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            Caminaba en rectángulos concéntricos entre multitudes eternas, nunca supo si llegó ahí a través de aprender pasos de ballet o mirando los puntos de células muertas de sus ojos en el silencio autodenominado de sus días.

            Su cerebro conectó a tierra y despertó.

            ¿Que será esto?_ se preguntó mientras veía el marco escrito en su pecho.

            Martín Robledo, minero_ decía el cartel.

            Todos los demás navegaban en sus propios rectángulos, ajenos a lo que a él lo angustiaba, trató de hablarles pero nadie respondió, su voz rebotaba en el rectángulo exterior de cada uno de los ajetreados personajes que compartían este nuevo universo.

            Único_ dijo.

            ¡Soy único!_ repitió

            ¡Soy único!_ dijeron casi al unísono todos los demás, ensimismados en su propia auto existencia.

            Dio unos pasos y se sintió audaz.

            ¡Corre!_ le dijo una voz.

            Obedeció sin pensarlo.

             Corrió, corrió más. Se sintió libre. Miró a los otros que pasaban caminando a su lado.

             ¡Libertad!_ les gritó. Lo ignoraron.

            Con dificultad se arrancó el cartel del pecho, borró su nombre y reescribió: Derechos Civiles.

 Una vez más lo ignoraron.

            Detuvo su alocada carrera y sintió pena de su compartida soledad, lo abrumó la ira y blasfemó, no lo escucharon, ajenos a su ira y a su pena, en su propio rectángulo, en su propia ira, en su propia pena.

            ¿Martín Robledo, minero, número veinticinco millones cuarenta y dos mil doscientos veinte?_ preguntó la voz sin esperar respuesta.

            Ha estado tratando de exigir derechos, queda usted eliminado del juego por actos de subversión_ dijo la voz a modo de sentencia.

            Apague la computadora_ ordenó la inflexible voz.

             La apagó.

Camila
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1 Comentario

  1. Camila dice:

    Si algún dia estás conectado a la red, jugando a minecraft, a lo mejor te detona una idea sobre la libertad.

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