03:00 A.M.
- publicado el 18/11/2013
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Romance posmoderno
Hola, cielo.
He lavado tu camisa y planchado el resto de tu uniforme. Los vas a encontrar colgando de la puerta. Ya sé, yo nunca he hecho eso, pero creo que es lo menos que podía hacer ya que no podremos vernos en un largo tiempo y probablemente acabes deseando que ese momento nunca llegue. Espero que me creas cuando digo que ningún hombre ha encajado mejor conmigo que tú. Has sido siempre esa pieza ideal, aquella que sólo parecía apropiada en mi diseño interno. Cuando la gente decía que éramos una pareja ideal mi orgullo siempre fue sincero.
Desafortunadamente, ahora, nuestros caminos deben separarse. Ya habrás conectado los puntos y llegado a la conclusión de que yo causé de los incidentes que han estado ocurriendo en la ciudad. Mi amor, no te enojes. Yo sabía que si alguien podía descubrirme, no podía ser otro que tú. No obstante, quise alargar la ignorancia lo más posible.
Te pedí que no te dejaras obsesionar, ¿lo recuerdas? Te dije que unas vacaciones le harían bien a tu mente tribulada. Me llevé a mí mismo a experimentar con cosas para mí dudosas para mantenerte concentrado en otro asunto y, quizá, obviar lo obvio. Pero sabía que era cuestión de tiempo. No te amaría ni la mitad de lo que lo hago si de verdad te creyera capaz de distraerte tan fácil.
Después de todo, tenías el peso de todas esas vidas sobre tus hombros. Una carga tan innecesaria pero ineludible para un espíritu noble como el tuyo. Me pregunto si seguirás oyendo sus gritos de agonía después de que me haya ido y si encontrarás otro regazo en el que acurrucarte durante la noche, para recuperar fuerzas, para decirte que esa es la realidad presente y no los videos que enviaba cada mes. Tú quizá no lo comprendas, pero no era mi ego lo que satisfacía en medio de tu vulnerabilidad. Olía la maravillosa fragancia de tu corazón vivo y mis deseos por devorarlo se multiplicaban. Pero, como bien sabes, jamás lo intenté. Jamás fue la idea dañar tu bello cuerpo.
Quiero que sepas que eres libre de encontrar esa persona. Esta parte de nuestra historia necesita cambiar, evolucionar a algo más poderoso, más completo, más… acorde a nosotros. Nadie más que nosotros podrá entenderlo. Nadie será para ti lo que yo fui y, al final, será así también contigo. Incluso solos tendremos ese nombre destellando detrás de nuestras frentes cual discretas marcas de Caín que el mismo Creador dispusiera, justo antes de expulsarnos del paraíso.
Esta mañana, cuando recibiste la llamada del forense, supe que era momento de irme. Ahora tienes todo lo que necesitas para capturarme. Dile al analista psicológico que hayan contratado que si escribí esto a máquina es para dar cuenta de que a fin de cuentas soy un romántico, el peor de todos en esta especie extinta. Dile que tú ya lo sabías.
Hasta pronto, mi detective.
Siempre tuyo,
El verdugo de San Francisco.
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