Y mando un ángel
- publicado el 14/01/2014
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Los últimos lectores.
Comprendió que formaba parte de las últimas generaciones de lectores de libros cuando, al preguntarle a su nieto, de apenas cuatro años, si le leía el cuento de “Los tres cerditos”, como había hecho con su padre, cuando éste era pequeño, aquél le respondió: “No, abu, ya lo vi en la tablet”.
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Ya… ni esa ternura ¿verdad?. ¡Qué pena que, además de no poderle leer ese cuento, se perdió el tumbarse con el pequeño en la cama y ver como, en la página 6 y 8 se le quedaba dormido apoyado en su hombro y que, para no despertarle, con sumo cuidado se íba deslizando y colocándole encima de su almohada, darle un beso en la frente y arroparle hasta el cuello mirándole con esa ternura que solamente los abuelos tienen…
Ciertamente has dado en el presente y futuro, esos cuentos ya no los recogerá la madre a la vez que lo hace con los juguetes… ni tendrá que colocarlo en la librería, ya no conocerán otro papel que «el higiénico», menos mal que ya empiezan a hacerlos con estampaciones y letras, cualquier día y no sería maa idea, los cuentos infantiles se escribirán en los rollos y los venderán en jugueterías.
Me gustó ee genial apunte a ver si con ello aprendemos e inculcamos que no solamente los «aparatos» nos enseñan cosas… que ¡¡¡ PARA ESO ESTAN LOS ABUELOS Y SUS EXPERIENCIAS!!!.
Un abrazo y espero sirva para que aprendamos también nosotros… jajaja, por sacarle hierro al asunto. Victoria
¡Qué continuación tan bonita del relato! Por desgracia, se está perdiendo ese contacto necesario para la formación de nuestros niños. Lo dicho, excelente tu comentario, Victoria.
Victoria, tu genial aportación al relato, me inspiró para hacer la siguiente variante de la misma:
Adaptándose a los nuevos tiempos.
Viendo a su hijo dormido con la tablet a su lado, recordó aquellos tiempos en los que era él quien se dormía después de que su madre le contase una y otra vez uno de esos cuentos que tanto le gustaban y cuando, medio dormido ya, lo arropaba hasta el cuello, dándole un último beso, mirándole con esa ternura que sólo una madre puede ofrecer.
Pensaba, con tristeza, en que esos cuentos ya no se recogerían por la mañana, para colocarlos en la librería y en que su hijo no vería otro papel en casa que no fuese un rollo de papel higiénico. Creía sin embargo que no todo estaba perdido pues ya se empezaban a hacer rollos con estampaciones y letras y que, quizás algún día, los cuentos infantiles se escribiesen en ellos y los vendiesen en las jugueterías.
¡¡¡PUBLICALO!!!, como continuación del otro, ya verás como va a gustar porque es una realidad patente… a ver si así la gente se anima a seguir regalando cuentos como los de antes…, aunque tentan que limpiarle el polvo, ¡¡¡venga!!! ya verás como te van a leer y requeteleer. Un saludo. Victoria