El destripador.
- publicado el 01/02/2014
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Ossacip
Tú:
Personas como yo no necesitan presentación ni nombre en latín que les favorezca. Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Bueno, digamos que no estoy de acuerdo: al acabar de leer esta carta, me conocerás tan bien que te dará igual mi rostro o cómo me llaman.
Confío en que tu primitiva mente se pregunte cómo he llegado a saber de ti y la razón por la que has recibido este mensaje. A decir verdad, llevo siguiéndote la pista desde hace tiempo. Si tú te consideras un depredador, yo soy el depredador de los depredadores… ¡El rastreador de los rastreadores! Sé lo que haces a tus víctimas. ¿Quieres tratar de adivinar lo que hago yo a las mías? O, mejor, hazte un favor y no malgastes un tiempo que no tienes. Hagámoslo entretenido. Permíteme explicarte, en dos sencillos pasos, qué haré contigo.
Paso uno: Voy a enterrar una bala de sangre criogenizada en tu pecho. Sin embargo, no será la metralla lo que acabe contigo. ¿Sabes lo que es una pistola neumática? La mía, de calibre 22, se dispara con gas, no con pólvora –lo que implica escasez de pruebas policiales–. Cuando la munición desgarre tu piel, perfore tus órganos y se incruste en tu cuerpo, su calidez hará que se derrita. La sangre, de un tipo diferente al tuyo, entrará en contacto con tu riego sanguíneo, se mezclará con él y te hará sufrir un rechazo. Tu propio organismo reaccionará y te atacará desde dentro de forma irreversible. Los médicos, de atenderte, no hallarán el origen de tu repentina enfermedad. Su desconocimiento será tu condena. Sufrirás. Y morirás.
Paso dos: Voy a humillarte, hasta tal punto que agradecerás la muerte que te he dado para escapar de tu miserable existencia. En tu caso, de ir a la policía te descubrirías, ya que hay secretos en mis palabras que no quieres desvelar. Lo sé. A tu muerte, yo, sin embargo, sacaré a la luz toda la información que guardas de tus víctimas. Quizá las autoridades no te puedan castigar ni condenar en vida, pero sí deshonrar tu memoria; siéntete halagado, quedarás grabado a fuego en la historia. ¿Más de una veintena de violaciones y cincuenta asesinatos? Enhorabuena, chaval. Un último consejo: disfruta tus «chapuzas» antes del fin porque, si matar es un arte, yo pienso hacer de ti mi obra maestra.
Sangrientamente tuyo,
Ossacip
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