La mendiga

Dormía entre cartones húmedos en el cajero de una sucursal de Banesto de la Castellana. Bueno, Adela dormía allí cuando lo pillaba libre.

Una mañana se atusó el abrigo de Zara que se había encontrado y echó a andar. Recorrió varios escaparates: Armani, Hermés, Valentino… y se detuvo ante una zapatería en cuya vitrina destacaban unos Jimmy Choo de plexiglás.

– Por favor, quiero probarme esos zapatos – le señaló a la dependienta con una uña ennegrecida.

– Pero…

– El número 39, por favor.

Cuando Adela flotó sobre ellos, no pudo evitar la tentación de salir huyendo.  A la vuelta de la esquina la esperaba una pareja de la policía. Adela, con un zapato menos, se defendió:

– Sólo quería ser Cenicienta por un momento.

Soledad Garcia Garrido
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