto que no volverá a tener noticias mías. Sólo vine a charlar y a matar. Y si está leyendo esto es que me fui de aquí con las dos medallas, con lo que puede imaginar la temperatura de la cerveza que me estoy bebiendo frente a mi televisor mientras descifra cosas como: “entró por la puerta”, “era varón” o  “no forzó la cerradura”.

Disculpe el desorden. No crea que esto estaba mucho mejor antes de que yo llegara. El olor a madera vieja no abandonaría esta casa ni con cien asesinatos más.

Le manda un saludo,

Un varón que no forzó la cerradura.

David Gonzalez
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1 Comentario

  1. H. Purr dice:

    «Deje que los expertos estudien de qué rama de la sociopatía me he caído». Fetén todo 🙂

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