La muerte inesperada
- publicado el 29/10/2017
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la máquina de follar
farolillo rojo; pero rojo sangre, no rojo pasión como otras veces.
las putas, vestidas de cuero, fuman a la salida de un callejón. cuando entro, escucho sus risas a mi espalda: creen que saben quién soy. atravieso la puerta situada al final del pasadizo, mandándolas a la mierda. dentro también hay risas, pero son artificiales: alcoholizadas, drogadas. me acerco a la barra en busca de un güisqui con cerveza. voy a regalarle mi polla a la primera que quiera desempaquetarla. al poco de empezar a beber, una puta se acerca buscando un puto que follarse. y lo encuentra.
-hola, guapo.
-hola, furcia.
-te tragarás tus palabras.
-y tú mi semen.
ella se ríe y luego se da la vuelta y se aleja. yo sigo el vaivén de sus caderas con la mirada antes de levantarme y echar a andar detrás de ella. voy a pillarle el culo. me guía hasta un privado y corre una cortina roja v.i.p tras nosotros. allí dentro hay material de metal y cuero a juego con el uniforme del lugar. y un ataúd. y una puta entretenida con la que salir de la rutina de putas aburridas.
-¿vas a enterrarme vivo?
-voy a matarte a polvos.
-eso me gusta más.
ella me dedica una sonrisa pero a mí se me quitan las ganas de devolvérsela cuando veo sus colmillos largos y afilados. busco indicios de cámara oculta en la estancia.
-no es ninguna broma, cielo…
se acerca y sus dedos descienden desde mi cuello por la camisa en dirección a mis pantalones.
-no quiero piercings en la polla.
ella ríe.
-entonces no los tendrás…
-¿son de verdad?
-¿mis tetas?
-tus colmillos.
-fundas.
-¿y tus tetas?
no contesta, me las enseña. buen par.
-te dejaré la tarjeta de mi dentista y mi cirujano plástico antes de que te vayas.
-me estás echando demasiado pronto y aún no hemos empezado. tendré que probar el producto antes de comprarlo.
y me besa. nuestras bocas se abren, receptivas, y dan una húmeda bienvenida a la lengua del otro. la mía lame uno de sus colmillos y ella me muerde. su mano en mis cojones. sabor metálico, excitación en ciernes. me empuja y caigo en el ataúd. es jodidamente cómodo. me esposa y se sube encima de mí. sus manos se adentran en mis pantalones.
-¿cómo te llamas?
-Charles.
-yo Tanja.
-me gusta tu culo, Tanja.
-y a mí tu polla, Charles.
no necesito más. cuando quiero deshacerme de mis pantalones ella ya me los ha bajado y sostiene mi erección entre sus manos y me guía y se penetra. me la follo: a ella y a sus tres orgasmos. las esposas tintinean y la tapa del ataúd nos golpea, los gemidos se sobreponen, nuestras corridas manchan la cama de los muertos, su cuero, sus uñas largas y sus colmillos afilados tatúan mi piel y mi polla dibuja porno en su útero. Tanja es un huracán desbocado y yo sus daños materiales.
cuando damos por finalizado nuestro turno de noche, Tanja me quita las esposas y yo me visto y la pago. estoy marcado. al salir las putas del callejón ya no se ríen de mí. me pierdo en la noche pensando que, de tener algún colega, podría contarle que había dado por culo a una vampiresa.
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Dar por culo a una vampiresa, es otra forma posible de clavarle una estaca, no en el centro-izquierda del pecho, sino en medio de las nalgas. Me temo que esa vampirilla experimentará pronto una crisis de indentidad, si es que no está ya metida de lleno en ella, como él, que estuvo metido de lleno en ella también. Me gustan algunas de las lecturas que se pueden hacer de tu relato.