Menos da una piedra

La época de vacas gordas ya había terminado. Primero, su marido perdió su trabajo. Con la ayuda percibida no era posible cubrir todos los gastos. Por si fuera poco, el colegio donde iban sus hijos solicitó una considerable cantidad de dinero para diversas actividades escolares.

La factura de la luz fue la gota que colmó el vaso. ¿Cómo iba a negar que los niños disfrutasen por un rato, ya sea viendo la televisión o jugando a los videojuegos? En realidad, ese era el menor problema comparado con la compra de cada mes: Que si pollo en lugar de solomillo; esperar al mes que viene, a ver si baja el precio de los plátanos, etc.

Por fortuna, cerca de allí había una asociación encargada de suministrar alimentos a gente que los necesitaba. Gracias a eso, la familia obtenía ciertos víveres sin necesidad de recurrir al supermercado. Eso no solucionaba todo el problema, pero menos da una piedra.

Ursula M. A.
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